María Elina Mayorga: “Desde lo formativo, no se ha hecho justicia con el canto”

Como directora de coros posicionó a San Juan en el contexto coral del mundo con un festival internacional que es realizado en forma bianual. Entrevista publicada en El Nuevo Diario, edición 1432 del 23 de abril de 2010

PERFIL
 -- Nombre: María Elina Mayorga
-- Estado civil. Casada con Daniel Blech
-- Hijos: 2. Martin y Alejandra.
-- ¿Qué te gusta leer?: “En realidad, me gustaría tener más tiempo para leer, pero leí de todo y bastante literatura latinoamericana. He leído muchos policiales”.
-- ¿Qué escuchás?: “Como mi trabajo es tan sonoro, cuando organizo algo lo hago en silencio, pero me gusta escuchar música antigua, clásica. Los coros desarrollaron en mí el amor por el folclore; jazz, no soy demasiado amiga del rock”
-- ¿Qué ves?: “A veces llego tan cansada que me gusta ver noticieros, para saber qué le pasa a ese mundo en el que yo ando cantando (risas). Hay canales como Film&Arts que tiene un ciclo de música sacra extraordinario. Hubo épocas en que veníamos mucho cine, ahora vemos más en casa”
-- ¿Cocinás?: “Postres. Mi especialidad es lo dulce y es lo que más me cuesta resignar por mi enfermedad. También es un equilibrio en nuestras vidas porque Daniel es un cocinero extraordinario de cosas saladas”
-- ¿Cuál es tu plato preferido?: “Pastas. Mi mamá hacía tallarines caseros muy ricos. Soy de muy buen comer”.
-- ¿Cómo te gustaría que te recuerden?: “No sé…con felicidad”

Viendo la actividad que desarrolla desde hace años, podría pensarse que María Elina Mayorga de Blech, es incansable. Es que además de estar al frente de dos coros: el de la Universidad Católica de Cuyo y el Arturo Beruti, está todo el tiempo generando diferentes proyectos. Entre ellos el San Juan Coral, un programa integral que busca insertar el canto coral en diferentes aspectos de la sociedad y que incluye una serie de conciertos —comentados, didácticos, solidarios, etc.—, talleres de perfeccionamiento y el Festival Internacional de Coros, que ya cumplió varias ediciones desde su creación en 1998.
Sin antecedentes musicales en su familia, comenzó a estudiar antes de ingresar al jardín de infantes y con firmes convicciones, sostiene que “desde siempre pensé que la dirección coral era una especialidad y un ejercicio profesional y no de aficionados”.
Apasionada por el trabajo y la vida, asegura que mantiene una lucha inclaudicable en pos de defender las cosas en las que cree.

— En tu familia no había antecedentes de músicos, ¿cómo descubriste que querías cantar?
— Desde muy chiquita me interesó la música y quería estudiar piano. Cuando comencé todavía no iba al jardín de infantes. Tengo la imagen de mi profesora haciendo dibujitos en el margen izquierdo del pentagrama porque como no sabía escribir, me dibujaba el nombre de las notas. Recuerdo un sol grabado al lado de la nota Sol. Vivía en la calle Rivadavia, a una cuadra de donde funcionaba la Agrupación Coral Sanjuanina, y ahí estaba el coro de niños que dirigía Nilda Doña, donde comencé a cantar. Posteriormente ingresé a la Escuela de Música.

— El maestro Juan Argentino Petracchini te seleccionó para cantar en el Coro Universitario y te ofreció tu primer trabajo como directora ¿cuántos años tenías?
—17 años. Don Abenamar Rodrígo, que era director de Cultura de Santa Lucía en el año 73, lo llamó a Petracchini para pedirle un director para el coro Beruti y me lo ofreció a mí. Desde abril de 1973, dirijo el Beruti.

—¿Soñabas con ser directora de coros?
—No, diría que fue una cosa que me ocurrió. Sí sentía que dentro del amplio campo de la música, me interesaba la música coral. Petracchini debe haber visto algo en mí, porque propuso mi nombre. En la Escuela de Música cursé el profesorado de Educación Musical, porque no existe la carrera de Dirección Coral. Ingresé porque me interesaba la docencia y estaba la cátedra de Dirección Coral. En ese momento también comencé a viajar a Buenos Aires para estudiar con el maestro Antonio Russo. Desde siempre pensé que la dirección coral era una especialidad y un ejercicio profesional y no de aficionados.

—¿Ejerciste la docencia?
—Si, pero no en primaria. Fui profesora fundadora del Centro Polivalente de Arte, trabajé en el Colegio Central Universitario, dirigí el coro de la Escuela de Comercio…

—Comprobaste, entonces, desde distintos ámbitos, la plenitud que da el canto al espíritu.
— A riesgo de que alguien malinterprete mis palabras, sostengo que el que nunca ha cantado no sé si tiene la verdadera dimensión de lo que se está perdiendo. Es muy liberador el canto, sale lo profundo del alma. No es lo mismo ser cantante profesional que participar de un coro, donde se da la posibilidad de una construcción colectiva. Creo que no se ha hecho justicia con la importancia del canto desde el punto de vista formativo.

Hay varias razones para que el canto sea incluido en la currícula escolar, como en general muchas disciplinas artísticas
—No es poco lo que da al espíritu, que de por sí sería una razón suficiente, sino que además estimula la memoria, el pensamiento creativo, el pensamiento abstracto, te pone en contacto con otras culturas, es inclusivo, desarrolla la responsabilidad y la solidaridad. Brinda una serie de factores de índole formativa, espiritual y práctica para la vida cotidiana, puesta además al servicio de algo inasible, etéreo, como es el arte.

—¿Esta convicción de la importancia del canto es lo que te llevó a organizar los talleres de perfeccionamiento para docentes de música?
—Cuando dejé de estudiar con el maestro Russo, al tiempo fui seleccionada para un curso de Dirección Coral con Carlos López Puccio en el Camping Musical Bariloche. Para mí fue una experiencia reveladora. Eso hizo bisagra en una nueva etapa de mi vida. Me estimuló a retomar mis estudios y comencé a viajar de nuevo para tomar clases con Néstor Andrenacci. Cuando dejó de dictar talleres, hablé con Andrenacci y le pregunté si pensaba seguir y me respondió que no. Entonces le conté que me interesaba realizar algo similar en San Juan, con el maestro Russo. Es que, si Russo venía a San Juan, nosotros enriquecíamos nuestros coros al ponerlos en manos de un maestro así. Y además, si venían los maestros, se beneficiaban otros directores. Así empezamos con el Taller de Estudio Coral, para el primer Festival Internacional de Coros en 1998; pero los docentes de Música estaban interesados.

—Y se amplió para docentes y para todo el país…
—Sí. Porque el taller era para coros mixtos, pero debimos desdoblarlo en dos módulos: el A para coro de niños y el B, para coros mixtos. Pero además, Matías Saccone, director del coro de la Universidad Católica de Córdoba, me dijo: “María Elina, esto que hacés no existe en Argentina. Me gustaría venir y que mi coro tuviera esta posibilidad”. Así viajaron el Coral del Siglo XXI, de Buenos Aires, el Coro del Conservatorio de Río Cuarto, de Córdoba; el Coro del Conservatorio Provincial de Río Gallegos, Santa Cruz, y otras formaciones internacionales. El taller adquirió una proyección que no pensábamos y obtuvo reconocimiento a nivel nacional e internacional. Consecuencia de esto fue el Festival Provincial de Coros, con los coros escolares y con el requisito que sus repertorios hicieran hincapié en el canto coral. La respuesta fue masiva.

—Los docentes demostraron gran interés por perfeccionarse
— Sí, y fue muy impresionante porque además viajó gente de los departamentos. Muchos docentes, padres y alumnos vieron por primera vez el Auditorio Juan Victoria.

— Este festival generó cierta competencia dentro del Ministerio de Educación…
—En realidad, el Ministerio siempre realizó un festival de coros, pero comenzó a hacerlo en el Auditorio y en fechas muy cercanas al “Descubrir cantando”, que organizábamos. Y la verdad es que hacer lo mismo, para las mismas personas y en la misma fecha, no era lo mejor. Nosotros lo vinculábamos con los talleres y con la presencia del maestro Russo, con más de 40 años de experiencia docente y con el antecedente de haber formado a los más importantes directores de la Argentina; era un lujo. Entonces, cuando se superpuso dos años, pensamos que era una etapa cumplida. Este proyecto formaba parte del San Juan Coral, organizado desde la Secretaría de Extensión de la Universidad Católica de Cuyo (UCCuyo), que entiende la actividad coral más allá del canto.

—El San Juan Coral es un proyecto integral alrededor del canto coral
—Si, porque además armamos los Conciertos Comentados, los Conciertos Solidarios, los Conciertos Didácticos, el taller de estudios, el Festival Descubrir Cantando, hicimos Domingos con la cultura, en Casa España; y el Festival Internacional de Coros. Es la fortuna de encontrar una respuesta en la UCCuyo, porque de otra manera, sin apoyo institucional, no se hubiera podido armar este proyecto.

—¿Alguna vez pensaste que sería imposible generar desde San Juan el Festival Internacional de Coros que nació en 1998?
—Nunca. En realidad, pensé que por qué no teníamos en San Juan un festival tan lindo como en el que a mí me hubiera gustado participar. Uno asiste a encuentros que son una especie de desfile, cada coro canta y se va. Pensaba en la hermosa sala del Auditorio Juan Victoria, en que si se hacía un proyecto grande era más probable que la gente se interesara para venir… El festival era como el escalón siguiente. Todo fue hecho paso a paso. Hablaba hace unos días con Lucía Vallesi.
(N de la R: la nueva directora del Coro Universitario de la UNSJ, que residía en Italia) y me decía que en Europa, lo que más se conoce de Argentina en el ámbito coral, es este festival, que se organiza con el apoyo de la UCC y el gobierno de San Juan. Es un gran trabajo en equipo.

—Para este proyecto contás con el apoyo incondicional de la UCCuyo, que no tiene una facultad de Artes justamente
—No nos olvidemos que una de las patas que sostienen a las universidades es la Extensión; la proyección de la universidad en el medio. Y no es sólo académica. Las áreas de Extensión de las grandes universidades están constituidas por aspectos del conocimiento, de actividades artísticas o deportivas que no siempre son consecuencia directa de su área académica. Esto tiene valores formativos, morales, educativos, artísticos y espirituales. Nuestra labor es de semilla y de siembra.

—En un momento que desarrollabas tanta actividad, descubriste que eras diabética y tuviste que parar. ¿Sentiste que tu cuerpo dijo: “Basta”?
—No fue por tanta actividad, fue por disgustos profesionales muy grandes. Estoy convencida, 5 años después, que todos llevamos la marca en el orillo, o sea que en algún momento vamos a ser cardíacos o diabéticos… Lo que siento es que si no hubiera tenido esos disgustos tan dolorosos y tan estresantes, la diabetes no se hubiera manifestado a los 50 años y por ahí hubiera sido a los 60. Esa es una suposición.

Pero eso también tiene que ver con la pasión con la que cada uno vive… Cuando alguien habla con vos, se contagia de tu energía…
—Sí, por supuesto. Así como este modo de trabajar la dirección coral es en el creo fervientemente que se debe trabajar, también creo que así es como se debe vivir: con ese amor y esa lucha inclaudicable por las cosas en las que creo. Hoy miro para atrás y digo: “Hubiera sido diabética de todas maneras”, pero eso entra en el plano de las suposiciones.

—Cuando mirás hacia atrás, ¿qué situaciones te enorgullecen de este sendero que dejaste?
—Todo. Me encanta. Tengo coreutas que no olvidan, nunca jamás, la belleza que significa cantar en un coro. Aún cuando en la exigencia del cumplimiento, se hayan generado roces. Tengo 35 años de experiencia en la dirección coral y a pesar de aquel roce que se generó, me siguen queriendo. Quedó en ellos lo trascendente: el amor por la superación.

 

   

GALERIA MULTIMEDIA
María Elina Mayorga, directora de coros
María Elina dirige el Coro de Cámara Arturo Beruti desde 1973
Con el Coro de la Universidad Católica de Cuyo, en el antiguo templo de Tepotzotián. Mexico, 1999.
El coro de la UCCuyo en la Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano en 1997
María Elina Mayorga, directora de coros