Los Agustinos – Nuestra Señora del Carmen

En 1591 el rey de España Felipe II envió una Real cédula al virrey del Perú don García Hurtado de Mendoza, ordenando la fundación de los agustinos en Chile. Por el Capítulo Provincial, celebrado allí en el convento de san Nicolás del Valle, el 1 de febrero de 1635, se designó para fundar un convento de la ciudad de san Juan a l Fr. Bartolomé Arenas. El convento fue fundado en el año 1641, bajo el título de San José y aceptado como casa canónica dos años más tarde.

El problema que se presentaba es que en el traslado de la ciudad de San Juan a su actual emplazamiento, no se asignó lugar para los agustinos. Por ese motivo el sitio para Iglesia y convento fue una Merced Real otorgada para ese fin por el gobernador de Chile don Fernando Talaverano Gallegos. Manzana ubicada entre las actuales calles Entre Ríos, Mitre, Sarmiento y Rivadavia. “La Merced Real” es el título de tierras más antiguo que se estableció en América, no era gratis ya que debían pagar impuestos como la anata y alcabala. Además de estar sujeto a ciertas condiciones. Podían otorgarlas los: Virreyes, gobernadores, capitanes generales, corregidores y el cabildo por privilegio personal, sobre todo a los pobladores. También se les otorgaba a los beneméritos que hubieran participado en guerras y a los descendientes hasta la tercera generación de los fundadores de un poblado. La obtención de una Merced Real entrañaba todo un trámite, que debía asentarse en los Libros de Protocolos del Cabildo y en el Registro de Gobierno, guardados en una caja metálica con dos llaves, para su mejor preservación.

Además debemos consignar los donativos en parte de sus estancias que hicieron los vecinos del Gabriel de Urquizu y don Juan de la Guardia Berberán. Para ver el origen de la estancia del Acequión, debemos remontarnos a 1593 en que se le otorgó un merced a don Pedro Xil de Oliva mencionado en el testamento hecho en Santiago de Chile en 1598 dado por su viuda doña María de Astudillo y sus hijos don Juan Xil de Heredia y don Pedro Xil de Oliva como dote a su hermana doña Tomasina de Heredia, casada con don Diego Salinas y de doña Isidora Xil de Oliva casada con don Gabriel de Urquizu en 1601. A don Gabriel se le otorgó a una Merced Real en las Lagunas de Guanacache y otra en la localidad de los Berros en 1608 otorgada por Guardia Beberan a don Baltasar Cisternas. El Acequión de arriba pertenecía a don Juan de la Guardia Berberán fue hipotecado a favor del convento de San Agustín. El Acequión siguió ligado al convento por herencias posiblemente de don Ignacio Gómez, quien ha estudiado a “Los Curas Estancieros” es la arqueóloga Teresa Catalina Micheli en un interesante trabajo donde consigna un escrito del padre Gómez Salinas donde manifestaba:

“..Además de la labor misionera, destacaba su actuación en la Campaña Libertadora del Gral. San Martín y las tres campañas contra Carreras, en las cuales había sido capellán y médico cirujano de la tropa. Habla de los riesgos de su vida en las campañas, de la seguridad del partido del Acequión y de los cuantiosos donativos en dinero, animales y la inoculación de la vacuna en el citado Acequión, Pedernal y Guanacache.”

LA PRIMERA IGLESIA AGUSTINA REGISTRADA EN LA CIUDAD DE SAN JUAN
La iglesia estuvo edificada con la fachada mirando hacia la actual calle Entre Ríos, casi esquina actual calle Mitre. Sabemos que Fr. Diego Salinas y Cabrera, nacido en San Juan el 4 de mayo de 1691. En el año 1753 en un viaje a Europa se detuvo en Génova y deseoso de contribuir a la construcción del templo, adquirió un riquísimo artesonado. Del que decían los vecinos en una carta dirigida al Visitador general de la Orden en C hile Fr. Francisco Grande en 1786.

“Su cubierta no tiene semejante en América por ser tablazón venida de Génova.”

La sacristía con dos puertas de dos manos. Enladrillada y entablada de pino con sus bigas (sic). El retablo dorado del altar mayor, cuatro bultos en dicho altar, uno del titular San José, con el Niño y diadema de plata, otro de nuestra Madre de Gracia con su niño, ambos con corona de plata, otro de San Agustín y otro de santa Mónica.

La custodia de plata dorada, un Santo Cristo grande, dos atriles pintados y una alfombra para dicho altar. Una lámpara de plata en media iglesia, dos campanillas y diez blandones de cobre.

El altar de Nuestra Señora del Cinto en su nicho con el Niño Jesús, un bulto de san Nicolás, un Cristo de marfil, otro de Santa Rita.

El altar de Jesús Nazareno que hizo hacer don Salvador Romera.

El altar dorado de Nuestra Señora del Carmen, con su corona de plata al igual que el Niño.

El sagrario con llave, con dos copones de plata, atriles y alfombras.

El altar de San José, que cubría el nicho contenía una vidriera con un Santo Cristo con cruz de espejos (el adorno con espejos lo hemos encontrado en otras iglesias de esa época).

Se consignan numerosos atriles, alfombras, cuadros, tinajas.

Tres pilas de loza para agua bendita. Un púlpito nuevo de madera. En el coro un órgano.

La iglesia tenía en ese entonces una torre con dos campanas.

En cuanto al claustro estaba rodeado de corredores, el claustro de noviciado con dos celdas con puertas de una mano. Después de la celda del maestro de novicios seguía, un zaguán y tres celdas más que miraban al claustro. En el refectorio tres mesas, una araña para luces y unos manteles viejos. En la celda prioral una mesa con cajones, donde estaban los papeles importantes: escrituras, Libro de Profesiones, gastos en general, recibos y libros de consulta (hoy todo se ha perdido).

Este templo sufrió muchas vicisitudes, pero los agustinos volvían a insistir con muchos sacrificios a solucionar los problemas. Luego de la expulsión de los jesuitas, sabemos que se estaba edificando una nueva iglesia, pues de acuerdo a la documentación el prior Sotomayor pidió doce esclavos que le habían pertenecido a la Orden para continuar la edificación de la iglesia y por falta de mano de obra.

Creemos que esta sería la iglesia que llega hasta 1833 en que una gran avenida de agua, penetró en la ciudad:

“... se formaban vorágines terribles por las aguas que se arremolinan y sepultan en sus entrañas cuanto les opone resistencia.”

Luego tenemos un vacío documental, hasta que el 20 de septiembre de 1853, el padre Vicario Fr. Antonio Gil y los demás miembros de la comunidad reunidos creyeron que el censo redimido de doña Josefa Orbe de 250 pesos era conveniente destinarlo para hacer una capilla que supliese en algún modo la necesidad que tenían de templo para funcionar. Todos aprobaron la propuesta. En los primeros días de octubre con la dirección del Prior y con el cuerdo del Provisor en Sede Vacante Mons. Timoteo Maradona, se decidió emprender la obra, solicitando la ayuda de los fieles, Se consideró la oportunidad de que la casa y sitio que el finado fraile don José Centeno donó al convento en la cantidad de 500 pesos se usara para proseguir los trabajos. La construcción del templo tenía sus dificultades, en marzo de 1856 se consideró que don Pedro Regalado Frías, solicitaba la compra de un sitio de pertenencia del convento situado al Poniente de la iglesia es decir hacia la calle Sarmiento actual). En la cantidad de 400 pesos según la tasación efectuada, resolvieron que se vendiese y el importe se destinara a la construcción del templo.

Tenemos una verdadera perla con un documento encontrado, que es un informe sobre la Iglesia de San Agustín firmado por el padre Eustiquio Esteban, aunque el mismo no tiene fecha, podemos datarIo, es anterior al terremoto del 15 de enero de 1944, pues I padre Esteban falleció cuando se desplomó el templo de Concepción por efectos del sismo.

La iglesia tenía 56 m. de largo por 20 de ancho. Una sola nave. Altares de mármol, uno dedicado a San José, ubicado en el centro del mismo y a lados las estatuas de mármol de San Andrés y Santa Catalina respectivamente. Altares de madera dedicados a la virgen en el centro y a los lados las estatuas de San Agustín y Santa Mónica. Un altar del Sagrado Corazón y a los lados Santa Margarita de Alocoque y Santa Filomena. El altar de la Virgen del Carmen era de material. La imagen era antigua y de vestir pues el capitán don Pedro de Oro Bustamante en 1722 la trajo de España, especialmente para la Iglesia. Esta imagen según un testimonio oral de primer nivel de la Dra. Carmen Peñaloza de Varese decía “...era una bella imagen de vestir, que llegó hasta el terremoto deI 15 de enero en que muchos templos de San Juan fueron saqueados en cuanto a imágenes.”

También existía el Altar del Calvario.

La iglesia contaba con 60 bancos para los fieles y 4 para los seminaristas y una colección de música sacra.

Este templo y la Orden sufrieron con la sanción de las Leyes de Reformas del Orden Eclesiástico que tenía como antecedentes las reformas realizadas por los Borbones en España y por Bernardino Rivadavia en el Gobierno de Martín Rodríguez en Buenos Aires. Se suprimieron las casas monásticas, procediéndose a la incautación de sus bienes.

Tras largas negociaciones el cuarto Obispo de San Juan de Cuyo Mons. José Wenceslao Achával consiguió que el gobierno de San Juan, le cediese a la Iglesia el lugar para el funcionamiento del Seminario Conciliar, pero condicionó la misma por medio de una Ley.

Este templo fue refugio de malones, ofreció sus campanas para hacer cañones, sería oportuno como muchas veces hemos manifestado infructuosamente, que se colocará allí una placa que como lo deseó el sacerdote e historiador jachallero padre Alfonso Hernández que dijera:
“EN ESTE LUGAR SE ENSEÑO A AMAR A DIOS Y A DEFENDER LA PATRIA”

   

GALERIA MULTIMEDIA
1944 – Una iglesia en ruinas / Esta fotografía muestra las ruinas de la Iglesia de San Agustín después del terremoto de enero de 1944 en San Juan. Una pared, que quedó en pie, es sostenida por algunos palos. Enfrente, el edificio de la Asociación Bancaria y el del Gran Hotel, construcciones que sobrevivieron en calle Mitre, casi esquina Sarmiento. (Foto publicada en el libro "Y aquí nos quedamos", edición dirigida por Juan Carlos Bataller).
1944 – San Agustín después del sismo / Así se veían las ruinas de la Iglesia San Agustín después de los daños causados por el terremoto del 15 de enero de 1944. El templo estaba ubicado en calle Mitre, esquina Rawson (después Entre Ríos). Había sido construido a nuevo luego de que la inundación de 1834 arrasara con el templo que tenía sede en San Juan desde la época fundacional.
1880 – Los patios del Seminario Conciliar / Esta fotografía muestra uno de los dos patios con que contaba el edificio del Seminario Conciliar de San Juan, que ocupaba un cuarto de la denominada manzana de San Agustín (Mitre, Entre Ríos, Rivadavia y Sarmiento). Los patios estaban rodeados de galerías sostenidas por pilastras y arcos de medio punto, con habitaciones a su alrededor. El edificio quedó destruido en el terremoto de enero de 1944. Esta foto fue tomada por el fotógrafo portugués Cristiano Junior, quien alrededor de 1880 recorrió el país con el fin de publicar un álbum de “vistas y costumbres” de la Argentina de entonces. El registro fue conservado por Agustín Gnecco.
Timoteo Maradona
1885 - Seminario conciliar / El frente del Seminario en una foto de finales del siglo XIX. Este edificio fue levantado en terrenos que el gobierno provincial había confiscado al ex convento de San Agustín, en lo que desde mediados del siglo XX sería calle Entre Ríos, entre avenida José I. de La Roza y Mitre. En 1878 el Obispo Wenceslao Achával había pedido al gobierno nacional la cesión del terreno para establecer allí el Seminario Conciliar. Efectivamente por ley de 29 de julio del año siguiente se cedió ese terreno al Obispado para el fin propuesto bajo pena de rescisión de la donación si se le daba otro uso. Así fue demolido parte del convento de los agustinos y comenzó a construirse el Seminario al lado del templo de San Agustín pasando, poco tiempo después, a ser adjudicada dicha iglesia al Obispado para servicio del Seminario Conciliar. El edificio sobrio y amplio, se construyó en mampostería de ladrillos y ocupaba un cuarto de la que siguió llamándose “manzana de San Agustín”.