Verónica Varea: "Hay que mirar al ser humano integralmente"

Enrolada en la corriente de la psico neuro inmuno endocrinología, que mira integralmente lo que le sucede al ser humano, sostiene que la depresión sigue en el “top ten” pero que además crecieron los trastornos de conducta y de ansiedad y las adicciones.

 “La biología nos cuida y nos enseña”, repite a cada instante la doctora en Psiquiatría Verónica Varea, una de las responsables del Centro de Estudios Interdisciplinarios de Nutrición y Estrés (CEINUE), en relación a que si cada persona respetara más su ritmo biológico, no habría un aumento tan considerable de enfermedades mentales en lo que va de este Siglo XXI. “Parece que para ser exitoso o tener más rendimiento empezamos a consumir estimulantes. El gran problema que tenemos hoy, y que nos enferma, es no saber distribuir el tiempo”, sostiene.

—Dicen que el cáncer es la enfermedad del Siglo XXI ¿a qué se debería eso?
—En realidad, lo que se está viendo en este nuevo milenio es un aumento considerable de enfermedades mentales, que en progresión será una de las mayores causas de muerte. Lo del cáncer creo que es porque se ha investigado más, se le ha prestado más atención, porque hay un aumento en algunas áreas, pero no sabemos si antes existía y se desconocía y ahora se investiga más.

—¿Cuáles son las enfermedades mentales que más afectan a la población hoy?
—Antes era más definido si era una depresión, un trastorno alimentario, esto o aquello; ahora lo que se ve es mayor complejidad en las patologías mentales. La depresión es uno de los “top ten”, pero se detectan más trastornos de conducta en niños, y los trastornos de ansiedad y las adicciones, han aumentado muchísimo. El síndrome de burnout, que es el síndrome del quemado, también aumentó y muchas veces no se contempla como una patología grave. También el síndrome del acoso laboral o mobbing creció. Son patologías que quizás han estado siempre y no se les prestó atención.

—¿Esta sería la causa del aumento en el consumo de psicofármacos?
—Enla Argentina, a partir del 2001 y con la crisis de De la Rúa, el aumento del consumo de psicofármacos y principalmente de diazepina aumentó te diría de un 30% de la población a un 80%. A esto se suma la automedicación. Que en los medios de comunicación se hable del Prozac o del Rivotril y otras marcas como si fueran un té de tilo, da la pauta de que se está “normalizando” una patología, es como decir: “te tomás la pastillita y ya está”.

—¿A qué lo atribuís?
—Parece que para ser exitoso o tener más rendimiento —sin escuchar a la biología que nos dice que tenemos que dormir 8 horas, comer adecuadamente y hacer las cosas para las que viene programado nuestro cuerpo—, empezamos a consumir estimulantes, desde las bebidas energizantes hasta algo que baje la ansiedad, baje la angustia, para no entrar en un proceso que implicaría un tiempo. El gran problema que tenemos hoy, y que nos enferma, es no saber distribuir el tiempo.

—Esto además tiene que ver con no saber para qué sirven los límites en la vida.
—Totalmente. Por nuestra historia común, tenemos mal connotada la palabra autoridad y la palabra límite. Parece que límite tiene que ver con restringir la libertad de alguien y el límite, en realidad es la contención amorosa que nos dice “por acá”.

—El límite también permite reconocer al otro, el lugar que el otro ocupa.
—Nuestro cuerpo es el primer gran límite. Por eso insisto en que la biología nos cuida y nos enseña. Si cada mañana me paro y registro el espacio que mis pies ocupan, ése es el primer límite. No puedo ocupar otro espacio al mismo tiempo, ese que ocupo es suficiente. Si nos damos cuenta de que hay espacio para todos, la competencia deja de ser una lucha encarnizada para ser una posibilidad de ser competente, que es diferente.

—¿Esa es una referencia del límite?
—Absolutamente. Porque si sé que el espacio que ocupo es suficiente, no voy a intentar ocupar otro espacio, ni voy a intentar destruir al otro, ni voy a auto exigirme al punto de desconocerme. No es mediocridad ni conformismo, es reconocer que lo mejor que tengo para dar en ese momento es esto. El límite es saber aceptar que hasta acá puedo. Otro día elijo otro camino. Por eso recrearse es aprender a jugar con lo que la vida nos da y aprender a jugar con lo que la biología nos enseña. Es muy simple, nosotros lo complicamos…

—Desde algunos libros de autoayuda se muestran recetas de cómo cambiar de vida en 10 pasos, ¿no es una fuerte presión sobre aquellos que no pueden modificar su estilo de vida?
—Si a una persona que le dio un infarto, uno le dice: “Tienes que cambiar tu estilo de vida”, sin pensar que —para alguien que está acostumbrado a hacer mil actividades— pedirle que se quede quieto puede generar mucho más estrés, está equivocado. Primero, esa persona tiene que tomar conciencia de para qué le sirve reducir sus actividades. Por ahí traspolar pautas o normas que tienen que ver con la filosofía de cada lugar —como ser zen— a una cultura que está acostumbrada a vivir a mil, es generar más presión y la imposibilidad de modificar realmente las conductas.

—Estos libros trasmiten que, por ejemplo, una persona es diabética porque no puede asimilar lo dulce de la vida ¿Desde la medicina, cuánto hay de cierto?
—Hay muchas miradas sobre ese problema. Primero hay que contemplar que tu estructura biológica llevó a que tu pensamiento, tu conducta, tenga esa mirada de la vida y por lo tanto, que actúes en función de eso. No es que porque no aceptás lo dulce de la vida hiciste una diabetes y que por aceptarlo, vas a sanar tu patología. Si sos miope congénitamente, hay una estructura de tu cuerpo que se formó así y más allá de lo que leas y de lo que puedas hacer, ese funcionamiento biológico es así

—¿Qué es lo que uno puede modificar?
—La calidad de vida y aprender a sacarle provecho a esa discapacidad que tu cuerpo tiene.

—Pero vende decir “Ud. puede sanarse a sí mismo”.
—No voy a ser tan determinante de decir que es imposible, porque no lo sé, pero sí se vende esto de no ir al médico; se descalifica la medicina o las terapias que tienen asidero científico en función de un pensamiento mágico. El riesgo de estas tendencias es hacer creer que la magia soluciona lo que es estructural. Hay algo que tu biología tuvo que estructurar para que vos sobrevivas. Nuestra naturaleza tiende al equilibrio y el equilibrio a la salud y a la vida. Venimos programados para la vida y la muerte y naturalmente nuestro cuerpo va a tender al equilibrio para que estemos sanos, incluyendo la patología. Esto es biología básica; es un proceso natural, no hay magia en esto.

—De todas formas, hasta la magia también es un proceso.
—Claro. No existe es lo instantáneo y esto que con una frase solamente me voy a curar.

—¿La receta, si la hubiera, sería que cada individuo debe encontrar su equilibrio?
—Las células nos enseñan muchísimo. En cada proceso, la célula aprende a modificar las condiciones que necesita para sobrevivir y aprende a trabajar en conjunto con las otras células. Nuestro cuerpo nos da un mensaje solidario; nos enseña que una célula no puede vivir sin la otra, aprende la diferencia entre unas y otras, pero sabe que todas deben trabajar en conjunto. Cuando no funciona ese sistema, porque alguna quiere ser algo que no es, se produce esa anarquía, el cáncer, y se terminan matando a sí mismas. Salvando las diferencias, uno podría pensar lo mismo cuando desde afuera viene una norma de algo que hay que hacer y nos amoldamos en lugar de acomodarnos.

—Y no es lo mismo...
—Si uno piensa en una forma, amoldarse es tomar exactamente esa forma, aunque a veces uno no entra en ese espacio. Acomodarse implica buscar distintas maneras: la flexibilidad, el registro de la capacidad y del límite, lo que uno puede tomar de aquello que sería valioso, pero no ponerlo como la única opción. No puedo renunciar a mi trabajo, a mi casa, a mi familia, etc., entonces es buscar, en el lugar donde estoy, otra manera de hacer lo mismo

—¿Cuán difícil resulta animarse a los cambios?
—El proceso más difícil es reconocer que algo no anda bien y empezar a ver cómo lo puedo modificar. Cada uno tiene que encontrar su propia veta: desde la oración hasta ir a la peluquería. Hay que sacar el prejuicio de qué es más profundo y qué es menos profundo. Nuestro cuerpo tiene funcionamientos específicos, tiene alarmas y sensores en cada uno de nuestros sistemas que van dando señales de que algo no está funcionando. Si uno empieza a mirar integralmente lo que le pasa y registra, empieza a ver que durante una semana no duerme, que tiene acidez, que le duele el pecho, que se deprime o pierde el interés, no es sólo que tiene una gastritis, hay algo en su vida que no está funcionando.

—Y el cuerpo lo hace saber, ¿no?
—Siempre. Desde la medicina, la nueva disciplina que contempla esto, que no es nueva porque viene desde Hipócrates, es la psico neuro inmuno endocrinología, que es mirar integralmente lo que a una persona le pasa. Nuestro cerebro viene programado hasta para la trascendencia.

—Por eso es que a una persona que cree, que tiene fe, se le activan más áreas cerebrales que aquella que no.
—Sí, y no hablamos de una religión en particular. Este optimismo, esto de creer que hay algo mejor por venir, genera químicamente, sustancias que hacen que las endorfinas aumenten, que la inmunidad esté saludable, y sobre todo que el individuo tenga la posibilidad de mirar distintas opciones para abordar un conflicto, que hace que lo deje de ver como conflicto.

—Cada individuo debe caminar su propio proceso.
—Claro. Debe armar su propio proceso en función de la historia que trae como individuo, de la historia que tiene dentro de un grupo familiar y en una sociedad. No es lo mismo lo que nos pasa a los sanjuaninos, desde los factores geográficos y culturales o por el terremoto del ‘44, que a otras poblaciones Cada vez hay más estudios de cómo determinadas poblaciones, frente a eventos traumáticos, arman una estructura saludable o quedan fijadas a un proceso traumático. Qué quiero decir, que hay muchas más cosas a tener en cuenta que simplemente una receta de cocina.

— Como a veces esos libros hacen creer.
—La vida de una persona no puede ser una receta: si hago esto voy a ser feliz, si no lo hago, no. En una misma población, si a 3 o 4 individuos les das pautas para hacer un tratamiento y quizás con el mismo fármaco, a la misma dosis, no les hace el mismo efecto. El proceso de salud enfermedad tiene que ver con el proceso que la persona haga con respecto a lo que está viviendo y a las expectativas de vida que tenga.

—¿Por qué se enferma una persona?
—Hay muchos libros como Más Platón menos Prozac. Ese título tiene que ver con volver a las bases de la humanidad. Una persona se enferma porque, en algún punto, pierde el sentido de su vida. Si vamos a la biología, ¿qué hace nuestro cuerpo? Proteger la vida. Si nos centramos en la respiración, cada vez que entra el aire, entra una posibilidad; y cada vez que sale, sale lo que no sirve. Ahí tenemos sabiduría: a cada segundo tenemos la posibilidad de renovarnos. Si esto lo ponemos en el contexto de la naturaleza, a pesar nuestro la vida va a primar.

PERFIL Nombre: María Verónica Varea
Estado civil: “Construyendo el nido”.
¿Qué leés?: “De todo. Soy muy curiosa. Últimamente sentí la necesidad de leer mucha filosofía.
¿Qué ves?: “Soy muy romántica. Me encantan, no las comedias fáciles, sino los filmes donde se ve una evolución, películas en las que se deja un mensaje de que lo mejor está por venir”.
¿Qué escuchás?: “Depende el momento. Hay días en los que si he tenido cierto ajetreo, me gusta el silencio. Según el estado de ánimo: música clásica o salsa, merengue, sabor… pero sí hay un momento del día en el que necesito silencio”.
¿Cocinás?: “Si. Me encanta. Hago las recetas que eran de la abuela, que tienen un significado. Siento que saco mi parte creativa, me gusta mezclar sabores, colores”.
Plato preferido: “Las milanesas con la receta que hacía mi abuela y las ensaladas con mezclas de verduras”.
Cómo te gustaría que te recuerden: “Una persona que siempre respetó la naturaleza”.


NOTA PUBLICADA EN EL NUEVO DIARIO EL 13 DE JULIO DE 2012

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Para la psiquiatra Verónica Varea, no existe lo instantáneo y no cree que con una frase se pueda curar a alguien.
Para la psiquiatra Verónica Varea, no existe lo instantáneo y no cree que con una frase se pueda curar a alguien.