La historia de “Purruco” Antuña, el técnico que llevó a san Martin a la Liga Nacional Llegó a San Martín con 4 años, hasta durmió en el club y ascendió como jugador y DT. Los detalles desconocidos del entrenador, miembro de una familia con cuatro generaciones ligadas a la institución. La cuenta pendiente por el fallecimiento de su padre. Y su ingreso a la historia grande del Verdinegro. Una nota de Pablo Zama
Cada vida tiene su historia, pero pocas vidas terminan
siendo de película. Raúl Adolfo Antuña (51) vive inmerso en una historia en
donde cada paso supera la sorpresa del anterior, como si fuera protagonista de
un relato épico de un narrador inconformista.
A los cuatro años llegó a San Martín y se enamoró de
los colores, los olores y los atardeceres de Concepción. Con los botines
puestos ascendió dos veces al Nacional B y una a Primera División, algo que
repitió como técnico.
Pero la epopeya del domingo 8 de diciembre no parece
el cierre circular a una historia de no-ficción, sino la continuidad de un
guión insaciable con un final lejano e imprevisible.
Como una rúbrica indeleble sobre un papel membretado, el
técnico aclara: “Tal vez no lo deba decir yo, pero quedé en la historia del
club”.
Aunque hay algo que, si pudiera, cambiaría de la película
de su vida: “Me hubiera gustado que mi viejo hubiera estado vivo para verme
ascender como técnico”. Adolfo Horacio se fue el 8 de febrero del año pasado.
Fue en el inicio de otra gesta histórica del Verdinegro que tuvo a su hijo como
timonel final.
“Haber logrado el ascenso con San Martín y dirigir en Primera es tocar el cielo
con las manos. Estoy viviendo una historia, un sueño hecho realidad”. Raúl
sospecha que la narrativa de su vida tendrá más giros novedosos. Tal vez por
esa incertidumbre, después de cada partido casi no puede dormir. “Los fanáticos
no lo disfrutamos, lo sufrimos”, dice. Porque “cuando estás en el club del que
sos hincha, las exigencias te las ponés vos y son el doble”.
Raúl
Antuña, hizo todas las inferiores en el Verdinegro. “Yo he dormido en el club.
Llegaba a las nueve de la mañana a San Martín y después dormía la siesta.
Estaba todo el día en el club”.
Una vida en el club
Raúl llegó a San Martín en 1977. El culpable fue su abuelo paterno, que
buscó que la tercera generación de Antuña también se tiñera de “esperanza y luto”. “Me llevó por
primera vez a la escuela de fútbol, que en ese momento encabezaban Rogelio
Mallea y Juan José Chica”, recuerda el DT.
Hizo todas las inferiores en el Verdinegro. “A los 17 años debuté en la primera
local y también integré el plantel del primer ascenso al Nacional B en el ‘91”.
Además, fue clave en la final del ascenso definitivo a la segunda categoría del
fútbol nacional en 1995. Pese a no poder jugar por estar lesionado, también fue
parte del plantel que llegó a la élite en 2007.
“Yo he dormido en el club. Antes estaba la pileta, me
bañaba y me quedaba en la casa de los Luna (antiguos cuidadores que vivían
atrás de la Platea Este). Llegaba a las nueve de la mañana a San Martín y
después dormía la siesta. Estaba todo el día en el club”, le cuenta a El Nuevo Diario.
“Con
mi viejo discutíamos más de lo que nos poníamos de acuerdo, por nuestras
personalidades fuertes. En los gustos futbolísticos éramos contrapuestos. Pero
fue un consejero que siempre me ayudó y me dio contención. Hasta en sus últimos
días seguía los partidos de San Martín”.
Los
Antuña
Adolfo, el “Purruco” padre, también supo lo que es
ponerse el buzo de entrenador, y su máxima fidelidad la demostró con décadas
como dirigente. Su vida era San Martín. Por eso Raúl no aguantó las lágrimas en
el estadio de Belgrano de Córdoba ante la televisión porteña: “Esto es para mi
viejo, que dejó la vida en el club”.
Decir Antuña es referir a San Martín: es, quizás, la
familia con más miembros allegados a una institución que es modelo en San Juan.
El nombre que ahora terminó de ingresar al libro grande del club es el del
“Purruco” hijo, el Antuña más sobresaliente de una película que sigue generando
legendarios capítulos.
“San Martín es todo para mí. Es una vida ligada a
la familia Antuña. Haber logrado tantos ascensos como jugador y ahora como
técnico es muy lindo. Mi abuelo paterno fue dirigente de la institución. Mi tío
abuelo jugó en San Lorenzo, San Martín y Desamparados. El hermano de mi viejo
jugó acá. Un sobrino es vocal ahora. Mi tío ‘Poli’ (Walter, falleció el año
pasado) y mi primo Marcelo también estuvieron en el club”, enumera Raúl.
>>>
El técnico de San Martín, Raúl Antuña, tiene dos hijos: Tiago, de 26 años, y Guillermina, de 9. La más chica heredó el amor por los colores de su padre y ya es parte de la cuarta generación de Antuña con esa pasión. “La Guille me sigue a todos lados, es fanática de San Martín. Le gusta ir a las concentraciones, viajar. Anda todo el día con la camiseta. Por la edad no me vio jugar, pero sigue mi carrera como entrenador”, dice con alegría
El técnico tiene dos hijos: Tiago, de 26 años, y Guillermina, de 9. La más
chica heredó el amor por los colores de su padre y ya es parte de la cuarta
generación de Antuña con esa pasión. “La Guille me sigue a todos lados, es fanática
de San Martín. Le gusta ir a las concentraciones, viajar. Anda todo el día con
la camiseta. Por la edad no me vio jugar, pero sigue mi carrera como entrenador”,
dice con alegría.
La élite y el exterior
En 1993, el Purruco se fue a Deportes La Serena, de Chile. Tras su vuelta al
Verdinegro para ascender al Nacional B fue vendido al Elche de España en el ’98.
“Yo hice los pasos al revés: pasé de la B al fútbol europeo y de ahí vengo a
Primera División”, recuerda.
Un secretario técnico del equipo español, que por entonces disputaba la primera
categoría del ascenso, llegó a Argentina a mirar jugadores. “Yo tuve seis meses
muy buenos. Me venían siguiendo y de un día para otro se dio la contratación. Fue
un cambio muy grande pasar al fútbol europeo. Tuve que adaptarme, me costó
mucho”, describe Antuña sobre su paso por ese club cercano a las grandes playas
de Alicante.
De regreso al país, se incorporó a Gimnasia de Jujuy
para hacer realidad un anhelo de niño: tuvo la “satisfacción de jugar en
Primera División”. Con el Lobo jujeño enfrentó al Boca de Carlos Bianchi, en
donde estaba Juan Román Riquelme, y al River dirigido por Ramón Díaz. En esa
época pudo intercambiar camisetas con Diego Cagna, Rodrigo Palacio y Diego
Placente.
El Purruco también dejó su sello en Ecuador, en donde
vistió las camisetas de Aucas, Deportivo Quito, Olmedo, Deportivo Cuenca,
Macará y Deportivo Azogues. “Ese paso me marcó en muchos aspectos: fui elegido
el mejor extranjero del año y salí campeón”, dice el exfutbolista.
Otro sueño cumplido
“Nunca me imaginé que íbamos a ascender y lograr todo esto que hemos logrado”,
aclara el hombre que formó un equipo de trabajo con profesionales y amigos que
también son parte de la historia del Verdinegro: Rodolfo Rodríguez, Alejandro
Schiapparelli, Fabián González y ahora Mauricio Magistretti. “Los elegí y los
seguiría eligiendo”, reconoce.
Cuando ascendió en Córdoba había una película en su cabeza, en la que pasaban
imágenes de los momentos en los que estuvo sin trabajo, cuando “mucha gente no
abría las puertas”. Pero también recordó a quienes siempre lo apoyaron. Ahí
sobrevino la mirada de su papá. “Fue un año duro en el que San Martín me cerró
muchas heridas”, revela.
El guión estaba escrito de tal forma que el Purruco
consiguió el ascenso como DT el mismo día en que 20 años antes ganaba la liga ecuatoriana,
dándole su única estrella al Deportiva Cuenca. Y en Alberdi, Antuña grabó su
nombre para siempre con la verdinegra: “Soy el único que ascendió a Primera
como jugador y después como técnico de San Martín”.
En
Instituto de Córdoba, Raúl Antuña fue dirigido por Gerardo Martino. El 8 de
diciembre, el rosarino estuvo atento a la final y le dejó un mensaje de
WhatsApp: “El Tata y su cuerpo técnico me felicitaron. Lo que tiene él como
técnico lo tiene como persona: vos le mandás un mensaje y te contesta”.
“Mi tío abuelo jugó en San Lorenzo, San Martín y Desamparados. El
hermano de mi viejo jugó acá. Un sobrino es vocal ahora. Mi tío ‘Poli’ (Walter,
falleció el año pasado) y mi primo Marcelo también estuvieron en el club”,
enumera Raúl Antuña