24 de junio

El lunes 24 de junio de 1935 muere Carlos Gardel.   El avión en el que viajaba cayó cerca de Medellín (Colombia) y terminó con su vida en el esplendor de su fama. Fue enterrado en el cementerio porteño de la Chacarita. Su tumba es visitada por admiradores de todo el mundo. La calidad de su voz y su muerte prematura ayudaron a convertirlo en un mito popular. Pero Gardel se ha convertido en una figura indiscutible de la que no es necesario reseñas ni alabanzas. Todo aquel que oyó hablar de tango, lo encontró pegado al nombre de Carlos Gardel.

Carlos Gardel nació un 11 de diciembre y ya de joven se convirtió en cantor habitual de reuniones y cafés. Con casi 21 años, conoció a José Razzano, apodado "El Oriental" por ser uruguayo, con quien formó un dúo de canciones criollas. Al binomio se lo conoció como "El Morocho y el Oriental". En 1912 grabó quince canciones para el sello Columbia Records (luego CBS y, más tarde, Variety), acompañándose él mismo con su guitarra. El primero de los temas, "Sos mi tirador plateao", lo volvería a grabar más tarde con el título de "El tirador plateado". El repertorio aún se componía de canciones criollas. En 1917 fue el primer cantor oficial de tangos, al estrenar el tango-canción "Mi noche triste" (de Samuel Castriota y Pascual Contursi), ya que, hasta entonces, el tango era sólo música sin letra. Ese mismo año filmó y estrenó su primera película, "Flor de durazno", e inició su etapa discográfica junto a José Razzano con el sello Disco Nacional (luego Odeón, hoy EMI) y el tema de Ángel Villoldo, "Cantar eterno". En los años ''20 llevó el tango por Europa, haciéndolo conocer en España y Francia.
En 1925 se separó amistosamente de "El Oriental", José Razzano. Desde su regreso a Argentina en 1926 se dedicó casi exclusivamente a la fonografía.
En los años ''30 ya era una figura célebre en Argentina, Uruguay y en varios países europeos, motivo por el cual la empresa cinematográfica Paramount Pictures Corporation lo convocó para protagonizar cuatro películas, rodadas en Joinville, Francia.
Entre 1934 y 1935 conquistó el mercado de Estados Unidos, donde grabó discos, cantó en radio y filmó películas muy exitosas que extendieron su fama a toda América, todas ellas dentro del género musical y destinadas a su lucimiento como cantante. Luego llegó la gira por Centroamérica en 1935: Puerto Rico, Venezuela, Aruba, Curaçao y Colombia (donde murió).

 

Sus seguidores lo llamaban El Zorzal Criollo, El Morocho del Abasto y El Jilguero de Balvanera.

Carlos Gardel estuvo en San Juan el 3 de julio de 1933 en el Teatro Cervantes.
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La siguiente es una nota de Luis Eduardo Meglioli publicada el Viernes 24 de junio de 2005 en El Nuevo Diario

El libro "El San Juan que Ud. no conoció" de Juan Carlos Bataller, ofrece la increíble imagen de Carlos Gardel rodeado de sanjuaninos que lo homenajearon la primera noche con una cena en "La Morisca", un emblemático restaurante de la época que abría sobre calle Mendoza entre Mitre y Santa Fe, y cuyo pórtico de entrada se mantiene hoy exactamente igual.

 

El día que Gardel dejó sus huellas en el aire de esta ciudad colonial se multiplicó por dos, pero pareció uno largo e inolvidable. Incluso algunos dicen que se quedó "40 horas", otros cuatro días, y según recordaba "Tomasito" (fallecido hace dos años), el joven "botón" que le asistió en el City Hotel donde se alojó, frente a la Catedral por calle Rivadavia, la habitación donde durmió aún existe, pues ese edificio, como casi toda la esquina de Mendoza y Rivadavia (ex The Sportman, Radio Colón, etcétera) no sufrió el terremoto de 1944.

 

 

Vivió entre nosotros en aquel San Juan de calles estrechas y empedradas, aburguesado como el país, donde de pronto se nos asomó el arrabal y, como en "Taconeando" de Mafia y Stafolani, el bailongo se formó en su ley... a la luz de un gran farol, y todo el barrio se volcó en aquel caserón...

El caserón era una obra de arte, el Teatro "Cervantes", justo sobre la actual avenida Central junto a la Catedral. Los últimos memoriosos hablaron de mayo, junio o julio, pero la fecha confirmada de llegada es la del 3 de julio de 1933, justo el día que moría el ex presidente Hipólito Irigoyen, mientras gobernaba San Juan Federico Cantoni que había sido elegido un año antes.

 

El hombre, el Zorzal venido de Toulouse, pero hecho en Buenos Aires y sus cien barrios, llegaba desde Mendoza a bordo del tren "El Cuyano", y aquí tuvo a su disposición un chofer de apellido Luna, lo que le permitió conocer los alrededores de la ciudad visitando las entonces confiterías "El Aguila", sobre calle Rivadavia frente a la plaza, y "La Castellana", al lado del ex Cine Renacimiento.

 

La tarde antes de su llegada había corrido Zonda y por eso la idílica noche del Cervantes fue fría. Pero a él nada le perturbó y nuestro recordado poeta y escritor Juan Conte Grand lo vio así sobre el escenario: "Gardel vestía traje oscuro, pañuelo blanco al cuello y "funyi" requintado". Seguro que tronó el Valle y temblaron los oídos atónitos de un puñado de sanjuaninos que no se perdieron al ídolo nacional llenando enseguida la sala, tras haber pagado entradas de dos tipos, las de 0.50 y de 1 peso. "El día que me quieras", "Cuesta abajo", "Melodía de arrabal" y "Tomo y obligo" fueron los tangos más aplaudios por nosotros. Mucha gente quedó en la calle a la espera de la salida del artista que venía de pasar tres meses dedicados exclusivamente a crear, a domar nuevas letras, junto a sus guitarristas, Barbieri, Aguilar, Riverol, y Pettorosi, y preparándose para volver a Europa tras esta gira por el interior.

 

 

El San Juan bohemio, señorial y siempre convulsionado del momento no tuvo otro motivo de comentario tras esta visita, que sería la primera y última de Gardel a la provincia. Se multiplicaron los homenajes y agasajos para la más ilustre encarnación que haya tenido nunca el tango. Entre los sanjuaninos lucía impecable pero sencillo, grande pero modesto, ídolo pero hombre de la calle. A paso lento, firmando autógrafos y cantando a capela algunos fragmentos de su tangos más populares para la gente que no había podido entrar, caminó una cuadra hacia el sur por calle Mendoza hasta llegar al restaurante "La Morisca" donde lo recibió una nube de humo de asado que, según las crónicas de la época, "no empañó su mirada cautivante".

 

La foto citada al comienzo de esta nota inmortaliza aquellas horas y esa mesa irrepetible, donde tuvo tiempo, bien avanzada la madrugada, para jugar a las cartas con algunos comensales entre los que se encontraban nuestros comprovincianos los hermanos Diógenes y Tomás Sancasani, Raúl Oro, Carlos de Oro, los hermanos Frías, Gallé, Marcial Porto, Manuel Coronado, por entonces intendente de Pocito, y Antonio Moratal Ibáñez. Este último, fallecido hace pocos años, fue quien contó a quien esto escribe la mayoría de los detalles de la visita para el programa "La Ventana" del 26 de junio de 1996, cuando entonces era el último sobreviviente de aquella noche.

 

 

Una carta firmada por la señora Juana R. Lirio de González y publicada en "Diario de Cuyo" el 24 de junio de 1976, relata desde una óptica familiar otra cara de la célebre visita a San Juan. Comenta que mientras Gardel cruzaba la plaza 25 de Mayo junto a sus guitarristas y anfitriones sanjuaninos para dirigirse a la Casa de Gobierno (que se ubicaba donde hoy abre sus puertas el Café "Freud"), se encontró con el cantante sanjuanino Pedrito Torres a quien "bondadosamente alentó para que siguiera cultivando su arte". Al llegar a destino "fue recibido por el subjefe de investigaciones y amigo personal de Gardel, Carlos Ochoa, que era muy gardelista y lo llevó al despacho del gobernador Federico Cantoni." Otros testimonios de entonces señalan que el encuentro con el líder político fue cálido pero breve, y luego de ello, Ochoa invitó a Gardel almorzar a su casa.

 

Volvemos al relato de la señora de González para precisar que "cuando Gardel llegó a la casa antigua y solariega ubicada en Gral. Paz entre Catamarca y Alem, lindante por el fondo con el diario "La Reforma" (vocero de la entonces Unión Cívica Radical Bloquista), la dueña de casa, madre del anfitrión, estaba sacando las empanadas del horno y Gardel le confesó que le hacía recordar a su madre. Las saboreó con generoso vino sanjuanino que el Zorzal elogió. Mientras seguían sirviéndole copas a él y sus guitarristas, uno de ellos, tirándole el ala del saco le dijo en voz baja: "patroncito no tome más". Sobre el final de la carta se asegura que Gardel había tenido para esa misma hora una invitación del Club Social, "pero mostrando una vez más su nobleza, prefirió compartir con sus amigos de esta antigua y tradicional familia sanjuanina."

 

 

El día que San Juan fue Gardel, la leyenda que vive tras 70 años de su viaje final, cantó, sonrió, se despidió y se fue. Pero esto último nadie se lo creyó. Para los sanjuaninos de aquellos momentos, Carlitos olvidó su sombra en San Juan. Por eso se lo vio después muchas veces en esas nochecitas donde las estrellas conversaban con las tímidas luces de la antigua ciudad.

 

Este San Juan de hoy, del siglo XXI, ya no es el paisaje que descubrió el Zorzal Criollo aquellas horas entre nosotros. Pero Gardel es el mismo y por eso las actuales generaciones de sanjuaninos podrían sonreirle al pasar en unos versos de Rufino Martínez:

"Que lindo sería tenerte

y que tu voz

portadora de calandrias y de auroras

se uniera a nuestro coro, otra vez".

O confesarle, en palabras de otro poeta nuestro, Lionel Castro Costa: "No alcancé a conocerte. No te vi. / Pero algún amigo viejo que desanda de las nebulosas, (las inevitables soledades) / se arroga el privilegio de haberte visto por mi. / Más te oí desde el espacio y el tiempo saludando /con tu voz alumbradora de pupilas / y vi como acompasabas la nostalgia de este pueblo / con tus huellas videntes llenas de íntimos acordes / y guitarras hechas a la medida de tu benigno idioma/ (...)."

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