El algarrobo del cura

En Jáchal la mayoría ha oído hablar del Algarrobo del Cura pero pocos conocen el por qué de ese nombre. Bajo la sombra de ese árbol, que ya nadie sabe bien dónde estuvo ubicado, descansaba Fray Mamerto Esquiú. Este texto, escrito por la profesora Leonor Paredes de Scarso, fue originalmente publicado en el semanario El Nuevo Diario, el viernes 19 de noviembre de 2004.

Los poetas son aquellas personas de exquisita sensibilidad, que saben decir lo que muchos sentimos. Así nos identificamos y leemos con deleite las obras del poeta puntano Antonio Esteban Agüero al decir: “Rodeado de montañas, siempre yo he vívido / y este vivir me ha dado, un dulce sedativo / tan gratos como antiguos de estudiarme el alma, / de vivir en mí mismo”

Si somos observadores, podemos tener distintos tipos de experiencia. Comprender el maravilloso funcionamiento de la naturaleza, ver la magnificencia de todo lo creado y su orden. La emoción nos afecta como personas sensibles, apreciamos la flora y fauna autóctona, las armonías o los contrastes, percibimos sus olores, averiguamos si podemos el nombre del lugar y el porqué, todo esto hace que nada se le pueda comparar:
“Porque la luz no fue hecha para ser mirada, sino que por ella veamos las cosas y el camino”.

Cuando vamos a Jáchal sentimos estas emociones, reforzadas por fuentes orales de tías que fallecieron hace varias décadas, casi centenarias que nos contaron muchas cosas de aquellas tierras lejanas en el tiempo, pero no en los sentimientos.

A mitad de camino entre Jáchal y Huaco existía “el árbol”. Se referían a un centenario algarrobo, al que le llamaban el “Algarrobo del cura".
Siempre nos extrañó el nombre. Al cabo de años nos enteramos que este árbol estaba íntimamente relacionado a un niño que nació el 11 de mayo de 1826, en un lugar llamado La Callecita, perteneciente al departamento de Piedra Blanca, provincia de Catamarca. El niño se llamó Mamerto Esquiú.
Nació en una de esas humildes casas, pobre como tantas que uno ve en nuestra geografía: “...Yo la saludo en el barro original / que aliente en todo lo que cubre el cielo / y que día a día nos ofrece / propicia almohada para el hondo sueño / la saludo en la cal y la belleza, / que llueve luna sobre muros nuevo / la saludo en la vara y la cumbrera / que son la firme trabazón del techo”. “Techadores, techadores / de estos lugares amados / que siempre techan con oro / casas, ramadas y ranchos / las diestras aves de cobre / que os puso Dios en las manos...’.

El niño nació enfermizo y su madre, como era costumbre en la época, a los cinco años lo vistió con el hábito de San Francisco, costumbre que tuvo hasta la muerte.
A los 6 años ya sabía escribir y a los 9 empezó sus estudios de latinidad; tenía 10 años cuando falleció su madre y a los 16 profesó la religión.

Tuvo como profesor a un ilustre catamarqueño, Fray. José Wenceslao Achával (luego cuarto Obispo de San Juan de Cuyo). Parece ser que se sintió impresionado por la clara inteligencia y dedicación del joven Mamerto.

Sus superiores lo enviaron a San Juan, vino junto a otros seis estudiantes franciscanos y uno diocesano, a fin de recibir las órdenes menores y mayores. En ese momento era obispo de San Juan de Cuyo el doctor Eufrasio de Quiroga Sarmiento (tío de Domingo Faustino Sarmiento, hermano de don Clemente) Acá surge nuestro interrogante ¿Qué camino usaron para integrar a San Juan? ¿Por qué al famoso algarrobo, semejante al algarrobo abuelo que hay en Merlo, provincia de San Luis, al nuestro se lo llamaba del cura, designación dada antaño por ancianos moradores del lugar y que todavía algunos recuerdan? Venían a lomo de mula, con pocas provisiones, pero siempre encontrando caridad en la gente.
Llegados a San Juan, la comitiva se alojó en el histórico convento de Santo Domingo de San Juan, lugar éste más que histórico, que le pertenece a la Orden y que es el único que ha quedado acompañado a San Juan desde el traslado de la ciudad en 1596.
Eufrasio de Quiroga Sarmiento, sucesor de Fray Justo en la Silla episcopal, en el antiguo templo jesuítico (Catedral de San Juan) le confirió las órdenes menores y mayores, hasta el diaconado a los jóvenes aspirantes. El presbiteriado a todos menos a Fray Wenceslao
Achával quien estaba en Mendoza haciendo una visita. Enterado de lo sucedido dispuso que los dos jóvenes sacerdotes fueran a Mendoza y los otros regresaran a Catamarca.
Hasta allí fueron Barrionuevo y Esquiú, se quedaron dos meses ante Eufrasio de Quiroga Sarmiento, la dispensa de edad le fue concedida y de vuelta a San Juan, fueron ordenados sacerdotes del 18 de octubre de 1848, festival de San Lucas. Después partieron nuevamente hacia Catamarca ¿Por qué camino se fue? no lo se, pero lo presumo, ya en su provincia rezó su primera misa, al haber cumplido los 23 años de edad.

Siendo Obispo de San Juan de Cuyo su antiguo profesor, Fray Wenceslao Achával, Esquiú le escribió una carta:
“Usted conoce la humilde condición de mi familia, de mi pobre padre, pero sabe también que su honra no está mancillada, que la ambición y la avaricia no lo han rebajado jamás a una acción indigna. Su pobreza y humilde condición ha tenido siempre dignidad, hasta el grado de un heróico orgullo; yo recuerdo con admiración que alguna vez no teníamos qué comer y mi padre nos hacía rezar, porque no se acordaba de pedir prestando ni medio real…”

El padre Esquiú viajaba permanentemente a lejanos lugares llevando el Evangelio, en épocas bravías, de luchas internas entre hermanos, con muchas persecuciones y violencias, miserias y peligros, pero nada lo arredraba.
Fue precanonizado obispo de Córdoba por León XIII, el 27 de febrero de 1880. Fue junto a Marcolino del Carmelo Benavente Vto. Obispo de San Juan de Cuyo, considerados los dos mejores oradores sagrados de la Iglesia argentina. Falleció el 10 de enero de 1883 en la Posta del Pozo del Zuncho a las 15 horas. Su cuerpo fue depositado solemnemente en la cripta de la Catedral de Córdoba.

En la iglesia de los Franciscanos de Catamarca se encuentra su corazón incorruptible. A la derecha de la Catedral de Córdoba se encuentra una estatua de cuerpo entero.

Conclusiones personales

Sabemos el porqué de la designación del “Puente del Cura”, “del Valle del Cura”, pero no sabíamos el porqué del “Algarrobo del Cura”. La respuesta la encontramos en un artículo periodístico escrito con gran solvencia intelectual, por el periodista Emiliano Lee (gran conocedor de nuestra geografía) en un diario local de la década del 30, cuando se lamentaba de la destrucción de árbol porque unos borrachos le prendieron fuego. Dice Lee que el ejemplar se llamaba así porque, bajo su sombra descansaba Fray Mamerto y la gente del lugar empezó a llamarlo de esa manera.

* Leonor Paredes de Scarso es hsitoriadora e investigadora


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1932 - Colegio Fray Mamerto Esquiú

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