Cecilia Román: “Si te golpean hay que levantarse y seguir, tanto en el boxeo como en la vida”

Juan Carlos Bataller entrevistó a la campeona del mundo de boxeo en marzo de 2019, en el ciclo Qué hiciste con tu vida

 —Comencemos hablando de la Cecilia Román chiquita,  ¿en qué barrio viviste?
—En Capital, en la Villa Mallea. Más de 30 años viví ahí.

—Cuántos deportistas dio la Villa Mallea, todo el alrededor del Concepción Patín Club.
—Sí y nadie se lo imaginó porque de chica fui una niña muy tímida, callada. Creo que sorprendí a muchos.

—La niñez en el Barrio Mallea debió ser linda. Por ahí estaba el Negro Ochoa, que cantaba, estaban los jugadores de Concepción. Es un barrio chico pero que ha dado mucha gente conocida.
—Sí, así es, un lindo barrio. Yo nada que ver con el hockey. Mi abuela vive a la vuelta del Mocoroa, pero tampoco. Jamás me imaginé estar un día pegándole a la bolsa.

— ¿Quiénes son tus padres?, ¿a qué se dedicaron?
—Eran empleados de comercio.

— ¿Y tú niñez que tal fue?
—Difícil, cuando tenía 10 años mis padres se separaron. Ahí cambió totalmente todo. Somos cuatro hermanas y mi mamá se quedó sola con nosotras. En aquel tiempo un divorcio era algo cuestionado. De hecho, nosotras íbamos a una escuela religiosa y nos miraban como diciendo: “uh, la familia de Cecilia se está separando”.

— ¿Eso te lo hacían sentir los chicos?
—Sí. De hecho, pasaron un par de cosas, porque justamente la escuela religiosa defendía la familia y mis viejos se estaban divorciando. Era como que uno dejaba de ser familia y no cumplía con los requisitos. Económicamente también fue difícil porque nos tuvieron que cambiar de colegio porque mi mamá se quedó sola prácticamente. Después de ese hecho nos crío ella sola con la ayuda de unos tíos y fue un cambio rotundo.

— ¿Qué pasó con tu papá?
—Se separó de mi mamá y se separó también de nosotras.

— ¿Esa ausencia la sintieron?
—Sí, se siente. Me parece bien que si no sentís algo lo demostrés, es mejor que estar forzando a alguien a que cumpla un rol que no quiere. Si hubiera sido así mi mamá hubiese estado peleando con mi papá todo el tiempo, eso tampoco deja vivir a la otra persona. No hubo todo ese conflicto, directamente mi mamá se hizo cargo de nosotras y siguió ella sola.

— ¿Con tu papá volviste a tener contacto o no lo viste nunca más?
—Sí, lo vimos un par de veces, pero es una relación que no se alimentó nunca.

— ¿Y siempre estuviste ligada al deporte?
—A los ocho años, en la escuela, me di cuenta que el deporte era algo que me atraía mucho, era un lugar donde me sentía contenida. A partir de esa edad la clase de educación física se convirtió en algo especial. Y siempre quise practicar deporte pero mi mamá era una mujer muy miedosa. Yo le pedía ir pero como éramos todas mujeres y ella estaba sola nunca nos mandó a un club. Recién cuando tuve 18 años pude ir yo a un club y empezar un deporte. De hecho, soy profe de Educación Física, empecé la carrera y también comencé a entrenar y a hacer deporte.

— ¿Entonces cómo fue esa niñez sin deporte?
—Jugaba con mis hermanas. Por ejemplo, una de las cosas que siempre le pedía a mi mamá era que nos regalara pelotas, raquetas de tenis, nunca muñecas porque no me gustaban. Me gustaba moverme. Teníamos un fondo grande y ahí jugábamos a la pelota, al tenis, al vóley. Siempre estaba con ellas porque mi mamá tampoco nos dejaba salir a la calle a jugar con los vecinos. Menos mal que éramos cuatro, jugábamos entre nosotras. En la escuela igual, en el recreo salía a jugar y aprovechaba la clase de educación física. Me acuerdo que a los chicos no les gustaba ir o querían irse de vacaciones y yo al revés, quería ir a la escuela porque era salir de mi casa a otro ambiente.

— ¿Tu mamá vive?
—Falleció hace cinco años.

—Y de ahí viene tal vez la vocación de madre.
—También. Me emociona hablar.

— ¿Qué pasó entonces hasta que cumpliste los 18 años y empezaste a ir a los clubes? ¿Cómo hacían esas hermanas para poder conseguir novio, salir con chicos?
—Y ese fue uno de los temas. Mi mamá siempre nos protegió mucho así que cuando empezábamos a “noviar” se enojaba con nosotros. Pero era lo normal. De hecho mis amigas en el secundario iban adelantadas y yo iba atrasada.

—Dentro de eso, habrás tenido algún noviazgo importante.
—Sí, sí. Tuve tres relaciones serias, pero sólo una fue de crecimiento, de ayuda, de amor de verdad.

— ¿De pronto fuiste mamá o ya estabas en pareja?
—No, estaba en pareja. Mi idea no era tener hijos. Mi proyecto de vida era ser profesional, ser exitosa, pero sin hijos. Y la vida por ahí te demuestra que a veces uno se equivoca. A los 24 años me quedé embarazada y la verdad es que fue todo un cambio; fue vivir y experimentar algo que no hubiese vivido nunca sino me hubiese pasado. Nació Lucas y cambió todo. Pude ver la importancia de ayudar a alguien a crecer y darle herramientas para que se críe en la vida. Fue encontrar el verdadero amor, ese amor al que uno le da todo sin saber si responde o no.

— ¿A todo esto ya eras profesora de Educación Física?
—Sí, ya me estaba recibiendo, era el último año.

— ¿Y empezaste a trabajar como profesora?
—Sí. Desde que ingresé al Instituto Superior de Educación Física (ISEF), trabajé. El primer año de cursado empecé a trabajar en las colonias de verano. Una vez que me recibí me aboqué más a eso porque no tenía las horas de estudio. Me gusta mucho el deporte, así que trabajé en un gimnasio y fui personal trainer.

— ¿Cuál era el deporte en ese tiempo? ¿Ya era el boxeo o había otro?
—Yo hacía vóley y atletismo hasta que apareció el boxeo en mi vida.

— ¿Y cómo apareció?
—Y justamente laburando. Me propusieron llevar la parte física de lo que es el boxeo. Después me enseñaron para que yo enseñara a la gente y un día me dijeron: “¿te animás a hacer una pelea para que veas qué se siente subir arriba y boxear?”. Y dije que sí. Me pasaba que yo jugaba al vóley y me encantaba entrenar. A veces estaba sola entrenando en un deporte que es de equipo y jugábamos partidos pero nunca llegábamos a nada. Si querés lograr algo tenés que entrenar, ponerte metas y cumplir el día a día. Para algunas de las chicas era solo recreación.  En el boxeo encontré un camino que me permitía ponerme metas, cumplir objetivos y tenía que estar yo sola.

— ¿Qué se siente cuando uno está enfrentando a alguien? Debe haber dos sensaciones: primero para ganar tenés que golpear, pero además tenés que recibir golpes, ¿cuál es el pensamiento de la boxeadaora?

—El pensamiento pasa por no dejarse vencer, por las cosas que te vayan pasando arriba del ring, que nada te toque y que vos puedas seguir. Siempre digo que es lo mismo que pasa en la vida, hay golpes y bueno, te caés, te levantás y seguís. A vos te pegan, tenés que hacer como si nada y seguir adelante. Realmente el que se quiebra es el que termina perdiendo la pelea. La fortaleza mental y de espíritu para seguir adelante, a pesar de todo lo que pueda pasar, es lo más importante.

—Imagino que debe ser un trabajo mental importante y no cualquiera puede hacerlo.
—Sí. Justamente hablando de eso, se compara mucho al boxeo con la violencia. Pero, en una escena de violencia tenés alguien que es inferior a otro. En el boxeo lo que se busca siempre es la equivalencia. Son dos personas que pesan lo mismo, entrenan y, tienen que tener un récord parecido. Toda esa equivalencia hace que esa violencia sea menor. Tenés un árbitro que te cuida, que si ve que hay una desventaja a nivel técnico y demás te para la pelea. Tenés un rincón, un técnico que puede tirar la toalla y te puede salvar. En una situación de violencia a veces la única salida es la muerte de la víctima. Siempre que me dicen que el boxeo es violencia hago esta diferencia. Es más, incluso si uno no quiere salir a pelear no sale.

 

— ¿Y cómo se fue dando lo del boxeo? ¿Tenías alguien que te instruía?
—Lo que me gustó fue justamente el poder entrenar, aunque estuviese yo sola, veía que había un camino. En San Juan no había mujeres. Yo me planteé ser la primera mujer profesional y para eso había que hacer equis cantidad de peleas. Cuando uno empieza a boxear siente miedo. Las diez primeras peleas que hice sentí miedo.

— ¿Miedo a los golpes?
—Miedo a equivocarme, a que me noquearan, son diferentes miedos. Al final uno termina luchando consigo mismo. Las diez primeras peleas fueron pagar todo eso. Ya después uno confía en sí mismo, sabe que entrenando los riesgos son menores, sabe que si le pegan y cae se vuelve a levantar. A veces vos estás peleando, terminó la pelea, te estás bajando del ring y querés pelear de vuelta. Te das cuenta que a la larga la preparación influye un montón, tanto física como mentalmente y que si bien es un deporte de alto riesgo también depende de uno. Los casos extremos en los que quedan internados y demás son accidentes que suelen pasar.

— ¿Había algún boxeador profesional al que consideraras tu arquetipo?
—El Chino Maidana, él pelaba con el corazón. Eso me encanta. Muchas veces lo tiraban, él se levantaba y seguía peleando. Lo volvían a tirar, se levantaba y seguía peleando como si nada.

— ¿En qué momento de tu carrera dijiste: “ahora sí, estoy encausada”?
—Cuando comencé fue ir trastabillando, si era lo que tenía que hacer o no, si servía para esto. Fue dudar, volver para atrás, ir y venir. Cuando fui a Buenos Aires me di cuenta que sí.

—Estuviste en pareja con otro boxeador. ¿Cómo es la vida con un boxeador, dos boxeadores?
—Él ya estaba retirado. Creo que no es lo mismo que tu pareja sea boxeador y los dos boxeen al mismo tiempo que estar con alguien que ya está fuera de la actividad. Es diferente. En Buenos Aires veo compañeras que tienen sus parejas así y están los dos en actividad. El deportista es egocéntrico, tiene que  ser egocéntrico. Entonces esa individualidad, esa separación que se genera, hay que saberla llevar.

—Cuando el boxeador no boxea por un tiempo, ¿qué pasa?, ¿siente la necesidad de boxear?, ¿se desquita con un saco?
—Yo estuve dos años inactiva. Me alejé del boxeo por temas personales, porque para subir a pelear tenés que ir preparado, no podés prepararte así nomás porque los golpes duelen el doble. Durante esos dos años practiqué kickboxing y aprendí otros deportes de combate. Seguí practicando porque lo necesitaba.

— ¿Kickboxing es peor que el boxeo?, ¿es más violento?
—No. Yo pensaba eso, fui a entrenar y la verdad es que no. El boxeo tiene mucha historia, mucha técnica. Creo que es un deporte que está tan avanzado y tan fino que por ejemplo el kickboxing todavía no logra eso.

— ¿El día después cómo es?, ¿aparecen los hematomas, los dolores?
—El segundo día es cuando uno baja los niveles y empieza a doler el cuello, la mandíbula, los hombros, toda la espalda. Son los dolores normales.

—Siempre se habló de peleas arregladas, ¿eso existe?
—He sentido, pero depende de cada uno.

— ¿El boxeo es una salida para muchos chicos, de lo que viven y de la pobreza?
—Sí, la verdad que sí. Justamente es un deporte que toca a una parte de la sociedad que busca salir de alguna manera. En la parte amateur te pagan, poquito pero te pagan. Cuando hacía vóley yo tenía que pagarle al árbitro para que dirigiera el partido, tenía que comprarme la camiseta, tenía que pagar para poder jugar. En el caso del boxeo es al revés. Al chico que entrena no se le cobra, se le ayuda mucho para que pueda practicarlo y te cuidan mucho. Creo que tiene que ver con la rudeza y lo difícil que es el deporte. Los técnicos, todo el ambiente, te cuida, te contiene mucho y a los chicos se les paga algo, como un incentivo, a diferencia de otros deportes. Después cuando sos profesional, campeón y demás, aumentan las bolsas. En ese sentido el boxeo es una salida que busca ese sector.

— ¿Cambia mucho la vida del profesional no?
—Sí, cambia un montón. Es increíble cómo cuando uno logra un título o algo todos te quieren apoyar y ayudar, pero sí.

— ¿Es cierto lo de los amigos del campeón?
—Sí.

— ¿Se acercan?
—Sí, aparecen amigos, familiares, de todo.

—Cuando te sacan el banquito y estás sola, ¿en quién pensás?,  ¿en tus hijos?
—Sí. Mi objetivo más allá de ser campeona y tener cinturones es lograr el mayor nivel como deportista que pueda conseguir; la mejor versión que pueda llegar a sacar de esta actividad. Voy creciendo despacio, he crecido bastante, pero todavía no llego a ser lo que me encantaría ser arriba del ring. Uno piensa en todo el sacrificio que hace todos los años, la familia que apoya, porque ellos también viven a la par lo que uno va a haciendo. Todas esas cosas se piensan.

—Si tu nena te dice que quiere ser boxeadora, ¿Qué le decís?
—Que si, a los dos. Ella no quiere, me dice que no. Los apoyo en lo que ellos quieran hacer. Cuando uno encuentra lo que le gusta hacer y lo hace, la verdad es que no tiene precio.

—Dicen que la preparación del boxeador es la más completa que puede haber.
—Es muy exigente, de hecho, lo que más cuesta a este nivel por ejemplo los dos o tres meses de entrenamiento, en los que el desgaste físico es mayor que la pelea que hacés. La pelea dura 20 o 25 minutos, pero esos son tres meses de aguantar golpes, porque el cuerpo se rompe por los dolores y demás. Es lo que se va acumulando y se va cargando y te tenés que entrenar, sino después arriba del ring…

— ¿Cuál es la edad máxima para estar arriba de un ring?
—Y en mujeres ahora se extendió hasta los 40 años, la mujer es más disciplinada que el hombre, más abocada a la actividad. Hoy están en vigencia las boxeadoras de 35 a 40 años.

— ¿Duele lo mismo el golpe de una mujer que el de un hombre?
—No.

—En igualdad de kilos digamos.
—En la mujer encontrás el golpe parecido. Hay un promedio y es raro la mujer que sale de ese promedio. En cambio, en los hombres no, tenés los que pegan muy muy fuerte, los que pegan fuerte y los que pegan un poquito menos. Pero en las mujeres son casi todas iguales, tenés una o dos que son las que pegan fuerte.

— ¿Alguna vez te noquearon?
—En el entrenamiento sí y en pelea me tiraron dos veces.

— ¿Ese es el momento crítico de la pelea, no? pensar en levantarse y seguir.
—Claro, exactamente. Eso también se trabaja con psicólogo deportivo, el pararse y seguir. Si te quedás pensando en lo que pasó, te vuelven a pegar.

— ¿Por qué Buenos Aires, en San Juan no hay el mismo nivel de preparadores?
—No en cuanto a preparadores, sino en cuanto a camino de boxeo. Allá los chicos pelean todos los fines de semana. Un chico amateur tiene cien peleas. Contando todas las que tengo yo todavía no llego a 100, en San Juan llegué a hacer 24 peleas. Allá te encontrás con un chico amateur que tiene cien peleas y llega a ser profesional, con campeonatos, con chicos que son de la selección.

—Siendo campeona del mundo, ¿ya podés vivir de la profesión?
—Hoy sí. Sigo invirtiendo porque hay que hacer inversión para poder seguir creciendo. Mientras más arriba estás las cosas cuestan más. Al principio yo trabajaba para poder boxear, para poder mantener la actividad. Después el boxeo se empezó a mantener solo. Hoy tengo un margen de ganancia que me permite vivir, pero no es una gran diferencia económica que me permita estar súper tranquila ni que me asegure el resto de la vida.

— ¿Con un par de peleas afuera eso puede cambiar?
—Sí.

—Los billetes verdes siempre huelen distinto
—Exactamente (se ríe).

—Cecilia, no tiene nada que ver con la imagen, pero veo que tenés muchos tatuajes, ¿te gustan?

—Sí. Me gusta dibujar, así que tener dibujos en mi cuerpo es algo que me gusta. Siempre quise hacerme uno. Por ahí a los padres no les gustan, pero una vez que te hacés uno y listo.

—Aparte del boxeo y la gimnasia y tus hijos, ¿hay algo que te atraiga?
—Muchísimas cosas.

— ¿Cuáles?
—Siempre estoy estudiando, me gusta leer mucho. De hecho tengo que elegir hacer una cosa porque me encanta todo. Tengo que saber especificar qué voy a hacer para poder obtener logros. La profesión de Educación Física me encanta. Una de las cosas que dejé de hacer es dar clases, eso lo extraño un montón. El día que deje de boxear es a lo que me voy a dedicar, tener mi gimnasio para poder seguir transmitiendo los valores de la educación física y junto a eso un montón de proyectos que tengo en mente dándome vueltas

—La pregunta es, con todos los altibajos, hasta ahora ¿has sido feliz?
—Sí. Hace siete años decidí ser feliz. Hace siete años decidí cambiar yo y cambiar mi vida. A partir de ahí logré ser feliz, todo lo demás, no.

— ¿Quedó en el pasado?
—Tuve muchos bajos y pocos altos, pero sí, ya quedó en el pasado.

— ¿Y ahora el futuro pasa por los chicos?
—Sí, pasa por ellos, por estar bien yo para poder estar bien para ellos.

—Si tuviéramos que elegir una canción para terminar este ciclo, — ¿cuál sería?
—Una de Pink Floyd, es una de las bandas que me gusta. Cualquier tema de Pink Floyd.



Cómo la vi
 Uno entrevista a Cecilia Román y advierte rápidamente que, aunque el deporte sea su pasión, su vida es mucho más que eso. Está convencida que en el boxeo como en la vida, las quejas no valen. Que si te pegan fuerte no te podés quejar.

Por eso lo repite más de una vez durante la entrevista: “Si te golpearon hay  que levantarse y seguir, tal cual nos pasa en la vida”.

Hoy asegura que es feliz. Pero esa felicidad no se la regalaron. Se la ganó en el ring y en la vida.

Cecilia sabe de abandonos y de golpes. De necesidades y proyectos. Y no miente cuando dice que su felicidad comenzó hace algunos años cuando decidió tomar el timón de sus decisiones y fue acumulando victorias, tatuajes, miedos y títulos, y algún dinero que le permite mantener a su familia mientras sueña con pelear en el exterior y algún día dedicarse a su profesión docente.

Aquella chica de la Villa Mallea de pasado difícil no sólo es campeona mundial de boxeo. Ha recorrido un largo camino y hoy sabe que ganó su lugar en la vida.
JCB



El perfil Psicografológico
Por: Elizabeth Martínez. Grafoanalista

 » Se detecta lucidez de pensamiento y claridad de ideas.

» Se presenta dimensión normal de las letras, manifestando buen nivel de autoestima. Por lo cual sería consciente tanto de sus posibilidades como de sus limitaciones.

» Capacidad deductiva y lógica, constancia en las ideas y el trabajo. Se podría adaptar fácilmente.

» Tendencia a relacionarse con los demás, persona extrovertida.

» Se detectan rasgos que serían una muestra de calma, equilibrio, serenidad y autodominio. Enfrentaría los obstáculos y dificultades de manera resuelta y los intenta resolver sin forzar las situaciones.

» Enfoque realista de los acontecimientos que protagoniza.

» Se presentan rasgos de persona entusiasta, con capacidad de iniciativa, de emprendimiento, vehemencia, ambición, apretura y sociabilidad.

» Adecuada fluidez de pensamiento, sentimiento y acción. Inteligencia activa en la que se suceden rápidamente las ideas y la iniciativa. Prontitud de concepto y réplica.

» Prontitud para representarse claramente los problemas, dominarlos y buscarles mentalmente una solución.

     


-- Entrevistas y textos: Juan Carlos Bataller

-- Edición para TV: Mariano Eiben

-- Mixer: Luciano Bataller

-- Producción: Giselle Covarrubias

-- Diseño: Miguel Camporro

-- Cámaras y Fotografías: Rubén Paratore

-- Grafología: Elisabeth Martinez

-- Desgrabación textos: Joana  Icazatti y Noelia Escales

-- Maquillaje: Charly Ramos

 

Esta entrevista fue realizada en marzo de 2019

GALERIA MULTIMEDIA
Cecilia Román y su mamá, junto a sus dos hijos
Cecilia Román, cuando estaba embarazada de su primer hijo Lucas
Cada vez que está en San Juan, Cecilia Román, no pierde oportunidad de encontrarse con sus amigas
año 2016. Cecilia Román, categoría Gallo, en el pesaje
Cecilia Román en El Nuevo Diario, acompañada sus hijos Ana y Lucas. Fue el día de la entrevista realizada por Juan Carlos Bataller en marzo de 2019
Manuscrito de Cecilia Román, del cual la grafoanalista Elizabeth Martínez realizó el perfil psicografológico de la pugilista sanjuanina.
Cecilia Román fue entrevistada por Juan Carlos Bataller en el ciclo Qué hiciste con tu vida, en marzo de 2019
Cecilia Román: “Tuve tres relaciones serias, pero sólo una sola fue de crecimiento, de ayuda, de amor de verdad”.