La historia de los Velardita, una familia de origen siciliano que hizo famosa a Nápoli en San Juan

Un trabajo preparado por El Nuevo Diario para Fundación Bataller con un informe de Pablo Zama



Mencionar Nápoli es hablar de un éxito empresario. Es referirse al restaurante que, sin lugar a dudas, es el que más personas atiende en San Juan al cabo de los siete días de la semana. Es hablar del autoservicio que tiende mayor cantidad de horas al extremo de parecer que siempre está abierto. Como si esto fuera poco, es referirse también a la primera tienda de frio existente en la ciudad.
Pero atrás del nombre Nápoli hay un apellido, Velardita y una historia familiar que en la Argentina no comienza con el nombre Nápoli sino más atrás, en la década del 50 cuando entre el desarraigo y el dolor, entre la incertidumbre y la esperanza, huyendo de las miserias que dejó la Segunda Guerra Mundial muchos italianos llegaron al país.

Pascual Velardita fue uno de los tantos italianos que cruzó a esta orilla, de la mano de su madre. Tenía apenas 3 años cuando lo subieron a un barco para seguir los pasos de su padre, que tenía su mismo nombre y había llegado solo, para establecerse y traer luego a la familia.
Los Velardita vinieron desde Caltagirone, un pueblo de la provincia de Catania en la región de Sicilia.

Pascual padre llegó primero a Mendoza y reorganizó su vida instalándose más tarde en San Juan. Ahí tomó la decisión de traer a su esposa, la griega María Kita -a quien conoció durante la guerra y que casi no hablaba español-, y a sus tres hijos: dos varones y una nena. Pero en los primeros días en Argentina la pareja se separó. Mientras María se fue a vivir a Mendoza con dos de sus hijos, Pascual se quedó a vivir en San Juan con el otro hijo, también de nombre Pascual.
Pascual (padre) se puso de novio con una mujer de nombre Yolanda, con quien más tarde se volvió a casar y tuvo otros tres hijos.

La familia vivió en la Villa Castro Guzmán de Santa Lucía. En San Juan el siciliano se dedicó a la albañilería y a la panadería. A ese último oficio lo compartía con su nueva esposa. Hacían pan durante la noche y en el día sus hijos salían a venderlos.
En su país Velardita ya había trabajado en la construcción y había participado en la guerra como cocinero (después su hijo heredó esa habilidad). Además, una vez instalado en esta provincia aprovechó su gran experiencia como picapedrero. Estuvo encargado de hacer el frente sobre calle Mendoza de la escuela albergue José Manuel Estrada, de Rawson.
Pascual hijo aprendió de la fuerza de trabajo de su progenitor. Fue creciendo entre visibles esfuerzos laborales y adquirió el mismo sentido de supervivencia de todos los inmigrantes que cambiaron de vida en suelo criollo.

Susana González y Pascual Velardita junto a sus hijos José y Norma en sus comienzos con “Un rincón de Nápoli”.

La decisión que cambió todo
Cuando el heredero cumplió 18 años, la familia decidió viajar a Buenos Aires y radicarse en esa gran urbe, en la búsqueda de un mejor porvenir. Pero el joven se quedó. Como su padre no tenía mucho dinero tuvo que alquilarle la casa para seguir viviendo ahí.
En Buenos Aires, Pascual padre continuó ejerciendo su oficio y se puso una mini empresa constructora. Era capataz y tenía albañiles que trabajaban para él en distintas obras en casas de familia. Ese empredurismo fue imitado por su hijo, que en San Juan encontró su pasión.
El Pascual joven que a pesar de haber nacido en Italia tiene también la nacionalidad argentina, hizo de la soledad en la provincia una oportunidad para sacar la fortaleza que llevaba adentro. Empezó a trabajar por su cuenta haciendo pan. Después pasó por la Cervecería San Juan y la Pizzería Italia, en donde terminó de moldear un aprendizaje que con los años iba a desembocar en su éxito empresarial.

Pascual y José Velardita, en los comienzos de la empresa

Trabajando en gastronomía le surgió la chance que cambió su vida para siempre. Al poco tiempo de casarse con Susana Beatriz González (descendiente de españoles, de la familia de los recordados supermercados José González e hijos) le ofrecieron el fondo de comercio de la pizzería Un rincón de Nápoli fundada por otros italianos: la familia Campanello.
La joven pareja decidió hacer la inversión y fue el comienzo de un camino de constante crecimiento durante los 43 años que llevan como propietarios de la empresa.
El matrimonio que tuvo cuatro hijos: José, Norma, Antonella y Agostina y siete nietos trabajó, durante años, cerca de 20 horas por día en la pizzería. Fueron desde cajeros hasta cocineros, porque su labor era “todo a pulmón”. Con el tiempo pudieron tomar algunos empleados.


Norma Velardita posa aun niña en la caja registradora.

Crecimiento contínuo
Un rincón de Nápoli creció tanto en clientes que les permitió a los propietarios seguir tomando empleados pero también pudieron abrir una pequeña avícola y fiambrería al lado de la pizzería. En los comienzos era un edificio de una sola planta donde se hicieron fuertes en la venta de fiambres y quesos. Vendían como mayoristas y empezaron a incorporar otros productos. Ahí surgió el actual Súper Nápoli, con tres pisos y ascensores, innovador para la provincia.
A todo esto, el hijo varón, José, cuando tenía 14 años empezó a ayudar en la empresa familiar. Cursaba la secundaria en la Escuela de Comercio Libertador General San Martín en el turno vespertino y después trabajaba toda la noche.

Crecieron mucho en la venta de pollo, fiambres y quesos. Entonces en los ‘90 empezaron a alquilar cámaras frigoríficas, para tener su distribuidora mayorista. Durante la crisis del comienzo de los años 2000, un frigorífico –el Frigorífico San Juan- cerró y los Velardita lo compraron. Así pudieron armar su propio centro de distribución, reflotando la venta de hielo que había sido paralizada por la anterior firma. Incorporaron, también, tecnología y máquinas nuevas.

El crecimiento no paró y el año pasado (2024) inauguraron “Nápoli, Tienda de Frío” sobre calle Pueyrredón, en Capital.
En ese local tiene su oficina José, que a los 50 años es socio gerente mientras Pascual, su padre, quien tiene casi 80 sigue ocupándose del restaurante y pizzería en donde empezó todo.
Y si algo caracteriza a los Velardita es el trabajo. Los dos trabajan 12 horas diarias.
Actualmente “Bety” González sigue siendo socia pero ya no está en el día a día de la empresa. Mientras que Antonella (33) se sumó hace algunos años al grupo que hoy está nucleado como “Familia Nápoli”.
Norma (49) y Agostina (31) no cumplen labores en la firma. La menor es veterinaria y se radicó en Australia.

Actualmente el grupo tiene poco más de 200 empleados entre todos los locales. Y buscan mantener la impronta familiar y la fuerza de trabajo como un valor que les permite seguir creciendo. Pero hay una frase que los mueve en el día a día: “Cuando algo te apasiona no te das cuenta del sacrificio que hacés”.


Viaje a los orígenes
A los 22 años José Velardita no pudo más con la curiosidad, armó los bolsos y se fue a vivir un año y medio a Italia. El sanjuanino sentía la necesidad de caminar por las calles en las que se crió su abuelo y conocer Sicilia, la región en donde nació su padre.
Ya llevaba varios años trabajando en la empresa familiar, pero prefirió alejarse ese tiempo y residir en el pueblo en donde empezó todo. Allá vivió en la casa de las primas de su abuelo y se la rebuscó como albañil y pintor. En esa época comprobó que muchas de las características de su familia vienen de aquel lugar.
José entiende que haber conocido sus raíces y el primer mundo no solo que le enriqueció la perspectiva con la que mira la vida, sino que también lo ayudó a ser un mejor empresario.






Cincuenta metros de vereda sobre calle Rivadavia, donde se juntan todos los sectores, Un rincón de Nápoli y Súper Nápoli