El niño de la heladera

Tras buscarlo durante cuatro días, Ariel fue encontrado sin vida en el interior de una heladera en calle Santiago Derqui, en Villa Albarracín, en el departamento Santa Lucía. La madre, que había dejado solo al niño para ir a un recital de Sabrozo, acusó a la policía.

Ariel Fernando Tapia era un pequeño de 12 años que llevaba una vida como todos los niños de su edad, iba a la escuela, jugaba y se divertía. Hasta que un día sus juegos, sus sueños llegaron a su fin.

El 2 de diciembre de 2012 Ariel, quien estaba al cuidado de sus hermanos salió a jugar. Eran las 19:30 horas. Pasaron las horas sin que el niño regresara.

A las 23, cuando sus hermanos notaron la ausencia, salieron a buscarlo. No pudiendo dar con él llamaron entonces a Alejandra Silva, la madre quien no se encontraba en el domicilio porque estaba en el concierto del grupo musical Sabroso.

La preocupación fue tal que mientras la madre llegaba, los pequeños seguían buscando a su hermano. Cuando llegó Alejandra se sumó a la búsqueda. Al no dar con Ariel realizaron la denuncia en la Comisaría 29º, quien comenzó con el rastrillaje.

Pasaron días de intenso rastrillaje. Cuatro días más tarde, un 6 de diciembre, los uniformados y personas especializadas percibieron durante la búsqueda un fuerte olor en los fondos de una metalúrgica que estaba a dos cuadras de la casa del pequeño. Así fue como se encontraron con el armazón de una heladera, en cuyo interior estaba el cuerpo de Ariel. Estaba en posición fetal y en estado de descomposición.

Según datos policiales el menor en ese entonces tenía el torso desnudo, short y zapatillas. Además de presentar algunos golpes que se creen que se produjeron cuando éste quería salir del lugar.

De este aberrante hecho no hubo detenidos. Alejandra, la madre del pequeño expresó desde sus inicios que la policía es la responsable de que esta causa no tenga detenidos.

Los enigmáticos momentos previos a la desaparición y muerte de Ariel Tapia

El crimen, impune, ni siquiera tiene una hipótesis de por qué mataron al niño de 12 años. “Mi única esperanza es que cuando me reencuentre con Ariel me cuente qué le pasó y quién fue”, cuenta Alejandra Silva, la madre.


"Es una espina que tengo clavada”, se le escuchó decir varias veces al juez Benito Ortiz, demostrando así la impotencia que siente al no haber podido resolver el crimen de Ariel Tapia, el niño que el 1 de diciembre de 2012 salió de su casa en la Villa Angelita, Santa Lucía, y cinco días después fue encontrado muerto adentro de una heladera abandonada en un baldío a sólo 60 metros de los fondos de su casa. Hoy, tres años después la madre reveló aquellos momentos enigmáticos que rodearon el momento previo de uno de los crímenes impunes que más conmueve a los sanjuaninos.

"Sé que nunca voy a saber la verdad. Mi única esperanza es que el día que muera me reencuentre con él y me cuente qué le pasó y quién fue”, dice, llorando, Alejandra Silva, la madre del niño que el 3 de diciembre último hubiera cumplido 15 años.

De que fue un crimen no hay dudas. Los peritajes determinaron que Ariel Tapia recibió un fuerte golpe en el mentón que le hizo quedar inconsciente; que murió por asfixia adentro de la heladera abandonada; que la fecha de muerte fue el 2 de diciembre de 2012, cuatro días después de que la policía halló su cadáver adentro de la heladera abandonada.

Nunca se supo quién le dio aquel golpe en el mentón, ni si esa misma persona fue quien llevó al niño hasta la heladera abandonada; ni si hizo eso porque lo creyó muerto e intentó deshacerse del cadáver, tal vez sin saber que Ariel aún estaba con vida, muriendo luego por asfixia.

O si fue una mente macabra que lo noqueó y lo metió en la heladera para que no lo delatara, tal vez porque Ariel vio algo que a esa persona comprometía seriamente, en su ámbito estrictamente personal o social.

En ese contexto, sumado una impunidad que la Justicia sanjuanina no logró romper, es que tres años después toma relevancia –al menos social- aquellos momentos previos al crimen.

Tras hablar del caso con Canal 13 San Juan, en el que demostró el profundo dolor que le produjo el crimen de su hijo, Alejandra Silva contó cosas de entrecasa que llenan de incertidumbre.


Ese 1 de diciembre de 2012
Ariel era el menor de tres hermanos varones. Ese 1 de diciembre de 2012 quedó al cuidado de su hermano mayor, Ezequiel. También estaba en la casa Nahuel, el hermano del medio. A las 20.30 Ariel dijo que salía a jugar con sus amigos. Y nunca más se lo vio con vida.

"Nahuel era el más pegado a él y nunca se perdonó no haber salido juntos esa noche a jugar. La siquiatra me dice que Nahuel siempre está buscando un motivo para que le pase algo a él por no haber salido con Ariel, como lo hacía siempre”, revela Alejandra Silva.

Si bien Ariel salió a las 20.30, recién dos horas después sus hermanos empezaron a notar su ausencia.

"Ariel era el que llevaba las cuentas de los gastos de la casa. Era muy cuidadoso con el dinero. Era el que siempre guardaba todo el vuelto, por eso él siempre era quien hacía las compras. Yo les había dejado unas hamburguesas para que Ezequiel (el mayor) las friera. Como no quedaba aceite, salieron a buscar a Ariel para que fuera a comprar. Y ahí se dieron cuenta que no estaba y nadie lo había visto”, cuenta Alejandra Silva.

La madre nunca dejaba a sus hijos solos. Ella trabaja en un hotel por horas y esa noche había ido a la cancha de San  Martín a ver el grupo Sabroso porque su madre le había regalado una entrada a ella y a su hermana porque había sido su cumpleaños.

"Mi ex pareja (Franco Sifuentes) llegó como a las 10.30 de la noche. Ya estaban buscando a Ariel. Al principio creyeron que se podía haber ido a la casa de su abuela. Me llamaron por teléfono al recital para saber  si yo le había dado permiso. Cuando les dije que no, se preocuparon más”, contó Alejandra Silva.

Pasada la medianoche, cuando regresó a su casa, Alejandra Silva fue a la comisaría 29 y no le quisieron tomar la denuncia: "Me dijeron que ya iba aparecer, que tenía que pasar una cierta cantidad de horas para que me recibieran la denuncia; no quisieron llamar a los hospitales para ver si estaba accidentado, porque decían que si eso pasaba les llamaban para informarles; cada vez que me veían llegar, sonriendo, como burlándose, me decían <viene a decirnos que apreció>. La policía nunca colaboró. Al otro día hicimos fotocopias de una foto y salimos a repartirla. El único que me ayudó fue el intendente Orrego; él le pidió a los bomberos voluntarios que me ayudaran a buscar en una bodega atrás de mi casa, porque yo creía que se podía haber caído a alguna pileta”.

Esa bodega, en la que también hay un secadero de pasas, tenía cámaras de seguridad apuntando, entre otros puntos, hacia el descampado en el que estaba la heladera abandonada en la que apareció Ariel. Sin embargo, nunca aparecieron las imágenes de esas cámaras de seguridad.

Pero tal vez el punto más extraño es que ningún vecino vio a Ariel por la calle. Raro: era una noche calurosa en la que normalmente el vecindario sale a tomar fresco.

Además, a poca distancia de la casa de Ariel había un cumpleaños de 15, por lo que había movimiento de gente en la calle.

"Como puede ser que nadie lo haya visto en la calle o en algún lugar, que nadie haya visto nada. Es imposible”, dice una y otra vez Alejandra Silva.

Aquí entra a tallar la falta de reacción de la policía para desmarañar el crimen: ¿salió Ariel de su casa? ¿Cómo lo llevaron hasta la heladera abandonada? Algo que parece sencillo de resolver no tiene respuesta por una sencilla razón: la falta de preservación de la escena del crimen por parte de la policía.

Fuente: Tiempo de San Juan


Las pruebas contaminadas
La noche que encontraron al niño, un olor nauseabundo había alarmado a los vecinos quienes habían llegado primero al baldío ubicado a 60 metros de la casa del niño. Los curiosos comenzaron a abalanzarse sobre el alambre de púa que dividía el terreno descampado y la prensa no tardó el copar esa especie de tribuna, que se había formado en el perímetro. Dentro de la escena, cientos de policías, muchos de ellos nada tenían que hacer ahí.

En ese momento, no tardaron a aparecer las declaraciones oficiales. Desde la Justicia dijeron que "por haber sido una heladera, que estaba al rayo del sol, que pasó muchos días sin ser descubierta, que fue sensible al tacto de "muchos" no pudieron encontrar pruebas claras contra nada.

Como San Juan no contaba con herramientas para determinar cierta evidencia crucial, que ahora deben realizarse en el nuevo Laboratorio Forense, tuvieron que enviar a Salta parte de lo recabado en la escena del crimen. El especialista que recibió la evidencia fue Pedro Villagrán. Este hombre habló y fue claro. "Las muestras que se enviaron al laboratorio fueron entomológicas (análisis de insectos en el cadáver), prendas encontradas, de manchas, genéticas y de tipo criminalísticas. No recuerdo bien los resultados no es probable que se contaminen ni en el camino, ni el laboratorio por tiempo de espera. Es difícil si la muestra fue bien tomada, bien rotulada y bien conservada que en el camino haya habido contaminación", resumió.

En aquel momento, cuando la prensa comenzó a presionar por una respuesta en el caso, las autoridades judiciales salieron a decir que "el cadáver habló poco" y que "la prueba se echó a perder camino a Salta" y que no pudo arrojar resultados satisfactorios. Sin embargo, esa versión derribada por el ingeniero que trabajó con el material. "Si hubo contaminación fue en el origen de la escena. Antes del levantamiento de muestra, por desconocimiento o por lo que fuera", sentenció.

Lo cierto es que nunca se supo con certeza lo que pasó la noche que, en ausencia de su madre, Ariel desapareció. Este caso impune, sigue latente en la memoria de los sanjuaninos.

Fuente: Sanjuan8


   

GALERIA MULTIMEDIA
Caso Ariel Tapia (imagen telam.com.ar)
Momento en que la Policía Científica abre la heladera donde se encontraba el cuerpo de Ariel Tapia.
Alejandra Silva, madre de Ariel Tapia, niño desaparecido y encontrado muerto es una heladera en desuso en un descampado.
Ariel Fernando Tapia