Rogelio Mallea. El maestro del arco

La siguiente entrevista publicada en El Nuevo Diario el 14 de diciembre de 1990, edición 490, fue realizada por Armando Ordoñez

 Rogelio Mallea es hoy un jubilado bancario de 61 años. Está casado; tiene cinco hijos y siete nietos. Quizás para la juventud actual del deporte el nombre les diga poco. Pero para quienes ya peinan canas, la figura adquiere otra dimensión: Mallea fue aquel brillante guardavalla de Atlético San Martín y del Seleccionado Sanjuanino de Fútbol. Al que la afición recuerda por su prestancia, su elasticidad felina en sus arrojos de palo a palo; su elegancia en la custodia del último bastión para impedir el gol adversario. ¿Quién, entre los mayo­res, no recuerda aquellas tardes memora­bles de trascendencia futbolística; en los re­cordados clásicos entre San Martín y el entonces Atlético de la Juventud; como asimismo ante Peñarol, Los Andes, Sporti­vo Desamparados, Independiente...?

¿Cómo no tener presente esa muralla impenetrable que constituían el mariscal Arturo Bustelo y el impetuoso Walter Rossini; la potencia de la línea media que compo­nían Catuco Molina; Corina Leal y el ardoro­so Caballero y esa goleadora línea de cinco integrada por el talentoso “Pancho” Antuña; Fonzalida, aquel morocho de la gambeta endiablada, el gran eje delantero, el rubio cabeceador. Juan José Muñoz, el famoso número diez Maravilla que triunfara en el fútbol profesional y el zurdo Gómez; impa­rable número once que se pegaba a la línea de cal a la usanza del gran Félix Lustau; como así también el gran Viriglio y el no menos prodigioso Bermudez; venido del Fortín de Velez Sarfield.

Pero... ¿por qué comenzamos esta nota con el nombre de Rogelio Mallea? Ocurre que Rogelio es un enamorado del fútbol y cuando ya podría haberse llamado a repo­so, sigue aportando su granito de arena para que esta, su pasión, siga prendida en el corazón de los jóvenes. Junto con algu­nos colaboradores dirige una escuela de arqueros, en el club San Martín, un hecho realmente novedoso y del que, se espera, surjan los grandes valores que San Juan espera.

Aprovechamos para dialogar con Roge­lio, de este y otros temas relacionados con su brillante trayectoria como futbolista que es bueno la conozcan los jóvenes de hoy.

—Dígame Rogelio... ¿desde cuándo y hasta qué fecha defendió la valla de San Martin?

—Comencé a jugar siempre como ar­quero, en 1948, sucediendo en tan delicada misión a aquel inolvidable como excelente guardameta que en vida fue Armando Malaisi. Permanecí dos años en inferiores, en aquel entonces la cuarta común, y en el 48 pasé a la primera, hasta 1969, en que definitivamente concluye mi carrera depor­tiva.

—¿Cuántos campeonatos con­quista San Martin con la presencia de Mallea en la valla?

—Si la memoria no me juega una mala pasada, tengo el inmenso orgullo de contar durante mi paso por San Martín, con la obten­ción de diez torneos oficiales y dentro de esa satisfacción, el logro en 1956 del título Argen­tino de Fútbol con el Seleccionado Sanjuanino.

—¿A quiénes considera los delan­teros más peligrosos que le tocó en­frentar en su accionar como arquero?

— Son muchos en realidad, entre los de mayor relevancia tengo presente a Víctor "Guanaca" Bazán, José Augusto, Carlos Suero, Lucas Figueroa....

—Durante algunas temporadas, usted incursionó por otros clubes...

—Así es, debo destacar la gran predispo­sición de la directiva verdinegra; que aten­diendo a mis servicios prestados a la entidad, me dejó en libertad de acción para disponer de mi vida deportiva. Así pasé a defender la valla de Sportivo Peñarol durante un año; posteriormente pasé a Sportivo Desampara­dos, donde permanecí dos temporadas y tuve la alegría de salir campeón con los puyutanos; finalmente incursioné en el entonces Alianza de Santa Lucía, antes de su fusión con Atléti­co de la Juventud.

—Luego de este periplo, retorna a San Martin...

—Efectivamente, vuelvo al club de mis amores donde concluyo mi carrera integran­do la terna de arqueros; desempeñando a la vez la misión de ayudante de campo. Me sucedió en la custodia de los tres palos, otro gran guardavalla; el querido Francisco “Pan­cho” Velázquez.

—Muy bien Rogelio, ahora si vamos al trabajo que en la actualidad realiza en San Martin.

—Mi deseo es que el fútbol, como el tango (mis dos pasiones) no mueran jamás. Es por ello que contando con la colaboración de Carlos Russo, sobrino de aquel gran número diez que tuvo San Martín, el inolvidable tano Antonio Russo y de un flamante profesor de educación física, el joven Carlos Sánchez, estamos trabajando con un gran número de chicos, a los que nos dedicamos exclusivamente a prepararlos para futuros arqueros, sin dejar de tener en cuenta, claro está, la perspectiva de extender las condiciones de asesoramiento en el futuro.

—Tenemos entendido que ha edita­do un libro relacionado con esta su función de arquero, ¿qué nos puede decir al respecto?

—Sí, es así. Aunque de ninguna manera tiene fines de lucro, sino que pretendo servir con mi modesta experiencia a todos aquellos chicos y adolescentes que a la vez de reunir condiciones, deseen ser arqueros, he editado un libro “Yo... arquero”, en el cual he trata­do de condensar en apretada síntesis los principios elementales que deben tenerse en cuenta; no sólo para llegar a ser un buen guardavalla, también para constituirse en un buen deportista que será la base de un ele­mento útil para la sociedad. Dicho libro lo pongo a disposición de todos aquellos que tengan interés en acopiar fundamentos vale­deros para el logro de los fines antes detalla­dos.

—En su libro se insertan cosas muy importantes, sin embargo creemos que las reglas impartidas en página siete, son dignas de tener presente ¿nos enumera alguna de ellas?

—En efecto, son 14 reglas muy importan­tes, de las cuales resalto las que a mi criterio revisten mayor significación. 12) Nunca recri­minarás a un compañero, ni con gestos ni de palabra, porque éste haya cometido un error; 13) En tu actuación nunca lesionarás a un adversario. La lesión intensionada no se concibe en un deportista; 14) Tus actitu­des deportivas tienes que demostrarlas con tus compañeros, adversarios y con el públi­co.

Así de simple es Rogelio Mallea. Digno de todo elogio y ejemplo para las nuevas generaciones. Volvemos como al comienzo: con seres como él, pasiones como el fútbol (¡Y también el tango, Roge­lio!) no pueden morir.