El Alvarito: La historia del más famoso delincuente juvenil que tuvo San Juan

“El Alvarito” fue un delincuente que como muchos de los que pueblan las cárceles, pasó por todas las etapas del delito desde su niñez. Tenía apenas 17 años cuando murió bajo las balas de la policía en 1988. Lideraba una banda que hizo historia, a pesar de la precocidad de sus integrantes. Su fama creció rápidamente y en menos de un año ya era el delincuente más buscado. Estaba en camino de convertirse en el rey de la delincuencia y probablemente eso hizo que atraparlo fuese una cuestión de vida o muerte.

Alvarito se llamaba en realidad Juan José Alvarez. Sus amigos le decían “Pepe” y comenzó a ser conocido en las comisarías cuando ya había cumplido los 16 años. Había pasado su adolescencia en un instituto para menores y allí conoció a quienes luego se convirtieron en sus compañeros de andanzas: Hugo Puebla Rodríguez, Adolfo “el perro” Garrido y Eduardo “el chocolate” González. El primero murió de una afección hepática mientras estaba en la cárcel. Los otros cada tanto aparecen en los diarios, ya sea porque caen detenidos o porque se fugan. Alvarito había ido a parar a Mendoza porque un tiro de su pistola se escapó y mató a su novia.

Cuando salieron del encierro, Alvarez, Rodríguez, Garrido y González se juntaron en San Juan para comenzar a robar. Empezaron con un kiosco, después fue una joyería y más tarde casas de familia en las que si había habitantes eran encerrados o reducidos y si había resistencia, no se hacían problemas en golpearlos. Cuando comenzaron a trabajar juntos, cada uno tenía ya varios crímenes en su haber.
La prolífica tarea delictiva de “la banda del Alvarito” la convirtió rápidamente entre las más buscadas por la policía de San Juan. Seguramente la suerte de Alvarito quedó sellada el día que mató a un policía. Cuando eso ocurre, es un código no escrito que la próxima vez que se encuentren, los policías no dudarán en disparar a matar. Y así ocurrió.

En enero de 1988, Alvarito y su banda intentaron robar una camioneta estacionada en ruta 40 cerca de General Acha, con la intención de salir de la provincia. Adentro del vehículo estaba el oficial Angel Soria, que cumplía un adicional como custodia de una empresa privada. Temerarios como eran, Alvarito y sus acompañantes le dispararon a Soria en la espalda y decidieron llevárselo en la camioneta. Ya en el puente de Caucete, lo bajaron, lo fusilaron y arrojaron su cuerpo al río.

La banda fue atrapada en San Luis, donde huyeron luego de matar al policía. En un principio, Alvarito negó que haya sido el autor del hecho. Después confesó ser el único autor del hecho, para aprovechar que era el único menor del grupo. Alvarito estuvo preso cuatro meses y se fugó el 13 de junio de ese año. Así comenzó una verdadera cacería. La policía, por entonces comandada por Antonio Meritello, con el comisario general Carlos Baez como subjefe, fue cerrando el círculo alrededor del joven delincuente.

Una semana después, el 20 de junio, Alvarez fue encontrado en el Mogote y abatido. En su momento se dijo que la muerte de Alvarito fue una verdadera emboscada. A pesar de la desmentida que en su momento hicieron tanto las autoridades policiales como los jueces a cargo de las causas en las que estaba involucrado, en el ambiente delictivo quedó la versión de que al hombre lo mataron. Por eso varios respiraron tranquilos cuando trascendió que Alvarito había muerto enfrentando a un grupo que integraba el comisario Morán, por entonces uno de los policías en camino de convertirse en un “duro” de la fuerza.  De algún modo, los amigos de Alvarito se iban a cuidar de meterse con Morán para cumplir con la venganza que juraron el día que levantaron el féretro del delincuente abatido.
Fue el fin de una banda destinada a hacer historia, como que varios de sus integrantes todavía están entre los más peligrosos de San Juan.




Una lluvia de balas
Según el relato de los policías, Alvarito fue interceptado por tres patrullas policiales cuando circulaba en bicicleta por la calle Balcarce junto a un compinche de apellido Arancibia. Cuando le dieron la voz de alto, relataron los policías, Alvarito sacó de entre sus ropas una pistola calibre 32 largo y comenzó a disparar contra los patrulleros. Las balas impactaron contra la ventanilla delantera derecha de uno de los Peugeot 404 de la policía y en la carrocería. Cerca del lugar, los habitantes de El Mogote se aprestaban a iniciar la novena de San Pedro, el patrono de ese paraje chimbero. Atónitos ante la balacera, se refugiaron como pudieron en las casas, mientras que los móviles del comando radioeléctrico pedían refuerzos. Tres disparos dieron en cuerpo de Juan José Alvarez. Dos en el tórax y uno en el cráneo, con orificio de salida en la nuca y pérdida de masa encefálica. Arancibia, el acompañante de “el Alvarito”, se entregó sin oponer resistencia.

Los policías cargaron el cuerpo del delincuente en un patrullero porque todavía tenía signos vitales. Llegó al hospital a las 19.25 de ese 20 de junio pero sólo para que los médicos comprobaran que había fallecido mientras era trasladado.






Cuatro prontuarios frondosos
La banda de “El Alvarito” estaba integrada por dos mendocinos y dos sanjuaninos. Los foráneos eran Eduardo Alejandro González, alias “el chocolate” y Adolfo Marco Garrido, alias “el perro”.

Las primeras noticias de la banda surgieron en 1986. Una llamada telefónica a la Brigada de Investigaciones daba cuenta de que en una vivienda de la Villa Del Carril había dos jovencitas encerradas que habían sido traídas engañadas por dos jóvenes a los que se identificó como Garrido y González.

Cuando los policías investigaron los hábitos de los jóvenes, observaron que no trabajaban y sin embargo ostentaban joyas y dinero ante sus amigos. También detectaron que  para cometer diferentes ilícitos, trabajaban con dos sanjuaninos, Alvarito y Hugo Omar Puebla.

El 5 de enero de 1988, los cuatro delincuentes irrumpieron en la casa de Miguel Allemany, mientras la familia estaba reunida. Con las víctimas obligadas a permanecer boca abajo en el piso, se dedicaron a registrar las habitaciones y se apoderaron de dos televisores, un grabador, dinero, anillos y relojes. Dos días después asaltaron a mano armada a un distribuidor de cigarrillos mientras este dejaba una carga en un kiosco de la calle Güemes, en Trinidad. Le llevaron la recaudación del día.

El 11 de enero fue cuando los cuatro salieron a buscar un vehículo para robar. Tenían planeado fugar hacia San Luis, luego a Córdoba y tal vez finalmente a Brasil. Frente a la planta industrial de Chirino, en el acceso sur, había una camioneta, aparentemente vacía.

Eran cerca de las 2  de la madrugada y dos de los maleantes se acercaron por ambos costados hacia la Ford chapa J 034785. Los otros se ocultaron por si aparecía el dueño del rodado. En la cabina estaba el oficial José Ángel Soria, quien cumplía un servicio de vigilancia particular. Se supone que no tuvo tiempo de extraer su arma para defenderse de los asaltantes. Casi a quemarropa, los delincuentes dispararon contra Soria. Garrido se puso al volante y enfiló hacia Caucete con el policía herido tirado en el piso de la camioneta. En el puente lo fusilaron y lo arrojaron al cauce. El cadáver del joven policía de 34 años, casado y con dos hijos, nunca apareció.





Amigos de ruta
Los antiguos socios de Alvarito siguieron acumulando antecedentes en sus prontuarios. En diciembre de 1989, “el perro” Garrido y “el chocolate” González, los únicos que quedaban vivos de la banda original, fueron condenados a prisión perpetua por el crimen del policía José Ángel Soria, quien fue declarado fallecido, aunque su cadáver nunca fue encontrado.
Garrido parecía haberse reformado, incluso en 1998 empezó a gozar de salidas transitorias del Penal. El 9 de agosto de ese año, salió como lo hacía siempre, pero no volvió.

Con González pasó algo parecido. Obtuvo los mismos beneficios, pero se metió de nuevo en problemas. En 1997 cayó preso por agresión y 1998 recibió otra condena. En agosto de ese año volvió a salir con permisos y estuvo cuatro años prófugo y regresó a la cárcel con proceso por robo. “El chocolate” desde entonces estaba preso. Le faltaba poco para volver a gozar de salidas transitoria, pero volvió a escapar del Penal.

Una vida de novela
Juan José Alvarez había nacido el 12 de octubre de 1971. Llegó hasta sexto grado y su último domicilio conocido estaba registrado en el barrio Kennedy. Comenzó a delinquir desde muy chico y siempre terminaba beneficiado por su condición de menor de edad. El primer antecedente que registra su prontuario es un hurto cometido el 24 de septiembre de 1985, cuando apenas contaba con 14 años de edad. En 1986 también fue procesado por hurto y en marzo de 1987 por su participación en seis robos.

A sus 17 años, Alvarez participó del crimen de María Conde de Bacafior, ocurrido en Rodeo de la Cruz, Mendoza, y también se lo acusó de matar accidentalmente de un disparo mientras limpiaba un arma, a su novia.  En Mendoza estuvo recluido en el instituto para menores Salvador Reta, donde comenzó la historia de la banda, que aquí se cuenta.

La secuencia de hechos ocurridos en enero de 1988, todos protagonizados por los mismos delincuentes, puso a la población en vilo y dio origen a la fama del Alvarito. En menos de un año de liderar su banda ya era el más famoso de los delincuentes juveniles que haya tenido San Juan. El ánimo de la gente se pudo comprobar el día que Alvarez, Puebla, Garrido y González  fueron trasladados desde San Luis, tras el crimen del policía Soria.

Mucha gente esperó en la puerta de la Central para insultarlos y apedrearlos.

Por eso, más allá de los comentarios que en su momento surgieron sobre cómo murió, la gente respiró tranquila y avaló el accionar policial. Todo volvió a la normalidad el día que las fotos con el cadáver de Juan José Alvarez, apareció en los diarios.

Publicado en La Pericana el viernes 8 de julio de 2016. Edición 19

GALERIA MULTIMEDIA
La última foto. El cuerpo de Juan José Alvarez, alias "El Alvarito", yace en la mesada de la morgue. Recibió tres balazos certeros, uno en el cráneo.
Los policías observan el lugar donde quedó tirada la bicicleta en la que iba Alvarito con un amigo, el día del tiroteo. Fue en El Mogote y Alvarito murió antes de llegar al hospital.
Eduardo “el chocolate” González, un salteño radicado en Mendoza. Tiene condenas por robo y homicidio con alevosía.
Adolfo "El perro" Garrido. Junto a González, fue condenado por el homicidio del policía José Ángel Soria.
Omar Puebla murió en noviembre de 1988 de una afección hepática mientras permanecía en prisión.
Otro de los integrantes de la legendaria banda, “el chocolate” González, todavía entra y sale de la cárcel
Un fusilamiento en Caucete. La banda de El Alvarito fusiló y tiró al río al policía José Ángel Soria. Lo habían llevado desde Rawson, donde quisieron robarle la camioneta.
Juan José Alvarez, alias “El Alvarito”. Era el líder de la banda y el más joven de los cuatro. Murió en un tiroteo en 1988.