Momia precolombina del Cerro del Toro

El diccionario de la lengua española de la Real Acade­mia define la palabra momia del siguiente modo: "Cadáver que naturalmente o por preparación artificial se deseca con el trans­curso del tiempo sin entrar en putrefacción".

Las momias se clasifican en naturales y artificiales. Las primeras se hallan en terrenos porosos de zonas frías y secas, particularmente en el norte de Asia, América y otras partes del mundo. Para la momificación natural se prestan espe­cialmente los cadáveres pobres de tejido adiposo.

Las segundas, llamadas artificiales, son aquellas que la momificación es provocada por la aplicación de sustancias an­tipútridas. Algunos arqueólogos opinan que deberían llamarse momias sólo aquellos cuerpos que han sido objeto de una pre­paración intencional para desafiar los ataques de la putrefac­ción.

La palabra momia, de origen árabe, quiere decir "be­tún" sustancia con la cual se untaban los cadáveres junto con otros materiales anticontaminantes.

La momificación llegó a constituir un arte de princi­pal relevancia, especialmente en Egipto y otros países de la antigüedad. Lo primero que hacían estos especialistas era se­parar las vísceras del cuerpo de las personas para momificarlas independientemente. Luego las juntaban otra vez con el cuer­po, pues, la mayor felicidad eterna se obtendría con la integra­ción. También se momificaban algunos objetos personales del muerto, generalmente de uso familiar. La momia del Cerro del Toro (que sigue en altura al Mercedario) es natural y pre colom­bina, de vieja data (de 500 a 600 años más o menos). Fue encon­trada por la segunda expedición organizada por el Club Andino Mercedario entre el 18 y el 28 de enero de 1964, integrada por los andinistas Enrico Gros, Antonio Beorchia, Sergio Fernán­dez, Gino Job y Adán Godoy. Este grupo de hombres conscien­tes de la importancia del hallazgo la enterraron cuidadosamen­te y regresaron a la ciudad de San Juan poniendo a disposición de las autoridades gubernativas todos los antecedentes que habían podido recoger para que se tomaran las medidas perti­nentes. Se trata de un sacrificio de ofrenda similar al del ce­rro de "El Plomo" ubicado en Chile.

Schobinger plantea la duda que sea realmente un sacrificio de ofrenda, pues, este tipo de actos se llevaban a cabo comúnmente, con personas bastantes menores que la del yaci­miento del Cerro del Toro... agrega que parece ser un visitante venido del Perú.

El gobierno de la Provincia, de inmediato, dictó el de­creto 363-G-64 designando una comisión de especialistas para que procediera al rescate arqueológico, a cuyo frente se puso el Subsecretario de Instrucción Pública y Acción Social don Francisco Martín Riveros. La comisión quedó integrada por el científico: Juan Schobinger; andinistas: Jorge E. Varas, Anto­nio Beorchia, Enrico Gros, Sergio Fernández y Oscar Kummel. Se invitó a sumarse a la expedición al médico Martín S. Rive­ros y representantes de radios y diarios locales.

La Comisión oficial quedó organizada para partir, pero, se tuvo conocimiento que una comisión particular había partido dos días antes para recuperar por su cuenta la momia, integrada, entre otros, por los señores Rogelio Díaz Costa, Bernardo Rasquín y Roy Kirby, quienes asumieron, por su cuen­ta, el rescate. Esta expedición estuvo patrocinada por el Diario de Cuyo, actitud tomada con fines periodísticos y científicos ante la posibilidad que la momia fuera retirada precipitada­mente, por andinistas chilenos.

El Gobierno de la Provincia autorizó una patrulla para que tomara contactos con la comisión particular solicitándole esperara a la comisión oficial la cual llevaba todos los elemen­tos necesarios para realizar el rescate que nos ocupa.

La expedición oficial no pudo juntarse, de inmediato, con la comisión particular, encontrándose con ésta cuando regresaba portadora de la momia descubierta días antes por la segunda expedición del Club Andino Mercedario.

El Subsecretario de Gobierno se encontró con la expe­dición privada el 26 de febrero de 1964 haciéndose cargo ofi­cialmente de la importante carga que traían los señores Díaz Costas, Kirby, Rasquín y otros. Trasladaron la momia a San Juan colocándola en un frigorífico para preservarla de los facto­res climáticos que pudieran afectarla, hasta la oportunidad en que se construyera una refrigeradora especial.

 

El hallazgo arqueológico se produjo a más de 5.850 me­tros de altura en posición fetal con su cabeza mirando al oeste lugar de donde venían, para los indios, todas las bienaventuran­zas eternas. Se trataba del cadáver de un joven de 15 a 20 años vestido sólo con un taparrabo y una camiseta indígena america­na, (uncu) una manta de abrigo junto a ojotas o ushutas de do­ble suela y un capacete, gorro; también se encontraron otros pequeños utensilios. Se halló un roedor momificado de una especie que habita con comodidad, esas alturas.
El joven objeto del sacrificio, con seguridad, llegó vivo al lugar del enterratorio donde murió de un fuerte golpe aplicado en la cabeza, lo demuestran las manchas de sangre en­contradas en el cuerpo y en la ropa.

En el extenso informe científico publicado por la pro­fesora María Delia Millar de Palavecino se expresa: "La manta es la prenda de abrigo llevada sobre las espaldas cayendo hacia adelante para ser recogida por las manos... la media o calcetín tejido para Henar su finalidad, es la primera representación que conozco entre los muchos centenares de piezas que he exa­minado hasta ahora..." La científica, señora de Palavecino, agrega que la momia del Cerro del Toro es el quinto yacimiento de altura que le toca estudiar...; en general los arqueólogos creen que estos yacimientos corresponden a entierros de sacrificios y ofrendas, y también que pertenecerían al período de la civili­zación que el imperio inca expandió sobre nuestro territorio".

El yacimiento precolombino del Cerro del Toro ha adquirido nombradía internacional, siendo muy numerosos los científicos que la han visitado con fines de estudio e investiga­ción.

Agregamos que con anterioridad, el 7 de junio de 1943 se encontró otro yacimiento. En efecto, un morador de Hilario, Calingasta, don Ismael Zamora buscando leña halló un cuerpo femenino disecado (15 ó 20 años), el cual también des­pertó gran interés, invitándose para estudiarlo a la arqueóloga litoraleña María de las Mercedes Costanzo quien llegó a San Juan poco tiempo después del hallazgo. La citada científica produjo un amplio informe publicado en el Boletín Nº 6 de la Junta de Historia de la Provincia en página 9/16. La momia de Hilario pertenece a un interrogatorio de los tantos existentes en la precordillera, zona de Calingasta.

Finalmente mencionamos que la momia del Cerro del Toro después de ser hallada, ha tenido tres residencias distin­tas.

Por el Dr. Fernando Mó - Libro: Cosas de San Juan – Tomo IV - 1990


 

 

 

GALERIA MULTIMEDIA
Forma en que fue encontrada el cuerpo momificado en la cumbre del cerro El Toro