La Provincia de San Juan alcanzó el carácter de autónoma en 1820 como el resto de las integrantes de la vieja intendencia de Cuyo. El siguiente artículo fue publicado en la página oficial de la Cámara de Diputados de San Juan
Recordemos que pasada la euforia de la independencia, José Ignacio de la Roza debió
enfrentar una oposición cerrada que no deseaba su reelección, un descontento
generalizado y las disputas con su cuñado MarianoMendizábal, porteño, militar y casado con su hermana Juana de la Roza.
En la madrugada del 9 de enero de 1821 se sublevó en San
Juan el Batallón N° 1 de Cazadores de los Andes, guarnición integrante del
Ejército Libertador que San Martín había decidido acantonar en nuestra
provincia.
Triunfante el movimiento, Mendizábal asumió el mando y su preocupación
inmediata fue institucionalizar la sublevación, que se realizó el 1 de marzo de
1820 al proclamarse la autonomía con la adhesión entusiasta de la población. Siendo Mariano Mendizábal el primer
gobernador de San Juan.
Así quedó constituido el Poder Ejecutivo provincial,
ejercido por un gobernador que reunía en sí las funciones
político-administrativas y el mando militar.
Los restantes poderes del Estado fueron surgiendo en
forma acompasada.
Mariano Mendizábal duró muy pocos días como gobernador
después de proclamada la autonomía, siendo destituido y reemplazado por don José Ignacio Fernández Maradona, quien
fuera nuestro representante ante la Junta en 1810 y actuara junto a Saavedra y
el Deán Funes en los primeros pasos organizativos de la Nación. Pero al igual
que Mendizábal fue gobernador sólo por unos meses y envuelto en intrigas
internas, se apresuró y renunció al cargo.
Fue sustituido por José
Antonio Sánchez. Hombre de la confianza del General San Martín, dueño de un
gran prestigio entre los ciudadanos, de mediana instrucción aunque hay quienes hacen
mención a algún estudio en leyes. Era chileno de nacimiento, pero sanjuanino
por propia decisión, estaba casado con María
Jesús Salinas, prima del Dr. Salvador María del Carril.
A propósito del Dr.
Salvador María del Carril, de regreso en su provincia ya graduado y después
de una corta experiencia en la administración de Buenos Aires, era miembro del
Cabildo de San Juan. El mismo 5 de junio, día de la elección de José Antonio
Sánchez como gobernador, pidió del Carril un Cabildo Abierto, es decir, una
reunión de vecinos con el motivo de deliberar sobre asuntos de suma gravedad,
de carácter político y administrativo. En efecto se reunió el 6 de junio un
crecido número de vecinos en la Sala del Cabildo, esto fue en lo que es hoy
calle General Acha e Ignacio de la Roza, vereda este, frente a la Plaza 25 de
Mayo.
Damián Hudson, en sus Recuerdos Históricos sobre la
Provincia de Cuyo sostiene que es el mismo Dr. Del Carril quien pidió la
palabra para exponer los motivos que lo indujeron a promover aquella reunión.
Convencido que las grandes dificultades que tenían las autoridades y los muchos
males que afectaban al pueblo estaban dados por la falta de establecer
claramente las atribuciones y facultades distintas que tiene cada uno de los
poderes de un Estado republicano, es decir, Poder Ejecutivo, Legislativo y
Judicial.
Dijimos anteriormente que el Poder Ejecutivo había
quedado constituido al proclamarse la autonomía, restaba establecer el Poder
Legislativo. Para Del Carril, según Hudson, convenía que urgentemente se
procediese por el pueblo allí reunido, por nombramiento directo, a establecer
el primero de esos Poderes, bajo la denominación de Junta Representativa,
investida del carácter de Constituyente y Legislativa, al mismo tiempo, a fin
de que, con preferencia a toda otra medida, se ocupara de dar una Constitución
política a la Provincia…
Si bien el mismo Damián Hudson asevera que fue en esa
oportunidad cuando se eligieron los primeros representantes, es el Dr. Horacio
Videla quien asegura que fue recién en enero cuando esto sucedió. Opinión con
la que coincidimos ya que el borrador de una nota del Cabildo a Hilarión Furque,
Alcalde de primer voto, que localizamos en el Archivo General de la Provincia y
que hasta el momento no encontramos citado en ningún otro trabajo, con fecha 13
de enero de 1821, confirma que: “Es de
urgente necesidad la pronta creación de una Junta de Representantes del
Pueblo...”, lo que deja a la vista que hasta esa fecha no se había creado
el cuerpo legislativo.
El 16 de enero de ese mismo año, fueron nombrados
popularmente los electores de los individuos que debían formar la Junta de
Representantes del Pueblo, y citados para las nueve de la mañana del día
siguiente. Ese mismo 17 de enero de 1821, los electores procedieron al
nombramiento de los representantes y por pluralidad de votos recayó en los
señores: Pedro Carril, Francisco Borja
de la Roza, Juan José Cano, José María Echegaray, Joaquín Godoy, Valentín Ruiz
y José María Moyano. Designación que fue puesta a consideración del
Gobernador.
En otras palabras, podemos
decir que la primera elección de diputados: se realizó el 17 de enero de 1821,
que fue indirecta (a través de electores), fiscalizada por el Cabildo y
aprobada por el gobernador.
El 21 de enero de 1821, fueron convocados estos flamantes
diputados a las cuatro de la tarde de un caluroso verano sanjuanino a la Sala
Consistorial del Cabildo para nombrar de entre ellos un Presidente.
Producido este nombramiento que recayó en la persona de Pedro Carril se dirigieron junto con
los miembros del Cabildo y el Gobernador, José Antonio Sánchez, a la Iglesia
Mayor, lo que es hoy la Catedral Metropolitana, a prestar su juramento.
Pasadas las cinco de esa misma tarde se produjo la
recepción de los miembros de la Junta de Representantes por parte del vicario,
el reverendo padre prior y el cura interino. Todos los útiles necesarios para
dicha ceremonia habían sido dispuestos por el Señor Regidor defensor de
menores, don Juan de Echegaray por pedido del mismo Cabildo.
Uno a uno fueron ofreciendo su juramento ante las
autoridades allí reunidas de la forma que sigue: “¿Juráis a Dios, y esta señal de Cruz ser un fiel interprete de la
voluntad del Pueblo, que lo ha elegido, defender su tranquilidad, y proteger el
libre uso de su libertad, propiedad y seguridad?”. A lo que con voz firme
fueron respondiendo por vez los nueve hombres: “Sí, juro”. “Si así lo hicieres Dios le ayudará, los hombres lo
bendecirán y sino la execración de todos será su recompensa”, concluía la
jaculatoria del compromiso asumido.
La ceremonia de juramento y reconocimiento finalizó con
la celebración del Te Deum. De esta forma quedó constituido el Poder
Legislativo de San Juan en la Junta de Representantes del Pueblo.
Insistimos en denominarla Junta de Representantes y no
Corporación como erróneamente ha sido denominada con anterioridad en numerosas
oportunidades, pues desde que fue acordada su creación las fuentes documentales
propias y de época se refieren a la Junta de Representantes y cuando el día previo al juramento de los primeros
diputados se acordó su tratamiento protocolar, se estableció que éste sería el
de “Honorable Junta de Representantes
del Pueblo”, sin haber mención a las expresiones Sala, Corporación,
Legislatura, o Cámara. Hablar de Corporación es un anacronismo porque van a tener
que transcurrir al menos un par de años para que sus integrantes, en forma
informal, comiencen a darse el nombre de Corporación.
Este cuerpo
legislativo primigenio había sido conformado con nueve diputados por la Capital
de San Juan y se invitó a la Villa de Jáchal y Valle de Fértil a elegir un
representante cada uno. Se completaría así la representación de toda la
jurisdicción de la provincia.
Pero, la invitación a elegir representantes por parte de
Jáchal y Valle Fértil no hizo eco en aquellos comprovincianos y, preocupados
los integrantes de la Junta se indujo al Gobernador para que se enviara una
comisión que instruyera a estos pueblos sobre los atributos y funciones del
Poder Legislativo y reiterara el pedido de nombramiento.
Sabemos que aún ocho meses después de instalada la Junta
no podía completarse su estructura representativa. Entendemos que este hecho
sucedió debido a lo novedoso de la institución que venía a incluirse en una
estructura de estado que poco, y cada vez menos, tenía que ver con el andamiaje
colonial que los había amparado por casi tres siglos.
Las atribuciones de la Junta fueron dadas por el
Gobernador Antonio Sánchez en forma conjunta con el Cabildo, y sólo comprendía
el conocer y decidir en los negocios extraordinarios de común o general interés
en que fueran consultados por otras autoridades, en otras palabras, podemos
entender que sólo era un cuerpo consultivo.
Este mismo interrogante que nos surge 184 años después,
invadió también a estos primeros diputados en las semanas iniciales de
ejercicio y se advirtió al Ejecutivo que no se daría tratamiento a ningún
asunto hasta no fueran especificados sus poderes y facultades ya que existía
una notoria contradicción entre el juramento, donde se habían comprometido a
ser un fiel interprete de la voluntad del Pueblo, defender su tranquilidad, y
proteger el libre uso de su libertad, propiedad y seguridad; y las atribuciones
dadas. Después de muchos reclamos se le otorgó el ministerio legislativo y
constituyente.
Podemos preguntarnos a esta altura, qué fue del Cabildo,
o por qué siguió existiendo una vez creada la Junta. Es cabal decir que, el Muy
Ilustre Cabildo de San Juan que era el que hasta el momento había ejercido la
potestad legislativa, entre sus otras funciones administrativas, judiciales y de
policía; mantuvo su estructura pero redujo sus atribuciones a la de Junta
electoral y a las de un cuerpo municipal. Es decir, es el antecesor de la
Municipalidad de la Capital.
Hasta este momento nos hemos referido a los orígenes del
Poder Legislativo desde una mirada retrospectiva sobre su configuración como
estructura del Estado, pero bien sabemos que las instituciones están hechas por
hombres, de carne y huesos, con sueños, con sangre, frustraciones, desengaños,
y además con la decisión de hacer algo.
¿Quiénes eran, pues, estos primeros diputados?
Todos provenían de familias con largo arraigo en San Juan, descendientes
algunos de los fundadores, se correspondían con el grupo de los comerciantes,
tanto de importación y exportación de cargas o ganado, como también minoristas
dueños de almacenes y tiendas. Esta actividad lucrativa les permitía comprar
tierras lo que hacía que pudieran dominar todo el espectro económico. A su vez,
el grupo estaba fuertemente cohesionado por lazos de parentesco: Los Canos
estaban vinculados familiarmente con los Echegaray, los Echegaray con los
Carril, los Carril con los de la Roza, estos con los Godoy. Ninguno de ellos
era un inexperto, todos tenían una dilatada trayectoria en la función pública,
todos habían sido integrantes del Cabildo.
Nadie mejor que el primer presidente de la Junta para
darnos la impronta de estos representantes. Don Pedro Carril, padre del Dr. Salvador María del Carril, a quien
Sarmiento gustaba llamar el ricacho de San Juan, contaba dos generaciones
anteriores que habían venido de España a San Juan, agente comercial entre
Buenos Aires y Cuyo, se había convertido en cuñado de José Ignacio de la Roza
al casarse con la hermana de éste, Clara
de la Roza, tenía una amplia casona a cuadra y media de la Plaza Mayor, poseía una
viña a kilómetro y medio del centro, terrenos en Angaco que llegaban hasta el
Pié de Palo, heredades en Alto de Sierra y Caucete, ciénagas en Pocito y
Carpintería, molino, potreros, una bodeguita y dos solares en la actual calle
Tucumán.
En esta primera composición de la Junta no hubieron
miembros religiosos que la integraran, pero a medida que el cuerpo legislativo
se consolidara, formarán parte y así encontramos para 1825 que un tercio
corresponde a religiosos.
Podemos imaginar a esos representantes del pueblo caminar
presurosos en las primeras horas de la tarde del lunes, miércoles y viernes;
pero especialmente el miércoles, día de sesión.
Pero, ¿hacia dónde encaminaban sus pasos? ¿Dónde se reunían? Después de muchos
intentos de pesquisa de cuál ha sido el sitio, que como en la búsqueda del
tesoro, siempre se ha estado cerca pero nunca se había hallado.
Hoy podemos
decirles que el sitio de esa primera Casa de los Representantes fue el propio
hogar del primer presidente de la Junta, don Pedro Carril. Ubicada a cuadra y media de la Plaza Mayor, en la calle del Cabildo, lo
que es hoy calle General Acha entre Laprida y Libertador General San Martín,
vereda Oeste. Amplia casona, coronada con altos mojinetes y con paredes de
sólido tapial, espaciosos zaguanes y patios, y una larga hilera de cuartos
alineados simétricamente.
Amarga suerte ha tenido el Poder Legislativo de San Juan
que nunca ha podido contar con una residencia pensada y construida para su
propio destino. En las instrucciones dadas antes de asumir se les pedía a los
diputados que acordaran la casa y la hora de sus reuniones semanales. Desde ese
momento vivió de prestado, deambulando por distintas casas familiares.
Desesperadamente numerosas veces
solicitó al Poder Ejecutivo la
casa o la pieza que desde hacía tanto le prometía, llegando el momento de
haberse puesto en peligro la continuidad del Cuerpo Legislativo por no tener en
donde sesionar, aún más cuando estas sesiones debían ser públicas para que los
ciudadanos pudieran concurrir libremente.
Las necesidades eran muchas y los recursos míseros. Decir
que no tenían un lugar propio sería redundar en lo dicho, pero a esto se sumaba
que la mayor cantidad de veces no tenían siquiera papel para enviar una esquela
o el propio Presidente debía pagar de su bolsillo, como dicen los documentos,
el gasto del alumbrado de la Sala y todos los otros que continuamente se
ofrecían.
A pesar de estas condiciones, también se pretendía
esbozar - dentro de la escasez - la dignidad que la Junta merecía tener. Así se
la dotó de un secretario, un escribiente, un edecán y maestranza; y hasta se
mandó comprar siete varas de paño azul para cubiertas de las mesas de la
Honorable Junta.
Cada diputado duraba tres meses en sus funciones y por
sorteo se fueron renovando por tercios en ese primer año de vida. Pero al
llegar enero de 1822, el primer período de la Junta llegaba a su fin y era
necesaria una votación. Se renovaron al mismo tiempo los miembros del Cabildo.
Producida la elección los electos de uno y otro cuerpo renunciaron. El
gobernador Sánchez intervino y fue destituido por haber abusado de sus
atribuciones.
Al momento asumió quien era el Jefe de Armas, don José María Pérez de Urdininea. En
ocasiones este gobernador delegó temporariamente el mando en quien era su
ministro, el Dr. Salvador María del
Carril, lo que le dio la oportunidad de comenzar una serie de medidas de
gran impresión en San Juan. A la renuncia de Urdininea, y habiéndose cambiado
el procedimiento de elección de gobernador permitiéndose elegir a todo hombre
mayor de 21 años natural o avecinado en San Juan, fue electo Del Carril sin
haber cumplido 25 años, como el primer gobernador electo por sufragio
universal.
Había nacido en San Juan el 10 de agosto de 1898, hijo de
una da las familias más acaudaladas de la provincia, graduado en la Universidad
de Córdoba había sido discípulo del Deán Funes. Fascinado por el ideario de
Rivadavia, traslucía en sus modales elegantes y altaneros la cultura de su
época. Había sido administrador de la Aduana, miembro del Cabildo y secretario
de Gobierno
Quiso que San Juan tomara el vuelo que merecía, que la
capital dejara de ser un villorrio, austera pero demasiada estancada para un
espíritu bullente de ideas progresistas como el suyo.
Abrió nuevas calles, procuró a la calle ancha del Este, hoy Avenida Rawson, un
paseo con naranjos, que aún existen. Hijo de terratenientes conocía los
problemas de la agricultura, por lo que se dedicó a obras de regadío e
instrucción para evitar la salinización de los campos, etc. Ansiaba la
publicidad escrita de su obra, pero sin imprenta no hay impresos, atrajo a la
Junta de Representante a tal fin y logró se lo autorizara a comprar la primera
imprenta con que contó la provincia, paso seguido creó el Registro Oficial, lo
que es hoy el Boletín Oficial.
Cada vez los proyectos que enviaba a la Junta de
Representantes eran más y más complejos, interpretaba que San Juan necesitaba
completar su estructura de Estado, faltaba todavía un Poder Judicial que nació
como Suprema Cámara de Justicia en 1824 y al poco creó el Ministerio de
gobierno de la provincia.
Ya por propia decisión, ya por influencia del mismo
Salvador María del Carril, San Juan había logrado una organización republicana.
Pero, qué había de la estructura suprema que debía regir. Era el momento de
procurarse la Ley Fundamental. Bien le cabía esa responsabilidad a la Junta de
Representantes que tenía facultades legislativas y también constituyentes.
El 6 de junio de 1825 la Junta de Representantes recibió
del Poder Ejecutivo para su tratamiento el proyecto de constitución “Carta de
Mayo” y de inmediato se comenzó el debate, con la asistencia a las sesiones de
Rudecindo Rojo, ministro de Del Carril. Cinco días después fue votado el
proyecto y aprobado en general, sin observaciones. En las sesiones del 12 al 17
de junio, fueron aprobándose hasta el artículo 13 inclusive. Los artículos que
seguían establecían la religión católica como dominante pero consentían que
pudieran profesarse otros credos sin ser molestados.
La agitación aumentaba. Todavía dolía la reforma
eclesiástica impuesta por del Carril dos años antes por la que se suprimieron
los conventos de Santo Domingo, San Agustín
y de los mercedarios y sus bienes pasados a bien público.
La inasistencia a las sesiones, la recolección de firmas,
el pedido de votación popular perseguía dar por tierra con el proyecto frente a
una oposición legislativa disminuida en número. En contestación aparece El
Defensor de la Carta de Mayo, primer periódico de San Juan, cuyos columnistas
eran el propio Del Carril y Rudecindo Rojo.
Recién el 1° de julio se consigue quórum para sesionar,
con doce diputados presentes y ocho ausentes. Cinco días después se dio por
terminado el tratamiento y el 13 de julio fue sancionada, que con el cúmplase
de del Carril fue promulgada el 15 de julio de 1825, la Carta de Mayo.
El descontento flotaba en el aire y tomó forma de motín
en la madrugada del 26 de julio, cuando el grupo conservador, pro clerical,
también llamado “pelucón”, se apoderó del Cuartel de San Clemente, liberaron a
los presos para engrosar sus filas y encarcelaron al gobernador que se hallaba
durmiendo en su domicilio.
Bajo un contínuo tiroteo, los amotinados mandaron quemar
todos los ejemplares de la Carta de Mayo en la Plaza Pública, se cerraron los
cafés y teatros por ser lugares de discusión, se disolvió la Junta de
Representantes y se enarboló nuevamente la bandera española como en tiempos de
la colonia.
Habiendo asumido Plácido
Fernández Maradona como gobernador, Del Carril se refugia en Mendoza, donde
pide ayuda para poder recuperar la gobernación.
Dispuesta la intervención armada, el 7 de septiembre las
fuerzas reformistas al mando de los hermanos Aldao de Mendoza estaban en Cañada
Honda, y dos días después esperan a los “pelucones” pro católicos en La
Rinconada, en Pocito.
El enfrentamiento se produjo sobre el mediodía del 9 de
septiembre en el paraje conocido como Las Leñas, el jefe de los pelucones paso
al ejército contrario, debiendo asumir el mando de tropas el cura Manuel
Astorga, pero aunque lo hizo con gallardía ante las primeras escaramuzas sus
seguidores escaparon rápidamente del campo de batalla.
Esa misma tarde del triunfo, reasumió Salvador María del
Carril. Tres días después se reúne la Junta de Representantes en sesión
extraordinaria, donde se lee un mensaje enviado por Del Carril que tiene
carácter de despedida, pues contiene la renuncia al cargo de gobernador.
Se retiraba porque las medidas que debía tomar iban a ser
interpretadas como vengativas, pero aconsejaba al gobierno para su bien cortar
la cabeza a los fanatismos.
Así, la Junta de
Representantes en contados cuatro años había sido creada como Poder Legislativo
del Estado y había dado a la provincia la Carta de Mayo que -tenida por
constitución en su época- trascendió las disputas y conflictos motivantes por
la solidez de los principios que contempló en cuanto a los derechos del hombre
y del ciudadano.