Triple crimen en la cordillera

La historia de los crímenes más notables en San Juan destaca uno horrendo, ocurrido en plena cordillera en el año 1959, a escasa distancia del sector limítrofe con Chile.
Las víctimas fueron tres chilenos que murieron abatidos de varios balazos por un connacional a quien habían buscado para que les sirviera de guía por los distintos senderos que conducen al vecino país. Los cadáveres, hallados tiempo después, pertenecían a Víctor Manuel Contreras Rubio, a su hermano Juan y a Armando Cuéllar Alucena.
Como autor de estos crímenes fue sindicado Alfredo Julio Jorge Sagüez Gómez, más conocido por el “Turco”, quien, tras ser detenido y procesado, negó siempre su responsabilidad en el hecho. No obstante, las pruebas reunidas y acumuladas en su contra permitieron condenarlo a 20 años de prisión, los cuales se redujeron y solamente quedaron 16 debido a los beneficios de las conmutaciones y cumplió únicamente 14 años al concedérsele la libertad condicional.

Estos homicidios fueron perpetrados en una emboscada, cuando los Contreras y Cuellar pretendían cruzar la cordillera hacia Chile a lomo de mula. Conducían carga de cueros, suelas, ponchos y otras mercancías para ser vendidas en aquel país. Sagüez Gómez, conocedor de todos los pasos, se había adelantado ya con un plan premeditado y en un lugar propicio, distante a 20 kilómetros del límite, llamado “Arroyo Amarillo”, esperó al trío de chilenos. Uno a uno los acribilló con disparos de carabinas y a alguno lo remató con balas de revólver. Luego se apoderó de las mulas y de la carga para regresar hasta Las Flores, donde tenía su domicilio.

EL PERSONAJE
El protagonista de este luctuoso y espectacular suceso fue Alfredo Julio Jorge Sagüez Gómez. Nació el 30 de setiembre de 1914 en la ciudad de Coquimbo, República de Chile. Sus padres fueron Julio Sagüez y Emma Gómez. Por ser de una familia muy humilde, casi no tuvo educación.

Esporádicamente realizaba trabajos rurales y también como obrero en la construcción. Con el tiempo adquirió varias mulas, con las cuales transportaba materiales y mercancías a empresas mineras en la cordillera. Siendo mayor, contrajo enlace con Elba Paz y tuvieron cuatro hijos. Un día decidió separarse de la mujer y abandonó el hogar para trasladarse a Argentina cruzando la cordillera a lomo de mula. Se instaló en un rancho en la finca Las Lomitas, en Las Flores, departamento Iglesia.

Existen comentarios de que, tras constituir su hogar, se dedicó a la agricultura. Le gustaba visitar a los vecinos y recorría los negocios de bares, siempre viajando en su caballo.
Era un hombre recto, enérgico y hacía respetar su estatura de 1,82 metros. Se distinguía por sus bigotes recortados y usaba un sombrero de alas anchas.

En dos ocasiones fue detenido por lesiones en perjuicio de parroquianos y en consecuencia fue a parar a la comisaría, donde permaneció durante dos o tres días en el calabozo. Siempre a estar por comentarios, tiempo después Sagüez Gómez desaparecía frecuentemente de Las Flores por semanas. Se supo luego que se trasladaba a Chile atravesando la cordillera y llevando cargas de distintas mercancías.
De regreso hacía idéntica tarea. Traía ropas y otros efectos que luego vendía entre los vecinos de la zona. De esta manera se convirtió en experto baqueano en la cordillera, pues conocía los ríos, las quebradas y refugios donde pasaba las noches protegido de las inclemencias del tiempo.


TODO EMPEZO ENTRE AMIGOS
Hasta ahora, que se tenga conocimiento, no hubo otro crimen tan horrendo como el perpetrado en la cordillera, en jurisdicción de San Juan. Fueron tres las víctimas, de nacionalidad chilena y tres los autores del hecho, también del mismo país, pero solo uno habría sido el autor material principal y fue sindicado como tal Alfredo Julio Jorge Sagüez Gómez. A éste lo secundaron Juan Alamiro Rivera Rivera y Lorenzo Pizarro Villalobos. Los muertos, acribillados a balazos, son los hermanos Juan Contreras Rubio y Víctor Manuel Contreras Rubio, al igual que el amigo de éstos, Armando Cuéllar Alucema. Los seis chilenos residían circunstancialmente en Las Flores, departamento Iglesia.

Los hermanos Contreras y Cuéllar, arribaron allí en busca de trabajo, mientras que Sagüez Gómez ya era un antiguo vecino, pues había construido su rancho en la finca Las Lomitas.
Entre ellos, por ser connacionales, enseguida surgió una amistad que dio lugar a reuniones contínuas para beber y contar sus andanzas en la cordillera. A Sagüez Gómez se lo conocía por su carácter irascible, pues más de una vez estuvo detenido por peleas y agresión.

Existía entre los vecinos sospechas de tener responsabilidad en la muerte de su hermano Manuel, cuya causa quedó después como suicidio.
El primero en llegar a San Juan, a lomo de mula y tras cruzar la cordillera, fue Sagüez Gómez.
Antes había abandonado a su esposa y el hogar. Se constituyó en Las Flores para dedicarse a la agricultura primeramente y luego, según dicen, al contrabando con Chile.
Llevando y trayendo mercaderías de diversos tipos. Años después arribó a la misma zona Juan Contreras Rubio, para enseguida contraer enlace y formar su hogar. A principios de 1957 llegó a Las Flores, a lomo de mula, un hermano de aquel, Víctor Manuel Contreras Rubio, acompañado por su amigo Armando Cuellar Alucema, con el propósito de conseguir trabajo como peón de finca.



CRIMEN EN LA CORDILLERA
Menos de dos meses estuvieron trabajando en Iglesia los hermanos Contreras y Cuéllar y en ese término reunieron algunos pesos que invirtieron en adquirir cueros curtidos, frazadas, ponchos y otras prendas de vestir.
Tenían planeado regresar a Chile en marzo para llevar esos elementos, al mismo tiempo que visitar a los familiares y volver a la Argentina para continuar trabajando.
Tales propósitos le hicieron conocer a Sagüez Gómez, quien se mostró interesado en acompañarlos y al mismo tiempo servirles de guía, según les comentó. Los Contreras tenían tres caballos y pidieron prestadas dos mulas para trasladar la carga.

EN BUSCA DE TRABAJO
Hace muchos años, cuando aún no existía siquiera el proyecto del camino por Agua Negra, había un contínuo tránsito clandestino a lomo de mula desde Chile a San Juan.
Se utilizaban distintos pasos fronterizos en zonas cordilleranas con arribo a Barreal y más al norte a Las Flores.

Algunos chilenos venían en busca de trabajo y otros se dedicaban al contrabando. Muchos de ellos se casaron aquí y constituyeron su hogar definitivo.
Entre estos chilenos llegó a Iglesia Juan Contreras Rubio, de 29 años, soltero, con domicilio en Rivadavia, Chile. Su objetivo era buscar trabajo y lo consiguió. Luego contrajo enlace con una lugareña, Otilia de Contreras, unión de la que nació una hija.

Tiempo después, este chileno recibió una carta de su hermano Víctor Contreras, casado con Bernarda Alonso (dos hijos). Le manifestaba su deseo de ingresar a la Argentina también en busca de trabajo. Este último recibió enseguida comunicación afirmativa para que se viniera cuanto antes. Así lo hizo a lomo de mula acompañado por un amigo y vecino, Armando Cuéllar Alucema.
Los Contreras y Alucema se domiciliaban en Las Flores, donde luego conocieron al connacional Sagüez Gómez, con quien mantenían contínuas reuniones, hasta convertirse en una estrecha amistad. Cuando se juntaban para beber algunas copas, los cuatro hacían alardes de ser muy conocedores de la cordillera, confesando que más de una vez habían transportado contrabando de cuero tanto a Chile como a la Argentina. Los Contreras abundaban sus comentarios respecto de haber sido arreadores de ganado caprino a los pastizales del sector cordillerano argentino.
Nunca se imaginaron los Contreras y Cuellar Alucema que tanto esas aventuras como sus vidas iban a terminar en manos de quien consideraban el “amigo” Sagüez Gómez.

 

EN LA SOLEDAD DE LA MONTAÑA
El día dos de marzo de ese año siendo las 10 de la noche, el trio partió hacia la zona cordillerana para realizar el cruce. Sagüez Gómez se había adelantado en busca de dos mulas que se encontraban pastando en el campo y dijo que esperaría a los Contreras en la quebrada Agua Blanca, distante 35 kilómetros de Las Flores.

Pero, de acuerdo a las evidencias, Sagüez Gómez, juntamente con los chilenos Juan Alamino Rivera Rivera y Lorenzo Pizarro Villalobos, se habían atrincherado en el paraje conocido como Arroyo Amarillo, dentro del territorio argentino. Poco antes del mediodía del 4 de marzo, los tres jinetes llegaron al lugar indicado por Sagüez Gómez y, al no encontrarlo, decidieron continuar la marcha. En Arroyo Amarillo recién advirtieron el campamento de Sagüez Gómez, quien en esos momentos se encontraba colocando la montura a su cabalgadura.
Juan Contreras fue el primero en dirigirse a ese lugar cuando se escuchó el estampido de un arma y se vio caer a aquél con una herida de bala en el pecho. AI parecer estaba muerto. Los otros dos chilenos vieron a Sagüez Gómez que esgrimía un arma larga con la intención de volver a usarla contra ellos. Entonces decidieron abandonar sus cabalgaduras y corrieron en busca de protección entre las rocas.
Cuéllar Alucena no pudo alcanzar este objetivo, ya que recibió un disparo para quedar inerte entre las piedras. Luego siguió una desesperada huida de Víctor Manuel, al mismo tiempo que gritaba “no me matés, no me matés”.

En vano resultaron estos clamores, porque fue alcanzado y también recibió un disparo.
Con este hombre, el autor de los crímenes se ensañó aún más ya que con la culata de la carabina le dio vanos golpes en la cabeza hasta destrozarla. Todo este hecho fue declarado posteriormente por Rivera y Pizarro, tras ser detenidos por los carabineros en Chile.


SIN NOTICIAS SOBRE LOS JINETES
Transcurrió todo el mes de marzo y parte de abril y la esposa de Juan Contreras Rubio no tenía noticias sobre el regreso.Entonces decidió escribirle una carta a los familiares en Chile, recibiendo respuesta a los días de que los hermanos Contreras y Cuéllar no habían arribado por allí. Esta noticia provocó alarma a la señora Otilia de Contreras, domiciliada en Las Flores. De inmediato fue a entrevistar a Sagüez Gómez y le requirió informes sobre el esposo y los demás. La respuesta fue: “Yo no me junté con ellos en Agua Blanca, como habíamos quedado. Es posible que se extraviaron en la cordillera y los habrá azotado alguna nevada”.

Ante la sospecha de haber ocurrido algo grave, la señora Otilia puso en conocimiento de lo ocurrido al titular de la seccional de policía de Las Flores, comisario Julio Saleme, quien prometió iniciar la investigación del caso. Las averiguaciones posteriores seguían en torno a las andanzas de Sagüez Gómez. Pero este se mantenía en expresar: “Yo no los he visto. Seguro que están ahora bajo la nieve”.



CONVERSACION CLAVE
En la localidad de Vicuña, Chile, se domiciliaban Juan Alamiro Rivera Rivera y Lorenzo Pizarro Villalobos, quienes se dedicaban al arreo de ganado, especialmente caprino, a zonas de la cordillera. Una noche Juan Alamiro se encontraba bebiendo en un negocio allí denominado “fuente de soda” y, según parece llegó a embriagarse. En ese estado empezó a discutir con otro parroquiano, a quien en un momento le dijo: “No te vaya a pasar como a los Contreras”, en tono de amenaza.

Esta expresión alertó a la demás gente que ocupaba el local, entre los que se contaban algunos allegados a las víctimas. La novedad fue puesta en conocimiento de las autoridades de Carabineros y enseguida fue detenido el sujeto, el que tras ser interrogado señaló a su acompañante en la aventura, Lorenzo Pizarro, que también cayó en la redada. Ambos confesaron el crimen del que resultaron Victimas los hermanos Contreras y Cuéllar Alucema y acusaron a Sagüez Gómez de ser el autor.

Destacaron los detenidos que aquel utilizó en el hecho una carabina Mauser y que fue a sangre fría, con premeditación. A una pregunta sobre qué hacían los dos detenidos con Sagüez Gómez en la cordillera, manifestaron que él los había buscado como acompañantes y a la vez que colaboraran en un trabajo, pero que nunca se imaginaron que era para matar gente. Lorenzo Pizarro declaró que recibió un caballo colorado, dos ponchos, un gorro de cuero, una correa cinturera y una manea de suela. Dijo textualmente que Alamiro se trajo dos bolsas llenas de cueros, dos carpas, dos monturas, pellones enchapados con níquel y cuatro mulares, todo de pertenencia de los hermanos Contreras. También dieron a conocer los lugares donde habían sido enterrados los cuerpos.


BUSCAN LOS CADAVERES
Todo lo declarado por los detenidos en Chile fue dado a conocer al comisario Salerno en Las Flores, quien dispuso iniciar la búsqueda de los muertos en el lugar señalado, al mismo tiempo que fue detenido Sagüez Gómez como presunto autor de este hecho. Se formó una comisión de policías baqueanos compuesta por el sargento Arnaldo Silva y los cabos Pablo Maza y Tránsito Carbajal.
Este último llevó a su perro y además carga con víveres para varios días. La misión era no regresar sin el hallazgo de los muertos.

Estos policías llegaron al paraje Arroyo Amarillo tras dos días de viaje a lomo de mula. Hallaron una pirca de piedras donde instalaron campamento y luego se dedicaron a recorrer el lugar en busca de algún indicio que permitiera ubicar las tumbas. Pero fue el perro de Carabajal que se encargó de hallar unos restos que resultaron ser de Cuéllar Alucema y al siguiente se localizó la tumba de Juan Contreras Rubio. Uno de los policías regesó a Las Flores para dar a conocer la novedad, mientras se proseguía con la búsqueda del restante cuerpo, que pertenecía a Víctor Contreras.

OTRA COMISION Y EXAMEN DE LOS CUERPOS
Tras el hallazgo de los dos cadáveres, que se produjo el 17 de diciembre, se dispuso que otra comisión se trasladara a aquel lugar. La componían el juez de Jáchal, doctor Luis H. Santander, su secretario Alejandro Gallastegui, el médico legista de ese departamento, doctor Juan Kunca, el oficial sumariante Arnaldo Silva, el subcomisario Juan Pinto y los cabos Pablo Maza y Victor Poblete. El viaje hasta Arroyo Amarillo se cumplió a lomo de mula.

Una vez en el lugar, los dos cadáveres fueron descubiertos ya que se encontraban sepultados bajo montones de tierra y piedra y en avanzado estado de descomposición.
Los cuerpos estaban uno distante 50 metros del otro. A ambos les faltaban prendas de vestir, como ser los pantalones y zapatos. El doctor Kunca se encargó de realizar un examen para verificar las heridas de bala. No tenían documentación ni dinero ni otros objetos de valor, como ser anillos y relojes.


TRASLADO DE LOS RESTOS
La comisión antes señalada, luego del diligenciamiento realizado en el lugar y de labrarse un acta, regresó hacia Las Flores, debiendo permanecer varias horas en un refugio de El Pichagual, para guarecerse de un temporal de lluvia. En Arroyo Amarillo quedó únicamente el cabo Sixto Carabajal, en custodia de los cadáveres. Luego se sumó un arreador de ganado, Domingo Díaz, que por casualidad pasó por ese lugar.
Días después, desde la seccional de Rodeo partió hacia aquel lugar, para reunirse con su padre, el agente Sixto Carabajal trasladando víveres y también cajones de madera en los que iban a ser depositados los restos. Estos tuvieron que ser divididos en las rodillas para ser introducidos en los cajones, para luego iniciar el regreso hacia Las Flores. Al mediodía el día 6 de enero de 1959 esta comisión llegó a destino, desde donde los cuerpos fueron llevados en ambulancia hasta la morgue del hospital de Jáchal.

En ese nosocomio se hizo el reconocimiento, resultando ser Juan Manuel Contreras Rubio y Armando Cuéllar Alucema. En la identificación participó la esposa del primero. Días después arribaron a Jáchal, Ernesto Contreras Rubio y Rogelio Cuéllar Alucema, hermanos de las víctimas y otro familiar. Estos también se encargaron de reconocer los restos. Para cumplir con la misma tarea, fue llevado al hospital el detenido Sagüez Gómez, quien dijo no reconocer a ninguno de los cadáveres. Luego partieron hacia Arroyo Amarillo el cabo Tránsito del Carmen Carabajal y su hijo, el agente Sixto, para continuar con la búsqueda del tercer muerto, que sería Víctor Contreras Rubio.

ESCONDITE DEL CONTRABANDO
A pesar de la negativa de Sagüez Gómez en el triple homicidio, la policía de Rodeo inició una amplia investigación contando con testimonios enviados desde Chile. Se hacían rastreos por la zona y en una de esas recorridas se observó un montículo de tierra como de cien metros del rancho del detenido. Se hizo la excavación y se encontró un baúl conteniendo gran cantidad de suelas y ponchos. Con relación a este hallazgo, Sagüez Gómez dijo desconocer su existencia. Cerca de aquella vivienda se concretó otro trabajo similar y apareció otro enorme baúl de madera y chapas conteniendo cueros, monturas y otros efectos. Todos estos fueron luego reconocidos por la señora Paula Bernarda Alonso, esposa de Víctor Contreras, como de su propiedad. Otra parte pertenecía a Cuéllar Alucema. “Nada de eso es mío y no sé a quién pertenece”, era la respuesta de Sagüez Gómez.

A través de la investigación, la policía se enteró que había tres arrieros que dijeron haber visto a Sagüez Gómez descender de la cordillera conduciendo mulas con carga el día 4 de marzo. Ellos eran Francisco Nicanor Castillo, Nicolás Espejo y Eladio Edmundo Marinero. Estos fueron convocados y confirmaron la versión. Castillo agregó que Sagüez Gómez le prestó en esa ocasión su carabina que luego la iría a buscar por su casa. Todas estas pruebas fueron agregadas a la causa, además de otras que iban apareciendo como resultado de las posteriores diligencias.



“YO BAJÉ LOS CADAVERES”
En el curso de la investigación, el detenido Sagüez Gómez mantenía en secreto el lugar donde había escondido los tres cadáveres. El declaraba desconocer el hecho y por lo tanto negaba su autoría. En consecuencia, la policía carecía de indicios que permitieran determinar la zona de la emboscada y de las supuestas tumbas. Sin embargo, los investigadores tuvieron conocimiento de que los detenidos en Chile, Alamiro Rivera y Lorenzo del Rosario Pizarro, habían señalado en sus confesiones el posible lugar donde estaban los cuerpos.

En aquel entonces la seccional 18a. de Iglesia estaba a cargo del comisario Julio Saleme, quien destacó una comisión para que se encargara de la búsqueda de los muertos. Como lo informamos en nota aparte, esa patrulla era integrada por el cabo Tránsito de Carmen Carabajal, con pleno conocimiento de los distintos sectores de la cordillera. Después de varios días de ausencia de los policías el comisario Saleme dispuso enviar al agente Sixto Jorge Carabajal, también baqueano de aquel lugar e hijo de Tránsito Carabajal.

El agente de policía partió a mediados de diciembre de 1959 montado a caballo y llevando dos mulas con mercaderías varias. Después de dos días y una noche se reunió con su padre y demás integrantes de la comisión, quienes ya habían encontrado los cuerpos y estaban a la espera de la llegada de otras autoridades y de un médico forense para trasladar a las víctimas.
Nos relataba el ex policía que en aquella época contaba con 24 años de edad y que ya cumplidos los 64 años, no podía jubilarse aún.
Dijo que presenció la inspección que el médico hizo a los cuerpos para ubicar las perforaciones de proyectiles. Uno de los cuerpos tenía todavía una vaina servida de bala de carabina en el pecho. Otro de los cuerpos, el de Juan Contreras Rubio, presentaba el cráneo y el rostro destrozado, posiblemente al recibir golpes con la culata de arma larga.

Nos cuenta nuestro entrevistado que el hallazgo de los cadáveres lo hizo el perro de su padre, quien lo había llevado como compañía. Padre e hijo pasaron Navidad y Año Nuevo en plena cordillera, en una pirca construida de rocas que les servía de refugio. El día 4 de enero se recibió la orden de descender los cuerpos, para lo cual tuvieron que utilizar escasas maderas para construir precarios cajones. Fue necesario separar las extremidades inferiores a la altura de la rodilla para que pudieran entrar en esos improvisados féretros.

Fueron utilizadas dos mulas para el transporte de las víctimas y el regreso se hizo en forma lenta. En el trayecto fueron azotados por una gran tormenta de agua y granizo que los obligó a buscar refugio en el paraje Piedra Grande hasta que mejorara el tiempo. Recién después de dos días la comisión llegó a Las Flores y desde allí los cuerpos fueron llevados hasta la morgue de Jáchal, donde quedaron depositados.
En la seccional de este departamento se encontraba detenido Sagüez Gómez, acusado de ser autor de esos homicidios. Destacó el ex policía Carabajal que aquella misión fue una experiencia inolvidable y que nunca fue reconocida por las altas autoridades de la repartición. Ahora, a pesar de sus años y de encontrarse algo enfermo, don Sixto Carabajal tiene obligadamente que realizar changas en las ripieras del río, un trabajo rudo y sin horario, para poder subsistir.


UN JUICIO ORAL QUE FUE ESPECTACULAR

Se realizó en la Liga Sanjuanina de Fútbol, colmada por el público.

Ninguno de los juicios orales realizados hasta el presente fue tan espectacular como el que ventiló la causa contra Julio Jorge Sagüez Gómez. Esta audiencia, que duró más de una semana, tuvo lugar en la Liga Sanjuanina de Fútbol y contó con la asistencia de numeroso público que llegó a instalarse hasta en los pasillos. Al detenido se le imputaba ser autor del delito de homicidio seguido de robo, en perjuicio de los chilenos Víctor Manuel Contreras Rubio, su hermano Juan y también de Armando Cuéllar Alucema.

El tribunal estaba constituido por los doctores Tristán Balaguer Zapata, como presidente; Alejandro Fidel Martín y Carlos Santiago Graffigna Latino. A este último lo reemplazó en una ocasión el doctor Américo Armando Aguiar. Actuó como fiscal el doctor Jorge Rojas Furque.
La defensa fue asumida por los doctores Hugo Bosque y Ventura Manrique. El juicio dio comienzo el día 4 de marzo de 1962.

Cuando se iba a anunciar la sentencia, al final de la audiencia, la gente que no pudo ingresar al recinto de la Liga quedó en las veredas y también cubrió la calzada, impidiendo el tránsito.
En esa ocasión, al abandonar Sagüez Gómez el recinto y salir a la calle, levantó ambos brazos en señal de saludo al público.
Algunos lo ovacionaron en señal de burla y otros lo abuchearon, pero el detenido siguió con los saludos hasta ingresar al celular que lo trasladó a la cárcel.


RECLUSION PERPETUA
Una audiencia de un día completo fue necesaria para dar lectura a todo lo acontecido, dándose a conocer los testimonios de las personas vinculadas a la causa. Entre ellos, los encargados de las pericias, médicos, policías, vecinos y familiares de las víctimas. A su término se dio lectura a la acusación del ministerio público, que formulé cargos contra el imputado por el delito de homicidio calificado y robo, previsto por los artículos 79 y 80 del Código Penal y solicité, en consecuencia, que se le aplique la pena de reclusión perpetua.

El fiscal de Cámara, al hacer mérito de las evidencias incorporadas al proceso, estimó probada la existencia del delito de triple homicidio, calificándolo como crimen con alevosía y con la intención de consumar otro delito. Luego hizo una reseña desde la partida de los hermanos Contreras y de Cuéllar Alucema con destino a Chile llevando carga ilegal.
El fiscal se esmeró en hacer conocer la emboscada y luego la matanza con la carabina Mauser, basándose en las declaraciones de los detenidos en Chile. Dijo que de nada valieron las excusas y los ardid de Sagüez Gómez en ocultar el hecho, pues se contó con las pruebas del secuestro de todo lo robado y que fue escondido en dos baúles cerca del rancho del preso.

El doctor Rojas Furque nombró a los tres arrieros (Espejo, Castillo y Marinero), que encontraron a Sagüez Gómez cuando venía con mulas cargadas en dirección a Las Flores. Luego las cápsulas servidas halladas entre las víctimas, que pertenecían a la carabina de aquél. Lo que lamenté el fiscal fue la ausencia de los chilenos Alamiro Rivera y Lorenzo del Rosario Pizarro, quienes para entonces ya habían sido puestos en libertad en aquel país por no contar con el pedido de extradición.

ESFUERZO DE LA DEFENSA
Como quedó dicho, los doctores Hugo Guillermo Bosque y Ventura Manrique se encargaron de la defensa del imputado. Estos dos profesionales comenzaron con su labor en la ciudad de Jáchal, donde también tenían estudio. En un principio las actuaciones sumariales carecían de suficientes pruebas para determinar la culpabilidad del procesado, con la ventaja de que éste se mantenía en la negativa, con lo cual resultaba fácil para los defensores iniciar el proceso de juicio oral.
Pero al iniciarse las deliberaciones el tribunal ya contaba con las declaraciones de los detenidos en Chile, Rivera y Pizarro, quienes acusaban a Sagüez Gómez como autor material de los homicidios. La defensa tuvo que apelar a distintos argumentos para eludir los cargos. Sostuvo que no estaba probado el hecho delictuoso ni la participación del procesado. También planteé una cuestión de jurisdicción, aduciendo que tal emboscada pudo haberse concretado en territorio chileno, pues es evidente que, si así hubiera acontecido, el tribunal carecería del poder jurisdiccional necesario para instruir el proceso penal y poder juzgar.

Asimismo, los doctores Bosque y Manrique alegaron que su defendido padecía de una afección en uno de los ojos, lo que imposibilitaba ser certero en sus disparos con armas de fuego. Esto dio lugar a que aquel tuera sometido a una revisación médica. Se estableció tal deficiencia en la vista, pero de un grado muy inferior. La defensa, que por primera vez utilizaba un grabador en juicio oral, sostuvo que no había elementos suficientes para culpar a Sagüez Gómez. Se contaba con las declaraciones de dos testigos en Chile, que son coimputados o coautores y que no valen como testimonio.


LA CONDENA
Después de otros argumentos esgrimidos por los defensores, éstos solicitaron la absolución del imputado. El tribunal pasó a deliberar y en la discusión fue el doctor Carlos Graffigna Latino quien adhirió al pedido del fiscal de condenar a Sagüez Gómez a reclusión perpetua, pues tanto el doctor Balaguer Zapata como el doctor Martín pidieron se le aplique la pena de 20 años de prisión. El doctor Graffigna fundamentó su postura haciendo conocer los testimonios recogidos en Chile y de los familiares de las víctimas, como también el secuestro del contrabando que fue desenterrado cerca del rancho del imputado.

También se esforzó en hacer conocer los resultados de un estudio realizado en Mendoza sobre la perforación de bala en el cráneo de una de las víctimas y que fue presentado en el juicio. De ahí surgió el calibre del proyectil utilizado, la dirección y la distancia.
De nada valieron estas pruebas, ya que por mayoría se resolvió dictar sentencia y condenar a Sagüez Gómez a veinte años de prisión.


EL TEXTO DE LA SENTENCIA

“De acuerdo a las dos circunstancias atenuantes a que se refiere el veredicto, vale decir su buen concepto, como ha surgido de los testigos en la audiencia y ser ésta su primera condena y a las circunstancias agravantes de lugar y modo de cometer el hecho y el número de víctimas, tres homicidios, y teniendo en cuenta las reglas contenidas en los artículos 40 y 41 del Código Penal, el Tribunal considera prudente aplicarle aireo la pena de veinte años de prisión, con costas y accesorias de ley”.

“Por lo tanto, oída la acusación y la defensa, se resuelve: Condenar a Alfredo Julio Jorge Sagüez Gómez, chileno, de 47 años de edad, con instrucción, casado, agricultor y con domicilio en el distrito Las Flores, actualmente recluido en la cárcel de Chimbas, como culpablemente responsable del delito de robo con homicidio, en perjuicio de Víctor Manuel Contreras Rubio, de Juan Contreras Rubio y de Armando Cuéllar Alucema, a sufrir la pena de 20 años de prisión, con la accesoria de la inhabilitación absoluta por el tiempo de la condena a que se refiere el artículo 12 del Código Penal”.
Esta condena fue dictada en mayo de 1962, y fue apelada por la defensa. En octubre del mismo año, la Cámara Primera en lo Penal resolvió, por el mérito que resulta de la votación de sus integrantes, confirmar la sentencia dictada anteriormente, con la aclaración de que no adolece de nulidad.


EL ULTIMO DE LOS CADAVERES
Ya era temporada de verano, pero sin embargo en la alta cordillera predominaba una temperatura baja, especialmente en horas de la noche. Desde temprano el cabo Tránsito Carabajal y su hijo, el agente Sixto, encendían una fogata en la pirca de piedras que les servía de refugio. Ya en el amanecer se dedicaban a la búsqueda del tercer cuerpo, que pertenecía a Víctor Manuel Contreras Rubio. También llegó a ese inhóspito lugar el cabo Juan V. Poblete y se sumó a recorrer la zona con el mismo propósito.


Otra vez fue el perro del cabo Carabajal el que le dio la pista para encontrar el cuerpo de Contreras. Estaba al costado de un arroyo, cubierto con piedras, de donde salía una de las manos. EI hallazgo se produjo el 17 de enero de 1958, ocho días después que arribó la comisión a ese lejano paraje cordillerano. Al costado de la sepultura fue hallada una cápsula servida de carabina y luego se estableció que a la víctima le faltaba el dedo mayor de la mano derecha, en la que solía llevar un anillo de oro, según información suministrada por sus familiares. Presentaba, además, el cráneo destrozado en la parte superior, posiblemente al recibir varios culatazos o golpes con una piedra.

La comisión policial inició el regreso a Las Flores el día 20, llevando los restos. Al día siguiente estuvieron en Las Flores y el cuerpo fue trasladado al hospital de Jáchal, donde fue reconocido por los familiares y amigos. Con la llegada de este cadáver, finaliza Ia misión en la cordillera.
De ahí en más, sólo quedaba el total esclarecimiento del crimen. Sagüez Gómez seguía negando su participación en el hecho, pero se contaba con las declaraciones de los dos detenidos en Chile.


LOS DETENIDOS ENCHILE
En la cárcel de Vicuña, en la entonces provincia de Coquimbo, proseguían detenidos Juan Alamiro Rivera y Lorenzo Pizarro Villalobos, como presuntos participantes en el triple homicidio ocurrido en la cordillera. Los dos sujetos coincidieron en admitir que fue Sagüez Gómez quien cometió los crímenes. También se encargó de matar a algunos animales de las víctimas. “A un mular se dio el lujo de ahorcarlo”, destacó uno de aquellos presos.

Estos hicieron entrega a Carabineros de todas las pertenencias de los muertos, las que posteriormente fueron remitidas a San Juan como prueba del delito.
Parece ser que, a pesar de las diligencias efectuadas sobre el caso, se venció el término dispuesto legalmente para mantener detenidos a los dos chilenos, razón por Ia cual Ia jueza que entendía en la causa, doctora Marcuña, dispuso dejarlos en libertad. Este procedimiento fue dado a conocer mediante nota enviada a la Argentina.

Su texto es el siguiente:
“La Embajada de Chile saluda muy atentamente al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y tiene el honor de comunicarle, por instrucciones de su gobierno, que Ia Corte Suprema de Chile ha dispuesto poner en libertad a los detenidos Juan Alamiro Rivera Rivera y Lorenzo Pizarro Villalobos, por no haber formalizado el gobierno argentino, dentro de los plazos establecidos, la petición de extradición”.
De haberse contado con el testimonio de esos dos chilenos en San Juan, se habría ahorrado tiempo en la investigación y proceso de Sagüez Gómez.

Los años de cárcel

Sagüez Gómez ocupaba una celda en el pabellón 1, la que poco a poco fue ornamentando hasta convertida en modelo.

Los demás internos lo respetaban debido a su carácter de reacciones violentas, de poco hablar y por su estatura. Tuvo varios altercados y en una ocasión le destrozó la nariz al interno Felipe Marini, con un plato. Le dieron 15 días de arresto, es decir, sin salir de la celda.

Posteriormente, fue demostrando buena conducta hasta convertirse en un recluido ejemplar. Se le concedió permiso para instalar una cantina en uno de los pasillos internos del penal. Estaba bien surtida de mercaderías autorizadas. Años después se hizo merecedor a un cambio de establecimiento. Se le otorgó permiso para construir un rancho en el ex penal, a un costado del muro, ahora alcaidía de Policía. Mil contaba con todas las comodidades, hasta heladera, cocina a gas y tenía un gallinero repleto de pollos y patos. Cultivaba hortalizas en una pequeña chacra y además ayudaba al personal en el regadío de árboles y plantas en el exterior. A menudo se lo veía regar con balde la calle y vereda, sin custodia.

Debido al tiempo transcurrido y su conducta excelente, se hizo acreedor a ser beneficiado con la ley 412, para realizar trabajos de extramuro.

Salía a las 8 de la mañana y regresaba sin dificultades a las 20,  todos los días excepto los domingos.


“YO LOS MATE”
Durante el proceso, Sagüez Gómez estuvo detenido en la comisaria de Jáchal, luego en la alcaidía de Policía de Chimbas y por último ingresó al penal de ese departamento. En todos los interrogatorios, tanto en la instrucción policial como judicial, al igual que el juicio oral, el preso negó su autoría en el hecho. La sentencia fue dictada por el tribunal que presidía el doctor Tristán Balaguer Zapata, quien señaló la responsabilidad de Sagüez Gómez en el triple homicidio y robo. Pero al magistrado nombrado le quedó una duda sobre el veredicto, ante la negativa del presunto autor.

Veinte días después de conocerse la condena, en horas de la tarde el doctor Balaguer Zapata hizo trasladar a Sagüez Gómez desde la cárcel hasta su oficina privada.

Nadie sabía el motivo de esta citación, ni menos el recluido, que se hallaba sorprendido al ingresar a la Cámara Primera en lo Penal. Más sorprendido quedó aún al ser recibido cordialmente y conocer el objetivo de la reunión. De ahí surgió el siguiente diálogo:

—Señor Sagüez Gómez, lo hice venir por una cuestión muy personal, privado, y lo que hablaremos ahora quedará únicamente entre nosotros dos.
—Doctor, no me asuste. Mire que son muchos los años que pasaré en la cárcel.

—Le pido por favor que sea sincero conmigo. Usted alegó en todo momento ser Inocente de los cargos que se le imputaban y yo no quiero tener un cargo de conciencia por la pena Impuesta. Quiero que me diga toda la verdad de todo lo acontecido.
-Después de la condena, ninguno de ustedes dará marcha atrás. Pero por lo menos diga qué ofrece usted doctor. Yo soy hombre de campo y la vida en la cárcel es distinta.

—Bueno, sí, le prometo algunas concesiones, por supuesto en forma disimulada para evitar comentarlos que puedan resultar perjudiciales para usted y para mí. Cuando usted necesite algo me lo hace saber y veremos como lo arreglamos.
—Para un hombre que va a estar encerrado más de 20 años entre cuatro paredes, siempre se va a necesitar la mano de alguien y seguro que las de usted van a ser beneficiosas.

—Bueno, no demoremos el objetivo de esta entrevista. ¿Fue usted autor de la muerte de sus tres amigos....?
—Sí doctor. Quédese tranquilo. Yo los maté y lo haría otra vez. Ellos me estafaron con la venta de un caballo que nunca me pagaron y además se quedaron con una carga de cuero curtido. A Cuéllar Alucema le presté un facón con vaina de plata y nunca me lo devolvió. Luego supe que lo había vendido por chauchas. Eso sí, doctor, le confieso que mis compañeros Rivera y Pizarro también dispararon sus armas contra los Contreras y además me ayudaron a sacrificar sus cabalgaduras. Si estos “pavos” no hubieran hablado estando borrachos, jamás habrían descubierto este caso.

“Fue un alivio para mí recibir esta confesión”, dijo el doctor Balaguer Zapata al autor de esta nota, en una visita que el profesional hizo al diario donde aquel trabajaba. Efectivamente, el presidente del Tribunal estuvo en el matutino y mantuvo una amplia charla con el cronista sobre el caso, relatando el diálogo mantenido con Sagüez Gómez. Aclaró el visitante que meses después recibió una carta del detenido en la cual le solicitaba gestione Ia instalación de un quiosco o cantina dentro del penal. El pedido fue concedido.

Posteriormente recibió otro sobre conmutación de pena. En la nota le hacía constar que era merecedor de esas peticiones por lo ya conversado y porque mantenía una conducta ejemplar. 

Libertad y muerte

En el lapso que Sagüez Gómez estuvo recluido en el Penal de Chimbas gozó de varas conmutas. De los 20 años de prisión solamente cumplió 14 como interno. EI día 21 de diciembre de 1973, el ministro de Gobierno dictó el decreto 3414-G, por el cual disponía la libertad del chileno.
A raíz de esta medida, el director del penal, señor César A. Balaguer, dictó una resolución confirmándola y dispuso lo siguiente: “1° Por habérsele dado por cumplida la condena impuesta por la Tercera Cámara en lo Penal, deberá ser puesto de inmediato en libertad.

2° El penado liberado deberá fijar al dorso del presente oficio su domicilio firmando al pie como constancia.
3° Por secretaria comuníquese al Ministerio de Gobierno y Juzgado que corresponde, como asimismo al Patronato de Liberados.
4° Cumplidos los trámites precedentes, División de Segundad y Disciplina, Alcaidía, procederá a archivar el prontuario del liberado”.

Eran las 17.30 del día 21 de diciembre de 1973 cuando Sagüez Gómez ingresó a la oficina del director de la cárcel para firmar su libertad. Como él ya estaba antes enterado de esta resolución, ya había despachado todas sus pertenencias, entre ellos un camión que había adquirido estando preso.
Desde ese establecimiento se dirigió a Las Flores, con la recomendación de que tenía que abandonar la Argentina.
El liberado estuvo en el distrito norteño alrededor de ocho meses y en ese lapso vendió sus pertenencias, para luego viajar hasta la localidad de Rivadavia, Chile. Allí se dedicó a trabajar en la agricultura y vivir con su hermano. Según comentarios, enfermó del corazón y su salud se fue agravando hasta que en diciembre de 1989 dejó de existir por un infarto. Fue sepultado en el cementerio del distrito de Elqui.

GALERIA MULTIMEDIA
Casos policiales: triples crimen en la cordillera
Imagen ilustrativa de todo empezó entre amigos.
Sixto Jorge Carabajal, ex agente de policía, participó en la búsqueda y traslado de los cadáveres.
Tránsito del Carmen Carabajal, ex cabo que encontró los cuerpos.
El tribunal que juzgó en juicio oral a Julio Jorge Sagüez Gómez, compuesto por los doctores Carlos Graffigna Latino, Tristán Balaguer y Alejandro Fidel Martín.
La defensa a cargo de los doctores Ventura Manrique (izquierda) y Hugo Guillermo Bosque (derecha). En el centro el imputado Alfredo Julio Jorge Sagüez Gómez
Alfredo Julio Jorge Sagüez Gómez, alias el “Turco”
Doctor Ventura Manrique, defensor
Doctor Hugo Bosque, defensor
Doctor Graffigna Latino, integrante del tribunal, solicitó prisión perpetua para el imputado.
El médico de Rodeo, doctor Juan Kunca, procede a examinar uno de los cadáveres encontrados en Arroyo Amarillo