Una nota preparada por Juan Carlos Bataller con el aporte de entrevistas, cartas y fotos realizadas o recibidas por Patricia Moreno, Silvia Plana, Familia Quiroga Yanzi y Juanca Bataller Plana. La nota fue publicada en La Pericana, edición 222 del 26 de septiembre de 2020
No es una cuestión religiosa.
Nada que ver.
La muerte de la hermana Magdalena Quiroga Yanzi, ocurrida el domingo pasado en Córdoba, adquiere una dimensión que supera lo religioso.
En un mundo donde impera el doble discurso, el haz lo que yo digo pero no lo que hago, la especulación como hábito de vida, es importantísimo mostrar ejemplos de vida.
Misionera en uno de los lugares más inhóspitos del planeta, su historia tiene mucho que ver con El Nuevo Diario, publicación que fue escribiendo su historia a través de entrevistas y cartas, a medida que iba cumpliendo con su misión.
De todo ese material que ocuparía el espacio de un libro, hemos compilado estas notas que la pintan en sus distintas facetas.
Los años jóvenes
Magdalena Quiroga Yanzi ingresó a la vida religiosa a los 15 años. Cursó sus estudios secundarios en el Colegio La Inmaculada y los universitarios en Córdoba, en pleno proceso militar.
-¿Por qué ingresó a la vida religiosa?
-Sentí esta vocación desde muy joven y muy fuerte. A los quince años entre a la vida religiosa, me costó bastante y reconozco que tenían razón mis padres, que era muy chica, inmadura e independiente. Mis padres siempre me apoyaron en este camino lo que querían es que terminara la secundaria. La vocación no es una elección sino una respuesta a un llamado de Dios, que yo sentí muy fuerte y Dios me dio la gracia en ese momento de tomar la decisión ayudada por un director espiritual que era el padre Dalmiro Irimia. Me costó mucho por mi forma de ser, pero estoy muy feliz, me siento plenamente realizada y se tuviera que elegir en este momento lo volvería hacer.
-¿Cómo era a los quince años?
-Era una chica normal, a lo mejor más independiente que otras, con un poquito de más libertad interior y exterior, que me la buscaba. Amante del cine, fanática de artistas como James Dean, Elvis Presley. Tenía una moto, que no era mía sino de mi hermano mayor que estaba en Buenos Aires y yo la usaba. En 1960 me encantaba usar pantalones y campera de cuero. Pero también pertenecía a la Acción Católica con la que estaba muy comprometida. Además pertenecía al grupo de la Divina Misericordia donde nos reuníamos a coser, juntábamos mercadería para los familiares de los presos que era llevada por nuestro capellán, el padre Masón, que a su vez era el capellán de la cárcel. También pertenecía a la Infancia misionera, hacía todo esto sin dejar mi vida mundana. Tenía una doble vida en el buen sentido.
-¿Cómo es eso?
-El mundo ha tenido y sigue teniendo un gran atractivo para mí. Es un desafío permanente para poder saber cómo la abeja chupa la miel que nos brinda y saber desechar aquellas cosas que nos dañan. Siempre sentí ese atractivo al mundo y una fuerte pertenencia a la Iglesia.
-¿Fue difícil?
-Al principio me costó mucho, había que dejar a la familia, los afectos. En aquel entonces el noviciado estaba en Córdoba era muy cerrado, estricto. Mis padres fueron durante el año, dos veces. Las visitas eran muy reducidas en una sala con una hermana, eran otros tiempos. Pero me adapté. Corté los estudios. Hice un año de postulando, dos de noviciado, retomé los estudios secundarios y los termine. Seguí y me recibí de maestra normal nacional. Continué estudios universitarios en Servicio Social en la Universidad estatal, donde me tocó cursar en toda la época del proceso. Viví “el Rodrigazo”, el “Cordobazo” y montoneros.
-Un renunciamiento importante.
- Es difícil, pero cuando uno tiene la gracia interior de la vocación en el sentido espiritual o profesional, hay una fuerza interior que te ayuda a discernir y a superar los obstáculos que puedas tener. Cuando uno dice esto no es para mí, yo no puedo, se ve que no es para vos o es para vos y no tienes la fuerza suficiente. En la vida hay que vivir haciendo un discernimiento profundo y hay una frase que a mi me gusta mucho que es “elegir es renunciar”. Si elegís la vida religiosa renuncias a la familia, si elegís una profesión renuncias a otra. Por eso la sabiduría de la vida, el discernimiento y en esto tiene mucho que ver la familia, la pequeña y la ampliada. La vocación no es una elección, es una respuesta y Dios te da la gracia.
-¿Tiene una familia numerosa?
-Somos 11 hermanos, murieron dos. Somos 6 mujeres y tres varones.
-¿La única que siguió una vocación religiosa es usted?
-Y para muestra basta un botón. Pero mi familia tiene una fuerte participación, ellos pertenecían a la Acción Católica
-¿Nunca dudó de su elección?
-No, pasé momentos difíciles en 1966. Mi madre tuvo un derrame cerebral estuvo mucho tiempo internada, inconsiente. Me dieron permiso para venir de Córdoba, estuve un tiempo limitado y debí volver. Hay situaciones personales que me costaron, pero nunca dudé de que este era mi camino. He tenido rebeldías cuando me parecía que el Instituto no era lo suficiente amplio o flexible, pero siempre con la certeza interior de que este es mi lugar en el mundo y me siento plenamente realizada.
-¿Estuvo de novia?
-Sí, tuve festejos, era como toda adolescente de esa época.
-¿Proyectaba una familia?
-La familia siempre me ha tirado mucho, tengo una buena sintonía con los niños, me siguen mucho. Teniendo el modelo de familia numerosa, me hubiese gustado formar una familia, tener hijos, pero elegí esta otra vida. A veces la gente cree que se elige la vida religiosa por descarte. como me dejó mi novio; me hago monja, no consigo marido me hago monja; no sirvo para profesional, me hago monja; no me gustan los niños, me hago monja.
-Con los sacerdotes pasa algo similar.
-Creo que a todo eso ayudan las novelas o La Novicia rebelde, la monja voladora. También hay un fundamento histórico, en la Edad Media sino podían pagar una dote para el casamiento de la hija, se tenía que ir al convento o porque daba status o porque la Iglesia estaba muy unida al Estado. Considero que la gente ya tendría que haber aprendido a discernir que eso pasó totalmente.
-Hay una gran polémica por los sacerdotes que dejaron el celibato, como Lugo que reconoció hijos.
-Creo que el problema radica en el corazón del hombre porque está inclinado al pecado por naturaleza, pero nunca es superior a la gracia o a la fuerza. El hábito no hace al monje, la sotana no cambia al ser humano. Toda persona tiene que lidiar con esa inclinación al bien y al mal, y es su voluntad la que tiene que ir marcando el rumbo de su vida. Hay sacerdotes y religiosas que dejan los hábitos como hay gobernantes corruptos, hay profesionales que no son sinceros. El mal está en todas partes, todo lo que se aparte de la norma moral está mal, sea un cura, una monja, un militar, un obrero o médico.
-¿Debe mantenerse?
-Es una norma puesta por la Iglesia, así como la puso la puede sacar, pero no es imposible de cumplir. Dios te da la gracia suficiente para poder vivir célibe, qué tiene los hombres que no tenemos las mujeres: Si ser célibe fuese superior a las fuerzas naturales ningún cura podría ser célibe. Es como la fidelidad en el matrimonio, hay una ley moral que el hombre y la mujer siguen. El hombre tiene una voluntad y capacidad para superar todos los inconvenientes adaptándose a la ley moral. Ese es el principio de la autodeterminación como sostiene Viktor Frankl. Yo solo yo soy artífice y dueño de mi propio destino y determinación. Todo me condiciona, pero no me determina
La vida en Córdoba
-¿Se enfrentó a alguna de sus superiora?
-¡Por supuesto! No somos ángeles, hacemos un voto de obediencia pero este no elimina las imperfecciones que puede tener nuestra naturaleza humana. El voto de obediencia no es el de un cadáver o de un tonto. Es activa, responsable, participativa y representativa. El sujeto habla con el superior, en el diálogo le da a conocer su posición. El superior no tiene la única palabra, pero sí la última.
-¿Alguna vez puedo cambiar esa última palabra?
-No, este es un compromiso libre que hemos asumido. Es como si yo me inscribo para jugar un partido de tenis, donde me exigen unas determinadas zapatillas y yo después me enojo porque quiero jugar con alpargatas. Si yo acepté libremente participar debo respetar las reglas. Es una cuestión de coherencia de vida. Este creo que es un problema que tienen los ciudadanos sanjuaninos, argentinos y probablemente todo el mundo: no les gusta adaptarse a las reglas. No puede ser que porque “a mi me convenga”, me parece bien y como “no es conveniente”, me parece mal y está mal.
-¿Cómo vivió la época del proceso?
-De cerca. Estudiaba en la facultad de Ciencias Sociales que fue una de las más politizadas, teníamos conciencia de lo que pasaba. Era la única religiosa en la Facultad, participaba en asambleas y tenían mucho respeto por mi opinión los profesores y mis compañeros. En algunas cosas no estaba de acuerdo, tenía profesores comunistas y marxistas, que me decían: usted preséntenos su punto de vista y no el que nosotros damos sobre todo en sociología urbana y rural, en antropología de la pobreza, temas que eran candentes. Esto me obligaba estudiar el doble, primero analizando la posición de ellos y luego fundamentando la mía.
-¿Participó de las asambleas?
-Uno de mis profesores de la facultad fue uno de los primeros desaparecidos, fue una etapa muy difícil. Los chicos eran muy comprometidos y a veces imprudentes. Muchas veces se dejaban llevar, se exponían mucho. Había montoneros. Cuando iban a tomar la facultad siempre me avisaban, yo participaba de las asambleas, opinaba de las reuniones. Me dejaban salir porque llegaba la policía y siempre se llevaban a alguno. Era una facultad estatal, muy politizada.
-¿Qué opina de aquellos años?
-Siempre los atropellos contra la vida vengan de derecha, izquierda, de la iglesia de donde sea, no están bien. La vida es un don que tiene valor por sí mismo y nadie tiene derecho a quitarla, ultrajarla o minimizarla. No tengo los elementos suficientes para efectuar un análisis sociológico de la realidad de aquella época pero la viví intensamente.
Historia de una misionera
De paso por San Juan
La Hermana Magdalena, acaba de regresar de su viaje como misionera en África. Estuvo en la ciudad de Parakou, una de las más importantes de Benin. Allí aprendió a convivir con la desnutrición infantil, la pobreza y marginalidad, entre muchas otras cosas. Pero asegura que lo más impactante fue darse cuenta de cómo los pobladores de este país, viven intensamente con lo poco que tienen.
Durante su estadía en la provincia, en unos meses parte por dos años más, comentó su experiencia a El Nuevo Diario
El país elegido por la hermana Magdalena, que durante tres años se desempeñó como rectora del Colegio La inmaculada es la República de Benin, que queda al noroeste del continente. Allí el francés es el idioma oficial pero con él conviven seis dialectos. El promedio de vida de sus habitantes es de 50 años y la mortalidad infanti es de 92 cada mil niños. Benin es igual al resto de los países del continente africano donde el analfabetismo supera tasas inimaginables, el 45 por ciento de los hombres y el 74 por ciento de las mujeres lo son y donde las importaciones superan ampliamente a las exportaciones.
Un país subdesarrollado, de esos en los que para poder entrar hace falta colocarse obligatoriamente la vacuna contra la fiebre amarilla y son recomendables también las que combatan la Hepatitis A y B, Tétanos, Tifus y Meningitis.
Allí en ese país alejado, precisamente en la ciudad de Parakou, es donde la Hermana Magdalena, que tantas veces escribió sus vivencias en El Nuevo Diario, es misionera. Pero su trabajo, va mucho más allá del objetivo que tienen las Esclavas del Corazón de Jesús, orden a la que pertenece. Porque evangelizar es sólo una de las metas, además hay que luchar contra el hambre, la desnutrición infantil y la muerte por causas evitables. De regreso en San Juan, sólo se quedará durante tres meses, ya que volverá a misionar durante dos años más.
—¿Qué la llevó a ofrecerse como misionera?
—Nosotros vimos en una asamblea que se realizó en Córdoba, que era importante salir más allá de las fronteras, porque la iglesia es misionera por excelencia y debemos hacer que el mensaje de Cristo llegue a todos. Por eso, tres monjas argentinas decidimos ir a misionar a África.
—¿Le costó tomar la decisión?
—Era algo que venía creciendo en mi desde hacía tiempo. Ya en mi adolescencia comenzó a surgir mi vocación misionera. Tal vez en esa época lo veía más como una aventura y con el correr del tiempo se fue afianzando como un compromiso de vida. Así fue como fui madurando esta idea, hasta que me decidí. En este año hice una primera experiencia, y se obliga a volver a los misioneros durante tres meses para ver a la familia, hacernos un control médico y para tomar nuevamente contacto con nuestras raíces porque el desarraigo es muy fuerte.
—¿Qué fue lo que más le impactó?
—Casi todo. Pero la pobreza, especialmente en los niños, fue lo que más me tocó. Cuando uno habla de países del tercer mundo se los imagina pero no sabe lo que es realmente. La salud, la precariedad de vida, la miseria y el analfabetismo, por nombrar algunos, es atroz. Sé que en nuestra provincia también existen estas cosas pero allá es todo el sistema el que brinda una calidad de vida casi infrahumana.
—¿Cuáles eran estas expectativas?
—Ver, escuchar, compartir y estar al lado de las mujeres. No iba con un proyecto prefijado sino simplemente quería vivir un año en comunidad y compartir con las hermanas el trabajo en las aldeas, aprendiendo de su experiencia.
—Pero imagino que el principal objetivo que tienen es evangelizar....
—Por supuesto, como religiosas vamos a evangelizar, pero hay lo que se llama una primera evangelización que es la promoción humana. No podemos dar a conocer a Cristo si la persona está viviendo en condiciones infrahumanas. Es por eso que nos dedicamos a esa promoción.
—¿En qué consiste específicamente?
—Trabajamos en las aldeas, donde ponemos en marcha proyectos que están subvencionados por Cáritas Diocesana del Benin, Cáritas Internacional, Organizaciones no Gubernamentales y aportes de fundaciones de Cristianos de Europa y algunos grupos de amigos de Argentina que nos ayudan económicamente.
—¿Qué tipo de proyectos ponen en marcha?
—Por ejemplo contratamos maestros para alfabetizar. Uno de los principales problemas del país es que si bien el francés es el idioma oficial, también se hablan diferentes dialectos y se deja de lado el francés. Y cuando van al mercado de las grandes ciudades no se pueden manejar. Allí todo se aprende por transmisión oral. No conocen, ni se manejan con la lecto-escritura, sino que tienen una memoria y compresión auditiva grandísima.
—¿Y con los niños cómo se trabaja?
—Especialmente en lo que se refiere a la salud. Una vez por mes vamos a las aldeas a pesarlos para llevar una ficha donde está la curva de crecimiento de cada uno. Las mamás tienen un carnet y eso nos permite controlarlos. También los vacunamos y nos enteramos si tuvo un paludismo muy fuerte, diarrea. vómitos o falta de apetito.
—Cuénteme algo de las aldeas…
—No están tan alejadas de la ciudad. Son alrededor de 40 kilómetros pero por el estado de los caminos, llegar nos lleva más de una hora de ida. Son pequeñas chozas agrupadas. En las más grandes, tal vez hay un dispensario y una mesquita o escuelita. Pero en las que son más chicas no hay nada, ni siquiera día de mercado, que es donde se ofrecen los productos.
—¿Cuál es la fuente de ingresos de las personas?
—En la ciudad de Parakou y en casi todo el país, la gente vive de la compra-venta del mercado ambulante. Las tiendas son muy pocas y venden a precios altos. Por eso se hace en un gran mercado que está constituido por las calles. Allí se colocan pequeños tablones donde se venden las frutas, verduras, la carne al aire libre y lleno de moscas.
—¿Cómo hizo para acostumbrarse a esta vida?
—El choque cultural es muy fuerte. Los olores, sabores y el clima. Es justamente al clima a lo que más miedo le tenía, porque al ser tropical las temperaturas promedio van entre los 40 y 50 grados. Son seis meses secos y seis húmedos, de ellos durante tres meses no deja de llover, lo que nos imposibilita salir a la calle. De todas formas yo fui por un año porque no sabía cómo iba a responder mi cuerpo.
—¿Qué es lo que le quedó de este primer año?
—Que recibí muchas cosas de ellos. Viven intensamente con lo poco que tienen y uno tal vez se acostumbró a depender de muchas cosas superfluas e innecesarias. Me enseñaron a ser agradecida con la vida, valorando lo que tengo y no estar pensando en lo que falta. Lejos uno aprende a minimizar las cosas negativas, tanto personales como de la familia, el país y de la Iglesia y redimensiona las cosas positivas. Eso sí, el desarraigo es muy fuerte porque uno deja todo. Pero creo que teniendo la vocación y la gracia que nos da el Señor es un poquito más fácil.
Por qué África
-Fue rectora, estuvo en el postulando, cumplió diferentes tareas, condujo 6 años la congregación en Chile ¿por qué África?
-La Congregación hace 15 años que abrió esta Misión en Africa para dedicarse a la evangelización. El continente es considerado de alto riesgo, donde hay diferentes etnias y religiones. El Instituto invita a quienes quieran ir a cumplir esta tarea y me ofrecí. Hace seis años que estoy allí, siempre quise ser misonera. Cuando las hermanas del colegio La Inmaculada, donde cursaba mis estudios, nos contaban de los negritos del África, juntábamos dinero para apadrinábamos. Esa vocación se fue purificando y esperé jubilarme para poder hacerlo. Es un lugar que no te podés imaginar queda fuera de tus parámetros, sus olores, sabores, todo es único.
-¿Nunca se preguntó qué hago aquí?
-En una de las primeras Pascuas, los tambores tenían un sonido constante y muy fuerte, no me podía concentrar, levanté la vista y estaba esa gente tan diferente con su piel negra hablando otro idioma, los tambores seguían. Y sí me pregunté ¿qué hago yo aquí? En ese momento el sacerdote nos llamó a las hermanas a dar la comunión y cuando estaba dando la ostia entendí que esa era mí misión.
-¿Cómo espera terminar sus días?
-En África hasta que sea útil o que mis huesos queden bajo la sombra de un mango, que es un árbol hermoso.
La religiosa estuvo 7 años en Benin, en África. “El continente negro me purificó la mirada, me ensanchó el corazón. Fue descubrir una iglesia misionera universal realmente enraizada. Desde chica soñaba con ir a África. Cuando me jubilé como docente, a los 57 años, después de estar al frente de los colegios en varios lugares, entre otros seis años en Chile, me fui a Benin. Allí estuve 7 años y a los 64, el instituto me dijo que me necesitaban en Argentina. Puse excusas, motivos, fundamentos y me tuve que venir a Tucumán como representante legal y supervisora de un colegio de las Esclavas.
"Mi ilusión era morir en el África y que me entierren debajo de un baobabs. Me produjo una desolación muy grande, me cambiaron la sabana africana por piso de mosaico, los baobabs por columnas de cemento”.
Lo que La religiosa no dijo en las entrevistas es que en Africa contrajo enfermedades muy graves como paludismo y la fiebre tifoidea. Esa es una de las causas por las que el instituto la hizo volver. Acá siguió siendo útil con su gran capacidad de organización demostrada a lo largo de su carrera docente.
Su estado se agravó. A los 74 años vivía en la casa madre de la congregación, en Córdoba, donde finalmente falleció.
La vida en Parakou
"Parakou, es la tercera ciudad en importancia del país, ya que tiene alrededor de 250 mil habitantes. El tránsito es un desastre, porque entre otras cosas no hay semáforos, y tampoco transporte urbano, por lo que las movilidades son las bicicletas, pequeñas motitos, que a veces ofician también de taxis y autos totalmente destartalados. Las calles son casi todas de tierra y sin mantenimiento. No existe el sistema cloacal, sólo en el centro de la ciudad hay pozos negros. En el resto, por lo general los baños están apartados de sus viviendas y los residuos van por una pequeña canaleta que da a la calle, la cual es como una gran letrina. Por esas mismas calles andan los cerdos y las cabras. Con respecto a la basura tampoco hay un sistema de recolección como el que nosotros conocemos, sino que tiran la basura a la calle. No es porque sean descuidados sino porque nadie les enseñó a hacer las cosas de una forma diferente. Con respecto al agua, en las ciudades se puede tomar pero en las aldeas no, está prohibido”.
La primera carta desde África
Partió hace pocas semanas, con toda su vocación religiosa, inquebrantable deseo de servir al prójimo y la lógica carga emocional de internarse en un mundo desconocido. Pero ya está allí, en el corazón del África, Magdalena Quiroga Yanzi, la monja misionera sanjuanina. Esta semana tuvimos las primeras noticias de ella y nos apresuramos hacérselas conocer a nuestros lectores. Esperamos seguir contando en el futuro con su colaboración pues será una forma de ir conociendo ese mundo de pobreza y miseria y la labor que allí desarrollan las hermanas misioneras.
Querida familia y amigos:
Hoy volvió nuevamente la línea telefónica, por lo tanto tenemos internet...
Claro que esto es menos que no tener luz como les pasó a las dominicas debido a que un camión se llevó el poste ubicado frente a su casa y estuvieron ¡una semana sin luz!
Mis días aquí transcurren más o menos iguales en actividades, pero llenos de sorpresas y admiración en cada cosa que vivo.
A las aldeas voy un día con Lelia y otro con María Silvia para ver el trabajo que realizan en cada una de ellas.
Estoy un poco asustada porque cuando Lelia se vaya a la Argentina me tendré que hacer cargo yo de ellas. Trato de grabar en mi retina los caminos, pero como son atajos en medio del campo, no sé para dónde tomaré...
Ya me han sacado varias fotos con la digital y la otra, habrá que tener paciencia para verlas, quizá las lleve Lelia en un CD y las otras reveladas, el correo tarda un mes (no vale la pena)...
En un lugar me dieron a comer iñame asado, algo así como la batata pero casi sin gusto (como si se hubiera helado) y muy fibroso… Lo comí sin problemas pero la verdad que no me gustó…
En otra aldea nos trajeron iñame cocido, como si fuera una papa hervida sin sal ni nada y una salsa un poco picante. Se toma el iñame con la mano y se lo sopa en la salsa… Es rico pero muy llenador y demasiado picante la salsa.
Respecto al agua les cuento que no se puede tomar de la canilla salvo que pase por el purificador, hay muchísimos parásitos...
Y hablando del agua les cuento que sale siempre tibia, a la hora que sea. Después de bañarme, cuando me pongo la ropa, parece recién planchada por lo tibia que está. Estos días han hecho 42 grados a la sombra (las hermanas tienen termómetros) pero no sé la sensación térmica porque acá no se usa.
A veces, desde la mañana temprano la temperatura es muy alta... Dicen que marzo, abril y mayo son los más calurosos; junio, julio y agosto como viene el harmatán, que es ese viento del desierto, refresca un poco a la noche y aunque de día hay un polvillo permanente, se hace más soportable. Para completar el panorama les cuento que también están las lluvias fuertes de la estación...
Mi salud bastante bien, salvo una conjuntivitis que me tomó los otros días en una aldea pero con el gel que traje de San Juan todo solucionado. También tuve una torcedura de pie yendo a la parroquia (las calles son tremendamente desparejas) pero con el dioxaflés y una venda ¡listo!
Los otros días en una aldea estaban construyendo el pozo para el agua, los hombres cavaban y las mujeres traían la arena en grandes fuentones en sus cabezas. Dicen que el acarrear es cosa de mujeres...
La aldea que quiere un pozo tiene que juntar 250.000 francos cefas que es la cuarta parte del importe total.
En Cáritas se anotan y esperan turno...
La aldea pone la mano de obra y el acarreo de materiales livianos, como ripio, arena, etc, etc. Cáritas pone el resto de los materiales (cemento, vigas) y el director técnico con las maquinarias correspondientes.
Cáritas tiene aquí un departamento de hidráulica que realiza todo este tipo de trabajos esto es bueno saberlo para aquellos que dicen ¿y la iglesia qué hace por los pobres? Bueno aquí tienen la respuesta.
Cáritas de aquí está subvencionada por Cáritas internacional y en esta zona tiene a su cargo todo lo que tiene que ver con hidráulica. Les cuento que el que está a cargo es un ingeniero alemán que junto con su esposa peruana vinieron a misionar aquí por un tiempo determinado. No todos los misioneros son curas y monjas, los hay laicos que por solidaridad quieren dar parte de sus vidas en bien de los demás...
Las hermanas son muy amigas de un matrimonio testigo de Jehová... Simplemente no tocan el tema de religión porque aquí lo que hay que hacer es dignificar el ser humano y humanizar la persona y en eso todas las religiones coinciden.
El viernes a las 19 tuvimos el Vía Crucis y no había luz. Yo pensé, no irá nadie...
Pero la iglesia estaba totalmente llena. Hubo cantos, rezos, lectura del evangelio... La verdad es que la devoción de la gente es extraordinaria, quizá porque son comunidades nuevas como la de los primeros cristianos y todavía no les entró la rutina...
Hoy fuimos a la misa de 10 que es la de los niños. ¡¡¡Preciosa!!!
Cantan de película y llevan el ritmo en la piel, guiados por su profesor de canto.
La homilía fue compartida con un adolescente y un niño, ante la iglesia repleta.
Los catequistas les toman asistencia con un carnet, como antes, pero eso es bueno para formar hábito.
En otro salón una hermana de las dominicas atendía a los más pequeños, de tres años en adelante...
Increíble... ellos están orgullosos de su fe y compiten (por así decirlo), con los musulmanes que es la otra religión mayoritaria del barrio... Por eso ponen mucho cuidado en la preparación de sus celebraciones...
Tanto en las misas como en el Vía Crucis se hace la colecta dos veces... Una para la parroquia a la mitad de la ceremonia y la otra, al final, para algo solidario concreto... como puede ser la atención de algún enfermo. Ellos no conciben participar sin colaborar y todos se levantan dos veces para poner su contribución...
Les comento que aquí no hay recolector de basura.
La misma se tira a los baldíos. En algunos casos la queman y en otros la dejan para alimento de los cerdos, cabras, gallinas, etc...
Desde la ventana de mi pieza tengo una vista panorámica a un gran baldío o mejor dicho a un gran basural que sirve de alimento a los cerdos de la vecindad. Ya hemos sacado una foto para que vean... Sin embargo la parroquia ha elaborado un proyecto y han hecho algo así como una cooperativa que primero funcionó con un subsidio pero ahora sigue con el aporte de ellos solamente, para recoger basura en este barrio... No es suficiente pero algo es algo...
La verdad es que a la siesta con el calor, los olores son terribles, inclusive dentro la casa se hace insoportable… Pero bueno, la pobreza incluye también el olfato… ¿no creen?
Les estoy escribiendo a la siesta, antes que se corte la luz y volvamos a quedar como antes…
Un fuerte abrazo para todos. Todos tienen un lugarcito en mi corazón.
Unidos en el Amor del Corazón de Jesús.
Manena