Lidia Elsa Quiroga y Marcelo Angel Cano Dávila (Sarita Valles y Carlitos Aguirre). Cultivando rosas blancas.

La siguiente entrevista fue publicada en El Nuevo Diario, en la edición 634 del 26 de noviembre de 1993 en la sección La Nueva Revista

 Carlitos Aguirre —cantor de tangos sanjuanino— llegó a Mendoza desde Buenos Aires, convocado por la orquesta de Osvaldo Larrea, para actuar en radio Aconcagua.
El debut fue el 12 de septiembre de 1945 y entre la concurrencia estaba una joven locutora de LV10, Radio de Cuyo.

"Ese día tuvimos la dicha de conocernos y lo que ocurrió entre nosotros fue un auténtico flechazo y ahí nomás nos pusimos de novios. Mi padre se oponía a esa relación, entonces nos veíamos a escondidas, pero él siempre se nos aparecía: paseábamos por una calle y ahí estaba, íbamos a una plazoleta y cuando andábamos a los besos llegaba él” —Sarita (como quiere que la llamen) rie a carcajadas—.
"Tuvo que venir un hermano mío de Buenos Aires para hacerle comprender a papá que el nuestro era un amor verdadero».

Marcelo Angel —o Carlitos— escucha el relato y sonríe cuando recuerda que "lo más gracioso del caso fue que mientras esperaba al mediador en un bar, aparece un amigo mío que conocía de Buenos Aires; después del reencuentro me entero que era el hermano de Sarita que venía a conversar con su padre y su futuro cuñado. Fue un plato".

En esa solemne reunión se allanó el camino de la pareja: el padre aceptó al novio y el matrimonio se consumó el 5 de septiembre de 1946. Enseguida se trasladaron a San Juan a trabajar, las dos utilizando la voz.

"Al poco tiempo de nuestra llegada, se produjo la gran huelga de la gente de radio que Perón declaró ilegal. Fue terrible, al punto que a los ''carneros'' los desnudaban y los largaban a las calles; acá no permitíamos que ninguno ''carnereara'' —se enfervoriza aún la locutora—.

Como consecuencia de aquel paro, la pareja debió trasladarse a Córdoba. En la ciudad mediterránea “él cantaba en la confitería Pilsen y yo me repartía entre mis dos pasiones: la locución y el radio-teatro. Lo mejor de aquella época han sido los amigos que hemos cosechado” — afirma la actriz-locutora—.
 "Pensábamos irnos a Buenos Aires, donde yo ya tenía un lugar ganado como cantor de tangos y ella podía ubicarse en su profesión" —refiere con nostalgia Carlitos Aguirre—.

La partida hacia la gran ciudad se postergó por el nacimiento del primer fijo: Marcelo Alcides. Volvieron entonces a Mendoza y luego, ya definitivamente a San Juan. Los sueños de llegar a la Capital se interrumpieron con la llegada de los demás niños: María Cristina y Raúl Néctar (mellizos), Alberto Angel, Julio Alfredo, Ricardo Abel y Antonio Afilio. 

 Aquí comenzaron de nuevo, intentando ganarse la vida fieles a sus respectivas vocaciones: él interpretando tangos y ella diciendo a través del micrófono y en los escenarios, "hasta que nos convencimos que cantando o haciendo radioteatros no podíamos mantenernos; entonces él se empleó primero en una bodega y luego en el gobierno y siguió con el canto hasta que, después de la caída de Perón, desaparecieron las orquestas estables de las radios. Yo, entretanto, intensifiqué mis actividades como locutora y comencé con las giras teatrales. Fue una lucha muy grande la nuestra —asevera Sarita, mientras el marido asiente con la cabeza— y se acuerda que "nos costó muchísimo conseguir dónde vivir, hemos andado como el caracol".

El hombre define las situaciones y la mujer las específica: "hasta una vez nos metimos en una casa de la villa Patricias Sanjuaninas; entramos porque no teníamos donde vivir, pero no nos llegaron a desalojar, porque cuando estaban por llegar las patrullas, nos fuimos" —otra vez ríe a carcajadas—. 

 Los recuerdos fluyen entremezclados, superpuestos. Son tantas las cosas que hicieron que no importa demasiado la cronología.
Lo interesante es que cada relato contiene una insólita dosis de humor; hasta cuando cuentan que a Marcelo Cano le diagnosticaron una tuberculosis sin remedio.
"Jugaba a las cartas con los enfermos que después se iban muriendo. Cuando se dieron cuenta de la equivocación, un médico me sacó de la sala desnudo y me tuve que vestir en su oficina" —comenta divertido el señor—. 

 Así, entre tanta evocación, Sarita cuenta que trabajó en política, que contribuyó a la creación de la Asociación de Amas de Casa y del Sindicato de Empleadas Domésticas y que, "para despuntar el vicio", continúa conduciendo un programa de radio en una emisora de la zona.
"Nuestra vida ha sido una contínua lucha —dice—, pero siempre en base al amor, por eso ha de ser que Dios nos ha premiado ahora, permitiéndonos tener un buen pasar y dándonos el tiempo necesario para volver a estar como de novios".

Y no hay dudas que están de novios, se nota en cada gesto, en cada mirada cómplice, en la ternura con que se tratan. Nos estamos yendo de la casa de Sarita y Carlitos —o de Lidia y Marcelo— y ya en la vereda, la dicharachera mujer nos despide con "los versos con los que nos gusta expresar el amor: Cultivo una rosa blanca...".

GALERIA MULTIMEDIA
Santos Domingo Quinteros, Alberto Vallejos, Carlos A. Frías, Sarita Valles, Mario Héctor Parisí, periodista por entonces de El Nuevo Diario, Eduardo Guido Cialella y Jorge Lagos, posan frente al Quincho de El Nuevo Diario.
Sarita Valles y Carlitos Aguirre posan en uno de los viajes realizados por el matrimonio.
Sarita Valles y Carlitos Aguirre mate de por medio durante la charla mantenida con El Nuevo Diario
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