Un arreglo frustrado por un árbitro honesto

Mario Castro es uno de los periodistas más respetados y queridos en el mundo del deporte. A lo largo de décadas se ha transformado en un referente del relato y los comentarios de cuanto acontecimiento deportivo se realice en San Juan, en el país e incluso en países donde participe algún equipo sanjuanino. De sus cientos de anécdotas publicamos esta que pinta la trastienda de un mundo muy particular donde la pasión se mezcla con lo competitivo, la picardía y el humor.

 Hace 15 años, aproximadamente, jugaba un equipo mendocino con uno de San Luis en la provincia de Mendoza. Los árbitros designados eran sanjuaninos.

En un café de la calle Santa Fe, un dirigente de la provincia de Mendoza se reunió con uno de los que iba a ser juez de línea. Quería “arreglar que le dieran una manito al club de Mendoza”.

Después de tironear precios y demás, acordaron lo que el dirigente quería. ¿Qué era? Que generalmente les pitaran y no los dejaran llegar a los puntanos al área, es decir que les cobraran infracciones en la zona de media cancha. Eso fue lo que se arregló.

El tema es que este individuo que iba a ser juez de línea, después se iba a juntar con el otro línea y con el árbitro. Fue a hablar con el árbitro y este le contesto que “ni loco, a mí no me soborna nadie y yo voy a dirigir como marca el reglamento, no me importa qué esté arreglado”.

Llegó la hora del partido y el árbitro dirigió de una forma de impecable. Es más, hasta pasó por alto opciones de cobrar algún penal a favor de Independiente Rivadavia, que era el club de Mendoza, porque hubo jugadas dentro del área a las que el árbitro hizo caso omiso.

Lamentablemente no se pudo concretar el famoso arreglo. Lamentablemente –digo- para el juez de línea y el otro juez de línea que también estaba de acuerdo. Fue un arreglo frustrado por un árbitro honesto que, además, muchas veces fue criticado en San Juan, porque no tuvo una buena tarde. Pero en ese partido fue impecable en su arbitraje. 

Un arreglo frustrado que tuvo como escenario un café de la calle Santa Fe. 

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Un arreglo frustrado. (Ilustración Miguel Camporro)