Mario Pérez: Un artista internacional con rostro bien de acá

¿De dónde viene tu familia?

-Bueno, sé que mi abuela paterna era de Andalucía y mi madre nació en Astica. Esas serían las raíces.

-¿Dónde pasaste tus primeros años?
-Mis primeros años los pasé acá en Rawson, en un lugar que se llamaba 4 de junio. Después nos dieron una casita, eran las casas que entregaban después del terremoto, esas famosas casillas. Y después, cuando yo tenía 6 años, nos dieron una casa en el Capitán Lazo, a cinco cuadras de donde estaba aquella casilla. Ahí trascurrió mi infancia.

-¿Eran muchos hermanos?
-Siete hermanos, de ellos cinco fueron mujeres. Yo soy el segundo.

-¿Y a qué se dedicaba tu padre?
-Mi padre toda la vida trabajó y mi madre era quien organizaba y ordenaba estratégicamente el dinero, el estudio, todo. Era la capitana de la tormenta. Mi padre era pintor de casas, el famoso brocha gorda como se le decía en aquellos años. Trabajó en el gobierno, en el Obrador Central, un trabajo que yo también compartí. Estuve varios años ahí y con ese trabajo y con el buen desempeño de mi madre crecimos todos, estudiamos todos, con sus necesidades reales.

-No debe haber sido fácil…
-A veces eran tiempos malos, otras tiempos buenos pero con una niñez feliz.

-¿Tuviste una niñez feliz?
-Yo tuve algunos dramitas por mi forma de ser. Cuando fui grande comencé a entenderme a mí mismo, tenía vaivenes de dispersión…

-¿Cómo es eso?
-Por ejemplo jugando a la pelota me mandaban al arco y a veces me salía de la situación del juego mirando algo, algo que me llamaba la atención. O me subía a los techos y miraba cómo el atardecer iba llegando, iba ganando la noche hasta que aparecían las primeras estrellas. Cosas raras. Yo veía como se iba tiñendo el paisaje, cómo la oscuridad abrazaba, cómo prendían las primeras luces en las esquinas, todo eso lo tengo muy presente.

-Eras distinto…
-Después, de grande, me daba cuenta que tenía otra forma de ver las cosas, que había alguien dentro de mi o que ya estaba esa veta de artista.

-¿Eras buen alumno?
-Yo he sido un alumno de 6 o 7 quizás, pero llenaba la parte trasera de los cuadernos con dibujos, con retratos de los chicos, situaciones, cosas que las maestras nunca miraban. En la educación estas cosas son pasadas por alto. Y bueno, tenía el coeficiente intelectual ahí y el creativo era alto, pero en esa época creo que eso no era valorado.

-¿Alguien lo apreció?
-Una maestra, allá por el cuarto grado, me presentó una manzana sobre un papel blanco y me dijo: “mirá como pega la luz acá, mirá las sombras que da”. Y la verdad que ahí descubrí lo que era un objeto en la tridimensión.

-Descubriste otro mundo…
-Fue como que algo explotó en mi cabeza y dibujaba. Entre los chicos del barrio yo era el raro, te aseguro, pero yo era feliz en mi mundo.

-¿Jugabas al futbol, tenías tu barra de amigos?
-Sí, me encantaba. Tenía dos o tres amigos pero estaba más bien alejado, quizás por mi forma de percibir las cosas. También me marcó mucho la mortalidad infantil. Entre las décadas de 1960 y 1970 esta debe haber sido importante porque en mi cuadra murieron varios niños y eso afectó mi forma de ver. ¿En qué sentido? Hoy están, mañana no.

-¿Y qué pensabas?
-Cuando en los almacenes aparecía el famoso pan de navidad vos decías “che, se viene navidad”. En la fiesta yo miraba a todos pensando ¿quién no estará al próximo año? Era una situación rara. Y si, siempre al otro año faltaba alguien y ya el llanto ganaba a la mesa.

-Y eso te marcó…
-Entonces yo comencé a dibujar como fotos porque era una forma de atrapar el tiempo y la imagen. De ahí que muchas de mis pinturas son frontales. O sea que en la niñez, sin saberlo, se estaba formando una manera de mirar el mundo, de mirar la existencia.

-¿Y lo entendías?
-No lo entendía. Yo sufría. El viento Zonda me enamoraba. Me gustaba ver como las lenguas de tierra cubrían las cosas, se desdibujaban las personas. Esas cosas no le interesan a un niño de 12 o 13 años pero a mí me interesaban y por eso era el raro.

-¿A qué escuela fuiste en la primaria?
-Primero estuve en la 11 de Septiembre, una escuela pública muy linda. Las maestras ponían todo de sí y me acuerdo de la señorita Estrella. Después pasé a la Escuela Candelaria de Godoy y las maestras me daban siempre el pizarrón de las galerías. Ahí ponían las glosas del día del dentista, día del ahorro o lo que fuera, me regalaban tizas de colores y yo hacía mis primeras obras. Era el dibujante.

-Lindo oficio para un niño…
-Todos me señalaban pero pasaron cosas que fueron determinantes en mi vida. A mi madre las mismas maestras le decían “este chico tiene condiciones, debería llevarlo a algún lugar”. Yo no sabía lo que era un estudio de arte, no sabía nada. Lo mío era muy intuitivo, lo máximo que me llegaba era un Patoruzú, un Tarzán. Yo veía las líneas del dibujo, la fuerza, todo eso me llamaba la atención, lo copiaba y hacía mis propios personajes.

-¿En esa etapa que te gustaba más el dibujo o la pintura?
-En esa época miraba la línea, podría ser el dibujo. Me empezaba a dar cuenta de las luces y las sombras, miraba cómo la línea gruesa le daba fuerza al dibujo. En séptimo grado apareció un chico con una cartulina con colores re fuertes. Me llamó la atención porque dibujaba la pirámide y algunos objetos de los Mayas con unos colores tremendos. Me acuerdo que me hice amigo de él y me invitó a su casa. Yo quería saber cuál era el secreto, me llamó la atención la fuerza del color.

-¿Lo descubriste?
-El secreto era que cuando se ponía a dibujar mojaba la punta del lápiz color con la saliva. Ahí estaba el secreto. Mirá la tontera, pero me llamó la atención el color. Eso me tenía inquieto.

-¿Hiciste la secundaria en Rawson?
-La hice en el colegio Monseñor Pablo Cabrera, en la ciudad y en segundo hice mi primera muestra en el colegio, con 14 o 15 años.

-Habías dejado de ser el rarito para ser el artista.
-Entre otras cosas pintaba, dibujaba. En esa época yo lo miraba mucho al maestro Paredes. En el diario veía que tenía muestras en Casa España y le pedía a mi madre que me llevara. Me gustaba la fuerza que tenían sus acuarelas, el dibujo, era lo que yo tenía a mano para mirar y alguna vez hablé con él y me llamó mucho la atención.

-¡Qué personaje Paredes! Hasta en la forma de vestirse era muy personal.
-Sí, él me ubicaba. No era un pescado más. Cuando llegaba me daba un poquito de atención. La verdad que se portó bien. Me gustaba cómo trabajaba el grafito así que mirándolo hice mi primera muestra a los 14 años. Le pedí a la preceptora Lepez en el Colegio Nacional hacer algo para una fecha, no recuerdo cuál, e hice una muestra de 20 hojas toda de dibujos con carbonilla. Ahí el club de madres del Colegio Nacional me regaló mis primeros oleos y pinceles.

-En San Juan no hay galerías de arte…
-Hubo una pequeña galería del gringo Recio que estaba en la calle Entre Ríos. Yo llevé unas obras. Un día fui y la galería estaba cerrada. Nunca retiré las obras, habrán quedado en algún sótano.

-A todo esto ¿cómo te iba con las chicas en ese tiempo?
-Yo siempre divido las etapas. Siento que de esa época de formación, de extrañeza, de revisión, de buscar por adentro, estaba medio dormido, hasta que me desperté en la secundaria. Ahí me hice amigo de Daniel Brito y empezamos a caminar las calles. Los veranos eran bonitos, la llegada de la primavera también era maravillosa. Es increíble pero a los 18 años conocí a mi señora, Mirtha.

-O sea que tuviste una juventud con poca noche…
-No, nada. Es más, nunca fui a un boliche, hacía cosas distintas. Por ahí era subir a un auto con unos amigos y unas amigas y terminar en Zonda o ir a Clap, un lugar que tenía billar. Tenía hermanas, por ahí ellas iban a bailar y don Pérez padre me decía “vaya” y ahí andábamos, mirando. Cinco hermanas y todas lindas así que también estaba en esa. Y así pasaban los veranos.

-¿Qué sueños tenías en la cabecita?
-Hubo un hecho importante en aquellos años, las maestras le decían a mi mamá “mire llévelo a algún lugar” y en el diario salió la información de un taller de pintura. Allá fuimos con mi madre. Era en las cercanías de 25 de Mayo y España. Era un taller de una señora cordobesa que se había radicado acá, Marcela Corte.  Mi madre me llevó para mostrar lo que yo hacía pero sin ningún plan.  A la mujer le encantó, me mostró el taller y se dirigía a mí con cierta importancia, eso me daba gusto. Me mostró fotos y libros de los grandes maestros, de lo que ella pintaba y dijo que las clases salían tanto. Para nosotros era imposible y mi madre dijo “no, yo vine para ver el taller”. Y ella dijo “mire, voy a hacer una excepción con su hijo porque me gusta lo que hace, mándemelo y yo no le voy a cobrar nada y le voy a enseñar porque veo que tiene potencial y sería una lástima no guiarlo”. La verdad que le debo mucho a Marcela Corte. Creo que estuve con ella dos meses porque después se fue a trabajar a la Municipalidad de la Capital y la destinaron a una casa del arte en lo que era el Parque de Mayo. Ahí conocí por primera vez lo que era el mundo del arte a través de las revistas, de los libros, empecé a mirar que existía el impresionismo, el clasicismo, los personajes, los colores, la acuarela, la diferencia con el óleo, lo que era el expresionismo. Todo fue en un pantallazo y eso me cambió la cabeza, muchísimo.

-Era un mundo nuevo…
-Comienzo a ver en colores, en planos, dibujaba más pero todo eso lo hacía como un niño que se mete en la pieza y está en su locura. Cuando uno salía de la realidad de esa pieza me decían “con eso no vas alimentar a una familia, tenés que seguir una carrera”.

-¿Lo hiciste?
-Me inscribí en ingeniería. Estuve una año mal, saqué algunas boletas pero yo estaba bajoneado porque no era lo que quería. Extrañamente, al poquito andar se hizo el primer concurso del centenario de la Municipalidad de la Capital. Daban un muy buen premio y se presentaban todos los pintores. Yo venía de otro palo, venía de ingeniería, se había terminado el año, estaba en duda y me puse a trabajar pero febrilmente. Compré pasteles grasos, unos buenos soportes. Tengo que haber pintado 20 cuadros y me presenté al concurso.

-¿Y?
-Como el premio era muy importante había alumnos, algunos profesores que recién arrancaban, una fila interminable. Cuando entregué la obra estaba Néstor Torresan quien dijo “dentro de dos semanas se dará a conocer el resultado por el diario”. Bueno, un día lunes compré el diario y el primer premio me lo dieron a mí. Eso fue como una señal y dije “no me muevo más de acá”. Me metí a Artes Plásticas ese año y los profesores me miraban como diciendo “este es quien nos ganó”.

-Lo que es asombroso es que desde San Juan te proyectaste primero al país y después al mundo. Hoy estas en Estados Unidos en grandes exposiciones. ¿Cuál fue la varita mágica que te proyectó?
-Yo tuve que luchar conmigo mismo en muchos aspectos. Fui muy ansioso hasta que medianamente lo pude manejar. A veces uno se ilusiona y las ilusiones son lindas pero si hay una desilusión después, golpea. Hay que saberlas manejar. En una época comencé a darme cuenta que era muy importante estar en algunos lugares, dentro de lo posible. Por ejemplo, en cuarto año empecé a ver que en la dirección de Cultura de la provincia llegaban invitaciones para concursos y llamaban a los artistas para que participaran en el Pro Arte Córdoba, Genaro Pérez, El Salón Nacional de Santa Fe y eran premios importantísimos. Lo empecé a ver como una salida.

-¿Ya vendías algunas obras?
-En San Juan actualmente no hay una galería de arte, no hay mercado. Quien le pone precio a una obra es de manera antojadiza. El artista puede decir que su obra vale 10 o 100. Nadie lo sabe. En aquellos años era peor, yo quería vivir del arte y siempre supe que no iba a ser profesor, era malo trasmitiendo. Ahora tomo a los artistas que más o menos están formados y les digo “mira, vos tenés esta falla, buscá tu estilo, va por acá, sé vos mismo”. Pero en aquellos años donde yo quería ser alguien y vivir de esto la única salida eran los concursos, esa era la única puerta.

-¿Y te fue bien?
-Me di cuenta que yo mandaba y me rechazaban. A veces la obra se perdía porque había que pagarle a un flete, el flete la llevaba y después había que pagarle a alguien para que la retirara, entonces la obra se perdía.

-¿Y qué hiciste?
-Empecé a mirar qué era lo que premiaban, cuáles eran los tamaños y empezó otro formato en mi cabeza. Cuando empecé a ir a estos concursos me di cuenta que lo fundamental era el jurado. Había jurados figurativos, otros que eran más bien geométricos. Donde había geométricos no mandaba pero si donde había jurado figurativo y ahí empecé a entrar. Después me di cuenta que, para ganar, si pedían 2 x 2 tenías que mandar 2 x 2. Si mandabas un cuadro chico el cuadro 2 x 2 se lo comía, entonces no era visto. Empezó a andar una calculadora y dije “acá hay que afinar”. Y empezamos a ver cómo llegaban las pinturas, cómo era el embalaje, fuimos puliendo muchas cuestiones y empecé a ganar menciones, después pasé a los premios y me di cuenta que habían dos jurado que donde estaban me premiaban.

-¿Y cómo te financiabas?
-En esa época de malaria a veces pedíamos préstamos para comprar óleos. Mi esposa Mirtha fue muy importante. Tenía que pagar el taller porque no podía pintar en mi casa, era chiquita; iba a la facultad, trabajaba en el gobierno, andaba en bicicleta, era todo codazo, piñas, ir abriéndose el camino y así estuve como 7u 8 años, peleándola…

-Años de mucha lucha…
-Pero de pronto comenzaron a pasar varias cosas, que yo no las manejaba sino que tenían que ver con lo intuitivo, lo espiritual. Yo empecé a decir que el arte no abandona, más cuando uno lo da todo y yo le ponía toda la fe. A veces que iba al taller sabiendo que en mi casa no había nada pero yo no iba a dejar de pintar. Y extrañamente iba al taller, mal, abría y ese día vendía, mínimo me pasó tres veces. Ahí decidí meterme con más fe, con más ganas. Vendía, podía estirar un poco más y empezaron a venir los premios y me di cuenta que ese era el camino porque los premios eran buenos.

-Buenos pero limitados…
-Es así. En un año gané todos los premios más importantes de Argentina pero ya no tenía trabajo para el otro año y yo decía “¿a dónde mando?”. Eran 7 y gané 6 ponele. Ya me conocían todos, me llegaban invitaciones a mi casa para que me presentara pero hasta ese momento ninguna galería de arte me había visto o se había acercado. Eso me ponía bajón porque es como que se había cerrado un poco la historia.

-¿Y qué hiciste?
-Un día entramos con otro artista, Eduardo Esquivel, a un salón que se hacía en el Paláis de Glace y al que mandaban sus obras mil artistas. El jurado era muy selectivo, elegía 80 nada más. Con esos  trabajos abrían el salón y entre ellos daban los premios. Cuando llegamos al salón estaba el director que nos ubicaba como los sanjuaninos y nos dijo: “han venido dos directores importantes de galerías, uno es Gutiérrez Zaldívar y el otro Miguel Kehayoglu de la galería Praxis. Les interesaron las pinturas”.
Galería Praxis era la número uno porque era internacional, tenía galerías en Perú, en Miami, en Nueva York, en México, iba a las ferias internacionales de Londres. Donde Miguel tenía todas las fuerzas era en Estados Unidos. Con Eduardo dijimos “Praxis”. Concertamos una reunión y fuimos el sábado en la mañana. Eduardo, más precavido, llevo una carpeta con fotos de sus últimas obras. El hombre no se acordaba de las pinturas, no se acordaba de nada. Cuando vio las obras de Eduardo dijo “estas sí”. Me miraba a mí y después no me miro más, lo miraba a Eduardo y yo estaba ahí como un vecino más.

-¿Y qué pasó?
-Estaba fuera de la conversación de ellos dos y pensé “esto es un tren de la vida, no puedo dejarlo pasar”. Lo que yo tenía era un catálogo de un concurso pero con unas fotitos chiquitas. Entonces cuando el galerista le pide obras al otro pintor para llevarlas y ya se estaba por levantar le dije “mire Miguel esto es lo que yo pinto ¿usted no se acuerda?”. Y me dijo “no, pero lo que puede hacer es mandarme una carpeta yo después la veo”. Yo sabía que a la carpeta ni la iban a abrir. Así que le dije “él va a mandar 15 cuadros yo le voy a mandar dos”.  El tipo me tiene que haber visto con una angustia, con una necesidad, que me miró a los ojos. Le dije “usted no pierde nada yo voy hacer el gasto, le traigo las obras y usted las ve y después me las llevo”.  “Y bueno” me dijo.

-¿Y qué hiciste?
-Llegue a San Juan y tenía que hacer el envío a las tres semanas. Pinté tarde, mañana y noche; hice doce obras chicas y las mandé a todas.  Él se las llevaba a Art Miami porque decía que la Argentina no le interesa como mercado. Mientras, yo esperaba acá en San Juan, ni siquiera sabía si las había llevado. La feria terminaba el 10 de enero y como el 14 suena el teléfono. Era la secretaria de Miguel de Praxis, que me dijo “Miguel necesita que viaje a Buenos Aires; tiene el pasaje y el hotel pago”. Me fui con mi señora y me enteré que había vendido todo. Cuando llegué me pagó y firmé mi primer contrato con Praxis.

-¿Y cómo son los contratos? ¿Se paga por metro de pintura?
-Como en todo hay que pagar un derecho de piso. Esta gente tiene sus costos, sus números, pagan  grandes alquileres; señoritas que hablan dos, tres o cinco idiomas; contadores que te reciben cheques de China, Japón; otros que te instalan obras. Es todo un tema, todo un armado. Cuando toman una obra saben que cuesta cero pesos y tienen que darle valor. Esto se logra con un gran trabajo, con catálogos, con revistas, no es fácil para un galerista. Cuando vieron que yo tenía cierto talento me tomaron.

-¿Te pagaban bien?
-Me pagaban como doce veces lo que yo ganaba por mes en el Obrador Central. A mí me servía pero son contratos leoninos y uno tiene que estar armado legalmente. Eso pasa cuando uno se inicia pero hoy estoy muy conforme y contento con las decisiones que tomé. Hoy la carrera la manejo yo, las galerías a veces te llaman y te proponen y uno va decidiendo.

La religión y los milagros
-Fíjate que por el relato tuyo hay momentos claves que pasaron en tu vida que ni siquiera los esperabas, Hay personas que fueron claves como Marcela Corte en su momento, el viaje a Buenos Aires, abrir el taller y que vengan a comprarte el cuadro cuando más lo necesitabas ¿Por qué se producen esas cosas?
-Es mi gran pregunta. Yo tengo una visión que puede ser fatalista. Creo que esto es como si tuviéramos unas antenas energéticas y soy muy creyente.

-¿Sos religioso?
-Soy Católico Apostólico Romano. Voy a misa. Es más, en una época pinte la iglesia de Villa Krause, la de Fátima, la del Espíritu Santo en la Villa América. Con un mural en la Villa América pude pagar mi fiesta de casamiento y un viajecito. Cuando yo era niño mi padre iba a la iglesia y me llevaba, en mí siempre hubo fe y una gran fuerza.

-¿Cómo imaginás esas fuerzas?
-Para mí la vida es una gran red extraña. Me llama la atención que gente que se está por ir empieza a visitar amigos, va a lugares donde nunca fue, como que hay algo que el espíritu sabe y que el ser racional no. Es más, cuando pinto no le pinto al ser racional sino al espíritu. A veces estoy trabajando,  doy dos o tres espatulazos y aparece algo que me dice: “no lo toques más, está maravilloso”. Comencé a ver que la obra emana algo, una especie de extraña energía que él que la capta ni siquiera es el ser racional sino el que está dentro, como que hay una cosa espiritual. Una energía.

-Un instrumento calificado que podría captar…
-Claro y eso me ha pasado un montón de veces. Por ahí hablan de física cuántica, de las energías, yo no me meto mucho en eso, todo esto es intuitivo para mí. Uno es conductor de una idea y la plasma pero Dios está presente cuando uno realmente pone todo, cuando uno es fiel.

-¿Crees en los milagros?
-Un día charlando con un doctor le dije “he sentido tantas historias de enfermos terminales que de pronto salen y es un milagro”. Y el médico me dijo que efectivamente hay un porcentaje de milagros y eso confirma algunas cuestiones internas, que me sirven a mí. Cuando pinto meto el mundo en la fantasía, en la magia. Hago barquitos de papel que son aves ligeras para entrar al mundo de los sueños. Pinto los azules porque tienen que ver con espacio, con la esperanza, con toda una historia de simbolismos. Lo que uno trata de hacer con todo eso es adentrarse en el misterio, es como una neblina en la que uno camina a ciegas y lo lleva la intuición. Eso es para mí el realismo mágico, yo concibo la vida así y la vuelco a la tela. Y la obra comienza a tener cierta importancia cuando emite un alto grado de credibilidad al ojo del otro, entonces ahí estamos hablando de cosas importantes.

-¿Reconocés que tenés alguna sensibilidad cuando estás con una persona, podés captar algo más que lo que ve el común de la gente?
-No sé, tal vez la intuición. En el mismo hacer yo muchas veces confío en ese artista interior. Yo me muevo como Mario Pérez, que va a comer un asado, que tiene sus amigos y a la hora de pintar me entrego a otra cosa. Escucho a  San Martín, a veces las manos se mueven, pienso en el color, dialogo con la obra, digo “este color va, este color no va, bájalo acá, necesita más fuerza”. Todo ese trabajo es muy agradable, es muy entregado, espiritualmente me dejo llevar por eso.

-Te escuche decir que con el color te encontraste a través de un trabajo de tu padre, que usaba un lienzo para no manchar el piso.
-Yo iba a ayudar al papi a trabajar. En esa época se trabajaba con brocha y ponía lienzos en los pisos para no manchar. Las gotas de pintura al agua caían y me llamaban la atención lo que se armaba. Esto era de niño. Hoy salgo al campo, miro y San Juan es un desierto. El único verde que hay es por la mano del hombre. Durante el día el sol es tan fuerte que todo está lavado, todo parece blanquecino. Cuando aparece un color rojo o verde explota y sin embargo eso en la noche cambia. Yo soy un colorista por eso pinto los azules, por eso pinto la noche. No siento el verde, por eso no lo pinto mucho. No es algo con lo que yo me críe, como puede ser para alguien del impenetrable, donde está todo verde o en Tucumán donde toda la pintura es húmeda, verde oscuro. Yo creo que cada uno pinta según dónde nace.

-¿Cuál es tu color? ¿El azul?
-El azul porque, modulando mis paletas, en la noche encontré que ahí explotan los verdes, las luces. Por ejemplo, no hace mucho estaba en la finca y se armó un juego de luces muy raro. El lugar se llenó de luciérnagas, yo miraba las estrellas y titilaban, miraba la oscuridad de la noche y titilaba. Como que había un diálogo y esas son las cosas a las que le doy importancia. Después me mandé un cuadro que se llama Luciérnaga, en el medio va un trencito y hay un diálogo entre el arriba y el abajo como un contracielo.

-Vos podrías vivir en cualquier lugar del mundo ¿Por qué te quedaste en San Juan?
-Yo amo San Juan, me siento un animal de este estanque. Esa es otra visión rara que tengo. Poca gente se da cuenta que estamos arriba de esta tierra, que va a una velocidad terrible por minuto girando alrededor del sol. Es una nave que corresponde a un sector de la vía láctea. Cuando seguís y tu mente viaja estamos metidos en las estrellas, somos polvo de estrella, somos algo más.

-¿Qué?
-Uno es como una hormiguita que no deja de mirar el piso llevando una hojita. Pero, hay algo que existe y que está latente, que es el cosmos. Eso lo ves acá, lo ves en otro lado y lo único que puede cambiar son las nubes, los cielos cambian. Hay cielos de mar donde las nubes son más gaseosas pero el rojo que se arma después de un día de Zonda sobre las 19, cuando el sol ha bajado, ese rojo que tiñe todo el paisaje es único. Yo miro eso y eso lo extraño.

-¿Te ofrecieron vivir en otro lado?
-Me han ofrecido pintar en Castilla la Vieja, en Nueva York, en Miami y todo es no. Soy medio metódico. Hice una sola prueba de pintar en otro lugar. Pagué cuatro meses una casa muy linda en Gesell con la idea de pintar y veranear. Ni veraneé ni pinté. Al final empezás a adolecer del amor de los tuyos y la vida es corta. Andar sufriendo por fama o plata en otro lado no es para mí. Yo voy y vengo pero de San Juan no me saques. Mi padre nació en Jáchal entonces me enseñó a viajar, mirar y tengo mis amores con ese departamento, lo veo muy metafísico. Vos vas hoy y te acordás del viaje que hiciste hace diez años y la casa de enfrente está igual, la mujer que sale a barrer la vereda está parada en la esquina y parece que no entró nunca. Está todo parado y eso a mí me da una ubicación en el mundo. Como en el mundo todo es parecido puede materialmente ser más bonito pero en todos lados se muere gente, hay bandidos, estando acá estamos.

-¿Cómo te llevas con la tecnología?
-Una lucha así que por ahí acudo a mi hija, pero hoy estoy armado porque sé que es lo que se viene y si no estás en esa, estás un poquito afuera. Hay varias cuestiones en redes sociales que son importantes. Por ejemplo últimamente todo es online, así te mandan los catálogos. Ya no quieren gastar en impresiones, el libro comenzó a ser algo pesado, molesto y costoso. Son épocas muy visuales y uno tiene que estar.

-La imagen mató todo incluso a la palabra o la está matando de a poquito
-Hay que irse adaptando a lo nuevo, no es fácil pero si no te quedás. También hay que viajar, estar físicamente. Las cosas suceden cuando estás, ese es mi gran drama. Yo voy a Miami por ejemplo y me di cuenta que estando ahí me suceden cosas importantes pero ya me tengo que venir y dejo cosas para el otro viaje. Las cosas suceden cuando uno está físicamente. Es lo mismo que cuando arranqué, esto de estar en los concursos y de ir a ver el premio.

¿Hubo algún cuadro que te haya marcado, que te haya impactado?
-Sí, “El Arca”, que fue la que tomó Christie''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''''s para que sea tapa de un catálogo. Fue muy poderoso para mí  y tuvo mucha aceptación.

-Te escuché nombrar dos veces a San Martín ¿Te gusta el fútbol?
-Mi padre jugó en Independiente de Rawson. Cuando yo era niño me llevaba así que yo mirar fútbol me encanta y como sé que soy malo me gusta más.

-Es cierto que jugaban al fútbol ahí donde hiciste el monumento.
-Ahí estaba la cancha de Independiente. He ido varias veces y mi corazón era de Independiente pero después se fusionó con Los Andes y apareció Trinidad, a ese club no lo siento. Con esa libertad voy a ver Sportivo, a San Martín, apoyo el fútbol de San Juan. A veces voy a ver todo el campeonato y otro año no. Si soy de River, de “la banda”.

-¿Fuiste feliz en tu vida hasta hoy?
-Con los años me di cuenta que van apareciendo etapas. En un primer momento está la lucha por la formación, de querer hacerse un futuro, con miedos, aciertos, desaciertos. Se va armando hasta que uno encuentra una guía y ahí entra en otra etapa que puede ser la del hombre un poco más maduro, de concreciones. Y a esta altura, cuando uno pasa los 50, hay un click y comienza una etapa más espiritual. Yo vengo abro la ventana, miro cómo llega la primavera, las nubes, el verde, veo el vuelo de los pájaros, la llegada de algunas golondrinas, el caer de las hojas. Todo eso me hace ser parte de esta existencia y me da alegría, me dan ganas de correr y ver a los míos. Es un nivel de vibración bonito y veo que en este momento estoy más bien en ese segmento. Lo otro, el tema de la plata, de lo que valen las obras, no sugiere nada. No te da salud, no implica seguridad en nada. Yo soy feliz, estuve con mis padres, los he gozado.

-Qué te parece si cerramos esto con algo de música ¿Qué tema elegirías para cerrar?
-Se me viene Abel Pintos tiene algunas cosas interesantes. Raly Barrionuevo también. Nombres de canciones no, mi memoria es visual o auditiva.

-¿Te la puedo elegir yo?
-Dale.

-San Juan por mi sangre.
-Perfecto.

Un accidente y un misterio
Tuve un accidente tremendo en 1997 junto con mi gente. Fue en la Avenida Circunvalación, un día del padre.  Venía de Rawson para acá, con mi señora y mi hija atrás, y frente al barrio Porres subió una señora que tocó a otro auto. No había guardarraíl. Lo tocó y se cruzó para donde yo venía, pegó en el socavón  y se levantó el auto. Tengo la imagen de que venía manejando y cuando miro venían las rueditas en el aire y me reventaron el capó. Fue extrañísimo. Me quebré todo, partí el volante, salía humo por todos lados. Preguntaba por mi mujer y mi hija. Alguien abrió la puerta y me dijo “no te hagas problema, están vivas”.

Cortaron toda la avenida. La gente golpeaba para abrir las puertas porque yo estaba atrapado. Ahí tuve visiones rarísimas. Me acuerdo que sangraba y en un momento miré hacia un costado y vi como un corito de seis personas tipo monaguillos pero con carita de aceitunos, como si fueran árabes. Y había un coro atrás más altito, me miraban y después volví otra vez a la realidad y miraba la gente que hablaba, el humo.

Yo quería saber de mi mujer y mi hija. Estaba la policía, ambulancias, volví a mirar y ahí estaba otra vez este coro. No sé qué fue, seguramente que uno se desubica. Después de eso vino el hospital, sanatorio, operaciones, cama ortopédica, silla de rueda. Estuve así más de medio año. Menos mal que me quebré la otra mano así que podía pintar. Me salvó porque el primer día que estuve en silla de rueda pedí ir al taller, ahí lloraba y pintaba y ese cuadro del dolor lo tengo acá y morirá conmigo. Ese cuadro me sacó y después empecé a pintar esos personajes que me miraban.

Capaz que era la misma gente y yo estaba trastornado por el golpe, pero tengo muy claro que me miraban y yo a ellos. Todo es un misterio. Mi mujer fue la que estuvo más delicada, se le quebraron los dos fémures y estuvo en terapia intensiva porque se le liberaron unos coágulos. Le dieron horas pero salió. Andrea se quebró la cadera y el fémur, o sea toda la familia internada. Tuvimos el apoyo de familiares, vecinos. La verdad que el sanjuanino es muy solidario en eso. Se armaron cadenas, de todo.


Como lo vi

 Más de una vez lo escuchamos: ¡Qué va a ser bueno si es vecino!.

Y es cierto, Mario Pérez es un vecino que cuando viaja extraña comer un choripán.  Es el amigo con el que se puede compartir un asado o simplemente charlar de temas comunes.

En síntesis, un grandote con cara de bueno, pelo largo y rostro bien de acá.

Pero al mismo tiempo es el más importante artista plástico de San Juan, cuya obra es muy conocida en Latinoamérica y los Estados Unidos, donde realiza exposiciones y sus cuadros cotizan en dólares.

Las pruebas están ahí, en una mesa prolijamente desordenada donde se amontonan decenas de revistas internacionales escritas en español o en inglés y donde se suman elogios, anuncios, entrevistas, catálogos…

Y ahí está Mario, en su estudio, su lugar de trabajo.

Aunque ya quedó muy atrás su infancia sigue teniendo la humildad de aquel muchacho de Rawson. Y si uno se mete en sus obras quizás encuentre al muchacho que miraba el mundo desde el techo de su casa.

Pero lo más importante es que Mario sigue aquí, entre nosotros. Porque este es su lugar en el mundo.  Y desde aquí puede llevar su arte al museo Vaticano, a las más importantes salas o a la casa de Ringo Starr.

Y eso no es poca cosa.

JCB



El perfil psicografológico
Por: Elizabeth Martínez – Grafoanalista

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Se trata de una persona que posiblemente no le agrada adecuarse a las normas establecidas arbitrariamente por otros. De espíritu libre y creador.

»» Se detecta equilibrio entre la extro y la introversión,  poseería ambos recursos los cuales serían utilizados en función de la necesidad que la situación manifieste.

»» Se observan indicadores de un estado anímico estable, que suele tender a la expansión, con cierta dosis de optimismo, con energía, motivación y fuerza al momento de afrontar los problemas de su vida.

»» Su rúbrica enmarca la firma en forma de barrera que cierra y protege a su Yo desde el nivel superior, inferior, derecha e izquierda. Esto último representa sus mecanismos defensivos inconscientes, que lo mantienen protegido de posibles situaciones que él puede considerar amenazantes pero a su vez, no le permitirían exaltar al máximo su potencial. Sin bien sus recursos son abundantes, existiría la posibilidad de que estos se potencien aún más.

»» Se presenta un margen izquierdo prominente, lo cual podría deberse a situaciones pretéritas de las que buscaría mantener distancia.

»» Poseedor de una adecuada autovaloración personal, consciente de sus debilidades y fortalezas.

»» Se detecta la presencia de numerosos ángulos en su escritura, pudiendo manifestar firmeza, energía, decisión, así como también intransigencia en algunos ámbitos de su vida o tendencia a imponer.




            


GALERIA MULTIMEDIA
Tambores de libertad” 120 x 100. Óleo sobre tela. Año 2015
“El arca” Acuarela. 45 x 60. Año 2016
“La gran construcción”. Óleo sobre tela. 150 x 180. Año 2018
“Inmigrantes”. Óleo sobre tela. 160 x 160. Año 2018
El artista Mario Pérez junto a su hermano Gabriel y dos de sus cinco hermanas. En total son siete hijos: Silvia, María Norma, Mirta, Patricia, María Elena, Gabriel y Mario, el pintor.
La revista “Caras” realizó una sesión de fotos en la galería donde expone Mario Pérez en Miami
Monumento al Cruce de Los Andes, obra escultórica realizada por el artista plástico Mario Pérez, el cono tiene 9 metros de alto y se utilizó 30 toneladas de piedra traida de Valle Fértil, en la esquina de avenidas España y República del Líbano.
La frescura de las aves, enla soltura de una técnicanoble.' “Los Pollos” Acua-rela 30.5 x 45,5. Año 2009
“La torre del obispo” Escultura en bronce.Año 2009
“Sandía” Obra sobretela 70 x 90 cm. Año2006
El perfil psicografológico de Mario Pérez. Por Elizabeth Martínez (Grafoanalista)
Mario Pérez, artísta plástico, diseñó un parque de diversiones, Mundo Oasis.
Mario Pérez junto a Juan Carlos Bataller
Este es copia del manuscrito de Mario Pérez, del que la grafóloga Elizabeth Martínez analizó perfil psicografológico
El artista plástico Mario Pérez fue entrevistado por Juan Carlos Bataller en agosto de 2018 para el ciclo Que hiciste con tu vida.