Los jesuitas en San Juan

Los evangelizadores y sacerdotes que han actuado en San Juan a lo largo de más de cuatro siglos han influido sin duda en la cultura y fisonomía de esta provincia. Sin embargo, poco sabemos sobre ellos. Entre quienes desarrollaron su labor evangelizadora en estas tierras se destacaron los jesuitas que, al igual que les sucedió en todos los dominios españoles, fueron expulsados de esta provincia. La que sigue es una interesante nota sobre la historia de los miembros de la Compañía de Jesús en su paso por San Juan, desde su llegada, en 1655, hasta su expulsión, en 1767.

El Siglo XVI se caracterizó por el espíritu de creación y esfuerzo de la Iglesia Católica en el llamado Nuevo Mundo. Este siglo fue testigo en Europa de la Reforma Protestante, que destruyó la unidad del catolicismo, encendida por Lutero (1483-1546) y que desató una serie de guerras religiosas.
Durante esa época el Papado puso en práctica una serie de reformas, recobrando el prestigio y la autoridad moral. Brilla con luces propias el Papa Paulo III, quien se dio cuenta de que los cambios debían empezar por el Papado, el Colegio de Cardenales y desde allí extenderse a toda la Iglesia.

La opinión de la Comisión de Cardenales sobre la reforma de la Iglesia redactada por su orden fue la base para el Concilio de Trento, que marcó el punto culminante de la reforma Católica, definiendo la posición de la Iglesia sobre las cuestiones planteadas por el protestantismo.
Todo este proceso se vio favorecido por la aparición de figuras señeras como Santa Teresa de Jesús (1515-1582), San Pedro Alcántara (1499-1562), San Juan de Dios (1495-1562), y San Ignacio de Loyola (1491-1556), fundador de la célebre Compañía de Jesús.
El 27 de septiembre de 1540 por la bula “Regimini Militantes Eclesiae” se aprobó el Instituto de Ignacio, que tenía por fines: extirpar las herejías y obedecer al Sumo Pontífice; los medios para ello eran el confesionario, los púlpitos y las escuelas. Ignacio fue una figura gigantesca, un pensador, un hombre práctico, un organizador y un creador de valores trascendentes.

1655: Los Jesuitas llegan a San Juan

En 1608, yendo a Chile, pasó por Mendoza el Provincial jesuita Diego de Torres, quien resolvió fundar una residencia en esa ciudad. Al año siguiente, el capitán Lope de la Peña y su esposa, doña Inés de León Carbajal, hicieron un legado al padre Torres para la fundación de un colegio. Fue Superior de la Residencia el padre Juan Pastor, quien desde Valencia, el 8 de enero de 1604 había escrito a su Superior pidiendo “...emplear mi vida y salud en la conversión de la gentilidad en cualquier parte de Yndias..... Se enciende mi corazón para abrazar cualquier trabajo aunque en ello me vaya la vida...”.

Desde Mendoza, junto a otro jesuita, salían por todo Cuyo a misionar, llegando hasta los lugares más recónditos. Jáchal fue testigo de la acción del padre Pastor. Las primeras cuatro iglesias levantadas en el paraje de las lagunas de Guanacache se debieron a su celo evangélico.
Bien pronto se ganaron el corazón de los sanjuaninos. Por ello, las autoridades del Cabildo le escribieron al padre Juan de Albiz, expresándole los deseos de que los jesuitas se afincaran en San Juan. El Vice provincial accedió, enviando en 1655 como primer rector al padre Cristóbal Diosdado, maestro de misioneros, con quien San Juan está en deuda.

Al fundarse la ciudad de San Juan, en 1562, se habían destinado solares para los conventos de las órdenes Dominica, Mercedaria y Agustina, no así para los jesuitas, por lo que el capitán Gabriel de Malla les donó “Una casa en lo mejor de la ciudad, donde acomodaron iglesia y vivienda. enfrente de la plaza de la ciudad.
La Compañia no subsistió mucho tiempo, por motivos económicos. Después de estar en San Juan 10 ó 12 años volvieron a Mendoza. pero no olvidaron esta provincia ya que cada dos años volvían a misionar, hasta que en 1712 se instalaron nuevamente.

1712: El regreso

En 1712, cuando los padres jesuitas volvieron a instalarse en San Juan, la ocasión era más propicia porque un noble vizcaino, don Francisco de Marigorda, casado con una dama sanjuanina y sin descendencia, les donó la estancia de Guanacache, llamada posteriormente de Los Padres, y media cuadra de tierra contigua a la otra media cuadra que les había donado el capitán Malla. De esta manera obtuvieron por donaciones toda la manzana comprendida entre las actuales calles Mendoza, Rivadavia, Entre Ríos y Mitre.

A poco de llegar a San Juan por segunda vez, los jesuitas recibieron importantes donaciones, algunas hechas en vida, otras por testamento. Al cabo de un tiempo tuvieron tierras de labranza, bodegas, molinos, casas y dos iglesias: la que luego sería la catedral de San Juan de Cuyo y otra, de regulares dimensiones, en Puyuta, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Desamparados.

Las Tumanas

La estancia Las Tumanas, perteneciente a Valle Fértil, fue otra de las tierras que recibieron en donación. En este paraje, que ya se nombra en 1633 en un expediente de encomiendas de indios, se encontraba la estancia, que había sido de don Lorenzo Quirós, quien la donó a la compañía por medio de un testamento.

De acuerdo a la tradición oral recogida por el señor Antonio Beorchias Nigris, Las Tumanas poseía viñas, trigales, huertas, casa, molino y bodega. Parece ser, por las fuentes documentales, que la cría de ganado fue importante, pues abastecía de carne a San Juan.
La estancia tenía un total de 318 cuadras y se vendió antes del entrañamiento (expulsión) de los jesuitas a Joseph Villacorta en 1.000 pesos (así lo demuestra un documento encontrado, cuya información fue cedida por la profesora Alicia Sánchez).
En el paraje La Mesada, contiguo a Las Tumanas, se encuentran hoy los olivos más antiguos de San Juan, traídos por los españoles, con toda seguridad por los jesuitas. Las plantas están fechadas por el método dendrocronológico y tienen una antigüedad de aproximadamente 350 años.

Las causas de la expulsión

En el siglo XVIII los jesuitas sufrieron la más cruel de las persecusiones, luego de que asumiera como rey de España Carlos III quien estaba rodeado de ministros que miraban como enemigos a los miembros de la Compañía de Jesús.
La ocasión de atacarlos se presentó el hecho histórico conocido como “El motín de Esquilache” durante el cual se inundó España con folletos calumniosos, y hasta se llegó a intervenir la correspondencia privada de los jesuitas. A estos hechos se sumó la llamada “Conjuración de Figueras”, en que valiéndose de falsa correspondencia, le hicieron creer a Carlos III que los jesuitas ponían en duda su legitimidad.
El ministro Campomares redactó la acusación y el 29 de enero de 1767 se reunió un congreso extraordinario donde se resolvió la expulsión de los jesuitas de todos los dominios españoles.
El Conde de Aranda redactó las instrucciones con 29 artículos, más una adición de 13 disposiciones a cumplir.

1767: Los jesuitas se van de San Juan

El gobernador de Chile, Antonio Guil Gonzaga, por medio de una nota del 11 de agosto de 1767, comunicó al Maestre de Campo Lugarteniente Corregidor, Cabo y Gobernador de las armas de San Juan, don Clemente Salinas Cabrera, para que aprontara la milicia.
El dia 25 de agosto, a las 14 horas, solo en su habitación, Salinas Cabrera debía abrir un sobre cerrado y sellado imponiéndose en el mayor de los secretos del contenido. Si transgredía en algo las instrucciones, se le daría como castigo la perpetua privación de su empleo.

Salinas Cabrera abrió el sobre con las instrucciones y echó mano a la tropa para dar cumplimiento a las órdenes recibidas.
El 26 de agosto, a las 5 de la mañana, acompañado por don Pedro Jofré, el sargento mayor Lucas Robledo, el capitán Luis Benegas, Don Antonio Zalazar y Francisco Pereira, más la soldadesca, se hizo presente a las puertas de la Residencia.
Los padres, todos reunidos, escucharon silenciosamente la lectura del Real Decreto. Inmediatamente comenzó el inventario de los bienes.

La comisión ordenó al vecino Juan José Amigo, vecino de Santa Fe, y a Juan José Landa, para que aprontaran tres carretas y un carretón. El costo de las primeras fue de 110 pesos y de 120 la segunda.
El 4 de septiembre salieron los padres de la Residencia hacia la ciudad y puerto de Buenos Aires. Lo hicieron vía Mendoza, a cargo de Juan de Chagaray. Para gastos del viaje se le dieron 200 pesos. Por seguridad fueron acompañados por doce soldados; el cabo ganaba 80 pesos y 16 cada uno de los soldados.

Quedó solo en San Juan el Superior de la Residencia, el padre Nicolás Díaz, quien tenía que estar presente cuando se realizaron los inventarios. Recién el 18 de noviembre salió rumbo a Buenos Aires, llegando allí el 21 de enero de 1768, llevado por José Artazoa.
Los jesuitas del interior empezaron a llegar en grupos sucesivos a la Casa de Ejercicios de Belén, en Buenos Aires, donde permanecieron a la espera de un buque que los llevara a Europa. Para ello se acondicionó una fragata de guerra, que partió a fines de abril de 1768, con 151 jesuitas a bordo. Dos de ellos tallecieron en el viaje. Entre ellos
—dice André Millé— iban ‘Muchos hombres ilustres que honran los anales de la ciencia y de la técnica”.
Perseguidos, calumniados y hasta olvidados, en su largo peregrinar sufrieron toda clase de privaciones, como se puede inferir al consultar las cartas que enviaron a sus parientes y amigos.

El destino de las temporalidades

Las alhajas de las iglesias de San José y de los Desamparados, más los ornamentos, escrituras, testamentos, libros de fábrica de las iglesias, de gastos-compras, fueron acondicionados en petacas con llave y entregadas al Prior del Convento de San Agustín, Fray Bartolomé Albarez de Sotomayor, que los llevó a Santiago de Chile para entregarlos a la Junta de Temporalidades.
Los esclavos pequeños fueron separados de sus padres y entregados a diferentes familias. Los mayores fueron tasados en 1772 y vendidos al mejor postor.
Los otros bienes debían salir a remate luego de hacer tres pregones y publicar el avalúo.
La Residencia fue entregada interinamente a los franciscanos; la Escuela de Primeras Letras fue cerrada. La hacienda de Puyuta, molino, bodega y viñas con 12.673 cepas se puso primero en arriendo anual de 500 pesos, y luego se vendió a don Rafael Morales en 10 mil pesos. En julio de 1772, Morales la vendió en 11.500 pesos.
La hacienda de San Javier fue tasada en 3.696 pesos y se le entregó a don Luis Espinosa. Las tierras de sembradío de Ullum se entregaron a los señores de la Junta Central. Finalmente, la Hacienda y Casa de Ejercicios con el molino se le entregó a don Pedro Frías y la estancia de Guanacache se le alquiló a don Pedro Bustos en 115 pesos anuales.

Las temporalidades

Se da el nombre de temporalidades a todos los bienes raíces y semovientes, incluidos los esclavos, de los cuales se incautó la autoridad civil, al expulsar a los jesuitas. Estas eran las siguientes:
- Iglesia de San José, luego Catedral de San Juan de Cuyo, con sus joyas y ornamentos.
- Edificios de la Residencia, escuela, casas donde vivían los esclavos (toda la manzana frente a la plaza).
- La hacienda de arriba o de Puyuta, sus viñas y molino.
- La iglesia de la Virgen de los Desamparados.
- La hacienda y Casa de Ejercicios.
- La Estancia de Guanacache o de Los Padres, con ganado caprino, ovino, vacuno y caballar.
- Tierras de sembradío en Ullum (trigo y hortalizas).
- Tres hornos de ladrillos.
- 112 esclavos que vivían con sus familias.

Las consecuencias de la expulsión

Los Jesuitas en general fueron los primeros geógrafos, astrónomos, botánicos, zoólogos, historiadores, médicos, arquitectos, bodegueros. Etc... No había ningún campo del saber humano que no tuviera sus especialistas. Fueron los primeros en fundar escuelas y universidades.
De acuerdo a la documentación consultada, la mayoría sintió pena traducida en un entrañable dolor cuando se expulsaron a los jesuitas de San Juan. Otros, como los encomenderos, se alegraron, pues los padres estaban en contra de la explotación y entrañamiento de los indios que se hacía hacia Chile.

Al ser expulsados de todos los dominios españoles, se atacó el corazón mismo de la Iglesia, pues la Compañía era la columna más firme del Papado en San Juan. El tejido social se resintió, pues se anularon las relaciones mutuas de los misioneros con el pueblo en todos sus niveles.
Durante el tiempo que estuvieron en San Juan, no sólo difundieron el Evangelio. Los jesuitas abrieron la primera escuela, que funcionó frente a la plaza, “que tenía como pizarrón un tablón, dos palos largos que servían de asiento y dos bancos clavados”. Enseñaron la elaboración de vinos y aguardientes, el laboreo de la tierra e introdujeron especies de vid, olivos y citrus.

Lo mismo sucedió con los trabajos en la tierra, bodegas y demás, trabajo compartido en un esfuerzo múltiple por diferentes personas que unían su capacidad de trabajo bajo la mirada comprensiva de los padres. Todas las haciendas sufrieron un deterioro según informan los documentos, siendo que antes se desarrollaron hasta el nivel de producción de excedentes.
Con respecto a las artesanías, enseñaron la forma de practicarla de manera utilitaria mediante la fabricación de vasijas, velas, cordeles, cortinas, jabón, etc. Además elaboraron una farmacopea con elementos de la naturaleza para remediar los males del cuerpo.

San Juan perdió importantes arquitectos Baste recordar la Iglesia de San José, luego Catedral de San Juan, destruida por el terremoto de 1944. Es decir, que no sólo transmitieron la doctrina cristiana, sino que en todas partes llevaron conocimientos indispensables para la vida.
En el San Juan de entonces se apagó un foco de luz, porque se cerró la Escuela de Leer y Escribir, fundada en 1712.

Desde el punto de vista social, sabemos que la mayor fuerza de los pueblos estriba en el desarrollo y puesta en práctica de ideas elevadas, como corresponde a una cultura superior, porque nada más cierto que aquello que dijo Pitágoras: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”. Asi lo entendieron los jesuitas que hoy recordamos.

La hacienda de Puyuta y La Bebida


Llamada en algunos documentos Hacienda de arriba, para diferenciarla a la que tenían en Concepción llamada de abajo, no ubicada aún.
Con sus plantaciones de vides, higueras, sementeras, etc... bodegas, corralón, molinos, capilla de Nuestra Señora de los Desamparados, caserío, corrales, hornos ‘para hacer ladrillos y aún con sus pedregales y barriales.
De acuerdo a la mensura y tasación que se hizo de las citadas haciendas totalizaban 216 CUADRAS - 760. 3/4 VARAS y estaban tasadas en 4.819 PESOS (Fuente: Archivo General de La Nación: Temporalidades de los jesuitas en San Juan - documentación inédita)
Desde allí, circulaban de un lugar a otro los productos y los hombres con sus ideas.
Los productos tanto agrícolas como ganaderos tenian como destino sostener a la Orden y sus actividades culturales. Los hombres recorrían los establecimientos como recursos humanos especializados, misioneros, trabajadores de viña, podadores , fleteros etc...

Ubicación

La hacienda de Puyuta se extendía de Oriente a Occidente, desde más debajo de donde la “Acequia de la ciudad o de Valdivia”, se unía la “acequia del Estero que bajaba de Zonda”.
Desde el punto de vista semántico debemos hacer notar que se habla de acequia, la designación de canal recién aparece en los documentos a comienzos del siglo XIX.
La llamada “Acequia de la ciudad o de Valdivia”, tomaba sus aguas en el río San Juan, pasaba por las tierras de sembradío en el Norte y con dirección al Sur Este, se volcaba en la acequia que bajaba de Zonda, seguramente los jesuitas usaron los cauces previamente trazados por los indígenas, para seguir luego su curso hacia el occidente.

Es dificil determinar su trazado en el momento, pues el cauce de la acequia de Valdivia, fue modificado en el tiempo, por otra parte es obra de un profesional especializado. Por eso hemos pedido ayuda a la profesora Mary González del departamento de Geografla de la Facultad de Filosofia, Humanidades y Artes de la UNSJ, que es una autoridad en Geografia Histórica.
En el croquis y explicación del mismo, hasta hoy totalmente inéditos, en la hacienda de Puyuta, están delimitados los terrenos, pero aparecen blancos en su interior, que son tierras que les pertenecían a otros propietarios o bien dice el documento eran de poco valor.

Lade la Bebida empezaba frente a los pedregales y llegaba hasta la Toma de Tula, que es donde nace el Estero de Zonda, por el occidente (más o menos donde hoy está el cable carril).
Tanto Puyuta como la Bebida, integraban la Hacienda de arriba, propiedad toda de la Compañía y allí en la Bebida (hoy Zonda) no observamos ningún blanco.
Por el Sur la calle que llevaba a Puyuta y que delimitaba toda la hacienda de arriba. Esa calle debió haber sido conocida como la de los jesuitas, llamada así por la gente, esto lo suponemos por el tráfico permanente que debía tener.

Los jesuitas se han caracterizado por buscar buenas tierras, agua suficiente y ubicarse cerca de los caminos de entonces.
Por ejemplo frente a la Calle Real de las Carretas, hoy Mendoza, estaba la manzana jesuítica, frente a la plaza 25 de Mayo.
Esa calle nos unía y une a la vecina provincia de Mendoza y debió pasar cerca de la estancia que les donó don Antonio de Marigorta en Guanacache (hoy sería la estancia de la familia Tascheret), llamada entonces estancia “de los Padres”
La Calle Real nos comunicaba y unía con las provincias del Norte.

Por esos caminos circulaban, tanto de ida como de vuelta, como dijimos anteriormente, no solo las arrías con ganado y productos agrícolas, carros con los envases de vino que producían sus bodegas, sino también las ideas, no solo religiosas, sino políticas, ejemplo sobre la forma de gobierno, cosa que les valió en parte la expulsión de todos los dominios españoles.
La hacienda de Puyuta corría paralela al cauce que bajaba de Zonda y la calle de Puyuta, que bajando de la Toma de Tula donde nacía el Estero de Zonda, llevaba a la plaza de la ciudad y delimitaban la propiedad por el Sur y por el Norte.
En la zona de la Bebida, las propiedades tenían la citada calle por medio, y habían propiedades al sur de la citada calle.
Por el Occidente terminaba en la llamada “Toma de Tula”, que es donde nace el Estero de Zonda.
A fines del siglo XVIII la Compañía tenía en producción las citadas haciendas, con sus bodegas, sus puestos, corrales y potreros, con sementeras, de vides, frutales y hortalizas.
Hábiles en la captación de la energía hidráulica, por lo cual ellos se ubicaban siempre cerca de de las fuentes de agua y eran hábiles en construir tajamares, que eran pequeños diques y acequias, además de nivelar los terrenos.

El producto estaba destinado al mantenimiento de las obras educacionales, espirituales y misionales de la Compañía. Ellos llevaban los registros de los gastos tanto de compras, como de las entradas. Manejaban esto con gran pericia, como lo demuestran los documentos que fueron secuestrados cuando se produce la expulsión en 1767.
Al igual que los documentos que acreditaban la propiedad de las tierras de la Compañía, del cual tenemos el detalle..
Tanto Puyuta como las tierras de la Bebida fueron no solo las haciendas, sino la esperanza del pobre y donde se trazaron en la tierra, los pentagramas para el canto a la vida.

En ese lugar donde ya nada los recuerda, la tierra fue herida por la reja del arado o por la punta de un palo. Allí año a año y con enormes esfuerzos se vivía la honda alegría de ver las plantas y la semillas que germinaban en el surco.
Recogían los frutos y parte la elaboraban, desarrollando lo que sería nuestra industria madre.

Los expulsados
Once eran los padres jesuitas que se encontraban en la Residencia de San Juan al momento del entrañamiento. Ellos son:
Nicolás Díaz (Superior)
Joaquín Gamboa y Videla
Pedro Adonaegui y Aguirre
José Jofré
José Morales
Manuel Torrejón
Sebastián Godoy
Francisco Torres
Benito Crimen
José Verasa y Donado
Thomas Rosales

Los superiores
Entre 1655 y 1767, numerosos fueron los superiores que tuvo la Residencia Jesuita de San Juan. Ellos fueron:
Cristóbal Diosdado
José Adamo
Lucas Pizarro
Entre 1663-65 se levantó la casa por falta de medios, reinstalándose en 1712 por orden del Provincial Antonio Covarrubias y bajo la advocación de San José.
Manuel de Bissis
Arnaldo Jásper
Ignacio Timoteo de Vignales
Ignacio Domingo Godoy del Castillo
José María Montero
Luis Santelices y Gómez
Mariano Montero
Juan Clemente Zapata y Godoy
José Jofré y Fraguas
Nicolás Días (Superior al momento de la expulsión en 1767)



Leonor Paredes de Scarso: Historiadora e investigadora



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Las telas y cintas de los jesuitas

Departamento Valle Fértil

Basílica Nuestra Señora de los Desamparados

Los esclavos negros en San Juan - Primera parte

Los esclavos negros en San Juan - Segunda parte

GALERIA MULTIMEDIA
Fachada de la Catedral de San Juan de Cuyo antes Iglesia de San José, construida por los jesuitas.
Paraje La Mesada: el tronco de uno de los olivos de más de 350 años de antigüedad. Todo indica que lo plantaron los jesuitas.
Esta era la más antigua cepa de San Juan. Fue plantada por los jesuitas y estaba en una propie-dad cercana al Parque Rivadavia. Un incendio la destruyó cuando tenía más de 200 años.
Mapa satelital que muestra al centro de la foto, en color más oscuro, el espacio que constituía la estancia de los jesuitas.