Antaño Don Justo Castro

El poeta sanjuanino Rufino Martínez escribió para el semanario El Nuevo Diario una serie de textos que integraron la sección "La Gran Aldea". En ella pintaba San Juan como pocos lo recuerdan. El texto que aquí se reproduce está dedicado la figura de Don Justo Castro y, a través de él, a los pioneros de antaño. Fue Publicado el 21 de julio de 1987.

Antaño Don Justo Castro


Era gente que vivía por el gusto de hacer patria! Porque patriada era venirse de Salta a San Juan en diligencia y volverse para Salta a caballo y llevando por delante un arria de quinientas mulas, mulas engordadas con los excelentes pastos sanjuaninos y que había que llevarlas a Bolivia.
Corría 1862 y el que hacía esta patriada se llamaba Justo Castro, un muchacho de 25 años, hijo de don Julián Castro y de doña Manuela Elizondo. Ella ama de casa (como las de entonces) y él, soldado del Ejército Patriota, ambos de la mejor sociedad de Salta, como se decía entonces.
Acá Justo se hizo amigo de un tal Domingo Faustino Sarmiento que entonces trabajaba de gobernador; hizo amistad con hombres del comercio, la industria, la viticultura (Ceressetto, Caraffa y otros) y debe haber hecho otras amistades también, porque dos años más tarde, cuando cumplía 27 de edad, estaba radicado en San Juan y se casó con doña Rosa Cardozo, hija de don Martín Cardozo y doña Rosa Rawson, hija de Amán Rawson.

Ya lo tenemos afincado en Caucete, donde funda la bodega El Parque y a través de su contacto con viticultores de Chile y Francia trae las primeras cepas francesas que, permiten diversificar la industria del vino y pasar del “carlón” de uvas criollas hasta las exquisitas variedades de vinos que enorgullecen a San Juan. En esa tarea fue de gran ayuda su amistad con Ceressetto.
Un día viaja a Rosario y trae, a lomo de mula, el primer motor a vapor, un Ruston de un cilindro que instala en un molino harinero de Villa Colón, Caucete. Poco tiempo más y ya se le conoce como el poseedor del más grande comercio de tropas de carros de la zona. Su harina, sus vinos, pasas, orejones y demás mercaderías regionales eran transportadas en carros y a lomo de mula al norte del país, Buenos Aires, Córdoba, San Luis y a Chile. Sus arrias de cientos de mulas cargadas eran famosas en su paso a Chile por Iglesia, Las Flores, El Rodeo, Angualasto, Malimán, La Pilca, La Buena Quebrada, Peña Negra, El Obispo y la Plaza. Viaje que duraba de 32 a 33 días. ¡Así en la puntualidad, como los ferrocarriles ingleses!.

Parece que las cosas no le fueron mal, porque luego nomás, era dueño de varias fincas, varias bodegas, molino harinero, tropas de carros, e inversiones en la bolsa, la industria y el comercio. Puso casa en la ciudad y andando el tiempo fue la firma de más gravitación en el comercio, la industria, la vitivinicultura y la banca de su tiempo. Fue fundador con Sarmiento de la Quinta Normal y en 1897 fue elegido Gobernador de San Juan.

Esta breve semblanza de don Justo Castro, viene a cuento para resaltar las virtudes y disposiciones de la gente de antaño: eran fundadores de dinastías familiares que los nietos y bisnietos se encargaron de despilfarrar y bastardear las fortunas acumuladas, mediante la usura, la especulación, el peculado, la inversión fácil y especulativa. ¡Como si una nueva ansiedad de denigrar la patria anidara en los corazones!. Esto es fácil de comprobar al ver la desolación y ruina de empresas que habían sido altamente solventes y ejemplares y cuyos descendientes y continuadores convirtieron en patéticas muestras de la incuria, la desolación y el fraude ¡No es necesario dar nombres, somos pocos y nos conocemos mucho: y al que le caiga el sayo que se lo ponga. Felizmente existen excepciones que confirman la regla, y que enaltecen las viejas tradiciones familiares y que hicieron de San Juan un lujo dentro del concierto de los pueblos americanos.
No digo que “todo tiempo pasado fue mejor”, pecaría de ingenuo y estaría ciego a los avances del progreso, la técnica y la ciencia, pero, sostengo que se perdió el orgullo de la conquista individual y se entró en la industria del facilismo y la comodidad, que no es otra cosa que el signo evidente de la decadencia de los pueblos.

Francamente, (y no me tomen por un viejo añorante pues corren la posibilidad de equivocarse). Soy un hombre que ha vivido dos épocas y no puede evitar las insoslayables comparaciones.
Felizmente hay signos de despertar en la patria y es de esperar, para el bien de todos, que, con el progreso, la técnica y la ciencia de hoy se retomen los viejos senderos de la dignidad y el orgullo de los hombres de antaño, que como don Justo Castro, ayudaron a crear esta nación que tanto queremos... y que se nos está yendo de las manos!.

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