El siguiente artículo es extraído de la publicación del EPRE en Historias del sector eléctrico en el año 2021.
Toda tragedia hace que el ser humano en la desesperación por salvar lo más
preciado que posee: su vida o la de los suyos, deje aflorar casi
inconscientemente sus debilidades y fortalezas, evidenciando su integridad de
persona.
Con el terremoto de 1944 se produjeron numerosos actos que merecerían ser
destacados, hubo trabajadores que por varios días dejaron sus hogares destruidos
para acudir en auxilio de otros que necesitaban más ayuda; hubo quienes
olvidaron su dolor para calmar el de otros y hubo también quienes arriesgaron
su vida por la de los demás. Uno de los hombres que indudablemente merece ser
recordado, fue un trabajador del sector eléctrico.
Fernando José Angelini era el nombre del, por muchos años, anónimo
personaje de la historia provincial. También el de un destacado trabajador del
sector eléctrico. Hijo de inmigrantes italianos, nació en Concepción del
Uruguay, provincia de Entre Ríos, el 11 de agosto de 1898.
En Concepción del Uruguay, Fernando Angelini pasó su niñez y cursó los estudios
primarios hasta cuarto grado, según la obligatoriedad de aquel momento. La
familia Angelini, vivía cerca de la central de producción del servicio
eléctrico, lugar que despertaba la curiosidad de adultos y niños, por las
maquinarias de grandes dimensiones y el enigma, que en aquellos tiempos
significaba la producción de electricidad.
Pero a Fernando, le despertaban algo más que simple curiosidad; le fascinaban
los motores. Por esta razón la usina, era su lugar favorito para recorrer. A
los 14 o 15 años, según recuerda su hija Delia, logró ingresar a trabajar como
cadete; lo importante para él ya se había logrado: trabajar en la usina.
Allí creció aprendiendo el oficio de maquinista; mientras barría y ayudaba a
los técnicos, asimilando todo con sólo hablar y observar a los obreros en sus
tareas cotidianas. Ellos, por el gran aprecio que le tomaron, le proporcionaban
los manuales de las máquinas. Luego con su sueldo compraría toda revista que
sobre el tema llegaba a sus manos. Esta verdadera pasión por las máquinas
creció con los años.
Fernando Angelini, por su capacidad y honestidad, cualidades que lo
caracterizarían toda su vida, pudo ascender de cadete a obrero y más tarde a
técnico maquinista. Llegó a convertirse en un destacado empleado de la empresa,
muy apreciado por los Directivos. Por esta razón le ofrecieron el primer gran
desafío: trasladarse a otra central más grande que poseía la empresa en la provincia
de Buenos Aires, en el partido de Moreno primero y luego en Urlingam.
En esta usina no fue mucho el tiempo que estuvo, pero sí lo suficiente para
conocer a la que luego sería su esposa. En 1922 un nuevo desafío se le
presentó. El Señor Angelini, tenía 24 años de edad y le ofrecieron ser jefe de
Producción de la Central Eléctrica de San Juan. Angelini aceptó trasladarse a
aquella provincia lejana sobre la que conocía muy poco. En el interior del país
el Grupo ANSEC, tenía la concesión del suministro de electricidad. En San Juan
este consorcio proveía el servicio a través de la Compañía de Electricidad
de los Andes – CELA-. La Compañía de Los Andes como se la llamaba
usualmente, poseía tres centrales eléctricas ubicadas: una en Concepción, una
en Capital y otra en Zonda. La Gerencia tenía sus oficinas administrativas en
calle Laprida 12 este, actual edificio del Ente Provincial Regulador de la
Electricidad.
Angelini al llegar a San Juan como Jefe de Producción, debió instalar su
residencia en la Usina de Concepción. Allí la Empresa le proporcionó una
vivienda, lugar en donde vivían otras tres familias: la del subjefe y la de dos
obreros.
Al año de haberse instalado, Fernando Angelini formó su familia al contraer
matrimonio con Juana Torres, aquella joven que conoció en Urlingam. De
este matrimonio nacieron tres hijos: Delia, Lilia y Héctor Fernando, las
raíces que Angelini dejaría en San Juan
La vida de Fernando Angelini en esta provincia, fue dedicada al trabajo
y a su familia. Según los relatos de quienes lo conocieron se pueden señalar
como características de su personalidad: la rectitud, responsabilidad,
cordialidad y honestidad. Cuentan compañeros de trabajo que Don Fernando a
pesar de ser el jefe, podía ser amigo de sus colaboradores, pero a la hora de
trabajar todos se engrasaban por igual las manos.
Llegó a conocer las máquinas, pieza por pieza, y puede decirse que se convirtió
en artesano. Cuando se rompía alguna pieza de aquellas maquinarias alemanas,
había que esperar semanas que llegaran los repuestos, pero Angelini, que no
tenía tanta paciencia, realizaba él mismo la pieza en los Talleres de Fundición
Méndez, ubicados en Avenida Rawson. Estas piezas, en ocasiones, permitieron que
no se interrumpiera por largo tiempo el servicio eléctrico en la Ciudad de San
Juan.
Su hija Delia, recuerda que en la familia había ciertas normas impuestas por su
padre. Los domingos por la mañana, primero se revisaban las máquinas, si todo
estaba en orden, por la tarde se salía a recorrer San Juan en el automóvil
familiar, pero antes había una parada obligada: la usina de la Capital ubicada
en calle Mendoza y Avenida Libertador; allí su padre, pedía las novedades al
encargado y hablaba por teléfono a Zonda, si en las dos centrales todo
funcionaba correctamente, la familia podía realizar su paseo; si no esposa y
niños regresaban al hogar sin protestar.
El día del terremoto, pocos minutos antes de producirse la catástrofe, Angelini,
como todos los sábados, regresaba de la peluquería. Estacionó su automóvil y
cuando se disponía a ingresar a la vivienda comenzó todo a moverse. Su esposa,
sus hijos y otras tres familias que vivían en la usina, aterradas, corrieron
junto a él para ponerse a salvo en un espacio descubierto de la usina y desde
allí gravarían en sus mentes escenas imborrables.
Uno de los grandes tanques de agua que alimentaban los motores hidráulicos,
ubicado sobre una torre de hierro, fue lo primero en desplomarse e inundar todo
el sector; luego comenzaron a caer las paredes.
En esos pocos segundos este trabajador, conocedor de su oficio, pudo tomar
conciencia del alcance de los hechos y de sus consecuencias para la población.
Era necesario cortar el suministro de electricidad.
Al instante, sin pensar más, arriesgando todo y sin percibir el peligro de
morir electrocutado, porque algunas redes ya estaban en el piso, atravesó
corriendo el patio inundado desoyendo los gritos desesperados de su familia y
los que estaban allí. Se dirigió a la sala de máquinas y bajó la llave que
interrumpía el suministro de electricidad en toda la Capital de San Juan. Los
que allí estaban supieron que cumplió su objetivo porque todo quedó a oscuras,
pero a partir de ese momento la familia vivió la mayor angustia hasta que,
afortunadamente lo vieron regresar de entre los escombros ya pasado el
terremoto.
Este hecho fue de trascendental importancia en aquella catástrofe porque junto
al derrumbe de los edificios cayeron las líneas conductoras de energía del
alumbrado público y domiciliario y los cables quedaron entre las ruinas. La
gente en la desesperación por rescatar a quien pudiera estar con vida, removía
los escombros con sus manos en medio de la oscuridad, pensando sólo en salvar
vidas y olvidando por completo los peligros, los que se aumentaron con las
lluvias que luego descargaron.
La noche en la Planta de Producción de energía eléctrica de Concepción, como en
toda la provincia, transcurrió en la incertidumbre de lo que había ocurrido en
otras partes. Allí se dio solución a los problemas más urgente consistente en
derrumbes. Las instalaciones de la usina y las casas se habían derrumbado,
prácticamente en su totalidad. La casa de la familia Angelini fue la que menos
daños sufrió porque estaba construida con estructuras de hierro;
afortunadamente no hubo que lamentar pérdidas de vidas en ese lugar.
Al día siguiente, comenzó la tarea de inspección en la planta. Las máquinas, no
habían sufrido daños considerables y estarían en condiciones de seguir
funcionando, luego de reparar algunos desperfectos menores. Quedaba verificar
la situación en otras dependencias de la Compañía de Energía de los Andes: la
usina de Capital, la Gerencia, la usina de Zonda y el tendido de las líneas.
En la Capital, la usina quedó inutilizada; la gerencia no sufrió daños
considerables y con algunas reformas hoy se conserva. En ese edificio a la
semana del terremoto, la administración de la empresa retomó sus tareas. La
situación más grave se presentó con las redes de distribución del alumbrado
público y domiciliario que quedó inutilizado bajo los escombros.
Angelini, junto a otros empleados, efectuaron la verificación de los daños
causados por el terremoto y lo informaron a Francisco Campesi, gerente de la
Compañía en San Juan, quien transmitió la información a la Gerencia General de
la Empresa en Buenos Aires. Si bien los daños fueron graves, podrían haber sido
mayores porque, también gracias a la decidida actitud de Angelini, se pudo
salvar el equipo de máquinas de la usina principal ya que al volcase uno de los
tanques de agua que alimentaban los motores hidráulicos, estos hubieran quedado
inutilizados en pocos minutos.
La Compañía, consciente de la urgente necesidad de restituir el servicio
eléctrico, especialmente en hospitales y colegios que funcionaban como tales,
reanudó sus actividades casi de inmediato. Pero como la empresa no contaba con
suficiente personal especializado para levantar la red de suministro en poco
tiempo, trajo técnicos de distintas provincias para trabajar en la Capital.
Los trabajadores eléctricos debieron ser alojados en carpas levantadas en el
campo deportivo “Redes Argentinas” de propiedad de la Empresa, ubicado junto a
la usina de Concepción. Recuerda Yolanda del Oro, subjefa de la Sección
Contaduría, que a la semana del terremoto la Compañía mandó buscar a todo el
personal para trabajar en el horario normal: mañana y tarde, y todos los días
al retirarse a las doce y a las veinte horas cada empleado lo hacía con una bolsa
con alimentos y jabón.
Aquellos fueron días de intenso trabajo, sin descanso prácticamente porque
había que dar solución a lo urgente. Pasados los días, con calma y resignación
todos fueron tomando conciencia de lo que paso y del desastre que se hubiese
producido si no se hubiera cortado el suministro de energía...
Los trabajadores de la electricidad, fueron los primeros en reconocer la
valentía y heroísmo demostrado por Fernando Angelini. En aquellos días fue un
verdadero héroe entre sus compañeros, especialmente al ver el estado en que
quedó la Ciudad y en particular la usina de Concepción.
1944 - Reconocimiento a Angelini / El 15 de enero de 1944, Fernando José Angelini era jefe de máquinas de la Compañía de Electricidad de Los Andes, ubicada en Avenida Rawson y Benavides (Concepción). Desconectó la usina e interrumpió el suministro de energía eléctrica a la ciudad cuando comenzó el terremoto, evitando así una catástrofe mayor, ya que el movimiento sísmico había tirado el tanque de agua e inundado los generadores, cuyos motores eran hidráulicos. Angelini, pasado un tiempo recibió de manos de Francisco Campesi, propietario de la compañía, una medalla de oro por su conducta en un momento tan especial. También recibió una medalla de oro por su labor en la oportunidad el técnico Sebastián Pili (a la derecha, de bigotes), un inmigrante italiano radicado en San Juan. (Foto publicada en el libro "Y aquí nos quedamos", edición dirigida por Juan Carlos Bataller)
Los Directivos de la Compañía de Electricidad de los Andes al conocer los
hechos realizaron un reconocimiento a este arriesgado trabajador de la
electricidad. El destacado empleado era Fernando José Angelini, jefe de
Producción de la Central de San Juan, con una intachable foja de servicio,
quien desde niño y durante toda su vida había trabajado en la empresa.
El acto de reconocimiento se efectuó durante un almuerzo con el personal y
directivos nacionales de la empresa, realizado en el Club Deportivo Redes
Argentinas. Allí Campesi, gerente en San Juan, entregó a Angelini una medalla
de oro por el valor demostrado. Lamentablemente de este hecho hoy sólo queda
una fotografía, porque a los años la medalla fue sustraída del domicilio de la
familia durante un robo.
Fernando José Angelini continuó trabajando en la Compañía de los Andes
hasta el año 1950, año en que el Estado Nacional tomó a su cargo los servicios
públicos de mayor importancia como los ferrocarriles, la distribución de gas y
energía eléctrica. Así para el sector eléctrico se nacionalizaron los servicios
en el interior del país y se creó la Empresa Nacional de Energía E.N.D.E.
La nueva empresa, ofreció a los empleados que estuvieran próximos a cumplir la
edad requerida para jubilarse, la posibilidad de un retiro. Angelini, consideró
que con cincuenta y dos años de edad, y treinta y ocho de servicio en el sector
eléctrico, no era momento de cambiar de empresa. Optó por el retiro.
Con el retiro, llegó el momento de abandonar la casa que tuvo en San Juan
durante 30 años y donde crecieron sus hijos, pero era la casa de la empresa y
había que dejarla. En este momento pudo regresar a su ciudad natal o a
Urlingam, ya que en San Juan no contaban con familiares, pero Angelini optó por
quedarse en la tierra de sus hijos. Decidió construir su vivienda, compró un
terreno y con un préstamo del Banco Hipotecario Nacional levantó su casa en
calle Güemes. Allí vivió hasta los setenta y nueve años de edad.
Murió en Buenos Aires el 6 de noviembre de 1977, cuando realizaba un viaje para
visitar por última vez a sus familiares. Una aguda diabetes le había privado de
la visión.