Nina Galván: “Viví bien, amé con todas las fuerzas, defendí a mis hijos como una leona y estoy feliz”

La conductora televisiva fue entrevistada por Juan Carlos Bataller para el ciclo "Qué hiciste con tu vida" en noviembre de 2017

—Comencemos por la “Nina” chiquita, ¿en qué departamento naciste?
—Nací en Caucete, de ahí nos fuimos a vivir a Angaco por una tragedia familiar. Yo todavía no había nacido cuando el tercero de mis hermanos murió ahogado en la pileta de la Bodega Oliver, que era la bodega de mi padre en ese momento. Mi papá tomó la responsabilidad de una finca de María de Amado y ahí estuve viviendo hasta el año y diez meses porque me quemé entera por intrusa.

—¿Cómo fue eso?
—Tengo una mano bien quemada, que todavía se ve. Me había bañado mi madre, luego mis padres fueron a prender las lámparas de querosén que se usaban en esa época y me dejaron con un chico que me estaba cuidando. Y yo de intrusa, metí el peine en la vela. Cuando regresaron mis padres, el chico huyó despavorido; se quemó el dormitorio entero. Era un chicharrón en el medio de la cama. Mi papá me sacó como pudo y perdí casi toda la piel. Gracias al doctor Bereta que me visitaba todos los días en Angaco para sacar el líquido de las ampollas, salvé mi vida.

—Uno no se imagina cómo puede haber sido en aquel tiempo Angaco o Caucete mismo. Eran el fin del mundo...
—Era lejos. El doctor tomaba el auto todas las tardes y se iba temprano. Usaba agujas bien esterilizadas, él me decía “todo se puede salvar pero lo que hay que salvar más es la cara” y así lo hizo.

—Hablame un poco de tu mamá y tú papa
—Mi papá vino a los 17 años del Líbano. El, con 40 días, quedó en el Líbano. Mis abuelos se estaban embarcando hacia América y los padres de mi abuela Victoria lo sacaron del barco y les dijeron: “Vayan ustedes y hagan lo que quieran hacer en América y luego regresen a buscar al niño”. Resulta que 17 años después vino mi padre a Argentina a conocer a sus padres y a un hermano que había nacido. Esa vida de los inmigrantes es una vida tan rica en historia.

—Es apasionante. Además, llegar a un mundo donde no sólo se habla un idioma distinto, se escribe distinto, todo es diferente...
—Sí, religión, costumbre, comida, todo... Cuando mi mamá vino a los 11 meses fue distinto. El abuelo Farran vino ya con tres hijos, mi mama se hizo en Argentina, pero mi papá dejó su carrera, amigos y familia para venir acá. Fue muy difícil.

—El Líbano en aquel tiempo era una cuna de civilizaciones, era muy importante.
—Así es, los colegios y universidades eran franceses. Mi papá hablaba muy bien el árabe y el francés, pero tuvo que aprender el español. La vida de ellos fue difícil.

—¿Cuando llegó tu papá a qué se dedicó?
—Mi papá tenía familiares acá, los Ahún de Caucete. Estuvo trabajando con ellos. En Caucete conoce a mi madre. Cuando se casó tenía 28 años y mi mamá apenas 18. Luego mi padre pasó a administrar algunas propiedades de Amado. Toda esta historia que yo tengo guardada afloró cuando fuimos al Líbano con mis hermanos. Sentí la emoción más grande y recordé todo lo que mis padres nos contaban. El esfuerzo, lo que significa dejar todo y empezar de vuelta, aprender, una vida que uno no se imagina.

—¿Qué era el Líbano para tu padre? ¿Trajo un pedacito del Líbano acá o dejó todo el Líbano allá?
—Trajo tantas cosas, empezando por sus recuerdos. El escribía muy bien el árabe, se convirtió en corresponsal de todos los familiares que acá empezaron a conocer y a encontrarse con sus parientes. Además, permanentemente se comunicaba con su gente del Líbano vía epistolar, cartas que duraban dos meses en llegar.

—Labaqué es un apellido que lo tradujeron bien, porque hay Labaqué de distintas formas
—Hay Labaqué con la letra q y con k, que es como se escribe realmente. En el Líbano realmente han ocupado algunos lugares importantes los Labaqué, igual los Salak por parte de mi abuela, que han sido funcionarios, políticos, etc.

—¿Y cómo fue tu niñez?
—Muy tranquila. Mi papá después que perdió un hijo quedó muy mal. Estuvo casi 30 años en cama, no se lo perdonaba. El chiquito salió caminando detrás de él y cayó en una pileta de vino. Mi padre no se dio cuenta que lo seguía, esa culpa que al final no era así, la cargó por años y le produjo una ulcera que lo tuvo mal durante mucho tiempo. Mi mamá que era una niña bastante mimada salió adelante y se puso a coser. Nos cambiamos después del terremoto del ‘44. Mi padre dejó las propiedades rurales, se vinieron a Santa Lucia. Mi madre estableció un taller para salir adelante, hasta que mi padre enderezó su vida y volvió al trabajo.

—Después de la muerte de tu hermano, quedaron dos hermanos varones y dos mujeres
—Sí, mi hermana nació después, tiene 3 años menos que yo. Somos 4. Todos mis hermanos tienen una personalidad muy acentuada. Mis hermanos se llaman Julio y Juan, y mi hermana es la más moderada, ella se quedó en su casa, trabajó mucho con sus hijos y con su marido. De los cuatro hermanos, mi hermana es la más pensante y tiene muy buena memoria. Es nuestro libro de consulta cuando queremos volver atrás. Mi hermana es un ser muy espiritual.

—Yo recuerdo a Julio que era un sacerdote cantor, salió en televisión. Tuvo su momento de fama.
—Exacto, el cura cantor (risas). Tuvo sus momentos artísticos pero le costó dejar a los salesianos. Esa posibilidad de cantar, viajar y comprar con sus derechos de autor su auto y moverse de esa manera, le creó cierto malestar en la congregación y al final tuvo que dejar.

—El caso de Juan es distinto. En cierto momento de su vida decidió cambiar de lugar de residencia, de profesión, de todo.
—Sí, era un buen bioquímico. Muy buen investigador, amaba su profesión, tenía 7 hijos... pero cuando empieza a mirar la política como futuro decide ser abogado. En dos años y medio se recibió de abogado

—Se recibió de abogado, se fue de San Juan, dejó la Democracia Cristiana, se hizo peronista, cambió todo. Él fue el abogado de Isabelita y después de Zulema Yoma.
—Fue abogado de Isabelita antes de ser embajador para los países árabes. Tuvo su protagonismo también con Menem.

—¿Hasta qué edad viviste en Angaco?
—Hasta los 4 años. No tengo memoria de esa época, pero sí de mi infancia, cuando vino el terremoto yo estaba por cumplir los 5 años.

—Yo diría que había sido una familia tradicional, católica, con un hijo sacerdote. ¿Cómo fue tu juventud?
—En mi juventud era presidenta de Acción Católica en la secundaria. Muy reprimida en ciertas cosas, muy tranquila. A los 15 años me puse de novia con el que fue mi marido. Mi pareja viajaba porque era marino, llegó a ser capitán de ultramar y yo escribiéndole cartas. No aprendí a bailar hasta que me casé (risas).


Nina en la tele
—¿Cómo aparece la televisión y la radio?
—La comunicación estaba en mí, porque era la locutora en los actos de las escuelas. Cuando me recibí de maestra siempre estaba con el micrófono. Cuando regresé de Buenos Aires, donde viví durante 6 años, por casualidad me pidieron una redacción para unos avisos, lo hice y me llamaron de Canal 8. Comencé en 1967, mira los años que han pasado (risas).

—La agencia de publicidad que montan con Pepe Galván, se transformó en un medio importante para San Juan.
—Fue en su época una agencia que por lo menos facturaba muy bien. Fue una importante agencia muy creativa, tuvimos un dibujante que era Jorge Rodríguez. En esa época había que dibujar las placas, era todo más a pulmón, ahora la televisión nos permite hacer tantas cosas tecnológicas. La agencia fue realmente un soporte. Mi marido dejó los buques y se vino porque quería estar con su familia. Empezó un camino más difícil pero muy nuevo y yo sin querer entré a trabajar en la televisión.

—Es la historia de muchos de los productores que son publicitarios al mismo tiempo y de pronto tienen en casa la estrella.
—No sé si la estrella o la estrellada (risas) Él siempre me decía que yo tenía que dirigir el programa. Yo empecé el programa “Femenina” en 1968 con una conductora que pagábamos bastante bien en esa época. Noemí Rodríguez era la conductora del programa; yo nunca soñé con hacer cámaras. Escribía los guiones, hasta el saludo le hacía a la chica que necesitaba una guía. Un día la conductora dijo basta porque no entendía del tema de psiquiatría y yo hice la nota.

—¿Nina, cuál es tu nombre real?
—Nina Bernadette así.

—¿Y Bernadette de dónde sale?
—Mi papá era devoto de la virgen Santa Bernardita y Nina porque era su novia del Líbano. Mi mamá lo aceptó (risas). Mi padre dijo que si tenía una hija le iba a poner el nombre de su novia del Líbano a quien dejó cuando se vino.

—¿Cómo es la mujer libanesa, es distinta a la española?
—La mujer libanesa es fuerte, la española es más sosegada en ciertas cosas.

—La imagen que se tiene es que es más sumisa
—No, sometida nada. Esa es la musulmana, pero la mujer libanesa nada que ver, es muy francesa.

—¿Lo libanés todavía vive en vos?
—Para nosotros fue una forma de vida. Mi papá fue el que nos llevó por ese camino. Las costumbres en mi casa eran netamente libanesas. Creo que vive en mí y cuando llegamos al Líbano, la emoción que sentimos junto a mi hermano era una sensación de vivir lo que nos habían contado.


Nina y Pepe
—¿Y cómo resultó el caso de una libanesa, criada como libanesa, que se casa con un Galván? ¿Fue aceptada fácilmente por la familia?
—En mi casa lo querían mucho a mi marido porque era el amigo de mis hermanos. Cuando se va a la Escuela Naval y regresa en su primer año con su uniforme, se me declaró. Yo tenía 15 años. Mi papá me dijo que no me iba a ir de San Juan. Estuvimos muchos años escribiéndonos cartas a escondidas y mi suegra se encargaba de mandarlas porque mi papá no quería saber nada de que me fuera lejos.

—¿Pepe era mayor a vos?
—Sí, Pepe tenía 4 años más

—El uniforme y un tipo pintón como era Pepe te llamó la atención
—El uniforme no me gustaba mucho (risas) ni me gusto la vida en Buenos Aires, donde viví cinco años para estar cerca de él. La vida de los buques es muy dura, y para la mujer ni te cuento. Yo hice un viaje con él y fue terrible. Todo tiene su porqué en la vida, creo que pasamos muchas pruebas y nos sirvió para afianzar el matrimonio.

—¿Cuántos hijos tuvieron?
—Yo perdí el primero con un aborto natural. Después tuvimos cuatro hijos, igual que mi madre, dos varones y dos mujeres.

—Cuando comenzaste con la televisión, ¿qué edad tenías?
—28 años

—¿Fue un poco tarde?
—Para mí fue una sorpresa, en esa época no había muchas mujeres en la televisión. Estaba Lucy Campbell, Mimi Tuler, que venía de Mendoza para hacer el programa de Ñata Contegrand de Flores. Pepe, mi pareja, empieza con Mattar a trabajar, por eso se metió en este mundo.

—Reynaldo Mattar fue un hombre muy importante en San Juan
—Muy importante, un hacedor de cosas pero un bohemio también. Vi a Mattar caer después de ser el rey de la televisión en San Juan, hacía ocho programas semanales. Era una cosa de locos en aquella época donde había que venir, revelar y recién cortar y pasar. No es como ahora que pasás el video y listo. Lo vi trabajar mucho a Reynaldo, una pena lo que pasó y cómo terminó.

—Pero volvamos a vos...
—De pronto me di cuenta que era la única mujer en la televisión de San Juan en ese momento y la gente se prendió al programa. Dicen que la casualidad no existe, que existe la causalidad, pero como buen árabe creo en el destino.

—Te transformaste en una marca y eso no es poca cosa.
—Quizás porque mi personalidad es un poco fuerte. Trato de no emular a nadie y trato de ayudar a los jóvenes.

—Todas te reconocen como la referente de la tele.
—Pero no les puse sello, creo que lo que hice fue destacar la personalidad de cada una y darles fuerzas.

—Estamos hablando de Marcela Podda, de Adriana Luluaga...
—Es bueno ver crecer a la gente que está alrededor de uno.

—Al mismo tiempo había una Nina mamá
—Había una Nina esposa, dueña de casa, una mamá con cuatro hijos que había que sacar adelante, un marido al que le gustaba jugar, era “casinero”, entonces yo tenía que acompañar los chicos en la noche y levantarme a las 6 de la mañana para llevarlos a la escuela.

—Hubo una etapa tuya que hacías un programa de radio en la mañana temprano. Eras esposa, mamá y hacías televisión al mismo tiempo.
—La radio me encantó, me enamoró, se dieron las cosas así y no quería dejar nada. Cuando me pidió Emilio Ventura que aceptara la jefatura de prensa de Radio Sarmiento, fue un drama en mi casa. Mi marido no quería saber nada, porque me decía que vivía en la radio.


Nina y la política
—De pronto te encontraste sola, Pepe no estaba, me imagino que tenías que ser doble mamá, algo de papá
—Ya van 17 años sin Pepe. Gracias a Dios, dos de los chicos ya estaban grandes, viviendo en Buenos Aires, pero fue muy duro. Me tocó una etapa difícil económicamente, tuve que cerrar la agencia y vender todos los equipos para poder sobrevivir. Son los altibajos que nos presenta la vida y para los cuales tenemos que estar preparados.

—También aparece la faceta de una Nina a la que distintos sectores políticos le ofrecen ser parte del equipo de gobierno.
—Principalmente fue don Alfredo Avelín, a quien le dije que no. Me ofreció un cargo de diputada y después Jorge Escobar me pidió que fuera su jefa de prensa. En casa fue una pelea a muerte, porque la política para Pepe era mala palabra. Fueron 7 años que trabajé en el gobierno de Escobar.

—Pero después tuviste otros cargos
—Ya estaba viuda cuando en el 2003 me llamó Gioja para pedirme ser la administradora del Auditorio. Le dije que no quería aceptar ningún otro cargo, no quería saber más nada de política. Luego me habló personalmente Gioja y me dijo “a Jorge Escobar le dijiste que sí y a mí no, ¿por qué?” Al fin y al cabo acepté. Fueron 5 años pero tengo malos recuerdos. El primer choque que tuve con Gioja fue por Barrick, cuando se sacó la primera barra de oro querían entregársela en la sala del Auditorio y yo me opuse. Dije o renuncio u ocupen otras salas del foyer, porque el lugar no era para entregar una barra.

—Ahí fue tu última intervención dentro del Estado
—Si, en el 2007 dije basta. No por encontronazos con el gobernador en ese caso, sino porque nunca me dieron lo que necesitaba el Auditorio, que era un presupuesto. Así se da la política, entonces ya te quema.

—¿Fue realmente un milagro?
—Yo creo que sí, las enfermeras se reían porque le habíamos llenado la pieza de estampitas, rosarios. La gente unida en oración, lo sentía como una fuerza.

—¿Sos muy creyente?
—He sido católica siempre y siento la religión como parte de mi vida. No es una improvisación, es algo que yo lo vivo, me gusta ir a misa.

—Nina, siempre pedimos 3 o 4 cosas para terminar de hacer el perfil de la persona. Una es por ejemplo una película que te haya marcado en tu vida.
—Me gustó mucho “Los puentes de Madison”, una buena película.

—Encierra una definición ¿no?
—Sí, la infidelidad.

—Más que la infidelidad, la postergación de una mujer
—Sí, lo has enfocado bien. Todo el mundo dice “te gustó porque ella fue infiel”. Me gustó porque ella supo salir de esa cápsula donde estaba. Vivió lo que vivió y después eligió volver a su casa.

—Siempre pensé que hay un cofre donde guardamos secretos a los que solamente podemos acceder nosotros y no estamos dispuestos a revelarlos. Me imagino que una mujer como vos que hace televisión, bella, dulce, conocida, habrá tenido gente que se acercó y te planteó un mundo distinto.
—Aunque no estés en televisión siempre hay alguien que está muy en alerta para verte cuando estás sola o cuando estas triste, te calientan la oreja con alguna palabra dulce y todo lo demás. No te voy a decir que no, sí, tuve varias propuestas no indecentes sino que eran distintas. Pero opté por mi marido, mis hijos y mi familia, por lo que yo había elegido. La televisión te abre un mundo distinto, te rodea de gente que a lo mejor no es tan sincera pero que quiere estar cerca. Siempre surge alguien que dice que tenés que estar en Buenos Aires, hasta que te das cuenta de la falsedad.

—¿La ilusión también estuvo?
— Una cosa diferente, pero creo que cuando tenés una educación muy férrea, y una forma de ser distinta, vos sabés hasta dónde podés llegar.

—¿Te gusta la lectura?
—Me encanta; leo mucho. Es mi compañía el libro y me gusta el libro en las manos.

—Este ciclo que se titula “Qué hiciste con tu vida”, tiene una pregunta al final: ¿estás conforme con lo que hiciste?
—No me arrepiento de nada de lo que hice, por ahí uno se arrepiente de lo que dejó de hacer. Fui feliz, he sufrido y he amado. Tuve mis altibajos, me he peleado con mi marido hasta decir basta y un día quise irme de mi casa. Después de hacer el análisis y mirar para atrás digo, viví bien, amé con toda la fuerza, con todas las ganas, defendí a mis hijos como una leona y estoy feliz.

—¿Hay una canción que representé tu vida?
—Tengo dos canciones, la que bailé cuando mi marido se me declaró “Serenata a la luz de la luna” de Glenn Miller y “A mi manera”, porque así viví.


Como la vi
La señora televisión”, tituló alguien una nota a Nina Galván. Honestamente creo que el título no la define. Quienes conocemos de muchos años a Nina, quienes la hemos visto actuar en distintos ámbitos, sabemos que la televisión es el aire que nutre sus pulmones pero su vida es mucho más intensa y polifacética.

Nina es una madre madraza, una mujer extremadamente firme en sus convicciones, una trabajadora incansable, una persona súper generosa que ha dado mucho a mucha gente, una gestora que demostró su capacidad en distintas funciones y una conductora sumamente respetuosa con su público y sus compañeros de trabajo.

Cincuenta años es una vida. Pero en el caso de Nina son cincuenta años de exposición pública. Y eso no es poco. Son cincuenta años de alegrías y dolores, de luchas y honores. Y este periodista puede dar fe que esos cincuenta años han sido vividos con glamour, con dignidad, con capacidad, con calidez, con clase. Todo esto se une cuando uno entrevista a Nina, cuando recorre su vida en viejas fotografías, cuando vienen a su memoria centenares de notas realizadas por ella. Siempre elegante, siempre amena en sus comentarios, siempre perfecta en su dicción. Siempre Nina.
JCB


El perfil psicografológico Por: Elizabeth Martínez Grafoanalista
* Se trata de una persona que habría logrado poner una distancia óptima con las situaciones o personas de su pasado. Es decir habría podido aprender de las situaciones adversas que por momentos pueden generarle cierto monto de angustia aun, y sin embargo seguir adelante, haberlas usado como una oportunidad de crecimiento personal.

* Se detectan indicadores de marcado respeto por las normas y por las autoridades de quienes ellas emanan. Sin embargo, no se dejaría influenciar con facilidad.

* Se observa capacidad deductiva, lógica y espontaneidad. Constancia en las ideas, en el trabajo y fácil adaptabilidad.

* Se observa capacidad deductiva, lógica y espontaneidad. Constancia en las ideas, en el trabajo y fácil adaptabilidad.

* La dimensión de las letras es normal, marcando adecuada autoestima. Una persona que es consciente de sus fortalezas y debilidades sin buscar ocultarlas.

* La dirección del renglón es horizontal, sin presentar aumentos o disminuciones abruptas. Esto último es indicador de estabilidad emocional, de ánimo equilibrado, armónico.

* La inclinación de las letras está orientada hacia la derecha, denotando equilibrio entre la razón y los sentimientos. Se vislumbra madurez de criterio y capacidad de reflexión.

* Posee facilidad para relacionarse con las demás personas, marcada tendencia a las relaciones interpersonales, extroversión.


Entrevistas y textos: Juan Carlos Bataller
Edición para TV: Mariano Eiben
Mixer: Luciano Bataller
Diseño: Miguel Camporro
Cámaras: Nicolás Mercado
Grafología: Elisabeth Martinez
Caricaturas: Lucho Velazquez
Desgrabación textos: Joana Icazatti
Maquillaje: Charly Ramos

 

Entrevista realizada por Juan Carlos Bataller. Publicada en La Pericana número 104 del viernes  20 de abril de 2018, en la edición 1813 de El Nuevo Diario

          

GALERIA MULTIMEDIA
Manuscrito de Nina Galván que permitió hacer el estudio grafológico a la profesional Elizabeth Martínez
Nina orgullosa con sus 9 nietos.
Nina durante una visita a la tierra de sus padres, El Líbano
En uno de los programas, Nina entrevistando a Lolita Torres, durante su visita a San Juan
Cuando en 1967 inauguró sus estudios y la empresa adquirió modernos equipos franceses, el canal de Jorge Estornell puso en el aire programas que perdurarían durante muchos años. Uno de ellos fue “Femenina”, con la conducción de Nina Galván, quien aparece en esta fotografía.
Nina en el escritorio de su esposo Pepe Galván, dueño de la empresa productora de “Femenina”, Publintel
José “Pepe” Rafael Galván y Nina en una cena de camaradería
Nina Galván en una caricatura realizada por Lucho Velázquez
Nina Galván fue entrevistada por Juan Carlos Bataller en el ciclo Que hiciste con tu vida. Edición del 24 de agosto de 2018.