Nacimiento de la provincia de San Juan

La noble desobediencia al Directorio del general José de San Martín, desoyendo la orden de vincular sus tropas a las guerras intestinas de las Provincial Unidas y la su­blevación de Arequito con la batalla de Cepeda, su con­secuencia inmediata, en la que resultó vencedor el Ejérci­to sublevado del Norte contra el director José Rondeau, facilitaron la anarquía de 1820, época dolorosa de nues­tra historia donde los acontecimientos, minaron la Confe­deración, creando un estado federativo turbulento y desorbitado que, a precio de mucha sangre, salió, lentamen­te, los cimientos de la República. Recién con Caseros y Pavón se concretó la organización nacional.

Esta época ensombrecedora sorprendió a San Juan gobernado por un ciudadano probo, el doctor José Igna­cio de la Roza, teniente gobernador del general San Martín y por tanto, dependiente de Mendoza, capital de cuyo".

El huracán federalista (1820) llegó cuando el pue­blo sanjuanino ataba extenuado por contribuciones ex­traordinarias destinadas al mantenimiento del Directorio y de la hazaña sanmartiniana, colaboraciones inexplica­bles cuando la epopeya andina ya se había colmado de gloría y Chile y el Perú prácticamente, estaban libertadas.

San Juan cifraba su federalismo en la posibilidad de organizarse como provincia autónoma separándose de Mendoza. La idea do era nueva, Laprida (1813) y de La Roza (1814) la habían pergeñado padeciendo el fra­caso porque los tiempos históricos no habían madurado aún, a pesar de las primeras corrientes políticas que opuestamente, originaron las tendencias de Saavedra y Moreno en los días alboreales de la Patria.

La batalla de Cepeda (1820) encuentra a San Juan, a la distancia, con el gobierno del doctor José Ignacio de la Roza cuya honorabilidad y capacitación la historia no ha puesto en tela de juicio. Sin embargo el desgaste propio de un largo periodo gubernativo (1815 - 1820) y las exigencias impuestas por su superior general San Martín, habían instalado en la sociedad sanjuanina un esta­do de acendrada pobreza, restando buenas voluntades y encrespando los ánimos de gran parte de los hombres de pro y del pueblo desesperanzado.

San Martín al partir a Chile para rematar su hazañosa campaña, dejó en San Juan el Cuerpo Nº 1 de Ca­zadores de Los Andes para asegurar la tranquilidad res­pecto de cualquier ataque ultromantano. Empero, las exac­ciones seguían en presencia de una campaña militar triunfante, como ya lo hemos dicho; la iglesia, pelucones, beatos, militares y el pueblo en gran medida hicieron escuchar su protesta sin ánimo revolucionario. Pero estas circunstancias fueron aprovechadas, en plenitid, por el capitán de tropa Mariano Mendizábal quien sublevó el Cuerpo de Cazadores de Los Andes, apresando a los oficiales leales: Severo García Grande de Sequeira, Salvadores, Benavente, Bozo, Zorrilla y otros de inferior graduación.

Mendizábal se sublevó el 9 de enero de 1820, juntamen­te con el capitán Francisco Solano del Corro y el tenien­te Pablo Morillo, poniéndose, de inmediato, “las precillas blancas” correspondientes a grados superiores. Tomaron el cuartel de San Clemente y redujeron las milicias lugareñas. El insurrecto, hombre joven y apuesto de origen porteño, que era cuñado del teniendo gobernador José Ignacio de la Roza, aprisionó, igualmente, a los funcionarios más encumbrados, irrumpiendo luego, en la Plaza de Armas, en la madrugada del 9 de enero de 1820 en medio de un tumulto infernal. Los vecinos concurrieron alarmados a la Plaza, sin ánimo de lucha y con esperanzas de lograr circunstancias favorables que dispersan tantos malestares socio-económicos.

Mariano Mendizábal, que había adquirido arraigo social y económico mediante el matrimonio con doña Jana de la Roza, hermana del teniente gobernador, obró con energía, rapidez y astucia, legalizando el acontecer revolucionario y obteniendo el nombramiento de Teniente Gobernador, sin vacilar en condenar a su cuñado de la Roza a la pena de muerte que posteriormente conmutó por destierro a La Rioja; este triste episodio se ha dado en llamar, revolución entre parientes. De le, Roza conven­cido que iba a ser ejecutado redacta su testamento, fiel reflejo de su grandeza moral; "Estando condenado a mo­rir por los jefes que hicieron la revolución del día 9 del presente mes —sin canes alguna— y sólo por los efectos de las pasiones irritadas de la revolución, sepan lodos los que el presente vieren, que esta es mi última y única vo­luntad. . .” Encomienda a continuación a su mujer, doña Transito de Oro y a su hijo de un mes, Rosauro, a sus amigos Francisco Narciso de Laprida y Rudecindo Rojo, y recomienda con generosidad a la esposa “inspire a mi hijo los sentimientos más ardientes para su patria y que jamás le inspire venganza contra otros enemigos que los de mi pais”. (Museo Histórico Colonial Marqués Rafael de Sobremonte, testamento ológrafo de José Ignacio de la Roza, en cuadro, Córdoba). (Ver Horacio Vidala, Historia de San Juan, t. III p. 539). Aman Rawson y Rude­cindo Rojo salvaron a de la Roza, de la muerte, "en ca­rácter de personeros de San Martín".

Mendizábal convocó al Cabildo y pueblo que lo eligió teniente gobernador, canónicamente por unanimidad con la opinión de cabildantes y autoridades mayores; el mismo doctor don Francisco Narciso de Laprida expresó la conveniencia de elegirlo por ser "dueño de la situación y que cualquier gobierno civil sería títere manejado por la autoridad militar". El teniente gobernador electo, pres­tó juramento ante el Alcalde de Primer Voto y alegando múltiples tareas delegó el poder civil en mano del muy Ilustre Ayuntamento, reservándose el mando militar que compartía., de hecho, con el capitán salteño Francisco del Corro.

Los acontecimientos producidos fueron tan importantes que en la noche del día siguiente se conocieron en Mendoza donde el gobernador don Toribio de Luzuriaga, reemplazante transitorio, del gobernador San Martín en Mendoza, consideró lo sucedido como un acto de rebeldía que se debía castigar ante la posibilidad de propagare a Mendoza y San Luis.

Tomó urgentes medidas: 1º) Envió a Chile el regimiento Nº 2 del Cuerpo de Cazadora de los Andes acan­tonado en Lujan de Cuyo, al mando de Mariano Necochea, oficial muy respetado, para evitar posibles conta­minaciones y asegurar fuerzas adictas que San Martín ne­cesitaba en la campaña trasandina. 2º) Despachó a San Juan al Coronel Rudecindo Alvarado con dos compañías y dos piezas de artillería de cazadores para obtener el desistimiento de los levantiscos Mendizábal y del Corro (11-1-1809). El envío de tropas a Chile fue exitoso pero la misión Alvarado no consiguió su objetivo, regresando a Mendoza tras algunas escaramuzas en las puertas de la Ciudad de San Juan, y la intervención de Salvador Haría del Carril y Pedro José Zavalla, actuantes en nombre «el Cabildo y del vecindario, quienes expresaron a Alvarado -dice Damián Hudson en "Recuerdos Históricos sobre la Provincia de Cuyo"; que de insistir en su Intento se pro­ducirían desgracias y horrores en San Juan . . . derrama­miento de sangre hermana y eminente riesgo para la vi­da del depuesto teniente gobernador de la Roza como asimismo para loa otros oficiales leales que respondían a Sequeira, todos prisioneros de Mendizábal, con graves condenas, pendiente! de ejecución. En este estado Alvarado resolvió regresar a Mendoza creando un tácito reco­nocimiento del levantamiento subversivo producido el 9 de enero de 1820.

Regresado Alvarado cuyas excusas tuvo que aceptar Luzuriaga a su despecho, Mendizábal que había dicho al pueblo sanjuanino: "La autonomía ha sido ya reconocida por la Intendencia de Cuyo sin necesidad del estrépito de la guerra . . . sin dejar de ser amigos de los hermanos mendocinos", convocó a una Asamblea del Pueblo (29-11-1822) que se realizó al día siguiente, 1 de marzo de 1880. En dicha Asamblea nace la autonomía provincial de San Juan ya que se interrogó al pueblo del siguiente modo: "si quería unirse a las demás provincias federadas o se­guir dependiendo o Interprendiendo de Mendoza se expresó: que San Juan quedaba del modo más solem­ne a las demás provincial federadas, que se obligaba a obedecer y sostener lodos los pactos y establecimientos que sancionase la autoridad legislativa que constituyen las provincias federadas, que reasumida su soberanía se de­clara el pueblo independiente de la que hasta aquí había sido capital de la provincia (Mendoza), y que el actual señor, Teniente Gobernador lo eleva el pueblo a clase de Gobernador con todas las prerrogativas, y facultades anexas a esta clase". Ver ob. cit. de Horacio Videla, p. 553.

El documento parcialmente transcripto debe conside­rarse como la partida de nacimiento de la autonomía sanjuanina, acontecimiento que fue festejado por orden de Mendizábal del siguiente modo: "con repiques generales, tres noches de iluminación y cuantas demostraciones sean posibles".

Mariano Mendizábal, "el forastero", de efímero go­bierno recibió los honores de gestor del nacimiento de la provincia de San Juan consagrando su autonomía.

Lamentablemente su obtención no pudo evitar injus­tos derramamientos de sangre vinculados al temperamen­to violento de alguno de sus protagonistas quienes despa­charon a La Rioja desterrados, a Sequeira y demás ofi­ciales del Cuerpo Nº 1 de Cazadores de los Andes.

En efecto, en el camino del destierro fueron traicio­nados por el baqueano que los abandonó a su propia suer­te, actitud inicua, tal vez, inspirada por del Corro.

Los desterrados se desorientaron, intentando refugiarse en las estancias Las Tumanas (algunos historiadores di­cen en Aguango) (Valle Fértil), con tan mala suerte -cuenta César H. Guerrero- que se encontraron con el sanguinario alférez español Catalino Biendicho ex-prisio­nero de Maipú, simpatizante de del Corro, quien los ul­timó, despiadadamente, a filo de sable.

Biendicho llevado a Córdoba para ser juzgado fue requerido por San Juan donde siendo sometido a juicio sumario fue pasado por las armas en la Plaza Mayor; tan enérgica actitud se consideró como una nueva treta de Del Corro, para impedir que se supiera la verdad del asesina­to de Sequeiro y sus infortunados compañeros.
Mendizábal retuvo el poder poco más de dos meses ya que fue depuesto por Francisco Solano del Corro que compartía el poder militar, desterrándolo de la provincia. Posteriormente fue designado gobernador, don José Igna­cio Fernández Maradona.
La historia ha recogido a Mariano Mendizábal como el primer gobernador, artífice de la autonomía provincial, conseguida con habilidad, inteligencia y decisión Su in­conveniente principal fue la circunstancia de ser extraño en una sociedad tan cerrada como era en la época la sanjuanina. Se le acusó de advenedizo y falto de escrú­pulos por un pueblo que ante la Importancia política y social de los acontecimientos, quería que los laureles fueran ganados por un sanjuanino de nacimiento y de estirpe. Mendizábal desterrado llegó al Perú con el propósito de servir en el Ejército de los Andes pero juzgado preci­pitadamente por su alzamiento, fue condenado y fusila­do, bajo la mirada del noble doctor José Ignacio de la Roza residente en territorio peruano, que vanamente solicitó clemencia a las autoridades que lo juzgaron (30-1-1822).

El Ilustre de la Roza se radicó definitivamente en el Perú, muriendo pobre y solitario con el recuerdo de su esposa doña Tránsito de Oro y de su hijo Rosauro a quien viera en los primeros meses de su existencia; su vida ter­minó en tinieblas, desconociéndose hasta ahora el lugar preciso de su tumba.

Finalmente expresamos que el 1 de marzo de 1820 debe considerarse como la fecha del nacimiento de la pro­vincia de San Juan mediante la obtención de su respec­tiva autonomía.


Fuente: Fernando F. Mó. (1988). Cosas de San Juan (para descansar e informarse). (Tomo III). San Juan: Argentina

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Doctor José Ignacio de la Roza
Mariano Mendizábal llegó a San Juan con el Batallón de Cazadores de los Andes.