Es recordado como un magistral atraco, nunca visto en la provincia. Una banda emboscó a los transportadores de caudales en la puerta del banco de Pocito y a los tiros fugó con una cifra que hoy equivaldría a más de un millón de pesos.
Fue el primer robo de estas características cometido en San Juan. Posiblemente no sea el último, pero será recordado como un atraco magistral y nunca antes visto por la rapidez y lo bien aceitado que actuó esa banda de delincuentes que la mañana del 25 de marzo de 2000 asaltó a un camión de caudales en el centro de Pocito y escapó a los tiros con un botín que hoy equivaldría a más de un millón de pesos.
Aquel robo quedó en el olvido para muchos, pero es uno de los golpes delictivos más recordados en la historia policial de la provincia. Ni el más incauto ni el más experto en seguridad esperaba semejante maniobra en la tranquila Villa Aberastain. Y menos ese viernes, alrededor de las 9.15, cuando el ir y venir de algunos vecinos parecía no mostrar nada distinto a la rutina de la apacible vida de Pocito. En la vereda del banco San Juan, en la esquina de las calles Maurín y Uriburu se cruzaban uno que otro que iba a cobrar, a hacer un trámite o a pagar un servicio y los que ocasionalmente pasaban por el frente. La escena se completaba con un joven canillita de gorra que ofrecía a viva voz el periódico y otro hombre bajo y de gorro sentado a un costado leyendo un diario. Nada que sorprendiera ni despertara sospecha hasta ese momento.
La emboscada
En esto último justamente estaba la clave de todo y es que nadie imaginaba lo que sucedería en el momento en que arribó el camión blindado de Juncadella a la esquina del banco. Evidentemente, los custodios se confiaron o pecaron de inocentes y dejaron que uno solo de ellos bajara del vehículo con los bolsines de dinero. Para ser preciso, eran dos sacas que debía entregar en la entidad bancaria.
En ese instante que el custodio intentó avanzar a pie por la vereda fue cruzado por aquel desconocido de gorra que leía el diario a un costado del banco. El hombre era un asaltante que, con voz amenazante y dos pistolas 9 milímetros en las manos, dijo: “tirate al suelo que esto es un asalto”. El portavalores, que seguramente en su vida había enfrentado un asalto, ni lo dudó y se recostó boca abajo en el piso. Ahí entró en acción otro personaje inesperado: el canillita, que lanzó los diarios que cargaba y se abalanzó sobre el custodio para manotearle las dos sacas llenas de dinero.
Todo estaba calculado. Porque mientras el ladrón camuflado de vendedor de diario corrió en dirección al Sur por calle Uriburu, el otro delincuente que portaba las pistolas salió por detrás y empezó a disparar contra el camión blindado con la clara intención de que los otros custodios no bajaran ni efectuaran disparos.
Dos policías que estaban adentro del banco escucharon los tiros y el alboroto en la calle, y de inmediato corrieron a la vereda y desenfundaron sus pistolas. Alcanzaron a hacer media docena de disparos contra los asaltantes, pero estos lograron sacarles ventaja. Para entonces
ya habían abordado un auto Fiat Uno en el que los aguardaban otros dos cómplices, con quienes fugaron a toda velocidad por calle Uriburu llevándose esos dos bolsines con dinero.
Descolocados
Lo demás fue desconcierto. Los policías no salían de su asombro y peor todavía los custodios del camión blindado, que se miraban entre sí sin entender lo que pasaba. Con decir que no pudieron reaccionar para salir en persecución de los ladrones, que no dejaron otros rastros más que los impactos de balas en el vehículo. Además del sabor amargo en sus bocas por la forma tan fácil que le habían robado esa importante cifra de dinero. En aquel tiempo, el peso valía igual que un dólar. Es decir que hoy, con un dólar a 45 pesos, ese monto equivaldría a 1.350.000 pesos.
Esa mañana, Pocito se llenó de policías que movieron cielo y tierra buscando a la misteriosa banda que asaltó al blindado. Al rato encontraron el Fiat Uno utilizado en el atraco. Lo hallaron abandonado, sin la llave ni chapas patentes, a un margen de la calle 16 y muy próximo a la ruta 40. Después se supo que ese vehículo había sido robado el 18 de diciembre del 1999 en Mendoza. Los investigadores también lograron obtener el dato, a través de un testigo, de que los ladrones supuestamente abordaron una camioneta Ford F-100 y siguieron camino en dirección al Sur.
Todo eran versiones o simples rumores, pero nada certero. Es más, esa pista se cortó ahí porque nadie más vio a esa camioneta ni los asaltantes. La sospecha, por supuesto, apuntó a que era una banda venida de Mendoza que contó con un apoyo local para planificar de antemano el golpe. Y es que no podía ser de otra manera, o cómo explicaban que los asaltantes ya sabían la hora en que llegaba el camión blindado, los movimientos de los custodios y por dónde era más fácil fugar.
La verdad es que los investigadores sospecharon de todos, de los empleados bancarios y hasta de los mismos custodios de valores, pero nunca pudieron desentrañar la trama secreta detrás del gran golpe al blindado. Jamás dieron con los asaltantes y el caso aún hoy sigue sin resolverse
Fuente: tiempodesanjuan.com - Publicada el 4 de Junio de 2019 – Autor Walter Vilca
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