María Cristina Romero y Ricardo Horacio Medina Palá. “Nos ganamos la lotería”

La siguiente nota fue publicada en El Nuevo Diario, en la edición 630 del 29 de octubre de 1993 en la sección La Nueva Revista

 Mientras esperábamos a María Cristina Romero en la oficina desde donde la familia maneja una empresa dedicada a la instalación de aparatos de aire acondicionado, baños saunas y portones automáticos, Ricardo Horacio Medina Palá nos entretenía describiéndonos la calidad de la madera que se obtiene del pino canadiense.
Lo hacía con la misma naturalidad con que, ya en confianza, nos confesaba que le gustan las mujeres tesoneras, "que cuando se proponen algo luchan denodadamente hasta conseguirlo".
En esas deliberaciones estábamos, cuando desde la calle entró una bella mujer, de cabellos rubios, ojos claros y amplia sonrisa. No fueron necesarias las presentaciones: era María Cristina. A los pocos minutos supimos el porqué de las predilecciones de su marido, cuan-do nos decía que se casaron después de ocho años y medio de espera.

"Nuestras familias se conocían desde siempre y como él era amigo de mis hermanas mayores, un día nos pusimos de novios, pero para atraparlo definitivamente tuve que esperarlo todo ese tiempo" -rie con espontaneidad la mujer-.
En la mirada de Ricardo se mezclan la picardía y la ternura, cuando afirma que "valió la pena la espera". Detrás de la expresión un tanto vanidosa, se percibe un gesto de agradecimiento hacia esa muchacha con la que comparte su vida y con la que ha tenido tres hijos -Ricardo Horacio, Gastón César y Julián Gonzalo-.


Después de esos ocho años largos, la pareja se casó un 19 de noviembre en la Iglesia Mater Misericordia de Buenos Aires, porque en aquellos tiempos Ricardo terminaba su carrera de Ingeniero Electrónico en la Capital, donde también trabajaba en prácticas rentadas.
De luna de miel se fueron a Brasil y a partir de ese momento, "siempre hemos salido juntos, porque antes, como Ricardo -aunque no le gusta que lo diga- era ''medio traga'', viajaba mucho con sus amigos, para descansar de tanto estudio, me decía... -comenta María Cristina en actitud seductora hacia su marido-.


Al poco tiempo de casados, la pareja se trasladó a la Patagonia, donde el ingeniero, además de ejercer su profesión en la empresa de Agua y Energía, se desempeñó como profesor en la Escuela Politécnica de Puerto Madryn, donde llegó a ser regente de estudios. Allí estaban cuando María Cristina, con ocho meses de embarazo de viaje hacia San Juan, debió quedarse en Buenos Aires a tener a su bebé para evitar complicaciones.
El segundo hijo nació en San Juan también de casualidad, porque en esa circunstancia la madre estaba aquí de paseo y debió abandonar la fiesta de cumpleaños de un familiar para correr a la clínica. Para no ser menos, el más chico apareció en este mundo en un automóvil, mientras Cristina era trasladada a la maternidad.


El espíritu andariego de la pareja los devolvió a Buenos Aires alrededor de 1976, donde Ricardo Medina participó de las tareas preparatorias y posteriores del Mundial ''78. Finalizado el evento y convocado para trabajar en la Empresa Provincial de Energía -hoy S.E.S.-, la familia regresó al terruño "para quedarse" -según dicen-.

Pero algunos años antes, cuando todavía residían en el sur del país, "a Ricardo lo enviaron en una comisión a Europa y yo no iba a perderme la oportunidad de acompañarlo" -asevera vivaz María Cristina-; mientras Ricardo recuerda uno de los momentos más angustiantes de su relación, "por inconciencia, tal vez -rememora-, cuando llegamos a Francia yo me fui en un tren a localizar el hotel que teníamos reservados, dejándola a ella en la estación. Como no tenía noción de las distancias, resultó que la hermosa campiña donde nos alojaríamos estaba a tres horas de viaje; es decir que, entre ida y vuelta demoré seis horas. Cuando me reencontré con mi mujer, estaba desesperada, a punto de desmayarse. Después de este episodio nunca más nos separamos".

Y tan es así, que ahora la pareja -y también los hijos-, comparten todas sus actividades cotidianas: el trabajo en la empresa familiar, los deportes, las salidas, "porque los dos pensamos que estar unidos es muy gratificante y es lo que nos proporciona el grado de felicidad que poseemos" -se regocija Ricardo con esta afirmación- y en la despedida nos aclara que "lo único que María Cristina hace sola por su cuenta, es participar en la agrupación Conciencia y, como es muy ''tesonera'', lo hace con todas sus fuerzas".
Ella asiente, mientras en la despedida reconoce satisfecha que "lo mejor de mi vida son mi marido y mis hijos, con ellos me gané la lotería". "¡La lotería nos la ganamos los dos!", y es él quien lo confirma

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Ricardo Horacio Medina Palá y María Cristina Romero, junto a padrinos y sacerdote que bendijo la unión matrimonial en en la Iglesia Mater Misericordia de Buenos Aires