La estación

a. Estación Buenos Aires al Pacífico
La llegada del ferrocarril en 1885, y la inauguración de su magnífico edificio de estación de pasajeros localizado en la periferia de la ciudad de las calles anchas, marcó un hito de progreso para el San Juan decimonónico. El espacio de la terminal del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, luego General San Martín y hoy Centro Cultural de la Municipalidad de Capital, fue significativo para la vida urbana desde su instalación no solo por su función específica sino, como veremos, por su función política.

La “estación”, adquirió desde sus inicios una significación social importante para la vida de los sanjuaninos, nunca superada por el Ferrocarril Central Norte (ex Belgrano). La ciudadanía se sentía orgullosa de su magnífico edificio de dos plantas “la más lujosa del interior del país”, como la calificaban en la época de su inauguración, era el punto de contacto con Buenos Aires, con lo cual la provincia había roto el aislamiento de circulación de cargas y pasajeros con los grandes centros de consumo y aprovisionamiento. Pero también era el más importante “termómetro político” de los líderes en la época. A través del acompañamiento o recepción de los mismos se marcaba el grado de caudal partidario y político de los personajes que iban o venían desde la Capital de la República.


La década del treinta marcó el esplendor de esta práctica política, las recepciones y los acompañamientos a los líderes y las personalidades que visitaban la provincia, eran preparadas con premeditación y casi alevosamente. Las disputas entre cantonismo o anticantonismos, se medían por el número de asistentes a la recepción de los líderes, generando verdaderas polémicas en los órganos periodísticos partidarios sobre el número de personas que habían recibido al funcionario de turno en el playón de la estación.

También la estación era el indicador más evidente de la orientación política de los numerosos interventores nacionales que actuaron en la época. La presencia de elementos y líderes de las facciones más importantes (maurinismo, graffignismo o cantonismo), eran el índice delator de quienes serían los apoyos o las fuerzas que avalaban a los funcionarios nacionales, o de quienes habían influido en la voluntad presidencial para la designación. Las crónicas periodísticas dan testimonio de estas adhesiones.

“A su regreso de la metrópoli se le dispensó al líder del Partido Demócrata Nacional, Ing. Santiago Graffigna, una recepción cordial, abundante en expresiones de cálido entusiasmo, como sabe hacerlo el pueblo cuando su sentir entrañable se dirige hacia su conductor y más autorizado interprete de las aspiraciones colectivas...
Hombres y mujeres, sin distinción de clases sociales, acudieron a los andenes del F.C. Pacífico, sin responder a ninguna cita previa o deliberada, pero obedeciendo al llamado cívico de la propia conciencia ciudadana...
Una densa y compacta masa llenó desbordantemente la estación del F.C. Pacífico... Se destacaba en esa concurrencia movida por un poderoso resorte proselitista y militante, la presencia de la mujer, en número excepcional, considerado la circunstancia de que acudió por su propia iniciativa a un acto que se produjo sin organización estudiada ni pretensión de hacer “una demostración de fuerza”. Pero sin quererlo fue eso: una elocuente demostración de fuerzas, calificadas y genuinas, de positivos valores, muy distintos a los que poseen las fuerzas de “acarreo”, con que los oficialismos se rodean de multitudes ficticias, que no van a ninguna parte y son llevadas a todas durante los periodos de descomposición política.

La evaluación de esta crónica nos ilustra de una puja electoral notable entre las tendencias del Partido Demócrata Nacional en vísperas de elecciones provinciales que los enfrentaba y el rol fundamental del voto femenino para obtener resultados electorales

La prensa opositora, “La Acción” realizó su réplica al día siguiente, demostrando una organización pormenorizada de la recepción del líder opositor, y desestimando el número de concurrentes por la presencia de muchos niños “y excesivos parientes y bodegueros”.



No siempre las recepciones resultaban tan armónicas. Aunque la frecuencia de trenes permitía planear el regreso más de una vez se producían incidentes entre manifestantes que culminaban con intervención de las fuerzas policiales. Así ocurrió en noviembre de 1938. Intervenida la gobernación de Maurín, ya vimos, que el conservadorismo de la provincia se dividió agresivamente; la situación no pudo ser controlada por el interventor Fliess siendo reemplazado por el Doctor Nicanor Costa Méndez. El 10 de octubre de 1938, a las 21 horas, una multitud esperaba al nuevo interventor: las huestes del depuesto “situacionismo maurinista”, y las huestes del “graffignismo” protagonistas principales de la intervención a la provincia.

Los contrincantes rivalizaban en demostraciones vivando a sus líderes, Juan Maurín por un lado y Santiago Grafíigna por otro, la situación escapó de las manos y se produjeron riñas entre los participantes debiendo intervenir la policía.

 



La prensa cantonista, no dejó de resaltar en sus editoriales las contradicciones de las facciones “demócratas”, justificando por una parte al graffignismo por la necesidad de reafirmación de su líder “carente de bases populares”; y criticando al maurinismo por su contradicción:
“Y aquí viene lo risueño y alegre de esta recepción que los “reorganizados” han tributado al doctor Costa Méndez. Se necesita hacer un esfuerzo de imaginación para encontrarle atadura a esa recepción con la circunstancia de serle tributada a un funcionario que llegaba a San Juan a ponerse al frente de la organización que depuso a sus organizadores con un “zarpazo federal”. El público no alcanzaba a penetrar en el significado de esa dualidad... porque no es fácil conciliar el hecho material de haber sido desalojados del poder por un decreto presidencial, /... / con la inexplicable alegría y el extraño regocijo de que de súbito dan muestra las victimas de aquel decreto./... / Cosas de tierras calientes, podrían argüirse. O cosas de San Juan, que es la provincia argentina donde ocurren los sucesos más extravagantes.

En el párrafo de la crónica podemos advertir claramente el uso del playón del ferrocarril para medir fuerzas políticas opositoras, con sorna y buen humor se aprovechó la oportunidad para marcar la división del futuro contrincante político y la confusión de sus huestes, que sobre la base de la experiencia vivida, no garantizarían un futuro tranquilo para la provincia.

 



En toda la época estudiada el tren jugó un rol fundamental para los acuerdos políticos, si quisiéramos hacer un seguimiento en las crónicas de viajeros que aparecen en los periódicos, no nos sorprendería encontrar una permanencia: cada vez que un funcionario provincial o nacional viajaba desde Buenos Aires o hacia este destino, siempre lo hacía acompañado “casualmente” por algún líder local de primera o de segunda línea. En esa convivencia de quince o dieciséis horas de trayecto, las reuniones “eventuales”, sellaban acuerdos o entablaban compromisos, se acordaban designaciones y hasta votaciones de los representantes en el congreso nacional. Era tan frecuente este trato que muchas veces se viajaba simplemente para el encuentro fortuito y tal vez para impedir el encuentro programado con un adversario.

El telégrafo y el teléfono anticipaban los vaivenes de la “misión” y la recepción numerosa o la indiferencia eran el reflejo de sus resultados.

Así vemos un ejemplo en la edición de los periódicos locales del 19 de noviembre de 1938, en que regresaba a la provincia el interventor Costa Méndez en el mismo tren que el diputado nacional Antonio Zunino (“maurinista”) y el presidente de la democracia local ingeniero Santiago Graffigna. Las crónicas nos indican claramente que esa conjunción no tuvo nada de casual, el tema central del encuentro fue sin lugar a dudas el empadronamiento femenino en vistas a la normalización institucional de las autoridades constitucionales de la provincia.

Los “reorganizados” o maurinistas, mejor preparados para la movilización popular hicieron sentir su fuerza en el andén del ferrocarril provocando el insidioso comentario del órgano graffignista: “El “espontáneo” acto de la estación tuvo en ciertos momentos aspectos de apoteosis. Los muchachos a quienes Planilla (Zunino) les debe su diploma de diputado cumplieron a las mil maravillas las instrucciones que se les habían impartido. Gritaban como unos condenados. Entre esos gritos se destacaban los vivas a la fórmula Young - Cambas que originaron toda suerte de comentarios jocosos entre las personas que con algún sentido común habían concurrido a la estación. Al terminar el acto algunas personas notaron la desaparición de sus carteras y relojes”

La estación también era escenario de otras manifestaciones sociales. Durante la década del treinta la radiodifusión comenzaba su época de oro, dos emisoras en la provincia hacían llegar sus ondas al seno de cada familia, las cadenas con radios nacionales acercaban los artistas al oyente popularizando figuras desde Buenos Aires hacia todos los ámbitos geográficos del país, este hecho hizo surgir en la población nuevos “ídolos del éter”.

A principios de la década del treinta el contacto “los artistas” tenía connotaciones sociales casi podríamos decir “pecaminosas” o reservadas a las “bajas esferas”, limitándose al aplauso respetuoso a la salida de las “broadcastings”. La difusión masiva de la radio y las nuevas tecnologías cinematográficas cambiaron fundamentalmente la percepción de la imagen de los “artistas” convirtiéndolos en parte de la vida cotidiana. Coleccionar de fotografías y autógrafos se convirtió en una práctica juvenil frecuente, ya no alcanzaban las salas de las emisoras para buscar el preciado autógrafo y desde mediados de la década del treinta, la estación fue el espacio propicio para mostrar la admiración a su llegada o partida, comenzando a consolidar otra práctica social, especialmente entre la juventud: la recepción y despedida de las “estrellas” y las “embajadas artísticas”, cada vez más frecuentes, que congregaban en el anden cientos de admiradores manifestando su entusiasmo y procurando un acercamiento con sus “ídolos” en búsqueda del preciado autógrafo.

Esta práctica dio un nuevo significante al espacio del Ferrocarril Pacífico, sobre todo a partir de 1936 en adelante en que estas manifestaciones, ya sin distinción de clases, se convertían en un ritual habitual en la vida provincial.

Durante la época estudiada el espacio del Ferrocarril Buenos Aires al Pacifico sufrió varias modificaciones: la pavimentación del playón reemplazando a los clásicos adoquines, la iluminación para la frecuencia nocturna del tren, hizo necesario una fuente de luz de gran potencia inaugurada el 26 de marzo de 1943. La artística columna de alumbrado fue donada por el Intendente de Buenos Aires doctor Carlos Alberto Pueyrredón. Este nuevo ornato según las crónicas, estaba valuado en 4.000 pesos, remataba en cinco farolas, también donadas, más cinco de repuesto, cada uno de los cuales valía 110 pesos, el embalaje y acarreo fue donación del Dr. Ricardo Barassi, habiendo aportado el flete el Ferrocarril Pacifico. La instalación eléctrica fue realizada gratuitamente por la Compañía de Electricidad de Los Andes, y la empresa Walter Melcher realizó su base emplazamiento y pintura. La artística columna no fue afectada por el sismo y aún hoy permanece en su emplazamiento original

a. Ferrocarril Central Norte 

No tuvo la misma importancia que el anterior, caracterizado por ser un ferrocarril de carga más que de pasajeros, sirvió para comunicar Jachal y provincias del norte. Su edificio situado al norte del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, estuvo listo diez años antes de la habilitación de la línea pero nunca alcanzó la significación social del primero.



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GALERIA MULTIMEDIA
Estación de pasajeros Buenos Aires al Pacífico, espléndido edificio localizado en Avenida España frente a Calle Mitre, el segundo piso fue demolido después de 1944.
Fotograía de recepción del Gobernador Maurín en el anden de la Estación de Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico.
Edificio y palyón de la Estación Central Norte en 1920.