La hija de un ex diputado sanjuanino y una cita que acabó con el crimen de su esposo.

 La pareja tramitaba su divorcio pero siempre volvía a verse. Como esa noche de 1995 que tuvieron un encuentro amoroso en el departamento de la chica en Trinidad, aunque ella  preparó algo más para él. Lo asesinó a sangre fría.

 

“Esta está loca…”dijo él mientras cortaba la llamada telefónica. Era su esposa de la que estaba separándose, que otra vez lo invitaba a su departamento a cenar. Nada que sorprendiera. La pareja mantenía una extraña relación de amor y odio, de desencuentros y citas amorosas, de salidas en familia y vidas separadas. Esa noche no fue algo distinto. Es más, hubo cena romántica, sexo y un final jamás esperado, con el hombre asesinado de un balazo en la cabeza.

 

La historia policial de San Juan nos remonta a la noche del 31 de agosto de 1995, fecha en que Liliana Rodríguez, hija de un ex diputado provincial, asesinó a sangre fría a su marido Roberto López en un departamento del barrio UVT, en Trinidad, Capital. El caso conmocionó y fue noticia en los medios por todo lo que rodeó al tremendo crimen cometido en el seno de una familia de clase media.

 

El matrimonio de esos jóvenes duró ocho años, en ese tiempo la relación puertas adentro de la pareja se fue desgastando. Ya se había separado otras veces, pero para 1996 la situación entre Liliana y Roberto parecía irreconciliable. En ese entonces ya llevaban un año y medio separados, aun así se frecuentaban por su hijo y de vez en cuando se los veía como a dos enamorados. Un abogado y familiar del muchacho contó que la pareja lo desconcertaba porque por un lado le exigían que continuara con el trámite de divorcito y en ocasiones se mostraban juntos como un matrimonio.

 

Desencuentros

 

La misma joven, en aquel entonces de 29 años, relataba a sus allegados que Roberto la celaba con sus compañeros de trabajo en la administración pública. Su familia no quería a su marido. El padre de Liliana lo corrió de su casa porque éste se quedó con una moto que le había regalado a la joven. En cierta manera lo consideraba un tipo despreocupado, pues declaró en la causa que siendo diputado consiguió un cargo de secretaria en la Legislatura provincial para su hija, pero ésta prefirió que ese puesto lo ocupara Roberto. El ex legislador no tuvo más que dolores de cabeza, dado que decía que su yerno no cumplía sus responsabilidades y tampoco iba a trabajar. Eso los enemistó más y lo echó.

 

Roberto y Liliana llevaban vidas separadas, pero se encontraban seguido. Por eso no sorprendió que el 31 de agosto de 1995, pasadas las 14, ella lo llamara por teléfono para invitarlo a otras de sus citas románticas en el departamento del barrio UVT. De acuerdo al expediente, la mamá del muchacho relató que cuando él cortó esa comunicación dijo: “esta está loca…”, refiriéndose a Liliana.

 

El hombre no falló a la invitación. A las 20 se hizo presente en el departamento donde vivía Liliana junto al hijo de ambos. El niño a esa hora no estaba porque un rato antes su mamá lo había llevado a la casa de una vecina. Fue así que no había nadie más que ellos dos. La versión judicial indica que ella lo esperó vestida sensualmente y fue tan apasionado el encuentro que mantuvieron relaciones sexuales.

 

Ella contó, después, que en un momento dado hablaron el tema inevitable del divorcio, que la charla se tornó densa y empezaron a discutir. Que entonces él se enojó y amenazó con quitarle a su hijo. Esto supuestamente la desencajó e hizo que estallara de furia, de modo que quiso darle un escarmiento para que se retirara.

 

Nunca se supo si fue verdad lo de la discusión y la amenaza. Esa fue la versión que dio la joven, que en el marco de ese relato afirmó que, de la bronca, sacó un revólver calibre 32 que guardaba en el cajón de un mueble del comedor y apuntó a su marido con la única intención de asustarlo. Según la chica, se desató un forcejeo entre ambos y en ese instante el revólver se disparó. No fue intencional, juró, pero el tiro impactó en la cabeza de Roberto que murió en el acto.

 

Lo increíble fue que en vez de salir a pedir ayuda, ella acomodó el cadáver en el piso, lo vistió, puso una toalla debajo de la cabeza del difunto y se retiró del departamento. Buscó a su hijo en lo de su vecina y ambos fueron a la casa de sus padres en el centro capitalino como si nada hubiese pasado. Allí comieron pizzas, junto con su madre bañó al nene y lo hicieron dormir. En los primeros minutos del 1 de septiembre Liliana se retiró del domicilio materno. Estando en la calle llamó por teléfono a un amigo suyo, un policía federal y taxista llamado Carlos Castro, para decirle que debía contarle algo grave. Este la pasó a buscar en su auto y en ese encuentro la joven mamá le confesó angustiada que había matado a su esposo.

 

Castro trató de calmarla y la convenció de que avisaran a la Policía. Ambos se trasladaron a la Seccional 3ra de Trinidad y alertaron a los uniformados de la guardia que había una persona muerta en un departamento del barrio UVT. Los efectivos, incrédulos todavía, detuvieron preventivamente a Liliana y partieron rápido al domicilio indicado junto con el federal. Era cierto. Roberto López se hallaba sin vida, tendido en el piso del comedor con un disparo en la cabeza. Ahí se armó el revuelo y el lugar se llenó de policías. También encontraron el arma homicida, que era propiedad del padre de la joven.

 

Un crimen alevoso

 

La investigación reveló que no se trató de un accidente, como sostenía la joven mujer. Al revés, todo indicó que el asesinato fue una trama urdida por ella misma y que la supuesta discusión y el forcejeo fue parte de su coartada. Fue por eso que le imputaron el delito de homicidio doblemente agravado, por el vínculo y la alevosía. Y con esa acusación llegó al juicio en la Sala III de la Cámara en lo Penal y Correccional entre noviembre y diciembre de 1997.

 

En el debate se ventilaron las ideas y vueltas del matrimonio, de los constantes problemas familiares y del trámite de divorcio que habían iniciado. Sobre todo el despecho de la joven y de su supuesta negativa a separarse definitivamente, pese a que existía un acuerdo firmado por ambos. En dicha presentación, supuestamente pactaban que ella no le exigiría la cuota alimentaria y que el niño quedaría a cargo de ella.

 

Ese fue un punto citado por el fiscal y la querella para hacer desmoronar la coartada de Rodríguez. Es que en su relato aseguró que discutieron porque la víctima amenazó con quitarle la tenencia de su hijo, siendo que él ya había dado su consentimiento de que el nene estuviese con ella.

 

Lo mismo pasó con el arma. La acusada reconoció que el revólver pertenecía a su padre, también contó que se lo sacó días antes de su casa sin que éste lo supiese y que lo llevó a su departamento porque tenía miedo por la inseguridad en su barrio. Contrariamente, la conclusión a la que arribaron los investigadores fue que la chica se apoderó de esa arma con el fin de atentar contra la vida de su marido.

 

En ese sentido, la hipótesis que dieron por probada fue que la joven mujer preparó el escenario para el crimen. En esa teoría encajaba el llamado que le hizo a su pareja y la invitación. De igual forma, dieron por acreditado que dejó a su hijo en la vecina a propósito para que estuviesen solos, que luego sedujo al muchacho y creó un clima distendido en su departamento como parte de ese plan macabro para ejecutarlo.

 

Las pericias y los informes señalaron que López estaba sentado en una silla de la mesa del comedor viendo televisión. La sospecha es que no existió la discusión de la que hablaba la acusada. Y que en esos momentos en que la víctima estaba distraído, ella buscó el revólver  Smith y Messon calibre 32 largo y se le acercó por el costado izquierdo. Ahí, sin que su pareja lo esperara, le efectuó el disparo mortal en el cráneo. El informe balístico destacó que el proyectil tuvo una leve dirección de arriba hacia abajo y fue efectuado a una distancia de entre 5 y menos de 30 centímetros.

 

Confirmaron que López estaba en calzoncillo, en dicha prenda y en sus piernas tenía manchas de sangre. Es decir, no sólo que bajó el cuerpo de la silla sino que le puso el pantalón y lo acomodó en el suelo.

 

La defensa de Liliana sostuvo hasta el último que fue una situación no querida, que la chica buscaba asustar a la víctima con el arma para que se marchara y que el disparo fue producto de un zamarreo y un forcejeo.

 

Los jueces José Enrique Domínguez, Ricardo Conte Grand y Héctor Antonio Fili no tuvieron duda de que López estaba indefenso y entendieron que hubo alevosía. El veredicto del tribunal fue el de prisión perpetua para la hija del ex diputado provincial. Ella no pudo ocultar sus gritos y sus lágrimas al escuchar la sentencia. Su madre salió desconsolada de la sala junto a las decenas de familiares que esa mañana se agolparon en tribunales esperando que absolvieran a la joven madre.

 

Liliana purgó su castigo en el penal de Chimbas y con el correr de los años obtuvo conmutas de pena que le permitieron reducir la condena. Con el tiempo empezó a gozar de salidas transitorias y luego consiguió la libertad condicional. De un día para otro no regresó más a la cárcel. Actualmente llevaba una vida normal.


Fuente: tiempodesanjuan.com - Publicada el 6 de Octubre de 2019 – Autor Walter Vilca

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La hija de un ex diputado sanjuanino y una cita que acabó con el crimen de su esposo. Foto de Tiempo de San Juan.