JORGE ESCOBAR. Un justicialismo distinto (1991 - 1992, 1994 - 1995 y 1995 - 1999)

Jorge Escobar fue un caso inédito en la política sanjuanina. Sin pasado partidario, hombre dedicado a los negocios, lejos de la militancia, se transformó rápidamente en un político que atrajo al electorado y se erigió en líder del Frente de la Esperanza. Su gestión fue, en muchos aspectos, una bisagra entre el San Juan del pasado y el hoy existente. Su propuesta atrajo incluso a parte del electorado no peronista. Tras siete años de ejercicio del poder y cuatro como diputado nacional, a los 50 años volvió al llano y a sus empresas sin dejar estructuras que lo sucedieran ni seguidores políticos.

  Nuevos aires corrían en el país al comenzar la década. Carlos Saúl Menem era el presidente de los argentinos que querían olvidar los años de hiperinflación, de emisión incontrolada,de un Estado derrochador. Y aquel abogado riojano, descendiente de sirios, hablaba un idioma que no era el que suponía la gente que utilizaría de acuerdo a su pasado político. Hablaba de modernidad, convocaba a los grandes grupos empresarios, alineaba la política exterior junto a los Estados Unidos y aseguraba que al terminar su mandato Argentina estaría entre los principales países del primer mundo.

Muchos fueron los empresarios que se sumaron a aquella propuesta.

Entre ellos un sanjuanino, licenciado en administración de empresas, propietario de una importante agencia de venta de automóviles y apasionado del fútbol, en especial del club que presidía: San Martín.

Ese empresario sin pasado político se llamaba Jorge Escobar y cuando promediaba 1990 apareció en escena con la firme convicción de ser gobernador.

Nacido en San Juan el 1 de septiembre de 1952, Jorge era hijo de José Miguel Escobar, conocido como “Pepón”, un empresario representante de Ford en San Juan, nacido en Tucumán y de Nélida Margot Gómez, a la que sus amistades dicen “Nena”.

La familia Escobar siempre vivió en la calle General Paz. Además de Jorge tuvo otros dos hijos, María Cristina y Carlos Eduardo.

Jorge, tras terminar sus estudios en la escuela primaria, ingresó en el liceo militar General Espejo, en Mendoza, recibiéndose luego de licenciado en administrador de empresas.

Pero siempre estuvo ligado a los negocios.

Su padre falleció en 1.975, cuando Jorge tenía sólo 23 años.

El joven licenciado comenzó su vida en el mundo de los negocios en la empresa familiar –Escobar S.A.- y luego se abrió de esta para asociarse con su suegro, Mario Victorio, adquiriendo Automotores Casas.

Casado con Cristina Raquel Victorio, hija de Mario Victorio y de Olda Nilda Teijeiro, “Beba”, el matrimonio tuvo dos hijos, Alejandro y María Eugenia.


Un peronismo dividido

El peronismo sanjuanino, en aquellos años, estaba profundamente dividido y nadie le daba posibilidades de triunfar en las elecciones del año siguiente.

La puja, para la mayoría, estaba centrada entre el Partido Bloquista, desgastado por diez años de gestión pero con una sólida estructura y la Cruzada Renovadora, el partido de Alfredo Avelín, triunfador de las legislativas de 1989.

Pero Escobar pronto demostró que estaba dispuesto a luchar. Y contaba con medios para hacerlo.

Los peronistas estaban divididos en fracciones irreconciliables.

Un sector era liderado por José Ubaldo Montaño. En la vereda de enfrente, los hermanos Gioja. Luis Alberto “Quito” Martinez, un gremialista de buena oratoria proveniente del sector docente, había ganado posiciones tras ser electo diputado nacional en 1.985 y por sus cercanías a Carlos Menem. Había integrado con José Amadeo Conte Grand la fórmula peronista en 1.987, ocupando el tercer lugar, tras los bloquistas y el radicalismo.

Ante un panorama tan desalentador, aparece una fórmula que se promovía como superadora de un esquema congelado por las divisiones.

Esa fórmula estaba integrada por el rector de la Universidad Nacional de San Juan, Tulio Abel Del Bono, militante del justicialismo pero proveniente de una de las familias bodegueras más importantes de San Juan y un joven abogado, Guillermo De Sanctis.

Pero, aunque pocos apostaban a un triunfo peronista, habían otros candidatos.

Por ejemplo, el astrónomo José Augusto López, quien había sido gobernador en la época de Onganía, se proponía junto a Jorge Manuel Camus, hijo del ex gobernador Eloy P. Camus, quien pese a su juventud ya había sido diputado nacional y secretario del Partido

Justicialista cuando este era presidido por el general Perón.


Aparece Jorge Escobar

Fue en ese esquema que aparece el tercer candidato.

Enrique Victorio, hermano del suegro y socio de Escobar, contó esta historia:

-A mi me habían mandado a La Rioja, para gerenciar la agencia de automóviles y allí hice excelente relación con Eduardo Menem, hermano de Carlos y hombre de gran influencia. Eduardo estaba convencido que si el peronismo quería gobernar nuevamente la Argentina debía buscar figuras nuevas, provenientes de sectores no políticos. La gente estaba harta de los Herminio Iglesia, de los gremialistas, de los políticos perdedores. Es así como surgieron figuras como el cantante Palito Ortega –quien fue dos veces gobernador de Tucumán y senador nacional- o el corredor de Fórmula 1 Carlos Alberto Reutemann, quien llegaría a ser gobernador de Santa Fe y senador nacional.

Enrique Victorio contaba que fue él quien propuso a su sobrino político.

-Jorge era un muchacho muy inteligente pero en ese tiempo sus mayores afanes pasaban por la vida empresaria. Yo le veía condiciones políticas. Sabía imponer su liderazgo. Una prueba de ello es que pese a su juventud ya había presidido ACARA, la asociación de propietarios de Agencias de Automovilistas y el Club San Martín. En ese entendimiento es que nace la amistad de Eduardo Menem con Jorge que se mantendría en la política en los siguientes diez años.

Naturalmente no alcanzaba con los deseos de Escobar y las relaciones con Eduardo Menem promovidas por Enrique Victorio. César Gioja dijo alguna vez:

-Yo sabía que el peronismo permanecería estancado si insistía en sus figuras políticas. Ni yo ni Montaño ni Martínez podíamos en esos tiempos unir al peronismo para enfrentar con éxito la campaña. Escobar era una buena opción por los tiempos que se vivían pero había que trabajar mucho. Era bastante novato en política. Recuerdo su primer discurso en un acto de 9 de julio. Fue realmente lamentable.


Un empresario lucha por el poder

Jorge Escobar no era un político de partido.

Era un empresario metido en la lucha por el poder. Y lo aclaró de entrada.

-No vengo para ser el número 2. No me propongo para vicegobernador ni legislador. Soy candidato a gobernador o vuelvo a mi empresa.

Apoyado por los Gioja, ese candidato ignoto, sin pasado político fue creciendo.

Pero había que buscarle un vice que aportara lo que él no tenía. Es decir, que cerrara para la interna partidaria. Antes de ser el candidato del peronismo era necesario triunfar en la interna.

El nombre que apareció en primer término fue el del caucetero Emilio

Mendoza, diputado provincial y abogado, reconocido por su astucia política.

Al parecer, Mendoza no le vio posibilidades a Escobar y los Gioja echaron mano a un peronista de cuna pero más conocido por ser hijo del asesinado diputado nacional Pablo Rojas que por su trayectoria personal.

De pronto, Rojas que según él mismo me confiara, aspiraba a entrar en la lista de diputados con posibilidades, se vió como candidato a vicegobernador.


Las presiones de Buenos Aires

Si bien Escobar ya mantenía una fluida relación con Eduardo Menem, en el gobierno nacional no le veían posibilidades.

Una prueba de ellos fue que Carlos Corach, primero secretario general de la presidencia y luego ministro del Interior, además hombre muy cercano al presidente Carlos Menem, viajó a San Juan y se reunió con los precandidatos. La reunión se hizo en la casa del presidente del Partido Justicialista, José Amadeo Conte Grand.

Corach vino acompañado por la jefa de su gabinete de asesores, Matilde “Bettina” Guardia, actualmente esposa del petrolero Alejandro Bulgheroni, uno de los hombres más ricos de la Argentina.

De la reunión participaron los tres candidatos: Del Bono, Escobar y López, además de algunos dirigentes justicialistas.

Corach fue directamente al grano:

-Señores, lo importante es consolidar el gobierno nacional. Hemos estado realizando encuestas en San Juan y más del 50 por ciento de los sanjuaninos ve con buenos ojos o está decidido a votar por Alfredo Avelín. El justicialista que mejor mide –en ese momento era Del Bonono supera el 8 por ciento. Queremos llegar a un acuerdo con Avelín.

Según asistentes a esa reunión, ya existían conversaciones de dirigentes nacionales con el jefe de la Cruzada Renovadora y Avelín estaba dispuesto a conformar un frente dando al peronismo todas las candidaturas a diputado nacional e incluso la senaduría que debía elegir la Legislatura el año siguiente, si él era candidato a gobernador de ese frente.

Las palabras de Corach cayeron como un balde de agua fría para los precandidatos. Quien primero habló fue Escobar y dejó claramente ex puesto: “yo no desisto de mi candidatura ni la negocio por un cargo legislativo”.

Corach volvió muy preocupado a Buenos Aires. Desde ese día el encuestador Julio Aurelio seguiría muy de cerca lo que ocurría en San Juan donde la elección se había transformado en un verdadero test nacional.


Los triunfos

Y vino la sorpresa

Consagrada la fórmula Jorge Escobar - Juan Carlos Rojas, no sólo triunfó en las internas partidarias sino que también lo hizo en la general en una reñida elección con Avelín.

Para muchos fue un éxito inesperado.

El encuestador Julio Aurelio me dijo semanas antes de las elecciones:

-Hoy Avelín gana. Pero el “sorpasso” se va a producir cinco días antes de los comicios.

Fue decisivo en esos días la denuncia que hizo el candidato radical Carlos Quevedor Mendoza:

-Hay un pacto entre Avelín, Bravo y Montes para seguir gobernando San Juan.-, dijo y la noticia cayó como una bomba pues la Cruzada basaba su campaña en el slogan “córtele los víveres a la corrupción” dando a entender que la corrupción era el partido gobernante pero sin precisar a quien se refería.

A partir de ese momento Escobar creció rápidamente mientras la Cruzada perdía votos. Quevedo Mendoza sólo lograría 20 mil votos. Pero su declaración fue crucial.

Escobar había inscripto su nombre en la lista de gobernantes.

El joven empresario llegaba al gobierno con 39 años, el 10 de diciembre de 1991.

Los italianos tienen una palabra que es muy decidora en términos políticos.

Esta palabra es “svolta”. Aunque tiene otras acepciones, en política una svolta es un giro, un viraje, el momento de un cambio, una conversión.

El triunfo de Escobar fue, en términos políticos, un verdadero viraje en la política sanjuanina. Entre otras cosas representaban cinco puntos muy importantes:

> Terminaba con la hegemonía del bloquismo, comenzada el 4 de abril de 1.981, cuando el presidente del proceso de Reorganización Nacional, Roberto Viola, a pedido de Bravo, designó en San Juan a Domingo Javier Rodriguez Castro. Le seguirían en el cargo el mismo Bravo y

Eduardo Pósleman designados por los militares, Bravo (electo), Jorge Ruiz Aguilar (vicegobernador electo que asumió al renunciar el líder partidario) y Carlos Enrique Gómez Centurión.

Terminaba una larga etapa de diez años.

> Cuando todos pensaban que a los bloquistas sucedería la Cruzada Renovadora con Avelín a la cabeza, el triunfo de Escobar representó el fin de la hegemonía de los partidos provinciales. A partir de ese momento sólo lograrían llegar al poder en frentes multipartidarios como fue la

Alianza.

> Para quienes pensaban que San Juan se había convertido en una provincia “procesista”, fue el primer triunfo de un partido no ligado a los militares de esa época.

> Por primera vez en la historia, un político con aspiraciones no intentaba acercarse al principal diario provincial. Más que en la prensa gráfica,

Escobar centró sus campañas en la televisión abierta. Esto, en una provincia como San Juan, representaba toda una novedad. Y un desafío que no era fácil enfrentar.

> Finalmente, encolumnaba definitivamente a la provincia en sintonía con el gobierno nacional, algo que se mantendría hasta nuestros días.


Una gestión difícil

Pero pronto el joven empresario comprendió que el poder estaba lejos de conseguirlo.

Escobar resultó electo gobernador de San Juan el 11 de agosto de 1991.

Con el 32,66% de los votos, se impuso con una leve ventaja a la fórmula del partido provincial Cruzada Renovadora, que obtuvo el 30,13% de los sufragios.

Llegó con una Cámara dividida y un justicialismo que no terminaba de asumirlo como conductor, Así, gobernó el primer año.

Tampoco él hacía mucho para ganarse el afecto peronista que veían al joven licenciado llegar a la sede del Frente de la Esperanza –no del partido- en su BMW y formaba su gabinete con el rector de la Universidad Católica Pedro Martín, el ministro de la Producción Manolo Prieto, o en

Economía a un joven Ricardo Luque, docente universitario, todos políticamente desconocidos.

Para peor, no estaba dispuesto a compartir el poder con los diputados.

Cuando estos promovieron una reunión los hizo esperar dos horas en la antesala de la Casa de Gobierno. “Puedo gobernar sin los diputados, como Fuyimori”, recuerdan legisladores de esa época que fue el mensaje que recibieron.


Una llamada de alerta

La primera llamada de alerta fue cuando la oposición se unió e impuso en una sesión escandalosa las dos bancas de senador, consagrando a Alfredo Avelín y Leopoldo Bravo.

Lejos de unirse, las controversias continuaron en el peronismo y pronto se advirtieron las diferencias entre Escobar –empresario sin militancia previa— y el vicegobernador Rojas, peronista desde la cuna e hijo de un destacado dirigente gremial de la época de la resistencia.

En medio de la puja entre los hombres, el proyecto de transformación que proponía el gobierno nacional terminó por encolumnar a unos y otros y a todos los sanjuaninos.

Y el desenlace se produjo cuando terminaba 1992. Escobar fue destituido, acusado de corrupción, tras un juicio político con el voto de la oposición y siete de los once diputados peronistas, acusado de utilizar bienes del Estado en beneficio propio.


Una vergüenza para la democracia

1992 quedó en la memoria de los sanjuaninos no solo por la caída de Escobar sino por la tristemente célebre “Noche de los Senadores”. El 23 de abril de ese año, de acuerdo a la Constitución vigente, la Legislatura Provincial debía elegir a un representante para la Cámara Alta de la Nación.

El justicialismo daba por hecho que un hombre de su partido –se hablaba de José Luis Gioja- sería el elegido con apoyo del avelinismo.

La sorpresa fue mayúscula cuando advirtieron que los dos caudillos políticos de la oposición, pese a sus históricas diferencias políticas, habían negociado para ser consagrados.

Leopoldo Bravo y Alfredo Avelín, eran aparentemente el “agua y el aceite” pero en los hechos dejaron en claro que podían negociar sin problemas.

Aquella sesión estuvo signada por griteríos, denuncias cruzadas, batalla campal, gases lacrimógenos una vergüenza para la democracia sanjuanina...

Fue tan espurio el acuerdo que para alcanzarlo se eligió a Avelín y se reeligió a Bravo tres años antes de que venciera su mandato…


Algo estaba pasando

Pero algo estaba pasando en la sociedad sanjuanina.

Amplios sectores estaban disconformes con lo que había ocurrido.

Y se alinearon con Escobar que inició de nuevo su carrera política a la vez que recurría a la Justicia pidiendo la restitución.

Dos elecciones —la de diputados nacionales en 1993 y la de constituyentes en 1994— demostraron que los sanjuaninos estaban mayoritariamente con Escobar. El amplio respaldo que le dio a su nuevo movimiento, el Frente de la Esperanza, le permitió duplicar en votos a las otras agrupaciones, incluido el justicialismo.

A fines de 1994, la Justicia provincial, luego de un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, declaró nulo el juicio político a Escobar y lo restituyó como gobernador, renunciando Rojas.


El día que alcanzó el poder

Transformado ahora sí en un conductor con sustento propio y apoyo del gobierno nacional, Escobar reasumió la gobernación e impulso una serie de reformas del Estado y privatizaciones ante las críticas de la oposición.

Su propuesta —que incluyó reducciones de haberes a los empleados públicos— fue plebiscitada por el electorado que lo respaldó ampliamente en las elecciones de 1995, reeligiéndolo gobernador —llevando como compañero de fórmula a Rogelio Cerdera, luego fallecido— y dándole una cómoda mayoría en la Cámara de Diputados. Fue reelecto con 47,9% de los votos, imponiéndose por amplio margen frente a la coalición Alianza Federal, que obtuvo el 28,68% de los votos.

Escobar no tenía sólo el gobierno sino también el poder.

Acá aparece un nuevo Escobar.

Ya no era el empresario dueño de un discurso limitado.
Era “el matador”, como lo decía la música que acompañaba sus actos.
Seducía con su discurso, incorporaba chistes, operaba sus ojos para erradicar los gruesos anteojos, rasuraba su bigote con lo que suplantaba su imagen de licenciado mejicano por otra mucho más moderna.

El sector de la población no encolumnado políticamente se sintió atraído por su figura.

“La transformación de Escobar fue asombrosa. Sin duda fue el dirigente que más rápido aprendió el oficio de ser político. Aquel aparentemente tímido licenciado se había transformado en un hábil gobernante y jefe partidario, duro para negociar y deshinibido en sus propuestas”, comentó hace un tiempo alguien que en aquellos años estaba en la vereda de enfrente.

En una palabra, se había vuelto ducho en el arte de manejar hombres.


El menemismo en San Juan

Ya con Escobar nuevamente en el poder, el menemismo volvía a San Juan. Como buen discípulo del Presidente, Escobar impulsó privatizaciones en la Provincia, como el Banco de San Juan, o Servicios Eléctricos Sanjuaninos y transfirió la Caja de Jubilaciones, fuente de permanentes conflictos y acomodos y causante de un gran “agujero negro” en el presupuesto provincial.

Lo que sucedió con el Banco de San Juan no fue bien recibido especialmente porque era vox populi que la institución bancaria emblemática tenía entre sus deudores a poderosos empresarios y personalidades de nuestra provincia quienes, como era de esperarse, nunca pagaron un peso. Los nuevos dueños del Banco despidieron masivamente a empleados que llevaban décadas trabajando en esa institución.

Los dos años de su segundo mandato, con una oposición dividida y minoritaria fueron de cierta comodidad. La reelección del presidente Menem consolidó ese poder que en el campo político reunía no sólo al frente de la Esperanza y sus aliados sino también al justicialismo cuya conducción ganó Escobar en elecciones internas.


Signos de alarma

Las elecciones de diputados nacionales en 1997 si bien significaron un nuevo triunfo del escobarismo representado por Guillermo De Sanctis —las únicas en la  década en la que Escobar no sería candidato— pusieron de manifiesto una caída en el caudal de votos.

Este fue un momento clave.

Ensorbecido por su caudal electoral y por algunos amigos desconocedores de la política que se habían adueñado de gran parte del gobierno, Escobar no escuchó el llamado de alerta. Creyó que sólo era cuestión de nombres y que todo volvería a la normalidad cuando él fuera candidato.

Pero algo había cambiado en su relación con el electorado. No era sólo la mala imagen de algunos de sus ministros.

La gente comentaba hechos de presunta corrupción, centrando sus críticas en una oficina instalada en Buenos Aires denominada San Juan 2.000 que atraía inversiones agrícolas por parte de grandes empresas que se beneficiaban con el diferimiento del pago de impuestos.

Para colmo de males, había muerto Rogelio Cerdera, un vicegobernador muy respetado por la oposición, al que algunos veían como un dique de contención para desbordes en la acción de gobierno.


Algo había cambiado

Dos años más tarde esa tendencia quedaría ratificada.

Escobar quiso apostar una vez más.

Mediante un fallo polémico de la Justicia pudo presentarse como candidato por tercera vez al considerar que no pudo cumplir íntegramente con su primer mandato al ser destituido. Logrado ese objetivo Escobar decidió adelantar las elecciones que debían realizarse en octubre para el mes de mayo.

Pensó que con él como candidato y habiendo atraído a su redil a Jorge Abelín, ascendente dirigente que en ese entonces tenía buena imagen en el electorado, el triunfo estaba asegurado.

La oposición, representada por la Cruzada Renovadora, el bloquismo, el radicalismo, el Frepaso y el MODEIN más algunos dirigentes peronistas, logró consensuar un candidato único: Alfredo Avelín —acompañado por el bloquista Wbaldino Acosta— e integrarse en la Alianza por San Juan.

En rigor de la verdad, las elecciones se habían transformado en un plebiscito.

Por un error de los estrategas peronistas, la ciudadanía no elegía entre varios candidatos.

La Ley electoral, decidida por el propio gobierno, permitió que todos tributaran al mismo gobernador o intendente y que se presentaran innumerables listas de concejales y/o intendentes.

El resultado fue que todos los partidos políticos de la oposición se metieron dentro de un mismo lema y con un único candidato a gobernador.

Esa ley electoral y la succión de Jorge Abelín había dejado sólo dos rivales: Escobar y Avelín.

Pero no se trataba sólo de esos dos candidatos. La gente pensó que optaba  porque siguiera gobernando el Frente de la esperanza y se mantuvieran ministros muy cuestionados y se continuara hablando de corrupción o mediante el voto se los desalojara del poder aun a costa de promover a figuras que representaban el San Juan del pasado.

Para la gente poco importaba que Escobar fuera el gobernante del viraje como provincia.

Hay que decirlo: la gestión de Escobar fue una bisagra entre el San Juan del pasado y el que vino después.

Luego de sus gobiernos ya no volvería a ser aquella provincia que se miraba el ombligo y pensaba que todo pasaba por corporaciones como la CAVIC, el vino blanco común de mesa, el seguro agrícola o diques fuera del cauce del río San Juan.

Habían llegado la globalización de los mercados, los shoppings, internet, la telefonía celular.

Aunque los sanjuaninos habían comenzado a hablar de promoción agrícola, de conquista del desierto, de gran minería, de Ischigualasto patrimonio cultural de la humanidad o de la ruta transoceánica, la gente sólo pensaba en desalojar del poder a ese gobierno que había transferido la Caja de Jubilaciones, entregado el Banco San Juan o quería privatizar OSSE.

El objetivo ciudadano no pasaba por quienes venían sino en quién debía irse.

Prefería el Dodge de don Alfredo antes que el BMW de Escobar.

El país entero comentó esas elecciones adelantadas en San Juan.

Y las urnas hablaron.

Escobar –aunque había hecho la mejor elección de su historia y en la del peronismo en cuanto a cantidad de votos-, había sido ampliamente derrotado por la Alianza encabezada por Alfredo Avelín.


Para los analistas quedó un tema para el debate: con otro sistema electoral, Escobar habría ganado ampliamente.

Independientemente de los analistas más de la mitad de los sanjuaninos festejaban…


Nuevos aires

En la Nación, ya en el mes de octubre, quedaba demostrado que la ciudadanía quería dejar atrás la década peronista y votaba a la fórmula de la Alianza, representada por Fernando De la Rúa y Carlos Alvarez. Ese mismo día se votó nuevamente en San Juan y otra vez Escobar fue derrotado por el candidato de la Alianza —Mario Capello— aunque quedó finalmente consagrado como diputado nacional.

Y es en este punto donde caben algunas reflexiones.

A diferencia con Bravo o con Gioja que no sólo condujeron la provincia sino también las estructuras partidarias, Escobar perdió su poder partidario, su caudal electoral, su inserción en la política sanjuanina al perder las elecciones.

Y su discurso, que otrora despertaba aplausos, entusiasmos, festejos, la mirada de muchos jóvenes, perdió su brillo.

Había dejado de ser el matador.

Aunque los últimos comicios indicaran que con su figura el peronismo había llegado al 40 por ciento de la población –algo inédito hasta ese momento-, con poco más de 50 años y tras haber conocido lo máximo del poder, volvía a ser un empresario.

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Jorge Alberto Escobar asumió la gobernación en 1991.