El primer editorial de Sarmiento en El Zonda

¿Qué escribía Sarmiento como periodista? A los 28 años fundó El Zonda, el periódico más famoso que tuvo San Juan. Este es el editorial del primer número, en el que hemos respetado hasta sus errores ortográficos.

 Nos hemos propuesto escribir un periódico y por rudo que sea el lector no dejaré de suponer que contamos con todas las cualidades necesarias para desempeñarnos con acierto. Vasto caudal de luces literatura, sana crítica, miras elevadas, acendrado patriotismo, juicio rector prudencia &.&.&. y algunos ecsigirán también protección, o al menos tolerancia de las autoridades, de todo lo que les daremos repetidas, é incontrovertibles muestras en nuestras páginas.

Pero antes de que se convenzan de nuestra idoneidad para el fin propuesto, creemos indispensable instruir a nuestros lectores de los motivos que nos arrastran á escribir y de nuestros designos ulteriores, que son sin duda grandes, como el móvil que nos compele á abrazarnos...

Como nuestros lectores hablan principiar naturalmente á leer nuestro periódico por el título, era muy consiguiente que explicásemos previamente, remo es de uso y costumbre, las razones que nos inducen á preferirlo á cualquiera otro; pero como nosotros nos ocuparemos con preferencia en el discurso de nuestras publicaciones, de nuestro gusto mas bien que del de nuestros lectores, hemos creido oportuno revelarles primero nuestro objeto y después nos ocuparemos del título que es un Orden secundario.
Cualquiera que haya leido diarios o periódicos nuevos, recordará cuanto en ese programa, dicen los EE sobre desinterés, patriotismo, amor al Orden, deseos ardienteš de promover el bien público y otras mil bellezas, que no siempre justifican los resultados.

 Mas nosotros aleccionados por la esperiencia, el conocimiento pleno que tenemos de nosotros mismos y temerosos de desmentirnos en la segunda publicación si aventurasemos aserciones tan positivas y alagueñas, hemos tomado un rumbo enteramente nuevo. Nada de promesas, nada de protestas: la verdad pura y limpia; y aunque esta verdad es un poco embarazosa y difícil de decirse, nosotros nos hemos resignado á confesarla sin rodeos.
Nadie ignora el estado de penuria y miseria á que han reducido á esta provincia digna de mejor suerte los pasados trastornos políticos, los estragos causados por los desbordamientos del rio, y otras irrupciones y plagas no menos funestas. Separados sus habitantes por largas distancias, ó por penosas y dilatadas cordilleras de los focos del comercio estrangero, condenados á buscar en su propio seno los escasos medios que pueden proporcionarse para su subsistencia, sin fortunas, sin capitales que fomenten las empresas mercantiles, espuestos á las depredaciones de los barbaros en su larga travesía á Bs. As.: recargadas sus producciones agrícolas e industriales de onerosos y tiránicos derechos en todas ó la mayor parte de las otras provincias, carecen de los medios de rehacerse rápidamente de sus pasados quebrantos.

Y si por desgracia entre los tales habitantes hay algunos (como nosotros por ejemplo) que sin aptitudes para el trabajo penoso y arduo á que se ven condenados los otros, se sienten dominados por la fuerte tendencia al placer y folganza, á que por nuestras malaventura es tan propensa la flaca naturaleza, su posición llegaría a hacerse desesperante, si una esperanza reanimadora, si un proyecto vital de industria y ganancia no viniése á sacarlos de la inacción y letargo á que su miseria les ha reducido.

La causa, pues, que reunió á los hombres en sociedad, formó las costumbres, dictó las leyes, crio los Gobiernos: la causa poderosa que hizo nacerlas a tes, la ciencia y produjo siempre asombrosos resultados, es la que nos ha reunido á emitir nuestros pensamientos é ideas... La necesidad!!!
La necesidad de vivir de algo, sin robar, ni matar, ni cometer otros pecados es, pues, la única causa que nos mueve á esta empresa.

Si alguno de nuestros lectores ha calculado una vez en su vida, una especulación, juzgara si hemos acertado en la nuestra.
En primer lugar, nos hemos dicho, no hay periódicos en la provincia, y ya se deja ver, que haremos un horrible monopolio de la prensa; y no hay mal negocio cuando se monopoliza.
En segundo lugar, el descendernos á la parte demostrable, aquella que se puede comprobar con la pluma en la mano, lo que hace la parte sólida del cálculo se verá que, según se nos antoja creer, se nos antoja decimos, por que en 30 años de libertad é independencia, no ha habido tiempo ni ocasión de hacer un padrón, la población asciende a 30000 habitantes por lo menos. De estos los 25000, no saben leer: corriente quedan 5000. De estos, 4000 se les ha olvidado por falta de ejercicio, ó lo que es lo mismo, porque no se había publicado nuestro periódico. De los mil que quedan, á 600 no les importa nada lo que nosotros escribamos.

Pero aún quedan 400. De estos que nos quiten 200, aquellos que quieran reducir al ultimo apuro nuestro calculo, entre viejos que no gustan de papeluchos y bagaletas ó no alcanzan a ver la letra: las señoritas, que sería una impropiedad querer que lean el periódicos, como los hombres: los jóvenes que tienen su café o sus amoríos y vistas en que entretener sus oídos; en fin los artesanos, sus oficiales y otros muchos, siempre quedan a nuestro favor 200 personas que puedan leer. Ahora le damos de barato 150 que pedirán de prestado el periódico, porque no vale lo que cuesta, porque no sirve sino para el momento en que se lee por primera vez, siempre nos quedarán, quieran que no quieran, 50 lectores escogidos, que valen tanto como 50 reales de plata acuñada por semana, que son 200 reales al mes, 100 pesetas, 50 cuatro bolivianos ó 25 ps. fuertes al mes; y con 25 ps. fuertes al mes hay ya sobre que caerse muerto dos, tres y aún cuatro editores del periódicos, pues por lo demás, Dios no falta habiendo, según dice el proverbio.

Esto es solo para los principios, que después los avisos, los comunicados, suscripciones de afuera y otros gajes y lo que es más, el ejercicio de leer se rehabilitará á aquellos 4000 que calculamos se les había olvidado, les tentará la curiosidad á aquellos otros 600, que no se curan por ahora de nuestras publicaciones: de los 200 agregados después se mueren los unos, empiezan las otras a hallar menos impropio el leer, y últimamente crecen en todo este tiempo los niños de la escuela, con cuya afición á la lectura y demás medios que llevamos apuntados, sube á tal numero el de nuestros lectores futuros, que nos llena de orgullo y de gusto desde ahora, imaginamoslos; a todos engolfados en la lectura del ZONDA. Para entonces se ha acreditado el periódico, subimos su precio á dos reales por número y hemos aquí con un poco de paciencia y maña, rellenos de plata, consideraciones y lo demás que se deriba de la adquisición de la non numerata!

De lo antedicho, se infiere que contamos con luengos años de trabajos. Y por qué no? ¿cuántos años de ecsistencia tiene la Gaceta Mercantil? Cuántos El Mercurio de Valparaiso? Pero nos dirán: en San Juan nunca durado los diarios: son una planta exótica que brota apenas, y desaparece en nuestro suelo: el clima les es fatal: apenas principian y ya mueren de languidez: ó les apretan el gasnate (cambiando de metáfora) para que se callen. Más nosotros, que lo hemos calculado todo y que hemos jurado no dejarnos vencer jamás con argumentos, por concluyentes que parezcan, contestaremos á eso que ¿porqué no siguieron escribiendo aquellos periodistas, como siguen los que hemos citado. Quien calla otorga, dice el refrán, es decir, que el escritor periódico que deja de escribir confiesa que no llevaba razón en lo que sostenía, ó no tubo más que decir puesto que se calló.

Mas si se quiere reflexionar maduramente aunque eso es tan fastidioso y tan poco usado entre nosotros, descubrirán con facilidad las causas que interrumpieron las publicaciones que han precedido a ésta.
A mas de las vicisitudes políticas que lo han interrumpido todo, hasta Ias vidas de muchos, casi sin ecepción los antecedentes periódicos han sido instrumentos de los Gobiernos, en cuya época se escribieron. El espíritu de partido alimentó sus producciones, y en lugar de ser la prensa un medio de instrucción, una mejora social, un vehículo del comercio las artes y ciencias, un canal que derramase las luces en que nos aventajan otros pueblos, una discreta censura de los abusos y costumbres que nos han legado nuestros antecesores, fué solo en sus manos la campana de alarma, el bramido de las pastores políticas y el augur funesto de días de desorden y de calamidades públicas.

Mas no es esta ni nuestra misión ni el obgeto de nuestro periódico. Restablecida Ia tranquilidad pública, después de tantos desastres se ha sucedido una época de órden, en que sin esfuerzos violentos se ve restablecido el imperio de las leyes, y habituádose el pueblo; a su saludable freno político; y consagrados todos al sostén de este órden feliz de cosas, no temen ni remotamente que aparezcan nuevos motivos de turbaciones intestinas. Y por tanto podemos contar como contamos Dios mediante, con escribir hasta diez años que es nuestro compromiso.

Ahora si que es tiempo de decir algo y no pocos sobre el título que encabeza esta publicación, y á fé que es la parte mas delicada pues que el título ó el nombre es el que decide siempre de la suerte de un folleto, y generalmente de todas las cosas; y esto se funda en razones muy voluminosas, el nombre prepara los ánimos, atrae la atención y pone en ejercicio el cacumen del lector para conjeturar por él su objeto, su tendencia y fines.

Penetrados de la inmensa responsabilidad que pesaba sobre nosotros en la elección para asegurar el feliz y brillante écsito de nuestra empresa por poco no nos quedáramos atascados en este atolladero si una feliz incidencia no nos hubiese sacado de tanto apuro. Asi se han hecho los grandes descubrimientos. Un poco de atención, y la casualidad lo ha hecho todo.

Reunidos; á este importante objeto, desatinábamos buscando un nombre adecuado, un nombre que fuese conocido en el país y que prometiese algo. El Patriota Argentino decía uno. Está eso muy desacreditado, respondíamos todos, muchos que no eran patriotas lo han usado, y sobre todo no es Sanjuanino, no es casero. El Sanjuanino! El Casero! Decían atropelladamente otros. Ni lo uno, ni lo otro: el primero no se oye sino fuera de la provincia y les huele á aguardiente y puede emborracharlos. El Casero es chabacano en extremo. El Sentido Común! Indicaba otro. Sentido común, ¡Sto Dios! Si es tan raro, y si lo hubiera en abundancia adonde iríamos á parar con nuestro periódico. En caso del ahorcado no hay que nombrar la soga. Luego entonces el Mercurio ó la Gazeta, o el Diario de la Tarde, ó nada en fin decían varios aturdidos con la dificultad de encontrar un nombre.

Que gracioso habría sido un Mercurio ó una Gazeta Mercantil en un país donde no hay sino viñas arruinadas, potreros y abrojos! Un Diario de la Tarde que apareciese cada 8 ó 15 días ó la más tarde. Nos aburrimos de tanta disputa, cuando he aquí que un peón que trae una caballo al dueño de casa, de donde? De Zonda -  Zonda! Repetimos todos como por instinto, nos miramos unos á otros y cada uno rumió en silencio las razones que justificaban la sorpresa que nos causó esta palabra al herir oídos.


 

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El Zonda, de Domingo Faustino Sarmiento se publicó solamente en seis ediciones.
Domingo Faustino Sarmiento tuvo una extensa obra literaria.