El ingeniero Juan Victoria

La sociedad posee una sólida memoria para olvidar a los hombres que la engrandecen. No obstante, la pasada semana, San Juan (aunque tarde), hizo justicia a un hijo dilecto: El ingeniero Juan Victoria, creador del Auditorio del Parque de Mayo, fue reconocido ¡al finí por las autoridades provinciales y, desde ahora, el complejo cultural del Parque de Mayo se llamará “Auditorio Ingeniero Juan Victoria”.

Justiciero reconocimiento a quien sólo, y a pesar de muchos, creó la idea, hizo los trámites y controló la ejecución de esta obra que coloca a San Juan a la cabeza de la actividad cultural (especialmente en el área de la música) en la República Argentina y se hermana con otras jerarquías de América.

Victoria fue un obcecado de la cultura y el perfeccionamiento. En la década del sesenta, cuando concibió y realizó este milagro de amor fue criticado en todos los medios sociales. Aducían que era un gasto inútil, como si fuera inutilidad el cultivo del espíritu y el goce ético y estético. Los predicadores del atraso pregonaban que esa inversión era un despilfarro. ¡Todavía añoran la cabeza de vaca y la raíz del ombú!, que es el lógico asiento concebible para sus burgueses trastes. No obstante ahora gozan de la comodidad de las butacas, el milagro de la acústica, el plano inclinado y el deleite de una música que llega al oyente con toda su pureza y encanto. ¡Como siempre, los detractores, son los beneficiarios de las locuras del genio!

El auditorio es (apenas) una de las ocurrencias de este hombre integrado y desbordante. No hay que olvidar que esa obra forma parte de un complejo cultural que incluye teatros, museos, pinacotecas, salas de grabación; audiovisuales; salas de conferencias y todo adelanto que influya en las modernas técnicas del conocimiento.

Los baldíos del entorno del auditorio contemplan la realización de todas esas obras. Es de esperar que los gobernantes actuales y los por venir, levánten, en esos terrenos las obras para los que fueron resguardados por la acción de este hombre visionario ¡San Juan tuvo en Victoria su Leonardo y su Bruno; agradecemos que se haya salvado de la hoguera... sabemos que se salvará del olvido!

Victoria (además) entre sus locuras fue el inspirador del Frigorífico Saisa (que la burocracia mató), fue el creador de la fábrica de cerámica Saisa (que la burocracia mató). De seguir la idea de Victoria hoy San Juan estaría explotando sus inmensas riquezas minerales aplicadas a la cerámica: sus arcillas, sus caolines, sus tierras ocres, y óxidos que yacen esperando que, hombres como el Ingeniero Victoria, sean capaces de construir una nueva Argentina.

EL HOMBRE

Juan Victoria era un hombre de mediana estatura; enjuto de carnes (apenas la cubierta del espíritu), la tez blanca y surcada de arrugas en la frente. Andaba siempre como pensando y abstraído en algún problema ¡Por supuesto que eran los problemas de los demás! Hablaba y actuaba siempre en función social. Aparentaba ser hosco y de carácter avinagrado, característica, por otra parte, que denota gran fortaleza de espíritu y tenáz empeño en los propósitos.

Como todo ser grande, carecía de defensas para escudarse de la maledicencia y la envidia; de ahí su carácter huraño que le proporcionaba un quitinoso escudo que los resguardaba de la adversa intemperie con que la envidia acecha a los grandes. ¡Como sí un ángel de la guarda, celoso y fornido, protegiera su intimidad!

Quienes le conocieron de cerca saben que era tierno hasta las lágrimas; exquisito en su conversación y de ingenio penetrante y elevado. La música fue su gran pasión y en ella volcó su alma. Le quedaba chico el traje de la sociedad que lo rodeaba, de ahí que cuando tenía que dialogar con los grandes espíritus usara el lenguaje universal de la música, que cultivó como aficionado y a la que se entregó con todo. ¡Como suelen entregarse los elegidos del cosmo, con la apasionante integridad del que cumple una misión ineludible!

EL ANGEL

San Juan lo entenderá algún día. Cuando la sociedad rinda culto a la grandeza y al espíritu. Cuando los hombres sepan distinguir entre el elevado trajinar de un ser seráfico y las disciplinas torpes de un castro. Ese día siempre llega; por lo general cuando los hombres que iluminaron ya se apagaron. Hay destinos de antorcha como hay destinos de incendio. El primero ilumina, el segundo asola. Victoria era un luminoso ángel inadvertido. Como Gabriel vendrá, él vino a la tierra a hacer sonar la trompeta de la resurrección. El, Victoria, en su lenguaje críptico ya nos dio el mensaje, pero, no hay nada más sordo que el oído de un muerto. Los pueblos pagan caro cuando desoyen la voz de sus rectores. Ya Victoria se encuentra lejos de obstáculos y de impedimentos; él ya es tiempo inmutable, sus contemporáneos marchan hacia el tiempo que él dejó. Cuando coincidan la profesía, el lugar y el tiempo, Victoria estará nuevamente entre nosotros. Estará a través de sus obras. ¡Y obras, son amores, si no me equivoco!

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Ingeniero Juan Victoria