Cuando se quemó la parra tricentenaria

Fue en agosto de 2002. El viento Zonda que azotó a San Juan, dejó muchas más pérdidas de las que se conocieron, algunas irreparables. Es el caso del Jardín de los Poetas que quedó destruido casi en su totalidad y el último legado de los jesuitas: una parra plantada en 1712. El siguiente artículo fue publicado en La Pericana el 10 de febrero de 2017.

 En junio El Nuevo Diario publicaba una nota sobre una parra centenaria que lamentablemente no estaba siendo aprovechada como tantas otras cosas turísticamente. Ahora esa nota es historia.
A fines de agosto del año 2002 se produjo un gran incendio en Rivadavia.
La irresponsabilidad humana, un cañaveral de más de dos kilómetros y el viento Zonda fueron los causantes. Las consecuencias fueron catastróficas.

Tres grandes patrimonios de la provincia se quemaron. Son el Jardín de los Poetas y el Parque Rivadavia, que perdieron el 80 por ciento de su forestación. La tercera fue la parra plantada por los jesuitas hace 300 años. Por su parte, el Jardín de los Poetas poco a poco se estaba convirtiendo en el gran escudo de la provincia, pudiéndolo observar desde las montañas, con una vegetación especialmente seleccionada y colocada.

Quiénes la quemaron
 Rafael Pérez Vela era el administrador de la propiedad donde se encontraba la irrecuperable parra, en las inmediaciones del Jardín de los Poetas.

— ¿Qué fue lo que sucedió?
— Hace dos sábados cuando se levantó el viento Zonda, una pareja llegó a comer un asado al Jardín de los Poetas. Cuando comenzó el viento se fueron y no lo apagaron. Eso desencadenó todo. Sin embargo, le confieso que yo esperaba que esto pasara antes.

— ¿Por qué lo dice?
— Porque es una costumbre que en los parques de la zona la gente vaya a comer. Pero no es su culpa, sino del intendente que dejaba que en medio de un bosque se pudiera prender fuego. Eso no ocurre en ningún lugar del mundo.

— ¿Usted advirtió a alguien sobre este peligro?
— Sí. Fui a hablar con el intendente Soria pero no me hizo caso. Sentí que a nadie le importaba lo que se podía llegar a perder. Y no estoy hablando únicamente de la cepa, sino de las hectáreas de vegetación irrecuperables.

— ¿Qué me puede contar de la cepa?
— En los últimos treinta años el lugar fue visitado por personalidades de la vitivinicultura nacional e internacional. Además del valor turístico que tenía, para muchos era un lugar obligado de visita. Pero fíjese que a pesar del gran interés que despertaba en la gente jamás fueron gobernadores ni intendentes y lo peor directores de turismo. Ahora ya es tarde, se quemó. Esta cepa marcaba ante el mundo la riqueza de nuestro suelo para la vitivinicultura.

— ¿Qué sintió cuando vio que el fuego avanzaba sobre su propiedad?
— Primero me desesperé, después no pude más que llorar junto a mis nietos. Fue la peor sensación que tuve en mi vida.


La historia de la parra
Esa parra era el último testimonio de la historia de la “La Chacra de Puyuta”, que fuera un emporio de fe y trabajo, donde esclavos negros producían aguardiente y pan con destino a la Pulpería jesuita. Fue sin duda la propiedad más importante que tuvieron los jesuitas en San Juan en el siglo XVIII, antes de ser expulsados.
Se la llamó “La Chacra de Puyuta” y para que el lector pueda ubicarla diremos que son esas tierras bajas ubicadas al sur de la avenida Libertador San Martín que uno encuentra cuando va a Zonda.
Esa zona, con un microclima especial, donde hoy están entre otras propiedades las del Ranchomóvil o el cementerio El Mirador, fue un sitio de gran movimiento laboral entre los años 1735 y 1767.

En el libro de la doctora Celia López, Con la cruz y con el dinero — Los jesuitas del San Juan Colonial, editado por Editorial Fundación Universidad Nacional de San Juan, se explica que allí llegaron a existir 12.673 cepas, que producían unas 1.900 arrobas anuales de mosto, es decir unos 17 mil litros, con lo que se elaboraba vino y aguardiente.
Naturalmente, había una bodega, con dos lagares y un molino donde se elaboraba la harina —para consumo y para vender con el trigo cosechado en la misma chacra, que producía entre 50 y 80 fanegas, que equivalen a 5 mil kilos.
El trabajo en la chacra estaba a cargo de un mayordomo o capataz, dirigido por un padre jesuita y residían allí 66 esclavos negros, de los cuales 15 eran varones, 21 mujeres y 30 niños.
Además del aguardiente y el pan, se fabricaba también jabón y dulces, todo lo cuál era vendido en la “Pulpería jesuita”, ubicada en uno de los ángulos de lo que hoy se conoce como Esquina Colorada, adonde llegaban también los productos de otras posesiones jesuíticas ubicadas en La Bebida y Cochagual.

Los jesuitas fueron expulsados de los dominios españoles mediante un real decreto del rey Carlos III, el 27 de febrero de 1767 y el 5 de setiembre salieron de la provincia con destino a Italia para nunca volver.
La Chacra de Puyuta fue vendida en subasta pública el 4 de julio de 1772 a Rafael de Morales y su esposa, Grabiela Irrazábal, en 11.500 pesos.
Los esclavos de la Compañía de Jesús, que al momento de la expulsión totalizaban 104, llegaron a ser 113 cuando fueron vendidos en subasta en 1772 por 15.100 pesos a José de Ibazeta.

De lo que fue un emprendimiento económico religioso de envergadura, milagrosamente ha perdurado hasta nuestros días un último vestigio. Una de las cepas, considerada la más antigua que existe, la que está ubicada en una finca que hoy es propiedad de la sucesión Romero Ruiz, en las inmediaciones del Jardín de los poetas.

Esa cepa tendría que haber sido un gran atractivo turístico de San Juan pero, como siempre ocurre en este tema, la falta de conciencia sobre esta actividad a la que cada día el mundo presta mayor atención, hace que permaneciera casi desconocida y que los pocos visitantes que allí llegaban lo hicieran por la divulgación que realizaba Rafael Pérez Vela, enólogo y excelente fotógrafo quién fuera yerno de Romero Ruiz y administraba la propiedad y la bodega.




 1974 - Andrea del Boca en San Juan. Esta foto es de 1974. Andrea Del Boca, entonces una nena, posa junto a la centenaria parra que constituye el último testimonio de la presencia jesuita en San Juan. Encierra la apasionante historia de la “Chacra de Puyuta”, que fuera un emporio de fe y trabajo, donde esclavos negros producían aguardiente y pan con destino a la Pulpería jesuita. (Foto proporcionada por Rafael Pérez Vela)





 Raúl Lavie y Pinky, en la época que estaban unidos en matrimonio, se fotografiaron hace tres décadas junto a la vieja parra ubicada en las inmediaciones del Parque Rivadavia. (Foto proporcionada por Rafael Pérez Vela)





GALERIA MULTIMEDIA
Raúl Lavié y Pinky en San Juan
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