El caso de los huarpes cuyanos - Séptima parte

De palabras en juicios y prejuicios en torno a Antroponimia aborigen. De la pluma del Dr. César Quiroga Salcedo



Nominar a un americano de América como cristiano era hacerlo Hijo de Dios y de la Iglesia, acción que se canaliza a través del Bautismo, el primer sacramento de los siete. Su imposición implicaba completar una etapa de adoctrinamiento, la superación de un aprendizaje catecumenal para acceder recién a ser cristiano, dejando la gentilidad, abandonando las practicas consideradas idolátricas, no solamente no-cristianas sino también anticristianas, formas de idolatrías , sus ceremonias y ritos, las prácticas nefandas, combatidas de raíz por los religiosos europeos, junto a costumbres inaceptadas como oradar las orejas a los niños y deformar sus cabezas desde apenas nacidos.

El bautismo de un indígena (generalmente administrado en edad adulta) se conectaba en la práctica con otro de los siete sacramentos: el Matrimonio, y con él, al inmenso contexto de las relaciones sexuales: a las diferentes formas de consanguinidad, de adulterio, de poligamias y casos de heterosexualidad, prácticas aberrantes, violaciones, estupros, etc. El horizonte se dificultaba algo más, incluso cuando los indígenas ya convertidos o bautizados caían nuevamente en viejas prácticas, no pocas de ellas socialmente admitidas por ellos como no reprensibles sino más bien de estado público (v.g. las relaciones probatorias pre-matrimoniales y los múltiples amancebamientos).

(*) Ex directora del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas Manuel Alvar (INILFI) de la FFHA de la UNSJ. Miembro de la Academia Argentina de Letras

Fuente: Publicado en La Pericana, edición 449 del 20 de julio de 2025

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