Oscar “Cacho” Valles, un amante de la música cuyana

Se llamaba Oscar Arturo Mazzanti y había nacido en Buenos Aires, un 23 de marzo de 1924. Pero todo el país lo conoció como Cacho Valles, autor, compositor, intérprete, hombre importantísimo en el folklore argentino, integrante de los famosos Quilla Huasi.
Criado en el porteño Barrio de Belgrano, la infancia le permitió conocer los primeros acordes de la guitarra con su madre María Elena. Alguna vez acompañó a Edmundo Zaldívar, a Félix Pérez Cardozo, a Eduardo Falú o se encontraba en guitarreadas con Polo Giménez, Mario Arnedo Gallo o los Hermanos Abalos.

En ese rumbo del canto popular ya había comenzado a desandar el camino como autor y compositor cuando ingresó a la formación del afamado conjunto Los Cantores de Quilla Huasi en 1956. Con el grupo recorrió varias veces el país y el mundo cosechando un permanente reconocimiento. Como se lo propuso, al cumplir 30 años con “Los Quilla” se retiró para continuar con la producción discográfica.

Sus obras, que él mismo reconocía habían superado el millar, fueron grabadas en varios idiomas y en muchos países se trasformaron en clásicos de la música folclórica.
Fue reconocido por importantes entidades culturales entre las que se destacan Sadaic, donde participó como activo dirigente, y el movimiento cultural de la Calle Angosta en San Luis. Siguen su derrotero aferrados al pentagrama como herederos de esta pasión, los hijos que con su esposa Beba llamaron Gloria, Darío y Leandra.

Varias de las canciones de Ernesto Villavicencio las compuso conjuntamente con Oscar Valles, quien fue un gran admirador de la obra de Buenaventura Luna.



La del Jamón (Cueca cuyana)
Autor: Ernesto Villavicencio y O. Valles

Me trajeron la noticia,
que a mi compadre Don Pedro, 
le llevaron de regalo,
un jamón de un año y medio. 
Ahí nomás monte a caballo,
con intenciones de verlo. 

Rumbeamos para su casa,
nos fuimos con otros negros, 
amigos de trasnochadas,
 cantores y guitarreros 
Y cargue dos damajuanas
de tinto blanco y patero. 

Llegamos a eso de la medianoche,
como para darle una serenata.
Pelamos las violas, prendieron las luces,
apenas punteamos la primer tonada,
la puerta se abrió y adentro,
en la segunda les cuento.

La comadre prendió el horno,
y empezó a armar empanadas. 
Y entraron a caer vecinos,
como por arte de magia 
Cada cual traía un vino,
y ahí nomás se armó la farra. 

A la mesa iban cayendo
chorizos y pan casero, 
aceitunas queso e´chancho,
 y ensaladita de berro. 
Y del jamón que les cuento,
no quedaron ni los huesos. 

Y ahí me tiene mi negra de vuelta,
los ojos rojizos, los labios morados,
Disculpe si traigo pesada la lengua,
culpa del compadre también me he curado.
De tanto vaciar los vidrios,
he perdido el equilibrio.

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Oscar "Cacho" Valles