Testimonio histórico y patrimonio arquitectónico y cultural de San Juan

El origen de los ferrocarriles en nuestro país se relaciona con el objetivo de unir a la ciudad de Buenos Aires con la zona rural donde prosperaría más tarde la agricultura y sienta las bases para el desarrollo del modelo agroexportador. Desde la inauguración de las primeras líneas, en 1857, la red ferroviaria creó nuevos asentamientos urbanos y consolidó los existentes; los rieles atravesaron la Pampa húmeda y centralizaron el flujo desde y hacia el eje Rosario-Buenos Aires. La Europa industrial irradiaba hacia nuestro continente todo su conocimiento y tecnología en el tema. A tal punto esto fue así que desde los proyectos y estructuras hasta los materiales, reglamentos y personal del ferrocarril en nuestro país tenían su origen en Inglaterra.

Hacia San Juan
Corría el año 1870 cuando funcionarios nacionales de la época señalaron la necesidad de acercar las provincias de San Juan y Mendoza a los mercados del litoral en el menor tiempo posible y de la manera más eficaz, mediante la construcción de un ferrocarril que comunicara aquellas provincias con el Ferrocarril Central Argentino, que precisamente entonces terminaba el tendido del tramo qua unía las ciudades de Rosario y Córdoba. Así, el estudio del trazado para un nuevo tramo destinado a unir ahora Córdoba, Villa María y Rio Cuarto fue encomendado al ingeniero Moneta y Asociados. Su construcción fue concluída en 1875 y se inauguró con gran pompa en octubre de ese año, a su llegada a la ciudad de Río Cuarto.

El siguiente tramo fue el que unió Río Cuarto con Villa Mercedes (San Luis). Cuando se autorizó, en septiembre de 1879, la construcción del tramo que llegaría desde Villa Mercedes hasta Mendoza, el senador por San Juan, Agustín Gómez, pugno para que no dejara de tenderse la línea que alcanzara la ciudad capital de su provincia lo antes posible.

En 1883 los rieles de “El Andino” alcanzaron La Paz; en octubre del año siguiente entraron en Maipú yen 1885 a las ciudades de Mendoza y San Juan que de esta manera quedaban conectadas con el litoral y centro del país y con el lejano Tucumán. Así, el verdadero milagro del Ferrocarril Andino, que era consolidar la unidad nacional, se había concretado y las provincias cuyanas se habían ‘desprendido’ de Chile buscando los mercados del litoral, quedando así definitivamente integrados a todo el territorio nacional.

El 12 de abril de 1885, el presidente de la Nación, General Julio A. Roca, llegó a San Juan dejando inaugurado oficialmente el ramal procedente de Mendoza, provincia en la que había presidido un acto similar tres días antes.

El 6 de mayo de ese mismo año se libró al uso público el servicio ferroviario, en tanto las estaciones intermedias funcionaron desde el mes de junio.

“La casona” de la estación
La estación terminal de San Juan era todo un monumento arquitectónico para la época. Ubicado en avenida España y calle Mitre, frente a la llamada Plazoleta de la Pirámide (hoy Plazoleta del Ferrocarril), el edificio de la estación se terminó de construir en 1887, dos años después de la habilitación de la línea ferroviaria.

Con planta baja y primer piso, “La casona del ferrocarril” o “Los altos del ferrocarril’, como se llamaba al edificio de la estación, fue enorme para la época y lució como una de las edificaciones más altas del San Juan de entonces.

Construida con muros de ladrillones, con carpintería de algarrobo y estructura sismo-resistente lograda mediante una jaula de rieles soldados entre sí, la edificación ocupó un total de 934,30 metros cuadrados.

En la planta baja se ubicaban las oficinas; en la planta alta, a la izquierda, se encontraba una sección de la parte económico-financiera de la empresa mientras que a la derecha estaba el departamento que habitaba el Jefe de la Estación. EI edificio, de influencia renacentista por su composición de los elementos: frontis, pilastras, zócalos, comisas y balaustrada, funcionalmente respondió a la tipología de las terminales de cabecera, las cuales a partir de un hall central de distribución y recepción se comunica directamente con el andén de espera.

EI terremoto de 1894 no la afectó, pero el sismo de 1944 dañó los revoques y algunas paredes del piso alto, razón por la cual, para mayor seguridad, fue desmantelada la primera planta.

Con una sola planta y adornada por una farola que, igual a las que visten la Plaza de Mayo en Buenos Aires, reemplazó a la estatua del doctor Salvador María del Carril que, había sido ubicada allí en 1899, ‘La casona del ferrocarril’ es hoy uno de los pocos testimonios arquitectónicos a través de los cuales los sanjuaninos pueden acercarse al siglo pasado.

Este artículo fue elaborado sobre la base de un trabajo de investigación desarrollado en la Cátedra de Historia de la Arquitectura III, durante el curso 1991, en el ámbito del Gabinete de Historia de la Arquitectura (GUIAR) de la Facultad de Arquitectura dela UNSJ. EI equipo de trabajo estuvo integrado por los alumnos Gustavo Aguirre, Horacio Azeglio y Ariel Ocaña; el Jefe de Trabajos Prácticos arquitecto Jorge Martín y el titular de la cátedra, arquitecto Domingo Miranda.



PATRIMONIO CULTURAL
LO QUE DICEN LOS DOCUMENTOS INTERNACIONALES
“Considerando que los monumentos arquitectónicos del pasado no sólo valen para el estudio de la arquitectura, sino sirven como documentos esenciales para aclarar e ilustrar en todas sus partes la historia de varios tiempos y pueblos, es preciso respetarlos con escrúpulo, tal como documentos en los que cualquier modificación, aunque leve, que pueda parecer obra original, hace caer en el engaño y conduce a deducciones equivocadas” (III Congreso de Ingenieros y Arquitectos, Roma 1883)

“La conferencia ha estudiado la exposición de las legislaciones que han tenido como objetivo, en las diferentes naciones, la protección de los monumentos de interés histórico, artístico o científico. Unanimemente se ha aprobado la tendencia general que en esta materia consagra un derecho de la colectividad frente al interés privado” (Carta de Atenas, 1933)

“Portadores de un mensaje espiritual del pasado, las obras monumentales de cada pueblo son actualmente el testimonio vivo de sus tradiciones seculares. La humanidad que cada día toma conciencia de la unidad de los valores humanos, los considera como un patrimonio común, y pensado en las generaciones futuras, se reconoce solidariamente responsable de su conservación. Ella aspira a transmitirlas con toda la riqueza de su autenticidad”. (Carta de Venecia, 1964)

“Los monumentos en función del Turismo ha venido siendo objeto de especial atención por parte de la Secretaria General de la UNESCO, se ha llevado a cabo un exhaustivo estudio con la colaboración de un organismo no gubernamental de gran prestigio, la Unión Internacional de Organizaciones Oficiales de Turismo. Dicho estudio confirma los criterios expuestos y después de analizar las razones culturales, educativas y sociales que justifican el uso de la riqueza monumental en función del turismo insiste en los beneficios económicos que se derivan de esa política para las áreas territoriales correspondientes. Dos extremos de particular interés merecen ser destacados: a) La afluencia turística que determina la apropiada revaluación de un monumento, asegura la rápida recuperación del capital invertido a esos fines; b) la actividad turística que se origina como consecuencia de la adecuada presentación de un documento y que de abandonarse determinaría su intención, conlleva una profunda transformación económica de la región en la que el mismo se halla enclavado”. (Normas de Quito, 1967)

“Los proyectos de preservación monumental deben formar parte de un programa integral de puesta en valor, definiéndose no solamente su función monumental, sino también su destino y mantenimiento, debiéndose observar prioritariamente el mejoramiento socio-económico de sus habitantes”. (Resolución de Santa Domingo, 1974)

“EI patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan sentido a la vida. Es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo: la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la cultura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas.

Todo pueblo tiene el derecho y el deber de defender y preservar el patrimonio cultural, ya que las sociedades se reconocen a sí mismas a través de los valores en que encuentran fuente de inspiración creadora.” (Declaración do México, 1975)

“Precisamente dentro de la búsqueda de posibles desarrollos nuestros, el saber quiénes somos se constituye en un paso prioritario. Por tal razón, los monumentos son la prueba objetiva de nuestra individualidad, convirtiéndose en la clave esencial para poder distinguirla de cualquier otra. “Una sociedad se individualiza y distingue de las demás, por lo que ha hecho, desde su nacimiento hasta el presente. Esos hechos son su cultura y la interpretación de ellos es su historia”, nos ha ilustrado el profesor Carlos Chanfón.

EI mismo profesor nos recordaba como en La Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales convocada por La UNESCO en 1982 se formuló por unanimidad una declaratoria de la cual se destaca la siguiente parte:

“La afirmación de la identidad cultural  contribuye a la liberación de los pueblos. Por el contrario, cualquier forma de dominación, niega y deteriora dicha identidad”.

“La identidad cultural es una riqueza que dinamiza las posibilidades de realización de la especie humana, al movilizar a cada pueblo y a cada grupo a nutrirse de su pasado y a acoger los aportes externos compatibles con su idiosincrasia y a continuar así el proceso de su propia creación”. (Documento de Cartagena de Indias, 1988)


HACIA UNA IDENTIDAD CULTURAL CONSCIENTE
El género humano, desde sus orígenes y a través de los tiempos, en su relación dialéctica con el medio donde realizó sus vivencias, forjó su cultura. Así, cada región, cada pueblo, tiene sus caracteres culturales propios: su “personalidad”; su identidad, que se expresa con rasgos distintivos únicos e irrepetibles, en toda su producción cultural, tanto en lo más elemental y rudimentario, como en lo más complejo y sofisticado; ya sea con fines exclusivamente prácticos o esencialmente artísticos; con intención meramente materialista o trascendentalmente espiritual; pertenezca al universo de lo intangible o al de lo tangible. Este es su acervo cultural. Estos son los testimonios que documentan su historia; que constituyen su memoria; que mantienen vigentes sus valores culturales. Este es su patrimonio cultural, cuya integridad es imprescindible y legítima defender y proteger, para que como país pueda ostentar una unidad histórica y cultural, tan cara y prioritaria al sentimiento de Patria, como la integridad de su unidad territorial y política.

Históricamente, los pueblos progresaron y se desarrollaron en armonía con sus propios valores humanos, en la medida que fueron animados por el espíritu de una identidad cultural consciente. El hombre es el creador y el protagonista de la arquitectura; porque la construye como respuesta a sus necesidades individuales y colectivas de un determinado espacio vivencial; necesidades que van desde lo estrictamente utilitario y práctico hasta lo absolutamente psíquico e imponderable, estimuladas y condicionadas por el  ese momento.

Es decir, que una determinada arquitectura es la expresión de una determinada cultura en un determinado lugar y en un determinado momento de su historia por lo tanto, sus valores culturales, en este caso traducidos en términos arquitectónicos, constituyen su patrimonio arquitectónico y, obviamente como producto de esa cultura, su patrimonio cultural.

La Estación del Ferrocarril Nacional General San Martín es en nuestra provincia uno de los muy escasos testimonios sobrevivientes de la arquitectura de nuestro pasado y, consecuentemente, testimonio además de nuestra historia y de nuestra cultura.

A pesar de que este edificio es sólo una parte del original, todavía se advierte en él una gran calidad arquitectónica y tecnológica-constructiva, además de constituir un excelente ejemplo de la tipología arquitectónica de las estaciones del ferrocarril el cual, durante su desarrollo y auge, marcó una época relevante en su progreso de nuestro país y nuestra provincia.

Estos valores arquitectónicos e históricos, necesariamente deben ser rescatados ya que esta, nuestra tierra, por su violento carácter sísmico, destruye nuestros edificios…  destruye nuestra memoria.

Sin duda, este edificio pertenece al Patrimonio Arquitectónico y Cultural de nosotros los sanjuaninos y posee suficientes méritos para ser declarado Bien de Interés Cultural.

Arquitecto Domingo F. Miranda.


Nota publicada en “El Nuevo Diario” el 21 de octubre de 1994, edición 679. Elaborada por la Universidad Nacional de San juan. Secretaría de Extensión Universitaria. CREACOM

GALERIA MULTIMEDIA
El pasado y el presente de un edificio que constituye un valioso testimonio del pasado arquitectónico de San Juan y del país.
1930 - Estación del Ferrocarril / Esta postal fue coloreada y muestra a la Estación del Ferrocarril a principios del Siglo XX. Como se puede observar, no hay vehículos motorizados ni cables que indiquen la existencia de electricidad. En primer plano, se observa el monumento a Salvador María del Carril. (Foto publicada en el libro "El San Juan que Ud. no conoció", de Juan Carlos Bataller; proporcionada por la familia Graffigna Freites)