Estudiosos, investigadores y cultores del folklore cuyano

ESTUDIOSOS, INVESTIGADORES Y CULTORES DEL FOLKLORE CUYANO

 

8.1 Generalidades

 

 Los viajeros extranjeros que visitaron el país en el siglo pasado y antes también, han dejado escritas páginas literarias de gran valor histórico y folklórico. Describieron con fidelidad todo lo que vieron sus ojos, asombrados por la novedad, pero no se preocuparon por penetrar en el alma; se concretaron a describir lo objetivo; en lo referido al folklore espiritual no tuvieron tiempo para analizarlo, o no les interesó como el material, impresionados por el contraste entra su mundo y este mundo que empezaba a abrir los ojos en medio de inmensos campos desérticos, amenazados por Indiadas rebeldes y alejados de la civilización occidental.

Cuyo, era dentro de este panorama, una verdadera ínsula, muy distante de la metrópoli y separada de Chile por la mole andina; esa soledad es la que hermanó y dio a las tres provincias una sola vida, alimentada por torrentes de intercambio reciproco que les imprimió características comunes. Esto no significa que no haya diferencias, aunque ellas no incumben a la esencia, sino a la forma, a la funcionalidad que configura el hecho folklórico, que por naturaleza tiene variantes concordantes con tiempo, espacio y persona.

Los fenómenos folklóricos son hechos humanos, por lo tanto, objetos de creatividad; el que crea, en este caso, el pueblo, no calca.

Entre las tres provincias puede haber diferencias; ello es lógico; las hay también entre grupos humanos de la misma provincia, entre familias del grupo, y entre individuos de la misma familia.

Nos duele advertir en publicaciones de escritores cuyanos una tendencia a querer dar a su provincia primacía sobre la paternidad de ciertos hechos espirituales folklóricos, que son del patrimonio común. En lo tocante a danzas, por ejemplo, pueden haber creado figuras diversas dentro de la coreografía originaria; haber dado nombres distintos a las mismas, debido a las letras con que se cantaron; pero a poco ahondar, se comprueba que ritmos y medidas corresponden exactamente a alguna de las danzas que bailaron en la región.

El recopilador no puede crear una danza basado en la observación de una persona que la bailaba de tal o cual manera, y asegurar categóricamente, por ejemplo, que el Gato en Cuyo, es sin escobilleo ni zapateo, porque así lo bailaba un ascendiente suyo.

 

El Gato cuyano, explicado en la parte correspondiente a danzas, es uno solo; de dos giros, tiene su coreografía propia, y todo lo que el bailarín pueda hacer por su cuenta sin desvirtuar ni adulterar lo esencial, no significa que pueda ser otra danza.

No hay folklore mendocino, ni sanjuanino ni puntano aunque haya infinidad de variantes en cada provincia, el folklore en términos generales es cuyano.


8.2. Investigadores
No creemos necesario dar una lista Interminable de nombres de personas que han dejado información valiosa sobre nuestro folklore; Juan Alfonso Carrizo, en su obra, “Historia del Folklore Argentino", los menciona minuciosamente.
Hasta el año 1920, en Cuyo nadie se había preocupado en realizar tarea de compilación de material espiritual folklórico. Las demás regiones del país ya tenían sus investigadores preocupados en la búsqueda y conservación de un patrimonio valioso. En Cuyo lomó para sí esta tarea un joven. Alberto Rodríguez, que recorrió todos los caminos de las tres provincias hermanas y llenó sus alforjas con el matarla! virgen que atesoraba el pueblo y que él quiso conservar para su dueño legítimo, el mismo pueblo Después de casi veinte años de labor de Investigación compilación y armonización, dio a luz su primera obra escrita, “Cancionero Cuyano”, publicado en 1938. Al celo del autor, Alberto Rodríguez, debe Cuyo, haber salvado de la piratería de pseudos folkloristas casi un millar de melodías. El joven folklorista siguió su labor ininterrumpidamente. a lo largo de la cual publicó "Cancionero de mi tierra", año 1943: "Voces de Cordillera", 1946; "Danzas y Canciones de Cuyo", 1952; “Danzas y Canciones Nativas para el Niño y el Hombre", 1957; y "Nuestro Folklore", escritos los dos últimos en colaboración con Elena Moreno de Macía. La segunda, obtuvo del Ministerio de Educación y Justicia de la Nación, el premio regional, único, en el bienio 1969-1970.

En 1920 don Juan W. Gez, publicó su libro “La Tradición Puntana", con anécdotas de hombres públicos, y tradiciones.

Berta Elena Vidal de Battini, publicó en 1925, una colección de mitos y leyendas, recogidos de boca del pueblo de San Luis, y ha seguido escribiendo ininterrumpidamente.

En el año 1940, el escritor don Juan Pablo Echagüe, descendiente de viejas familias sanjuaneas, publicó el libro “Por donde corre el Zonda”, en el cual refiere leyendas, relatos tradicionales y cuentos de su provincia natal. En el año 1939, Juan Draghi Lucero publicó su “Cancionero Popular Cuyano”.

En 1940 da a conocer su libro "Las mil y una noches argentinas” escrito con los cuentos que por tradición oral nos ha venido desde Oriente, que figuran en la colección árabe “Las mil y una noches", cuentos que "Draghi ha vestido con el lenguaje popular mendocino".

En 1944, Pablo Echagüe publica “Tradiciones, Leyendas y Cuentos Argentinos”; este libro trata también de San Juan.

En 1944, don Roque Jacinto Pichetto, publicó “Brochazos Mendocinos” obra de interés folklórico.

Mendoza tuvo también su cronista, el Dr. Lucio Funes. Escribió entre otros libros, "Recuerdos del Pasado" y “Anécdotas Mendocinas", en 1937.

Don Octavio Gil, en 1948, en “Tradiciones Sanjuaninas" da noticias de la vida de la sociedad, relata episodios y crónicas recogidos con mucha dedicación, de su pueblo.

Juan Ramón Gutiérrez Gallardo, en el año 1938 publica su libro "Huilla Cuyunches", leyendas de la gente de Cuyo, recogidas de boca de sus poseedores, en gira realizada por el Sur mendocino. Además publicó “Azcuénaga". “Libertad, Libertad". "Baigorrita”, “Leuvú Waranka ko" el rio de las mil aguas, y "Breviario Documental Americanista". En todas estas obras se advierte su afán por ahondar en el alma del pueblo.

Colaboró en la redacción literaria del “Cancionero Cuyano", de Alberto Rodríguez, en 1938.

Julio Fernández Peláez: Desde muy joven se radicó en Mendoza donde fue maestro de escueta y luego procurador judicial. Investigador y estudioso apasionado de hechos históricos buceó más hondo para encontrar la razón de los mismos en el folklore. Fue miembro de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza; de la Fundación Internacional “Eloy Alfaro", de la República del Ecuador; de los Institutos de Lima. Perú: "Libertador Ramón Castilla", "Sanmartiniano"; socio honorario del Centro de Estudios Secundarios y Universitarios de Maipú, Mendoza, etc. Dio conferencias por radio y T.V para las que escribió libretos de carácter histórico-folklórico. Hizo publicaciones en la prensa local y nacional, siempre sobre temas de su especialidad. Entre las obras publicadas citaremos: "El Asistente Uvilla", "Yunque de Gloria", "La Andiada", "Historia de Maipú", "Tradiciones Cuyanas”, y otras. Falleció en Maipú, Mendoza, el 4 de setiembre de 1969.


CENTRO DE INVESTIGACIONES FOLKLORICAS "PROFESOR DALMIRO S. ADARO”
Hay en este centro de San Luis, un grupo selecto de investigadores del folklore regional, que realiza obra valiosa para el conocimiento del folklore cuyano, correspondiente al área provincial. Entre ellos se destacan Dora Ochoa de Masramón, que en 1966 publicó "Folklore del Valle de Concarán", y obtuvo de la Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación y Justicia, el premio regional, Región Centro (Trienio 1960/1962).

Dra. María Delia Gatica de Montiveros, cuya proficua labor es conocida y evaluada por el Fondo Nacional de las Artes y por los estudiosos del folklore, de todo el país.

Dr. Jesús L. Tobares, investigador, profundo conocedor del folklore y escritor enjundioso de asuntos de esa especialidad.

Otros investigadores sanluiseños que no podemos Pajar de mencionar, son: María Inés Pérez Ligeón de Silva, José Ignacio Maldonado, Urbano Núñez, Jorge Mario Barbosa y Marcos B. Reyes, todos tienen estudios publicados sobre hechos y fenómenos folklóricos de la región.


RELATOS DE UN MÉDICO FOLKLORISTA
Dr. Luis Benito Olivares Cota

 

El Dr. Luis Benito Olivares Costa, nació en Tunuyán, Mendoza, el 6 de mayo de 1935 y falleció en Mendoza, el 11 de mayo de 1967. Meses antes de su muerte, el joven médico radicado en San Juan, nos visitó en la sede social del Instituto de investigación y Divulgación del Folklore Cuyano. Antes de esta visita ya sabíamos, y ella lo confirmó, que el Dr. Olivares era un enamorado de nuestras tradiciones. Quizá ello fue lo que lo llevó a radicarse en Valle Fértil lugar de San Juan donde todavía hay comunidades folk vírgenes de influencias foráneas. Ahí halló clima propicio para indagar, buscar e investigar sobre lo que piensa, siente y hace el pueblo del estrato folk. Se identificó con él y pudo conocer y curar sus males físicos a la vez que penetró en el alma abroquelada tras murallas de desconfianza y rece o hacia todos los de afuera. Allí conoció a una "colega” que lo aventajaba mucho en el número de clientes y en la fe de éstos en su ciencia Es médica por herencia. De sus antepasados recibió mil secretos que guarda celosa, pero que antes de morir transmitirá al descendiente que deba sucederla. Conoce las yerbas y I0s animales de la región, y sabe de sus propiedades curativas; tiene en la memoria oraciones, frases y palabras, que manejadas por ella pueden devolver la salud y curar del "mal impuesto". En el deseo de realizar un trabajo de investigación sobre medicina empírica, el joven médico se hizo amigo de la curandera del lugar. Vencida la barrera de la desconfianza, ésta le contó muchas cosas: claro que ciertos secretos no pueden revelarse porque al hacerlo se pierde el “poder" y la doña del caso, todavía piensa vivir mucho.

Julio Quintanilla. Sería injusticia olvidar la labor del poeta Julio Quintanilla hecha en pro del conocimiento y conservación de nuestras tradiciones. Era un bohemo. Cantaba por cantar... Enamorado de la belleza: tenía palabra fácil y expresión galana. Compuso versos que derramó generoso y que algunos aprovechados de su generosidad firmaron y publicaron como propios. Le faltó disciplina y la seguridad del sustento cotidiano, o un mecenas que lo protegiera. Paseó por Mendoza su figura escuálida, su palidez ascética y su pobreza digna. Muchos cantores se hicieron famosos con sus versos. Era como un manantial inagotable y defensor ferviente de nuestro patrimonio folklórico. Cuando Cuyo sufría la Injusticia del olvido y su riqueza musical, la usurpación por parte de los inescrupulosos, Julio Quintanilla, en unión de otro mendocino de su talla, presidiendo la comisión de la "Sociedad Nativista" que nació en Mendoza por el año 1936, se fue a Buenos Aires para luchar allí contra la depredación que estaba sufriendo el tesoro más caro a la conciencia popular, el folklore.

La prensa metropolitana del año 1937, se hizo eco de la labor de estos cuyanos, uno, el coautor de esa obra, Alberto Rodríguez, quijotes de una causa, embajadores sin más interés que el ansia patriótica de defender lo que nadie puede defender porque es de todos y de nadie: el folklore.

Se puede leer en grandes titulares de revistas y diarios del año citado enunciados como estos: "Dos embajadores del folklore cuyano llegan para decir la verdad" (“Sintonía" del mea de marzo de 1937). "Se documentarán numerosos plagios de música cuyana que perjudican al folklore" ("Critica", 3 de abril de 1937). "Causó sensación el recital de música folklórica cuyana". ("Critica" 16 de abril de 1937); titulares que con fotografías ilustrativas y comentarios a dos o tres columnas daban cuenta de una labor de estos dos mendocinos. Tenemos en el Instituto de Investigación y Divulgación del Folklore Cuyano, un manojo de cartas del poeta, cartas en las que volcó su sentir hasta los últimos días de su vida. Cuando se escriba su historia, ellas serán el mejor documento para que Mendoza conozca el sufrir y el sentir de un poeta que escribió para todos y murió en la indigencia. En “Voces de Cordillera" de Alberto Rodríguez, hay consignada una Vidalita; es la única canción de este género que se ha podido recoger en la región. A su música, nuestro poeta adecuó una letra que tituló “Canción de Piedra”. Fue un homenaje a San Martin por su empresa de cruzar los Andes. Son versos hexasílabos y pentasílabos, que dicen:

Son estas montañas
vidalitá,
la canción de gloria
que para la patria
vidalitá,
escribió Mendoza.
El sueño de Mayo
vidalitá,
y el sable guerrero
viven abrazados
vidalitá,
bajo nuestro cielo.
 

En cumbres del Andes
vidalitá,
porque Dios lo quiso
 San Martin el grande
vidalitá.
nos marcó el camino.
Fueron los penachos
vidalitá,
de sus Granaderos
los que se tostaron
vidalitá,
en el luego eterno.

Por eso tan sólo
vidalitá,
en la tierra mía
la visión del cóndor
vidalitá,
es tan argentina.

Falleció nuestro poeta, el día 3 de mayo de 1950, año del Libertador, a quien tanto cantó y amó.


Juan Antonio Carreras. Nació en Mendoza, en el año 1859 y murió en el departamento San Rafael, en 1903. Desde muy joven empezó a cultivar la música, tenía para ello vocación y aptitudes. En el deseo de extender la gama tonal de 4a guitarra, introdujo en nuestro medio el Requinto como instrumento de acompañamiento Viajó mucho a Chile, de donde sin duda trajo la idea de incorporar este nuevo instrumento que allí se usaba por entonces (fines del siglo pasado).

Hay que agregar a sus muchas cualidades de músico, una original imaginación y rico espíritu creador. Se destacó como ejecutante de guitarra, requinto y arpa, además fue cantor, poeta y payador feliz. Mendoza, Buenos Aires y Chile, pudieron apreciar sus dotes excepcionales. Muchas tenadas quizá deban a él sus melodías.

De documentos facilitados por su único hijo, Ricardo, hemos sacado datos que lo ubican como amigo dilecto del General Francisco Leiría y del señor Adolfo Aldao, con quienes pasaba temporadas en sus casas y estancias de Buenos Aires, retenido por el deseo de éstos, amantes apasionados del folklore, de oírlo y hacerlo oír por sus relaciones. Otro amigo del cantor fue el poeta bonaerense Carlos Guido Spano, quien, enamorado de la belleza de sus interpretaciones, sobre todo de las tonadas, se inspiró y compuso letras que éste cantó después con melodías de sabor regional. Creemos, informados por la misma documentación, que la Tonada. ¿Sabes tú lo que es amar?, de deba quizá a la pluma del bate porteño. La sociedad mendocina de su época y todos los cantores y poetas, lo consideraron, lo mimaron y lo consagraron como el mejor cantor y músico folklórico regional de su época.

Marcó del Pont. Tiene importantes publicaciones sobre vida, costumbres y hechos histórico-folklóricos del sur mendocino.

Fausto y Elena Burgos. Destacadas personalidades del ámbito cultural de San Rafael. Mendoza; el museo que lleva su nombre, en el departamento citado, da cuenta de la labor de compilación y clasificación de material folklórico recogido en la zona por ellos.

Ernesto Fluixa. En su libro “Un siglo de música en Mendoza", publicado en 1960, dedica una parte al folklore cuyano, y se refiere en ella, a los cultores más destacados.

Higinio Otero. Con su libro “Música y Músicos de Mendoza", desde su origen hasta nuestros días, publicado en el año 1970, ha contribuido a: conocimiento de intérpretes, cultores e investigadores de nuestro folklore cuyos nombres extraídos del “Cancionero Cuyano" de Alberto Rodríguez no han sido clasificados teniendo en cuenta la labor cumplida por cada uno.

Otros nombres dignos de figurar en este rubro, son los de:
 
Rogelio Díaz Costa. Periodista y escritor sanjuanino, fallecido hace pocos aft03, estudioso e investigador folklórico, ha escrito y disertado muchas veces sobre temas de esta especialidad.


María del Carmen Reverendo de Días Costa
. Esposa del anteriormente citado, vive en San Juan, y como lo hizo su esposo, ella se interesa y realiza estudios de hechos folklóricos.

Juan de la Torre. Es poeta de exquisita sensibilidad, que canta con singular acierto y belleza las cosas de su pueblo. Entre sus poesías hay muchas de inspiración folklórica.

Gabriel Guzzo. Es director de la revista ‘‘Índice”, que se ocupa especialmente de la actividad folklórica.


CULTORES

8.3. Dr. Rodolfo Vargas Videla
Si no tuviéramos otra información sobre el doctor Rodolfo Vargas Videla, que un cuaderno escrito de su puño y letra, amarillento, lleno de versos, ello nos bastaría para apreciar distintas facetas de su personalidad. Tenemos en nuestras manos ese documento; es para el folklorista, un tesoro. Hay consignadas en él letras de tonadas muy antiguas, algunas datan de 1873; versos humorísticos, satíricos y narrativos, fechados entre 1890 y 1920, y muchos que no consignan fecha. De junio de 1904, hay una composición titulada "5 de Junio de 1904”; en ella narra en décimas octosílabas la inauguración del monumento al Gral. San Martin, en Mendoza, cuando era presidente de la República el Gral. Roca; ministro de guerra, el coronel Ricchieri, y gobernador de la Provincia, D. Carlos Caligniana Segura. Por esa composición, de género gauchesco, nos enteramos de que en ese año, las fiestas mayas se postergaron para los primeros días de junio, haciéndolas coincidir con la inauguración de la estatua del Libertador.

Describe los pormenores del baile de gala que se realizó; nombra a los principales asistentes y de manera especial, se refiere a las niñas, y pinta con gracia hasta los más mínimos detalles de sus vestidos.

Este cuaderno es un cofre que guarda recuerdos de una época, fines de un siglo y principios de otro. De su lectura se puede extraer el conocimiento de la situación política y social de Mendoza en la época.


DESDE CHILE, UN RECUERDO
Así separa versos y pensamientos, la composición titulada "Perfiles a la Minuta”, escrita en Chile, en el año 1873; está encabezada; “Versos hechos en Chile y enviados por correo a toda la sociedad de Mendoza, copiados de un original". Al parecer, los autores, C. Villanueva, E. García y N. Carrasco, desde su exilio, con mucha amargura y más libertad, analizaban la vida y milagros de los hombres públicos que en la época manejaban los destinos de Mendoza. En el cuaderno que estamos analizando se adivina el alma de un poeta, y la curiosidad de un coleccionista de canciones y versos tradicionales. Se advierte al observador meticuloso, rayando en el límite del investigador folklórico; además la veta del político definido, con un agudo espíritu crítico, y quizá el pensamiento de un filósofo. Este es el hombre que allá por el año 1911, era Ministro de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Comercial, del que un amigo escribió un pensamiento que estampó en su cuaderno:

El Fiscal Vargas Videla
tan amigo es del folklor
que antes de acusar a un preso
le pregunta si es cantor...

Es que el canto y la música no están reñidos con la ley; son la ley y herencia de tradición, de sentimiento y de amor, al decir de Vargas Videla.


MUSICA Y CANTO
El Dr. Rodolfo Vargas Videla nació en Luján de Cuyo, Mendoza, el 22 de agosto de 1877. Era hijo de don Casiano Vargas y de doña Juana Videla. Fue un gran cultor de la amistad, y en los ratos dedicados al descanso, se rodeaba de un grupo selecto de amigos que como a él, les gustaba tocar la guitarra y cantar. El sitio de reunión preferido, era la casa de Ramón Rodríguez, otro eximio cultor de nuestro folklore regional. A esas reuniones no faltaban nunca Olimpio Correas, Eduardo Herrero, Gustavo Lomos, Carlos Tascheret, Miguel Lemos, su hermano Federico, etc. Los dos últimos hadan dúo y Vargas Videla los acompañaba con la guitarra.

Entre las tonadas preferidas por éste, que le fueran pasadas al investigador y compositor regional, allá por el año 30, figuran entre otras; "El apero de una viuda”. De ella dijo, no habérsela oído a nadie más que a su padre. Otra Tonada, pasada también por él, es la titulada “Linda mi negra querida”. Dijo haberla aprendido a fines del pasado siglo;

Mientras vivamos tú y yo
mudanza en mi no hallarás;
sepultado me verás
 pero en otros brazos no.

Estribillo:
¡Esa mi negra querida!
dónde andará
si me tendrá en la memoria
o me habrá olvidado ya...

Il
Ese amor que se engendró
en mi corazón al verte,
tu deidad lo ocasionó,

Estribillo (bis)
Ill
En el cielo encontrarás
mudanzas de sol y luna;
tú sola te cambiarás,
pero por pasión alguna
mudanza en mí, no hallarás.

Estribillo (bis)
IV
Cuando ya no pueda más
harás de mi, cruel memoria;
tus delicias cantarás,
en el panteón de tus glorias
sepultado me verás.

Estribillo (bis)
V
Cuando pienses que acabó
mi pasión para quererte,
muerto me encontraré yo
en los brazos de la muerte,
pero en otros brazos, no.

En su vida de Fiscal del Crimen, tuvo el Dr. Vargas Videla que intervenir para opinar en un juicio relacionado con nuestro folklore, por plagio musical y literario. Se suscitó entre dos folkloristas del medio. Uno acusaba al otro de que la música y los versos con que se ilustró una conferencia dada por el Dr. Manuel Lugones, titulada "El Folklore Musical de Cuyo", en el Primer Salón de Primavera", organizado por la "Asociación Amigos del Arte”, el 11 de noviembre de 1934, y que apareciera publicada en una hoja especial de "Los Andes", el 1 de enero de 1935, eran de su propiedad, ya que como tales habían sido registrados. Cuando el expediente llegó a manos del Fiscal, éste pudo constatar que las obras de que se decía autor el demandante, hombre joven aún, le habían sido pasadas al demandado, por él mismo (el Fiscal), quien aseguraba haberlas aprendido de niño de su señor padre. Huelgan comentarios sobre el informe fiscal.


Descendencia
Sus dos hijas, Clara Argentina y Lilia Blanca, nos han suministrado datos que han permitido completar la semblanza que ofrecemos. La menor, Lilia Blanca y su hijo Humberto Mario, siguen la trayectoria del ilustre antecesor; ambos ejecutan en la guitarra y cantan canciones folklóricas recibidas del padre como herencia de tradición.

Secundino Gómez
Allá por la década del 30, cuando Alberto Rodríguez buscaba material para su "Cancionero Cuyano”, fue a la “Arbolada" e intimó con don Secundino Gómez. Allí recogió de éste y de sus hijos, principalmente de Alfredo, fallecido, cultor e intérprete feliz de nuestra música folklórica, gran cantidad de tonadas, cuecas y gatos, e infinidad de versos. Entre las composiciones de esta procedencia, tenemos "La tartamuda" y “No más corazón Porfiado". “El demonio del gallo", Gato picaresco y "Dicen que las heladas", cueca. En otra oportunidad visitamos a Secundino Gómez hijo: "Mí padre nació aquí nos dijo, el 16 de junio de 1861 y murió el 2 de setiembre de 1947, a los 89 años. Como buen criollo, fue agricultor, ganadero y amante de nuestro folklore. En nuestra casa se hacían fiestas a las que concurrían familias de nuestra sociedad, ligadas por vínculos de amistad y de sangre. Recordó a la Sra. Carolina Funes de Videla, madre de Juan de Dios Videla, a la que agradaba cantar viejas tonadas, entre las que recordaba: "Ya se va el Consuelo mío"; a doña Patricia Reynal, que tenía el mismo gusto que la anterior, y a doña Celina Gaviola. Mi madre, dijo, “dio nueve hijos, entre los cuales se encontraban los mejores baila¬rines de cueca en su época, porque bailaban sin saltos, porque nuestra cueca es única, es ceremoniosa, elegante, serena...”.

También entrevistamos a la nieta mayor de don Secundino, Sra. Caro¬lina Godoy Gómez de Lugones, la que nos dio datos importantes y recordó que su abuelo, un día antes de morir, como soñando con el pasado, recitó muy sentidamente la letra de una Tonada, "porque ya no la podía cantar", dijo:

Cuan bonitas me parecen esas
playas tropicales,
donde cantan los turpiales
y las palmeras se mecen,
donde las aves ofrecen
consuelo y música al triste,
donde en las almas existe
el amor que inspira Dios,
donde nacimos los dos
y donde tú me quisiste.

Aún cuando con mi existencia
pueda mi amor acabarse
siempre la flor al secarse
deja en la planta su esencia;
así yo, con la vehemencia
de quererte hasta la muerte
dejaré en mi cuerpo inerte
la esencia de mi cariño
y con la calma de un niño
moriré queriendo verte.


Raúl Oro
En una de nuestras giras de estudio por San Juan, visitamos Pocito, y en ese lugar, de manera especial la casa de una familia de arraigo, conocida en la provincia por el culto que siempre rindió a la tradición, la de Raúl Oro.

Si no hubiéramos sabido nada de su dueño, la casona de Pocito, sola, nos habría hablado y dicho en su silencio de un siglo de existencia, que allí vivió un criollo tradicionalista y amante de las cosas de la tierra. El tiempo no ha pasado por ella. Está como en el año de su construcción, 1874. Es como una nave que echó anclas en el mar del tiempo y dejó a éste ir y venir sin que la afectara en lo más mínimo. Ha soportado en su larga vida tres terremotos sin sufrir daño alguno. En el patio de tierra, un jardín asimétrico brinda la belleza agreste de su irregularidad ingenua, pintada con la policromía de las achiras, los malvones, las margaritas, la relama, las chinitas, los claveles y las rosas... Arboles añosos y arbustos frondosos dan sombra y protegen del calor estival. La Santa Rila, la Madre Selva y la Zarza, gatean por los alambres tendidos en las galerías, para sostenerlas y se enroscan en los pilares de madera. Los corredores están enladrillados, los techos encañados y las paredes encaladas. La ancha puerta de entrada y las ventanas destartaladas, conservan en su vejez, resabios de un señorío que distinguió a esta casona, de la ranchería circundante.

Genealogía
Los Oro son familia de tradicional arraigo en Pocito, de ascendencia criolla, que se remonta a tiempo inmemorial.

Don Ildefonso Oro, tronco de la familia, nació en Pocito, en el año 1832. Se dedicó a actividades comerciales y políticas, pero nada le hizo descuidar el cultivo del folklore. En las fiestas memorables realizadas en su casa, jamás permitió que se cantara ni bailara nada que no fuera de nuestro patrimonio nativo. Tuvo doce hijos, de los cuales, siete nacieron en esta casa, en la que aún viven dos: la mayor, Jesusita Oro, que tiene 93 años, conserva una memoria lúcida y es como un archivo del pasado de Pocito. y Raúl que es el penúltimo de los hijos.

Recuerdos
Raúl nos contó sin titubear cosas y costumbres que para él no han muerto. Recordó el encuentro con Alberto Rodríguez, que fuera a Pocito en el año 1930, en tarea de investigación sobre motivos musicales y coreográficos de la región, que entonces compilaba para el Instituto de Musicología de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires; recordó también que ese encuentro tuvo la virtud de hacer revivir en él la emoción folklórica heredada de su padre. La amistad entre ambos se estrechó, y Raúl Oro fue veta preciosa para el investigador. Dieron él y los suyos, el tesoro que parecía haberse enquistado en el alma cerrada a la expresión. Desde entonces empezó a cantar y bailar nuevamente. La casa de Pocito podría decirse que es la casa de la tradición de esa comunidad.

La Fiesta del Arte Nativo, año 1936

Al recordar esta primera fiesta del arte nativo, Raúl Oro añoraba la rectitud y el patriotismo que animaba a participantes y organizadores. "En aquella fiesta, San Juan puso su corazón; vinieron delegaciones de veinte o veinticinco personas de cada departamento, entre las que había algunas de más de 90 años que por primera vez pisaban San Juan, capital, que no conocían cine ni habían oído radio ni discos. Fue una fiesta folklórica auténtica". Destacó en el relato, que para evitar que los participantes de las delegaciones se apartaran de la comitiva y se perdieran, el guía que les dirigía llevaba una campanilla tras cuyo sonido se orientaban en la marcha. Así llegaron a la casa de Gobierno, donde fueron recibidos por el gobernador, don Juan Maurín, quien había puesto el mayor entusiasmo y prestaba la más cálida adhesión para el festival.

Visita del Gobernador a la casa de Pocito
Todos conocemos el fervor político de los sanjuaninos y el calor de sus pasiones partidarias; Raúl Oro nos aseguró que para los días de la fiesta se operó el milagro de que todos olvidaran la política. El gobernador, don Juan Maurín era conservador; Raúl Oro dirigente político del partido bloquista en Pocito. El encono entres ambos era grande. No participaría Raúl Oro, elemento ponderable, ni su gente, por no tener fe en la imparcialidad de los jurados.

Una mañana, el gobernador en persona golpeó la puerta de la casa de los Oro; iba a invitar especialmente a Raúl, y estrechándolo en un abrazo le dio la seguridad de que para nada intervendría la política en un acto que sería netamente argentinista. El gobernador aseguró y cumplió. Raúl Oro confiado en la promesa encabezó la delegación pocitana.

Aporte popular
San Juan abrió arcas y petacas para sacar a relucir la obra artesanal realizada por su pueblo muchos años atrás. Se exhibieron ponchos, rastras, mantas, aperos, botas de potro, alforjas, fajas, recados, chilles, espuelas, lazos, boleadoras...

Desfilaron por las calles, vehículos que desde hacía mucho tiempo descansaban a la sombra de las higueras, en los corredores de las casas coloniales o en los galpones de las fincas, perdidos bajo el pasto y la paja.

Llamó la atención el paso de una carreta centenaria en la que no había ni un solo clavo o tornillo de hierro.
El aporte artístico no fue menos valioso: cada delegación presentó un programa genuino, novedoso, nunca visto ni oído, virgen de contaminaciones.

San Juan se vistió de pasado. En el estadio del Parque de Mayo, cada departamento levantó su rancho, donde se comían y bebían platos y bebidas típicas y se cantaban tonadas y bailaban cuecas y gatos, preferentemente.
Diariamente se realizaban justas de música, canciones y bailes folklóricos regionales; domas de potros y carreras de caballo.
Campeón de Cueca resultó nuestro entrevistado, Raúl Oro, quien tuvo serios competidores: Barros, de Caucete; Monla, de Zonda, y una niña Gaviorna, que resultó segunda en el certamen de Ullún.

El premio de doma fue un caballo ensillado, que correspondió a un conscripto; el de canto, una guitarra; el de Cueca, medalla de oro y titulo de campeón, amén de una cantidad Importante de otras valiosas distin¬ciones.

Don Manuel Coronado, intendente de Pocito y don Manuel Balbarrey, jefe político del mismo, organizadores de la delegación departamental, celebraron con fiestas en el departamento, el triunfo de su campeón (Raúl Oro).

Le preguntamos con qué cueca había triunfado, y recitó sin titubeos las estrofas de la misma:

Me mandan que me consuele
con el mismo desconsuelo,
cómo podré consolarme
teniendo presente el duelo?

Siento en mi pecho un clavo
que me atormenta
que me hace dar suspiros
que ya no hay cuenta.

Que ya no hay cuenta si
porque no traes
agua de limón verde
para mis males.
A ya ya yay mi suerte
para quererte

Don Serafín Barboza
“Es un patriarca", dijeron más de una vez a su esposa e hijos, los padres franciscanos venidos de tierra Santa en misión apostólica, que se hospedaban en su casa de Chilecito. Y en verdad tenia las calidades inherentes al patriarca criollo: autoridad familiar; responsabilidad de los deberes de jefe: además revelaba mansedumbre, profundidad en la mirada, bonhomía, solidaria unión con sus vecinos, casa de puertas abiertas y mesa tendida para quienes se acercaban a ella.

Su prestancia física y su carácter sincero dentro del recogimiento e introversión del mendocino auténtico, lo rodeaban de una aureola de prestigio y dignidad que le granjeaban el respeto y la consideración de propios y extraños.

Se dedicó siempre a las tareas del agro. Fue fundador del lugar, donde nació y murió. Allí formó su hogar casándose con doña Margarita Sotomayor. Era hijo de don Roque Barboza, del que heredó un patrimonio que conservó y acrecentó. La casa de Chilecito, de la calle Barboza, es testimonio de una época que se esfuma en el tiempo. Ya no queda en la memoria de los viejos pobladores el recuerdo de un hecho, común hace cien años, y que vamos a reproducir, conocido por vía de tradición, el mismo:

El último malón:
A cuarenta kilómetros de la casa, don Serafín tenía el puesto “Los Jumes", que le llamaban “La Estanzuela”; allí pasaba sus días cuidando y mejorando sus ganados. Allí, postrado por una fractura de pierna lo sorprendió un malón, el último malón. El avance de los indios sobre los poblados cristianos que solían realizar los naturales con distintos fines, según la época, se repetía a menudo. Los primeros fueron defensivos de la raza y el suelo; los últimos nacidos por la incomprensión injustificada y el odio engendrado por las depredaciones de que eran objeto; reducidos los indios, o impedidos de comunicaciones entre las tribus, movidos por la necesidad de proveerse de ropa y alimentos, incursionaban sobre los poblados blancos. Don Serafín Barboza presenció el último malón hace 97 años, cuando los indios llegaron a Yaucha. Vio al enloquecido malón, procedente del sur, atropellar su puesto de “Los Jumes". Le llegó el aviso por intermedio de un fugitivo, y el temor y el espanto cundieron por el lugar. Tuvieron tiempo de huir para guarecerse en los cerros y barrancas del Este, y para ocultar su ganado en las hondonadas del cerro de Los Leones. Todos apreciaban la dramaticidad del momento, porque conocían los estragos ocasionados por la indiada rebelde y enfurecida en acción de saqueo. El patriarca no perdió la serenidad ante la inminencia del peligro. Como el capitán, obligado a salvar el pasaje y hundirse con su nave, sentado sobre un apero y tapado con ponchos, en la puerta de su rancho, ordenó a quienes lo acompañaban, sus dos hermanos, Ignacio y Ascensión, un sobrino y varios peones, que se pusieran a salvo, ellos y la hacienda, que enloquecida husmeaba a la indiada y corría más veloz que los caballos hacia los refugios que la naturaleza les brindaba. Fue necesario el aplomo y el carácter de don Serafín para que sus acompañantes se decidieran a abandonarlo en tal circunstancia. Ascensión, con el heroísmo de una espartana, se volvió, bajó del caballo y colocándose al lado de su hermano negábase a dejarlo solo. Este se impuso y la joven tuvo que ocultarse en el arroyo Papagallo, distante media cuadra de la casa, en una barranca cercada de cortaderas, hasta que llegó la noche.

Nobleza de un cacique:
El último malón a Yaucha, lo encabezaba el cacique. José Félix Purrán, era al decir de don Serafín, de aspecto vigoroso, bajo, fornido, de mirada penetrante y larga cabellera sujeta con una vincha de cuero. El enloquecido malón, gritando y remolineando entre una nube de polvo, se detuvo en el puesto “Los Jumes". El cacique avanzó como un rayo y detuvo su cabalgadura en la puerta misma del rancho.

— ¿Qué pasó por el alma del salvaje, ante la presencia del hombre blanco, que sin perder la serenidad lo miraba seguro de sí mismo y a la vez desafiante?
— ¿Qué está haciendo aquí?
—Estoy enfermo.
— ¿Dónde está tu gente?
—No tengo.
— ¿Y la hacienda de los vecinos?
—Se la han llevado.
— ¿No andan hombres armados cerca?
—No los he visto.

El cacique gritó una orden y los indios suspendieron el saqueo y abandonaron “Los Jumes". Mientras esto ocurría, el indio Purrán, que hundía su mirada de águila en los serenos ojos de don Serafín, se iba también sin proferir palabra.

Extraño contraste:
A unos sesenta metros, detrás de un corral del puesto de Barboza, encontraron a un hombre a quien después de quitarle la montura, lo hicieron montar en pelo y levantaron con la lanza clavada por la espalda.

Lo mismo hicieron con otros muchos en la costa del arroyo Papagallo. El valor de los criollos, el amor a su gente y a sus cosas, los enfrentaba con el indio en lucha fiera, lucha que terminó en Mendoza, con el paso de las tropas del General Rufino Ortega que redujo a la indiada.


La casa de los Barboza
Aún está en Chilecilo, teñida con matices folklóricos y alimentada de tradición. Sus hijos gustan de la evocación de recuerdos del pasado de su hogar y de su pueblo, de todo lo que concierne al quehacer folklórico de un pueblo de agricultores y ganaderos criollos a sus costumbres, a su espíritu, a su cultura. Todo lo saben sus descendientes, sucesores del viejo patriarca que murió en 1937 a los 103 años de edad. Lo saben y lo sienten porque lo han oído de labios de su padre y lo han vivido con la gente de su pueblo. Lo dicen con fa frescura del hecho gustado.

Hermanos Videla: Una familia de cultores de nuestra música y danzas folklóricas a que el cancionero regional debe mucho, la constituyen tos hermanos Videla: Rubén, Primitivo, César, Elvira, Luis, Heriberto y Lelia, hijos de don Francisco Videla y de doña Elisa Contreras, chilena de nacimiento pero de ascendencia argentina. Por ambas ramas pertenecían a familias de arraigo: los Videla y los Contreras llegaron a Mendoza a los treinta años de su fundación. El padre murió cuando nacía la última hija, Lelia y el mayor, Rubén, tenía diez años, había nacido el 9 de noviembre de 1875. El niño se tuvo que hacer hombre muy pronto y convertirse en jefe de la familia. En plena adolescencia se fue a Córdoba, donde tenían una estancia, lugar de pastoreo del ganado que arreaban a Chile. Esta vida de permanente andar, hizo de Rubén, un soñador y un cantor. Trabajó mucho pero alternó el trabajo con la música y el canto, las características de Rubén eran comunes a todos sus hermanos; pero en Heriberto y Lelia se acentuaron. Heriberto, al que los amigos llamaban cariñosamente “El Pichón Videla", era el más artista de todos; el mejor requintista del medio; guitarrista eximio, creador de ritmos y melodías, compositor e intérprete de fina sensibilidad, compilador y generoso mecenas de los folkloristas.

Lelia, la menor, que no era músico, aunque si amante de la música, a cambio de no tocar instrumento alguno ni cantar, bailaba nuestras danzas con tal gracia y donaire criollo, que la convirtieron en la figura grácil, admirada en los salones más distinguidos. Nadie como ella imprimía el matiz diferencial a las dos cuecas, chilena y cuyana. Sentía pasión por estas danzas, aunque interpretaba con el mismo señorío todas las demás de nuestra región. La Srta. Marta Alcalde Videla, sobrina nieta de los Videla, por voluntad de su tío Primitivo, que fue el último en morir, puso en manos de Alberto Rodríguez el caudal de canciones, tradicionales unas, creadas otras, desconocedora quizás del tesoro que poseía se excusó diciendo que su tío, por efecto de los calmantes, deliraba cuando insistía en que esos papeles debían ir a manos de quien les diera el valor que tenían... Y en verdad que lo tienen. Son papeles amarillentos, manuscritos de puño y letra dé Rubén Videla, firmados por él y fechados en los últimos años del siglo pasado, unos, y otros en 1900 y 1901.
De esos papeles elegidos al azar, extraemos esta glosa:

En mi memoria estarás
en donde quiera que estés,
mi amor, mi lealtad, mi fe
en todo tiempo tendrás.

Dueña de mi amor serás
mientras dure mi existencia,
en mi afecto reinarás
distante de mi presencia
en mi memoria estarás.

Yo tu imagen llevaré
a todas partes conmigo,
por mi dueña te tendré
y siempre estaré contigo
en donde quiera que estés.

Eterno amor te juré
desde el día en que te vi,
por dueña te consagré
y con el alma te di
mi amor, mi lealtad, mi fe
en donde quiera que estés

Federico Vargas Videla: Don Federico Vargas Videla, digno vástago de una familia de tradición, nació en Luján de Cuyo, el 25 de noviembre de 1873, y murió el 3 de septiembre de 1945. Exigencias de su trabajo lo mantuvieron siempre en el campo, y en sus noches, tanto más largas que las de la ciudad, escuchó desde muy joven, música y canciones de viejos cantores que las habían escuchado y aprendido en sus mocedades, de sus ascendientes, tan distantes en el tiempo, que era imposible precisarlo. En el ocaso de la vida de Federico, el recuerdo de aquellos cantares fue un remanso de paz para su espíritu. Cantó acompañándose con la guitarra y el requinto, canciones que el tiempo habría cubierto con su manto de olvido, si su memoria prodigiosa no las hubiera retenido y su generosidad no las hubiera entregado a quien habría de conservarlas para devolverlas a su pueblo. Sus versos románticos siguen resonando en las canciones cuyanas sin firma de autor, Hemos escogido al azar una décima, de las muchas que guardaba. La pasó al investigador en el año 1930 y dijo haberla aprendido muy joven de sus mayores: "Yo soy el árbol que agita".

Yo soy el árbol que agita
frente a tu balcón sus ramas,
la flor con que te embalsamas
y en tu pecho se marchita.
Soy la música infinita
de tu dulcísimo acento
soy el suave movimiento
de tu ondulante vestido
soy el ave que su nido
fabrica en su pensamiento.

Yo soy la nube lejana
de donde lanza la aurora
la tibia lumbre que adora
el cristal de tu ventana.
Yo soy la brisa liviana
que te viene a acariciar,
la penumbra del altar
en donde rezas de hinojos
el ¡ay!, de tus labios rojos
y el fuego de tu mirar.

Yo soy la voz que te nombra
cuando sonríes dormida
aquella voz nunca oída
que te conturba y te asombra.
Soy la huella que en la alfombra
deja tu pie encantador
soy las horas de dolor
y soy por raro poder,
tu corazón de mujer
con sus nostalgias de amor.

Seria ingratitud no consignar por lo menos, los nombres de los cultores de fama, primeros en el tiempo, fines del siglo pasado y principios de éste, ya que sus biografías figuran en el “Cancionero Cuyano” de Alberto Rodríguez, editado en 1938.

El Ciego Reyes: El más viejo de los cantores populares sanjuaninos. Fue como el Homero de la leyenda griega, que interpretó fielmente las ansias y pasiones de su pueblo. Cantó después de quedar ciego, hasta los últimos días de su vida. Recorrió su provincia en todos los caminos, y a todas partes llevó sus versos, improvisaciones y dedicatorias famosas.

Carlos Maria Tascheret: Nació en 1840, falleció en su provincia natal, San Juan, el 20 de octubre de 1909. Hombre de inteligencia natural extraordinaria. Vivió en contacto con la naturaleza y con su pueblo, vinculándose a él en las tareas agrícolas ganaderas. En “Los Borros”. Media Agua, donde se realizaban las fiestas folklóricas de mayor trascendencia. Carlos María lucía sus cualidades de gran cantor y guitarrista. La tradición popular le atribuye gran cantidad de tonadas, cuecas, gatos y otras canciones. Su hijo Carlos, siguió la trayectoria de su padre y ejecutó con cariño emocionado muchas de las obras de su antecesor, cuyas versiones han enriquecido "El Cancionero Cuyano” de Alberto Rodríguez.

Miguel Bustos Cáceres: Contemporáneo de don Carlos María Tascheret. Fue en la segunda mitad del siglo pasado uno de los cantores populares de más prestigio. Fue como el vehículo de la música nativa, en su tiempo, cuando los medios de comunicación eran escasos. Fue intérprete de nuestro cancionero folklórico por herencia, ya que era hijo de don Vicente Bustos Zenteno, que actuó a fines del siglo XVII. Fueron conservadores de la tradición y Melquíades Cáceres cultivó con cariño y disposición innata nuestra música, que él sentía como preciosa herencia de familia, y se enorgullecía jactanciosamente de ello.

Rosauro Gómez: Admirable ejecutante de guitarra y excelente cantor improvisador de gracia inimitable en el juego de palabras de doble intención, que adecuaba con maestría a los acordes de su instrumento.

Pedro Gil Yanzón: Por ambas vías, paterna y materna, perteneció Gil Yanzón a las más antiguas y distinguidas familias de San Juan. Actuó hasta principios del presente siglo y puso en evidencia siempre su gran cultura. Podemos considerarlo más que un cantor, un compilador de música y canciones populares de la región, que puso en manos del investigador, generosamente

Tomás Severo Balmaceda: Descendiente de familias tradicionales de San Juan. Fue un cantor recordado con mucho cariño y simpatía. Su nieto, don Modesto Balmaceda, radicado en Caucete, fue el custodio del tesoro folklórico dejado por su abuelo, que él entregó gustoso para enriquecer el "Cancionero Cuyano".

Antonio Rodríguez: Vive aún en San Juan y participa sin desmayo, pese a su edad avanzada, en justas y encuentros folklóricos, por los que siente entrañable amor. Cultor apasionado de nuestras tradiciones, contribuyó también a enriquecer las páginas del “Cancionero Cuyano”.


8.4. Cantoras y cantores mentados
Damas de antiguas y distinguidas familias, y mujeres del pueblo cantaron en el arpa y la guitarra y pusieron en el canto, la dulzura y la riqueza rítmica atesorada en el alma. Por ahora citaremos a las hermanas Mascareño de “El Limón”: Las Corias que dieron el nombre a la localidad que hoy se llama "Chacras de Coria"; las Avecilla, de San Carlos; Concepción y Elcira Zenteno: Lubina Suárez, Celsa Quintanilla, Jova Martínez de Bringa, Cruz Videla, etc.

Por los años 1890 a 1900, eran comunes las reuniones familiares en las casas de campo que las familias más distinguidas tenían en lugares elegidos para pasar los meses estivales. El Challao y el Carrizal, eran los preferidos. En memorables reuniones en que alternaban las comidas con las fiestas típicas, lucían el ingenio de sus chispeantes sátiras y habilidades artísticas en temas musicales y poéticos regionales los concurrentes. Canciones, cuecas, tonadas en décimas, alternaban con sonetos y romances que encaraban los más diversos temas sobre la vida apacible de aquellos tiempos. Fueron asiduos a tales reuniones, don Félix González, el presbítero Dr. Videla Cuello, D. Exequiel García, D. Federico Palacios, el Dr. Lucio Funes y otros muchos que se destacaron como excelentes e ingeniosos letristas para nuestras tonadas y canciones La tradición oral conserva aún muchas producciones de algunos de los citados y de otros que por modestia han mantenido siempre en el anónimo su labor musical y literaria. En homenaje a la memoria de quienes han dado un valioso aporte a nuestro folklore, daremos una lista de nombres: Fermín Lucero, Pedro Antolín Rodríguez, Ernesto Quintana, Rafael Lugones, Roberto Monteavaro, Fermín Vidala, Luis Ochoa Camargo. Santiago S. Bruna. Alfredo A. Gómez. Roque y Fernando Guzmán. Advertano Maza. Ramón Flores, Dolores Aranda, Juan de Dios Pérez, Ramón Noguera, Isidro Talaguirre, Salvador Salazar, Segundo Moyano, Jacinto Morales. Tomás Domínguez, Onorte Silva. Justo P. Camani, Manuel Bilbao, Eduardo Castro, Abdón y Alberto de Paz, Joselín Muñoz, Emilio López Marín, Modestino Ortiz, Prácedes Vargas, Juan Chaca, Fernando Lemos, Victor Millán, Eladio Gigena, hermanos Marcos y Juan Antonio Quiroga, Filomeno Furque, Ambrosio Aubone, Vicente Bustos Zenteno, Melquiades Cáceres. Julio Balmaceda. Amaro Bustos, Saúl Salinas, Eusebio Videla. Ventura Larrosa, Alberto Cusiné, Miguel Ángel Podestá, Rafael Castañeda, Nicolás Sández, Modesto Balmaceda, Daniel Balmaceda Yanzón, Blas Videla, José Dolores Gil, Guillermo Sarmiento, Samuel González, Marcos Quiroga. Julio Sarmiento, Eliseo Guardiola, Juan Antonio Quiroga, Daniel Balmore Yáñez, Ramón Dávila Aubone, Conrado Carrizo, Julio Puigdengola, Ricardo Arancibia, hermanos Arancibia Laborde, Ramón Guerra, Pedro Palma, Antonio Leiva (El Cieguito Leiva), Domingo Morales, Eráclides Rufino, etc.

Domingo Zenteno: De la segunda mitad del siglo pasado, creador e intérprete, a quien por tradición se le atribuyen muchas páginas de nuestro cancionero tradicional.

Olegario Méndez: Falleció muy anciano en el año 1900. Se especializó en serenatas y formo dúo con los mejores cantores de su época.

Javier Molina: Aunque nacido en Córdoba en el año 1846, pasó en Mendoza y San Juan, la mayor parte de su vida. Por su cultura, su memoria fácil y el contacto con todos los viejos cultores e intérpretes de su época, nos ha servido de informante veraz y erudito en la materia folklórica. Falleció el 6 de mayo de 1948.

Ulderico Ibáñez: Nació en Mendoza en el año 1859 y falleció en la misma ciudad en 1938. Colaborador valioso en la información y aporte de material folklórico de la región, del que tenía un profundo conocimiento.

Ángel Vidadel Olivera: En las últimas décadas del siglo pasado y en las dos primeras de éste, fue el cantor y guitarrista de más prestigio; de inteligencia más que mediana y memoria auditiva fácil e imaginación creadora, cosas que le ayudaron a ocupar el centro privilegiado entre los cantores de su tiempo.

Nicolás Bustos: Nacido en Mendoza en el año 1883, fallecido en la misma a edad avanzada. Eximio ejecutante de guitarra y requinto, vinculado desde su juventud a los más prestigiados cultores del folklore musical, aprendió de ellos numerosas versiones de torradas, cuecas y gatos muy antiguos, cosa que le permitió colaborar como informante y dador de temas del mismo género, al investigador, cuando preparaba su "Cancionero Cuyano".

Pedro López Moyano: Nacido en Mendoza en 1885, fallecido en San Juan a los 85 años de edad. Incuestionable rasgueador de guitarra, conocedor profundo de la ritmología folklórica, característica heredada de sus ascendientes. Decidido colaborador del investigador antes mencionado.

Alfredo Pelaia: Radicado en Mendoza desde su adolescencia, fue un cantor de fama y prestigio que asimiló con acierto la modalidad típica regional y pudo ser feliz intérprete de nuestro cancionero folklórico.

Ismael Moreno: Tesonero cultor de nuestro folklore. Nació en Mendoza en el año 1891. Coleccionó gran cantidad de obras del patrimonio popular folklórico, publicadas en su Cancionero Mendocino, como propias, integró la Primera Orquesta Folklórica Mendocina, allá por el año 1926, con la que grabó discos.

Carlos Mombrunt Ocampo: Persona culta; cultivó la guitarra y el piano. Intérprete y compositor de piezas de inspiración folklórica. Sanjuanino de origen, fallecido en Mendoza.

Hilario Cuadros: Nacido en Mendoza en 1902, fallecido en 1956. Fue el cantor y guitarrista más cotizado de su tiempo, que llevó al público y al disco el mensaje genuino de nuestro cancionero popular folklórico.


CULTORES, INTERPRETES Y AUTORES DE OBRAS DE INSPIRACIÓN FOLKLORICA
Entre la lista de intérpretes que merecen el reconocimiento del pueblo, el nombre de Julia Vega ocupa un lugar de privilegio en la misma. Desde muy joven viene cantando folklore de la región, sin apartarse jamás de su derrotero. Hoy, en plena madurez, y con mayor fuerza interpretativa que nunca, canta las tonadas con un sello inconfundible de autenticidad. También se distinguen por sus dotes musicales y artísticas para la interpretación justa de nuestro cancionero, Saúl Quiroga, Benicio Bustos e hijo. Francisco Argañarás, Hugo Pérez Di Santis, Juan Agustín Frías. Andrés Arredondo, los hermanos Rojas, de Valle Fértil; Dúo Aguilera-Guerra; un payador y recitador conocido y recientemente fallecido es Carlos Víctor Capella: el también recitador Ceferino Sizzi y el dúo Arancibia-Soto.

El interés por el cultivo de las expresiones folklóricas, sobre todo de las artísticas, ha crecido en esta última década; esto podemos apreciarlo por la cantidad de festivales de este género que se realizan en las provincias y sus departamentos; por el número de academias dedicadas a la enseñanza de danzas folklóricas; por la creación en las municipalidades de escuelas de danzas de este género subvencionadas por ellas; por la intención del gobierno escolar de dar cabida en la escuela pública a la materia Folklore; y sobre todo por la cantidad de intérpretes de música y canto, empeñados en la creación de obras que han dado en llamarse de proyección folklórica. Se ha dado a esta palabra, proyección, una aplicación tan variada que hemos llegado a dudar de su verdadero significado, y esa es la razón que nos ha movido a ponerla como tema de discusión en el ‘‘XII Encuentro Nacional de Estudiosos del Folklore”, que se realizará entre los días 14 al 20 de julio próximo (1991).

El eminente folklorólogo, Augusto Raúl Cortázar, dice lo siguiente sobre proyección folklórica:
“Proyecciones Folklóricas son las expresiones, en particular de carácter artístico, danzas, canciones, música, representaciones teatrales, cinematográficas, televisivas, etc., cultivadas por artistas y que reflejan estilo, carácter, forma y ambientes propios de la cultura popular, pero que no son producidas espontánea y tradicionalmente en una región del Folk”.
Las proyecciones revelan inspiración folklórica y se manifiestan en diversos campos: cuentos, poesía, novelas, música, danzas, etc. Pero, aunque las más difundidas son artísticas, también se manifiestan en la industria (tejeduría, cestería, cerámica y platería, etc.).

Las proyecciones legítimas deben afianzarse en el conocimiento directo y en la documentación veraz; en la asimilación del autor o productor, del espíritu del complejo folklórico que se trata de reflejar. Cuando se hace con dignidad puede prestigiar al folklore y tomar relieves universales; pero si las expresiones son chabacanas conspiran contra el patrimonio espiritual.

El diccionario de la Real Academia dice: Proyección: “Acción y efecto de proyectar"; y proyectar, lanzar, dirigir hacia adelante o a distancia. // Idear, trazar o disponer el plan y los medios para la ejecución de una cosa. // Hacer visible sobre un cuerpo o una superficie la figura o la sombra de otro. Ya es sabido lo que en geometría es proyección y la acción de proyectar.

Los creadores de lo que se ha dado en llamar folklore nuevo, craso error, porque el folklore no puede ser nuevo, pues para que una obra cobre la categoría de tal, debe tener una vigencia de muchos años, popularizarse, es decir, ser aceptada y conservada por el pueblo hasta olvidar el autor.

No se puede llamar proyección folklórica a creaciones antojadizas; pero si ellas perduraran por muchos años, más de cincuenta, el pueblo las sintiera como propias y olvidara el autor, podrían folklorizarse.

"El Folklore es tierra que anda”, sí, pero sus pasos son lentos, tanto que una generación no podría apreciar el cambio que pueda sufrir en su esencia.

 

Reconocemos y aplaudimos el valor que tiene el hecho de que la juventud quiera crear; pero le aconsejamos que tenga paciencia para esperar y voluntad para abrevar en las fuentes en que debe inspirarse para que sus obras cobren la categoría de folklóricas algún día.

 

Es digno de todo elogio, ver cómo la gente, no solo la del estrato folk, sino jóvenes con cultura de nivel universitario, terciario y medio, forman conjuntos y dúos y se acercan al instituto para que los asesoren, porque quieren cantar y bailar folklore puro, el que se cantó y bailó en el siglo XIX. Es lógico que la educación de estos intérpretes, alguna modificación introduzcan en lo que hacen, pero, nunca es esencial. Las voces cultivadas y los modales cultos, imprimen a la expresión una belleza que la realza.

Un ejemplo puede aclarar lo anteriormente expuesto: La misma tonada ejecutada por un paisano campesino, muy amante del folklore, suene a nuestros oídos de distinta manera que si la ejecuta Alberto Rodríguez en el piano. La métrica y el ritmo son los mismos, pero el alma y la cultura musical del ejecutante no pueden descartarse.

Hoy los coros dirigidos por muy buenos maestros como es el “Universitario''''''''’, el de “Regatas" y el de “Niños Cantores de Mendoza”, dirigidos por Felipe Vallesi, Hebe Yacante y Juana Mauro de Fernández, respectivamente, tienen en su repertorio canciones tradicionales folklóricas que interpretan con total respeto por su origen; podríamos citar otros muchos, pero sólo destacaremos el interés de personas de la tercera edad que quizás sientan la nostalgia por algo que no hicieron en su juventud y desean reivindicarse de esta falta: El Coro del PAMI, que dirige el maestro Enrique Quiroga.


Por no tener información completa sobre los cultores aparecidos desde que se terminó la escritura de este libro, hasta la fecha, diez años, no los citamos porque la falta de conocimiento sobre el particular podría inducirnos a cometer omisiones que puedan resultar más que ofensivas, dolorosas.

GALERIA MULTIMEDIA
La foto, tomada en Jáchal, en uno de los viajes de Alberto Rodríguez, en la década del’ 40 a lomo de burro cuando venía con Rodolfo Alvarez, y quisieron componer una cueca, en agradecimiento a San Juan, Así nació “El Encuentro” más conocida como Rumbiando para Jáchal, que según las planillas de Sadaic, ha recorrido el mundo, en especial Latinoamérica.
La foto, tomada en Jáchal, en uno de los viajes de Alberto Rodríguez, en la década del’ 40 a lomo de burro cuando venía con Rodolfo Alvarez, y quisieron componer una cueca, en agradecimiento a San Juan, Así nació “El Encuentro” más conocida como Rumbiando para Jáchal, que según las planillas de Sadaic, ha recorrido el mundo, en especial Latinoamérica.
Rogelio Díaz López, escritor, historiador e investigador. Junto con Alfonso Hernández, y Rogelio Díaz Costa, hicieron el escudo de la ciudad de San Juan en 1946, que está vigente hoy en día. Rogelio Díaz López, era noble, era Conde Losada, y Marques de Villa Señor, pero al venir a la Argentina y nacionalizarse, el título no andaba y entregó los títulos al archivo Nacional de Chile, era descendiente de españoles. La Madre ha sido la primera mujer periodista en Yungay. Esta imagen tiene escrito: “Para Pitusa mi primero y único amor de mi vida. Rogelio. 18/11/1952. (Foto proporcionada por María del Carmen Reverendo)
Rogelio Díaz López, escritor, historiador e investigador. Junto con Alfonso Hernández, y Rogelio Díaz Costa, hicieron el escudo de la ciudad de San Juan en 1946, que está vigente hoy en día. Rogelio Díaz López, era noble, era Conde Losada, y Marques de Villa Señor, pero al venir a la Argentina y nacionalizarse, el título no andaba y entregó los títulos al archivo Nacional de Chile, era descendiente de españoles. La Madre ha sido la primera mujer periodista en Yungay. Esta imagen tiene escrito: “Para Pitusa mi primero y único amor de mi vida. Rogelio. 18/11/1952. (Foto proporcionada por María del Carmen Reverendo)