Lo que callan las palabras…

 Como ya manifestáramos en otra Columna, el lexicógrafo español Dr. Manuel Alvar Ezquerra,  nos informa y deleita sobre la vida de las palabras   en  su obra  Lo que callan las palabras (2014). Repasemos nuevamente sus páginas para ver cuánto sabemos de la palabra tenedor, servilleta,  y otras tantas…

Tenedor
El sentido cotidiano con el que empleamos tenedor es el de “instrumento de mesa en forma de horca, con dos o más púas y que sirve para comer alimentos sólidos”, según la definición del diccionario de nuestra Academia. Si bien no dice nada de la etimología de la voz, sin duda se trata de un derivado del verbo ‘tener’ con el valor general de “prender o mantener prendido algo”, pues esa es la función del instrumento, tomar un alimento del plato para llevárselo a la boca, más el sufijo -dor que indica “instrumento”. En definitiva, el tenedor es un instrumento que sirve para tener algo. En otras lenguas europeas se han empleado palabras que relacionan el instrumento con la horca, apero agrícola, por la forma que tiene. Aunque es conocido desde antiguo, al menos desde el siglo XIV, con distinto número de púas, su empleo no se generaliza en España hasta entrado el siglo XVIII. Antes, los pedazos de comida se tomaban del plato con los dedos, que se limpiaban en el mantel hasta que aparecieron las servilletas. Vaya, vaya qué costumbre!!!

Servilleta
El diccionario de la Academia registra una sola acepción para la voz, servilleta,  la de “pieza de tela o papel que usa cada comensal para limpiarse los labios y las manos”. Procede del francés ‘serviette’, con influencia de servilla, un tipo de calzado o de salvilla, un tipo de bandeja. El término francés parece un derivado irregular del verbo  “servir”, con lo que servilleta vendría a ser algo así como el “paño que sirve”. La invención de la servilleta se atribuye a Leonardo Da Vinci (1452-1519), quien tuvo la idea de proporcionar a cada comensal su propio pedazo de tela para que no ensuciase el mantel, donde era costumbre limpiarse las manos, cuando no sobre conejos atados a las patas de la mesa.

Breva
Seguramente usted, amigo lector, se habrá preguntado por qué el árbol que da las brevas y los higos, lo llamamos higuera, y no brevera. Veamos cuál es el nombre completo del árbol. El uso habitual de la palabra breva designa al “primer fruto que anualmente da la higuera breval, y que es mayor que el higo”. Procede del latín BIFERA, compuesto de BIS “dos veces “y el verbo FERO “producir”, lo cual quiere decir que se trata de un fruto producido dos veces al año, o del árbol que lo da. El segundo fruto que produce la higuera breval es el higo, de ahí la frase para expresar una larga duración de tiempo de higos a brevas, esto es, desde la que la higuera da su segundo fruto hasta el primero del año siguiente.  En fin, higo o breva; breva o higo no importa; lo cierto es que ambos frutos son riquísimos.

(*) Aida Elisa González de Ortiz, directora del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas Manuel Alvar (INILFI) de la FFHA de la UNSJ.

Publicado en La Pericana, edición 148 que integra la edición de El Nuevo Diario del 22 de marzo de 2019

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Lo que callan las palabras. (Ilustración: Miguel Camporro)