Cristian “Grillo” Malbrán. Una voz distinta que le da color a la ciudad

Juan Carlos Bataller le realizó la entrevista al Grillo Malbrán en febrero de 2019 para el ciclo Qué hiciste con tu vida.

 —Comencemos por tu nombre. Todos saben que sos el Grillo, pero ¿cómo te llamás?
—Cristian Gustavo.

—Cristian Gustavo Malbrán.
—Sí. Nosotros vivíamos en Buenos Aires, en la calle Guardia Vieja en Abasto y enfrente había un transporte que era sanjuanino, ¿te acordás de Transporte Gustavo?

—Sí, sí.
—Y por eso me puso Gustavo mi vieja.

—¿Por el transporte?
—Claro, porque extrañaban San Juan.

—¿Pero tus viejos son de San Juan o de Buenos Aires?
—Son sanjuaninos y se fueron a vivir a Buenos Aires. Ahí nacimos mi hermana más grande y yo y en 1977 nos vinimos.

—¿Y tú viejo qué hacía?
—Mi viejo es gráfico, trabaja en el Boletín.

—¿En el Boletín Oficial?
—Sí, ahora trabaja en el Boletín, pero trabajó en muchas imprentas. A vos creo que te hizo trabajos en El Nuevo Diario, para El Viñatero.

—En El Viñatero puede ser…
—Nos vinimos en la época del proceso porque mi viejo era gremialista, estaba en la lista negra. Así que nos tuvimos que venir.

—Estratégicamente mejor venirse al interior.
—Hubo un momento en el que tuvo que tirar todos los documentos y nos vinimos en tren.

—Todavía había tren.
—Claro, yo he viajado mucho en tren.

—Sabés que yo todavía extraño el tren.
—Uhh, yo lo extraño. Me acuerdo que cuando se fue el último tren corrimos desde el Barrio Güemes hasta la vía, que era por la República del Líbano antes de llegar a Lemos, para despedir ese último viaje. Nosotros hemos ido de vacaciones siempre en tren.

—¿Y cómo fue tu niñez?
—Muy linda, muy rica en amistades, en vivencias, en el Barrio Güemes. De Buenos Aires nos vinimos cuando yo tenía tres años. Después del terremoto de 1977 nos fuimos a vivir al Barrio Güemes, porque el terremoto de ese año lo vivimos en la casa de mi abuela, en el Barrio Belgrano. Es la primera imagen que yo tengo de mi vida, el terremoto. Por eso le tengo terror a los temblores.

—¿Les tenés miedo?
—Sí, bueno ahora no, pero cuando tiembla salgo corriendo y dejo los niños adentro. Que se salven ellos (se ríe). Últimamente me calmo más pero de chico les tenía terror, es que es el primer recuerdo que tengo. Después nos fuimos a vivir al Barrio Güemes; esa casa era de mi abuelo y él se fue a vivir a Buenos Aires. El barrio era increíble, por cuadra había 50 niños, niños y perros. Vos sabés que en el Barrio Güemes había cinco calles y cada una tenía un club con todas las divisiones de fútbol. Los campeonatos eran internos del barrio.

—Donde yo viví también siempre se jugó al fútbol, ahora todos están con el telefonito, pero era una niñez de juegos, de fútbol, de básquet…
—Para llamar por teléfono tenías que ir a la Policía a que te prestaran uno. Ahí nos criamos jugando. Se jugaba todo el día y laburábamos también.

—La vida de barrio siempre fue linda.
—Hermosa. Los carnavales que había en el Barrio Güemes eran increíbles. Para el Día del Niño, de chicos,  nunca fuimos al estadio, donde se hacía el chocolate más grande del mundo. Nunca fuimos porque en el barrio había diez chocolates.

—¿Y cuántos hermanos eran ustedes?
—Cuatro somos. Una hermana mayor, sigo yo, y después tengo dos hermanas más chicas que nacieron acá en San Juan.

—¿Y empezaste a trabajar siendo joven?
—Sí, de niño. Siempre ayudé. Mi viejo trabajaba en la imprenta y arreglaba zapatos en la casa entonces yo le ayudaba a arreglar, a lustrar.

—¿Y a qué escuela fuiste?
—Ahí al Barrio Güemes, era una privada que ahora se llama Santa Teresita del Niño Jesús

—¿Era una escuela parroquial?
—Sí, yo era monaguillo cuando era chico. Era fanático de Dios, así diría un amigo mío.

—¿Eras religioso?
—Sí, de muy chico me acuerdo que los domingos me levantaba a los 8 para ir a la iglesia, nos íbamos a la iglesia de la escuela Monseñor Orzali porque nos daban un ágape después, chocolate y medialunas. Fui muy religioso pero hasta los 12 o 13 años que empecé a leer más y ahora soy ateo.

—Cambiaste totalmente.
—Leí mucho sobre religión. Las religiones lucran mucho con la fe de la gente, son empresas.

—¿Y hasta qué año cursaste en la escuela?
—Hice toda la primaria ahí, fui abanderado y de ahí empecé la secundaria en la escuela Diego de Salinas del Barrio Rivadavia. No teníamos como para venir al centro y a mí me hubiera gustado estudiar en una escuela técnica, pero no se pudo. Y bueno, le ayudaba a mi viejo; teníamos gallinas ponedoras y yo salía a vender como 200 huevos caseros. Teníamos un criadero en el fondo de mi casa, pollos, pavos. Siempre hemos laburado así con mi vieja. Ella los criaba y como yo iba a la primaria en la siesta, salía temprano a vender.

—¿Qué pasaba por tu cabeza?, ¿Ser jugador de fútbol?, ¿cantante?
—No, siempre fui horrible para jugar la pelota, me defendía nada más. No sabés los jugadores que salieron del barrio; cuando estás en un barrio te das cuenta si vas a servir para la pelota o no. He jugado mucho a la pelota pero cuando me cansaba era el árbitro. Y siempre soñé con ser abogado, porque me molestan las injusticias. En la secundaria fui presidente del centro de estudiantes, todo lo que tenga que ver con protestar porque Tengo raíces en el sindicalismo. Mi viejo era peronista y yo terminé saliendo comunista. Cuando tenía 12 años iba a la Juventud Guevarista, una célula que tenía el comunismo en la Villa Hipódromo. Mi padre tenía un amigo chileno que era exiliado político y era del Partido Comunista de acá. Vivía en una villa e íbamos a las reuniones. Y los domingos, el chileno se juntaba con mi viejo a hacer el asado, a tomarse unos vinos Eran horas de debate entre peronismo y comunismo y yo me sentaba a escuchar. Me gustaban más las ideas comunistas, socialistas más que nada. Aunque el peronismo tiene mucho  de comunismo y socialismo.

—El peronismo está en todos lados, en la izquierda, en la derecha, el centro.
—Sí y no. Lo que pasa es que después son los peronistas de derecha los que cagan todo. Pero el peronismo tiene mucho de socialismo.

—La iglesia en su momento también tuvo su pasado medio socialista no…
—Sí, una rama. Los curas de vocación, los famosos curas villeros. Después los de los altos cargos dejan mucho que desear.

—Bueno, Grillo, descartemos entonces el fútbol, no ibas a ser jugador. ¿Cómo te iba con las chicas?
—En la primaria no me acuerdo porque me dedicaba a jugar. En la secundaria sí. Toco la guitarra desde que me la trajeron de regalo los Reyes Magos. En esa época me atravesaba todo el Barrio Güemes e iba hasta el Hualilán y en la punta de ese barrio había una lagunita, donde nos íbamos a bañar. Ahí había una casa y me enteré que el viejo que vivía ahí tocaba la guitarra y enseñaba. La casa tenía una clave de sol en la rejita y todavía la tiene, siempre paso por ahí. Era don Vargas, un maestro. Y ahí aprendí a tocar la guitarra. En la secundaria ya tocaba la guitarra, con ocho años yo había escuchado a León Gieco. A mi viejo le gustaba mucho el rock and roll, entonces en mi casa se escuchaba eso, Charly, Pappo.

—¿Pero después te dio por el folclore?
—Claro, pasa que cuando fui chico escuché mucho folclore, vivía a una cuadra de la casa de doña Mónica Frías. Ella era una tonadera y a esa casa iban Sisterna Peralta, Páez Oro. Con el nieto de ella, el Noni, íbamos los domingos ahí y le comprábamos el vino a los viejos. Ahí empecé a escuchar tonadas, ahí me empezó gustar folclore. Escuchábamos a Horacio Guaraní, que es lo máximo, a Cafrune.

—Mercedes Sosa…
—Mercedes, Gieco, teníamos un montón de longplay de folclore. En la secundaria tocaba folclore pero a las minitas rock and roll, Sui Generis. Con eso ganás a full. Después entré en el coro y los profesores eran Pedro Quiroga y la Yiya, Yiya Isabel Soria, de las Yiyas.

—¿La Yiya Paz?
—La Yiya Paz.

—¿Pedro Quiroga, quien fue esposo de Mónica Cisella?
—Claro. Pedro nos enseñaba a hablar, no le gustaba que nos comiéramos las s.

—Y un día dejaste la escuela.
—Terminé la secundaria, iba a seguir la facultad. Me salió una beca para estudiar música pero la rechacé porque quería salir a mochilear. Me tomé un año sabático y pasaron como veinte, así que no estudié. Después el dos mil y pico me metí a estudiar. Hice el cursillo de abogacía, no aprobé y después estudié administración pública pero dejé. Ya después llegaron los niños.

—¿Te casaste muy joven?
—No, en el 2002 nos fuimos a vivir juntos con mi mujer. Nos pusimos de novios y a los tres meses estábamos viviendo juntos. Sin plata, sin nada. Ahí aprendí lo que es pan y cebolla. A mí me gustaba mucho la cebolla, comía la cebolla cruda (se ríe).

—Ahora, conseguir una mujer que te bancara, te sacaste la lotería.
—No, sí. A full. Por ahí se enoja pero…

—¿Es brava?
—Es muy brava. Cuando se enoja, se enoja.

—Pero ¿y cuando desaparecés, desaparecés también?
—Por ahí me agarran los marcianos.

—Un día te casaste…
—No me casé, nos fuimos a vivir juntos.

—¿Y que quedó de aquel monaguillo?
—Después de que terminé la secundaria me bardeé mal la cabeza. No cuento esta parte de la historia porque nunca me ha servido. La primera vez que le conté a alguien fue a Walberto Allende, que una vez me llevó en la camioneta. Me fui a Buenos Aires y en el viaje de vuelta terminé internado en Mendoza.

—¿Por la droga?
—Claro. Me partí un año en Buenos Aires.

—¿Le hiciste a todo?
—Completito. Hice tratamiento, salí, me quedé un año en Mendoza y de ahí me vine.

—¿Todavía no estabas con tu mujer?
—No, nos conocimos después. A la Fabi la conocí en un cumpleaños, fui a dar una serenata. Me había contratado mi compadre, que éramos amigos en ese tiempo. Ahí la conocí y quedamos en salir, le dije “el viernes salimos”. Y ese viernes me fue a buscar Gregorio Bustos, un viejo que recita y tenía que ir a dar una serenata, creo que a Los Berros. Me subí al auto y me fui, no fui a la cita. Así que después nos vimos de nuevo en un asado de la facultad, Bruno Giancola lo hacía y me habían llamado para tocar. Ella estudiaba arquitectura y ahí quedamos en salir. Y salimos esa noche, sin plata, sin nada. Ahí nos pusimos de novios.

—¿Qué decían los suegros de la joyita que había llegado?
—¿Querés que te cuente?, no, todo mal.

—Difícil me imagino.
—Eran de otro nivel cultural. El manyín este y la nena estudiando a full.

—El tipo venía de las guitarreadas, de experiencias pesadas.
—Venía tocando en los trenes en Buenos Aires, en Mendoza. Allá en Buenos Aires tocaba en los trenes, colectivos, en la peatonal.

—O sea que ya en Buenos Aires empezaste.
—Claro, la primera vez que fui artista callejero fue en un bar de Retiro. En 2010 volví a ir, cuando fui a ver AC/DC, lo llevé a un amigo mío, “El Bigote” y le dije: “en este bar fue la primera vez que pasé la gorra”. Después de eso me subí a los trenes. Me subía en Retiro e iba hasta Santos Lugares y tocaba dos temas por vagón. Eso me alcanzaba para llegar hasta Santos Lugares y estaba ganando 70 dólares. O sea, eran 70 pesos cuando estaba el uno a uno, y yo con 1,50 pesos comía.

—¿Se puede vivir de la gorra en los trenes?
—Sí. Lo que pasa es que era una mafia. Yo me tuve que bajar de los trenes, estoy hablando de 1993. Ya era una mafia.

—En la época de Menem.
—Te tenías que conseguir un padrino para poder laburar en los trenes, los vendedores ambulantes también. En la villa de Retiro estaban los tipos que manejaban todo. Vos a ese loco le tenías que pagar, ponele, en lo que es plata de ahora, 500 pesos por día para poder laburar. Pero yo era muy chico, así que no me metí a la villa a conseguirme un padrino. Me tuve que ir, me fui a Constitución y ahí me pasó lo mismo. Después a la peatonal la manejaba la hinchada de Boca. En la esquina de donde vivíamos había un sanjuanino que tenía un taller de chapa y pintura. Tenía una pantalla. El loco vendía droga. Nos hicimos amigos y él me hizo conocer a “La Doce”, cuando estaba “El abuelo” en la barra brava. Con esos locos pegué onda. Estuve como seis meses entrando gratis a la Bombonera. Después podía cantar en la peatonal porque los locos me conocían y no me cobraban.

—¿En ese momento fue cuando te metiste con la droga?
—Claro, y si andaba solo, andaba todo el día enfiestado.

—¿Cuánto tenías? ¿Veinte años? Y con plata…
—Claro, y con mucha plata.

—Es interesante conocer cómo es la experiencia. Una cosa es el tipo que viene y te la cuenta muy por arriba, te habla como si fuera un psicólogo y otra cosa es el que la vivió y salió.
—Es todo un tema. Viste que hay gente que te dice: “no, que la droga es mala”. Que el adicto recuperado te lo diga, la droga es riquísima, por eso hay gente adicta. El tema es saberse controlar y manejar porque terminás perdiendo todo.

—Vos no llegaste a agarrar la época del paco, que ya es otra cosa.
—No, el paco te destruye el cerebro en tres meses, te lo hace bosta. La pasta base es lo peor que puede haber. Pero ponele, la gente habla de drogas, y el alcohol es una droga aceptada socialmente. Es más grave el alcohol, es más fuerte que la timba, que la cocaína, porque en poco tiempo perdés todo y te quedás en la nada. Pero está bien visto socialmente, ir al casino, tomar unos vinos.

—Después de esta experiencia y tu paso por Mendoza, ¿cambió tu vida?
—En Mendoza terminé sano, joya y volví acá. La comunidad en la que estuve no está más por problemas de plata. A mí me becaba el SEDRONAR porque mi tratamiento costaba 1.000 dólares por mes. Te enseñaban a ser más responsable, a salir, a estar atento. Vos de ahí salís sabiendo todo lo que te juega en contra.

—Con eso empezás de nuevo, te tenés que rehacer.
—Pero salís bien. Por ahí de las comunidades terapéuticas el 50% se recupera, otros se mueren, o terminan presos. Tengo amigos que terminaron presos, muertos, depende.

—¿Después te juntaste y empezaron a venir los hijos?
—Nos juntamos en 2002 y en 2005 llegó Catalina, estuvimos cuatro años viviendo solos. Ahí yo no tenía trabajo y hacíamos cualquier cosa. Por ahí salía a cortar el pasto y ganaba 15 pesos en un día nada más. Después me fui a la peatonal a ver qué pasaba. Antes de eso con Daniel Giovenco hacíamos serenatas solidarias; si alguien tenía un problema, enfermedad, nos juntábamos y largábamos serenatas solidarias y la gente colaboraba. Salíamos con cinco grupos a distribuir serenatas con una alcancía. Mi hermana más grande tuvo un problema oncológico y fuimos a promocionar la serenata solidaria a la peatonal. Y salieron muchas serenatas, hubo muchos grupos también. Distribuíamos y al final nos juntábamos y mi vieja hizo un locro.

—Claro, vos venías de ganar 70 dólares.
—Claro, pero con eso comíamos. Y le dije a la Fabiola “voy a ir a la peatonal”, “andá” me dijo. Y en media hora clavé 21 pesos; antes estaba diez horas para ganarme 15. Hice unas milanesas.

—Y sin pagarle a nadie.
—Claro, no, era el primero. Había estado “Chuschín” un año antes pero lo habían corrido. Una mujer le había echado agua desde un departamento porque se ponía a cantara las ocho de la mañana.

—¿Ahora si viene cualquiera a cantar lo dejan?
—No, ahí cortamos el fiambre (se ríe)… no, hay una cuestión de códigos, si bien eso lo reglamenta el municipio, vos tenés que ir a sacar el permiso.

—Ah, te dan un permiso.
—Sí, el municipio te da un permiso.

—Hubo un secretario municipal que quiso correrlos a todos hace poco.
—Sí, bueno, así le fue también, terminó yéndose él. No tiene gollete, no sé qué quería hacer, vaya saber dónde habrá visto que no hay artistas. En todos lados hay artistas. Vos sacás el permiso y te dan un lugar. Muchas veces me pasó que me quisieron ocupar el lugar. Hace veinte años que estoy en el medio, el medio es mío. Cuando voy a otra provincia a tocar, antes hablo con los otros artistas para ver dónde me puedo poner. Una vuelta en Córdoba un guaso me dijo “ponete ahí en la escalerita”. Entraban y salían viejos de traje, me había puesto en la puerta de la Legislatura. Los chabones me habían dicho que me pusiera ahí para que viniera el de seguridad y me corrieran, no me corrió nadie. Pero es así, se manejan códigos, es como los vendedores ambulantes. No se va a poner otro al lado a vender lo mismo.

—Y ¿cómo es el sanjuanino?, ¿da propina o el turista da más?
—Costó mucho, pasaron muchos años para que entendiera lo que es un artista callejero.

—Aparte en tu caso das una grabación.
—Vendo los CD. Por ahí te mandan los niños para que te den plata porque a ellos les da vergüenza. Muy raro.

—Aparte sos parte de la peatonal. Creo que la puesta en escena que hiciste cuando ganaste en La Ventana, fue lo más creativo que pasó en el concurso en una final. Recreaste la peatonal.
—Sabés que estuvimos en la siesta, con una francesa, tratando de sacar un banquito de la peatonal con los vendedores ambulantes. Justo vinieron los inspectores y la Policía no me dejó. Lo iba a llevar al escenario y después lo devolvía. La idea era recrear. También quería llevarlo al lustrador y no pudo.

—Aparte, estabas con una banda atrás espectacular.
—Un pedazo de banda, era estrategia, íbamos a ganar con inteligencia. Por ahí me decían “sos desafinado”, pero lo iba a ganar al concurso.

—Cuando metiste eso de “soy el Grillo del Barrio Güemes”, ahí me dije “este llega, sabe cómo hacer las cosas”.
—En cada programa elegía un tema especial, enfocándome en el folclore. Veo muchos los concursos canto y por ahí dicen “elegí este tema porque me gusta” y no es así. Tenés que fijarte qué vas a cantar, a quién le vas a llegar. Es un concurso.

—Y no se elige al mejor cantante.
—A mí me sirvió mucho, el concurso me abrió las puertas en todos los municipios. He cantado en todas las fiestas, me falta la Fiesta de la Tradición nada más.

—Decime, ¿hoy estás haciendo muchos recitales? ¿Te invitan a un cumpleaños, casamiento, y hacés un show?
—Sí, eventos privados. Hago un show de una hora, hora y media, voy con el sonido. Es lo que más me deja, es con lo que vivo.

—¿Hiciste las paces con tus suegros?
—Si. Mi suegra se murió, pero años antes de que se muriera hicimos las paces y estaba todo bien. Fueron muchas peleas y discusiones, con mi suegro también.

—¿Ya te vieron en ganador?
—No…

—¿No eras famoso?
—No, si de pedo comíamos, pero hicimos las paces. Era muy hacedora la mujer.

—¿Cuántos hijos tenés?
—Cuatro

—¿Qué es para vos la cuyanía?, es casi una filosofía.
—Ir a juntarse con locos tonaderos, la música, la comunión que se vive. En la casa en la que nos juntamos la familia sirve empanadas, hemos hecho cuyanías hasta con sopa. En el Quinto Cuartel se juntan en la unión vecinal, en cualquier lado a cantar. En Rawson también se están juntando ahora. Por ahí sabemos estar tomando unos vinos y si hay un auto, y alguien dice “vamos a la serenata del compadre”, y vamos. Está muy bueno. A mí me encanta.

—Y han salido valores, Giovenco es de lo más grande.
—El otro día estuvimos todo el día de asadores en un cumpleaños.

—En el resumen de tu vida., ¿has sido feliz?, ¿te gusta esta vida?
—He sido muy feliz.

—¿Con todos los altibajos?
—Económicamente uno se bajonea, pero tampoco ponele, a mí me dejás sin plata y yo sé que salgo y hago algo. No tengo para comer, me meto en un bar y hago la moneda. No me va a dar depresión por no tener plata. Estaría buenísimo vivir un poco mejor, no por mí, sino por los niños. Tenemos necesidades. Pero los locos han salido de fierro. Jamás me van a decir “comprame esto”. No “si tenés plata, ¿me podés comprar?”.

—¿Cuál es tu canción para cerrar?
—Todos los temas que canto me gustan.

—¿Algo de Giovenco?
—Un tema de él que se llama “Duende gris”. Ese tema me hace acordar a mi viejo, habla de los chicos de la calle. Sí, algo de Giovenco o de León Gieco.



Cómo lo vi
 Tiene la sabiduría de la calle con una inteligencia natural que a veces asombra y otras se pierde en la nada.
Cristian Malbrán, el Grillo, el cantante de la peatonal, el pibe del Barrio Güemes que hace algunos años ganó la final del Concurso de Intérpretes de La Ventana con una gran ventaja sobre los otros participantes, dice cosas en esta entrevista que nunca contó.
Uno lo escucha y advierte que el Grillo es un pájaro libre, bohemio, amante de la noche y las largas sobremesas.
Pero también un padre responsable, un esposo agradecido de la estudiante de Arquitectura a la que una vez enamoró y le bancó todo, un emprendedor que como pocos aprendió a ganarse la vida sin depender de un horario o un sueldo y un afinado cantante que, según los entendidos, es admirable como sin formación musical académica, mantiene el color y la potencia de su voz pese a miles de horas cantando en peatonales, plazas y trenes a cualquier hora del día.
Irreverente, simpático, desbordado a veces, el Grillo se ganó un lugar en este San Juan gris y su canto es una voz distinta que le da color a la ciudad.
JCB


El perfil Psicografológico
Por: Elizabeth Martínez – Grafoanalista

 »» Se detecta un tipo de pensamiento libre y creativo que no queda rígidamente fijado a las reglas que se deben observar y guardar, a los cánones y conductas que establecen las leyes y la sociedad.

»» Se presenta posible influencia de la figura materna o de situaciones del pasado que convergen en su presente.

»» Prevalece la mirada hacia el propio interior. Presenta concentración y detallismo.

»» Se revelan indicadores de posible autolimitación a la hora de valorar sus propias posibilidades.

»» Buena capacidad de observación y crítica, tiende a la especialización.

»» Capacidad deductiva, lógica y espontaneidad. Agilidad mental, constancia en las ideas y en el trabajo. Buena memoria.

»» Equilibrio entre la razón y el sentimiento, madurez de criterio.

»» Posible tendencia al autocontrol y dominio de los impulsos, persona centrada pero algo acomedida.

»» Presenta rasgos de extroversión, sociabilidad. Necesidad y capacidad de relación social.

»» Fluidez en los pensamientos, sentimientos y acción. Predisposición y capacidad de relación social.


-- Entrevistas y textos: Juan Carlos Bataller

-- Edición para TV: Mariano Eiben

-- Mixer: Luciano Bataller

-- Producción: Giselle Covarrubias

-- Diseño: Miguel Camporro

-- Cámaras y Fotografías: Rubén Paratore

-- Grafología: Elisabeth Martinez

-- Desgrabación textos: Joana  Icazatti y Noelia Escales

-- Maquillaje: Charly Ramos

 

Esta entrevista fue realizada en febrero de 2019

         

GALERIA MULTIMEDIA
1982. Cristian "Grillo" Malbrán junto a su maestra de tercer grado
Cristian "Grillo" Malbrán junto a su esposa Fabiola y sus hijos Catalina, Juana, León e Ignacio
Cristian "Grillo" Malbrán cantando junto al Chaqueño Palavecino en Fiesta Nacional del Sol 2009
Cristian "Grillo" Malbrán grabando el Himno Nacional para el partido Boca -River. Año 2017
Cristian "Grillo" Malbrán ganador de la final del Concurso de Intérpretes de La Ventana 2011. La misma se realizó en el Teatro Municipal de la Ciudad de San Juan
Año 2008. Cristian Grillo Malbrán compartiendo escenario con Daniel Giovenco
Año 2011. Cristian Grillo Malbrán junto a su esposa Fabiola
Año 2016. Cristian Grillo Malbrán, tocando en la peatonal
Cristian Grillo Malbrán el día que compartió un asado con Ariel Burrito Ortega previo al partido Boca - River en el año 2017
Manuscrito de Cristian Grillo Malbrán, del cual la grafoanalista Elizabeth Martínez realizó el perfil psicografológico
Cristian Grillo Malbrán, fue entrevistado por Juan Carlos Bataller en el ciclo Qué hiciste con tu vida en febrero de 2019