El tránsito en San Juan siempre fue un problema. Y desde que llegaron los automóviles en la primera década del siglo XX, los accidentes fueron moneda corriente.
A fines de 1936 se instalaron las primeras garitas en las esquinas de la capital, hecho que fue festejado jocosamente por el humor popular calificándolas como “jaulas para iviñas”; siendo consideradas ceremoniosamente por las autoridades como símbolo de adelanto urbanístico a nivel de las grandes ciudades.
Peor fue aún cuando en febrero de 1938 se les dotó a los agentes de tránsito de uniforme de verano, con chaqueta blanca y sombrero aislante, entonces fueron “varitas disfrazadas de primera comunión”.
Para 1937 la gestión municipal debió extremar las medidas de contralor y sanciones debido a la cantidad de accidentes y la presión de la prensa. La verdad es que la situación del micro centro era caótica, las calles centrales, aún sin pavimento se había convertido en playas de estacionamiento de ambos lados, lo que dificultaba enormemente la circulación formando grandes colas, bocinazos y disputas en más de una ocasión.