Un hombre del que jamás se supo si el nombre que declaró era verdadero pero que fue periodista, cura, militar, ingeniero nuclear y abogado, según el lugar donde viviera. Se lo detuvo en San Juan porque creyeron que quería matar a Leopoldo Bravo, aunque en realidad quería contactarlo para trabajar en las campañas del bloquismo. Se casó varias veces, seguramente con identidades falsas y lo último que se supo de él era que estaba internado en una clínica psiquiátrica. La policía lo denominó “el hombre de las mil caras” y así lo recuerdan antiguos investigadores sanjuaninos. Esta nota de Pedro Morales, fue publicada en El Nuevo Diario, edición 1381 del 20 de marzo de 2009.
Dice que no era muy lindo pero tenía “labia” suficiente como para convencer
a cualquiera de que era lo que decía que era. Allá por 1990, apareció un día
por la casa de San Juan en Buenos Aires y se presentó como “periodista de la
National Geographic”. A través del personal de la oficina, dicen que llegó a
entrevistar a doña Ivelice Falcioni de Bravo y que requirió abundante
información sobre San Juan y sobre don Leopoldo, el líder del bloquismo
sanjuanino.
Sus
visitas fueron reiteradas, justificadas en que al parecer se había puesto de novio
con una de las empleadas que atendía la casa por entonces. Pero un día dejó de
ir y su novia decidió llamarlo por teléfono para ver si le pasaba algo.
El
teléfono no correspondía a un abonado en servicio. También fue adonde le había
dicho que vivía y resultó que nadie lo conocía. El misterio era total.
El rumor que hizo que lo buscaran hasta con INTERPOL
Fue en ese mismo tiempo que entre los hombres de los servicios de
inteligencia, corrió el rumor que un grupo vinculado
a ex organizaciones guerrilleras preparaban un atentado contra un alto
funcionario que había participado con el gobierno de los militares. Aunque el
rumor no precisaba quién podía ser el objetivo del atentado, eso y la noticia
de la desaparición del hombre que había intentado contactar a Leopoldo
Bravo a través de la Casa de San Juan en Buenos Aires hizo pensar que el ex gobernador
podría ser el blanco elegido y el desaparecido uno de los integrantes de
la organización guerrillera. Bravo fue gobernador y embajador de los militares
y aunque se había retirado de la gobernación en 1985, seguía siendo un político
influyente.
Con ayuda de la ex “novia” de la Casa de San Juan, la policía federal elaboró
un identikit y lo repartió a todas las policías provinciales y a Interpol.
Días
después y como parte de su rutina de trabajo, un sargento de la policía de San Juan
de apellido Molina que trabajaba en la dirección de Inteligencia de la jefatura
pidió la carpeta de pedidos de captura. Se detuvo en el rostro del supuesto
periodista y le comentó a su jefe:
-A
este hombre lo he visto aquí en San Juan. Y cada tanto tomaba café en uno de
los locales frente a la plaza 25 de Mayo.
-
¿Estás seguro?- le preguntaron varias veces.
Molina
dijo estar segurísimo que el identikit coincidía con el hombre que había visto.
Un ingeniero nuclear casado en San Juan
Así fue como el jefe y el sargento fueron varias veces al café para verificar
si era el hombre buscado. El entonces jefe de Inteligencia, un comisario mayor
ahora retirado, dice que al cuarto día empezó a dudar de su subordinado porque el
hombre no apareció y medio en broma medio en serio, le preguntó si lo que
quería era que le siguiera pagando el café todas las mañanas. Fue en ese
momento que apareció el hombre buscado. El comisario pidió a la Central que le
enviaran hombres para hacer un seguimiento y así fue como supieron que se alojaba
en un hotel de la calle 25 de Mayo. El que antes era periodista de “National Geographic”
se había registrado como Alfredo Arias, ingeniero de la Comisión Nacional de
Energía Atómica (CONEA) y según se supo después llevaba realizadas medio centenar
de entrevistas a profesionales sanjuaninos, ingenieros, físicos y hasta
abogados, a quienes entusiasmó con la idea de ingresar como contratados en la
CONEA.
Al parecer llevaba varios meses en la provincia y en ese ínterin se había
casado con una médica que trabajaba en el Hospital Rawson.
Los
policías pidieron una orden de allanamiento y entraron a la habitación del
hotel.
No
encontraron nada que lo comprometiera en un supuesto atentado contra Leopoldo Bravo
u otro dirigente. El segundo allanamiento se hizo en la casa de la supuesta
esposa.
El
matrimonio no estaba pero sí la madre de la mujer. En el lugar encontraron un
maletín sobre el que había dicho que “no debían tocarlo porque contenía
isótopos radiactivos”. Los policías, que ya sabían que el hombre no tenía
nada que ver con la Comisión de Energía Atómica, lo abrieron igual y encontraron
infinidad de credenciales, algunos documentos falsos y recortes de revistas y
diarios donde relataba que había sido detenido en Mendoza tras hacerse pasar
por cura y en otra ocasión como militar (ver aparte).
Un hombre con conocimientos de inteligencia
Los policías esperaron a que llegara el matrimonio y finalmente lo redujeron y lo detuvieron sin
que oponga resistencia. Fue llevado en un auto no identificado hasta la central
de Policía y de entrada se negó a declarar. Después que se convenció de que
estaba en una dependencia policial
pidió hablar con uno de los jefes que lo había detenido y a él le dio datos sobre
las armas que había visto en el auto, dando a entender que sabía mucho del tema. Cuando le preguntaron si era
de algún servicio de inteligencia, el hombre dio referencias del jefe de la
delegación Mendoza del
Servicio de Inteligencia Naval.
Efectivamente,
allí lo conocían pero le había perdido el rastro. Un jefe de Mendoza que lo
ubicaba dijo que llegó al SIN con una recomendación del entonces presidente Carlos
Menem, aunque a esa altura ya nadie sabía si también esa recomendación era
falsa. El funcionario sí relató que manejaban mucha información interna y
que rápidamente había adquirido conocimiento sobre diferentes causas y el personal
involucrado.
Un casamiento “trucho” y una fiesta fiada
Algunos datos que lo pintan en su personalidad fabuladora tienen que ver con el
casamiento y su presentación como ingeniero de la Conea. Para casarse con la
médica utilizó como identificación una tirilla de una persona ya fallecida, de
modo que su casamiento no fue legal. Pero además festejó la boda con un almuerzo
“fiado” en un local céntrico de avenida Libertador ya desaparecido. Dicen que
pidió que todas las facturas sean remitidas a la Comisión Nacional de Energía Atómica
y para corroborar los datos brindó un teléfono en el que efectivamente
contestaban que estaban hablando con la repartición nacional.
También
se descubrió que el hombre se preparaba para mentir de tal forma que estudió terminología
propia de los ingenieros nucleares, al punto que algunos profesionales a los
que entrevistó para inscribir, comentaron deslumbrados todo lo que sabía de
física nuclear y que “aprendió en la NASA donde estuvo becado”. La verdad era
que nunca había salido del país y al parecer todo lo que conocía lo había estudiado
en los meses previos a su aparición en San Juan.
También fue abogado de los presos
Tras ser detenido mientras se investigaba su probable vinculación con alguna
organización ilegal, Arias o “el mil caras” como ya le llamaba la policía, fue
trasladado al penal de Chimbas. Aunque no era muy agraciado en lo físico
evidentemente era un seductor. El hombre siguió recibiendo las visitas de su
“esposa”, aun después que se descubrió que el casamiento había sido totalmente
“trucho” pero además, dicen que andaba en amoríos con una agente del servicio
penitenciario.
En
ese tiempo, a Tribunales comenzaron a llegar numerosas presentaciones de los
presos que habían sido redactadas por “mil caras”, quien había convencido a sus
compañeros de pabellón de que era abogado.
“El hombre de las mil caras” fue condenado por la Justicia Federal por
supresión del estado civil, adulteración de documentos públicos y defraudación,
aunque nunca se le pudo comprobar que tuviera algo que ver con un supuesto atentado
contra Leopoldo Bravo. Cuando le preguntaron para qué había intentado
contactarlo a través de la Casa de San Juan dijo que en realidad quería
acreditarse como periodista para venir invitado a San Juan y aquí trabajar para
él, “en lo posible manejándole alguna campaña electoral”. Lo que no cerraba
todavía es por qué desapareció.
Entonces Arias relató:
-Uno
de los días que fui con una cámara filmadora me di cuenta que el policía federal
que custodiaba el lugar me conocía y me podía delatar. Oculté el rostro con la
cámara, salí y no volví más.
En libertad y con una nueva identidad
Unos años después de ser liberado, el mismo comisario que
dirigió el operativo para detenerlo lo encontró en una dependencia de la Fuerza
Aérea y le contó con una sonrisa cómplice que les “vendía servicios
profesionales”, sin explicar de qué tipo. El siguiente encuentro se produjo en
Mendoza, donde estaba radicado porque se había casado con una mendocina que
tenía valiosas propiedades en el centro de la ciudad. El comisario nunca supo
si el casamiento era legal o trucho como el que hizo en San Juan pero sí
comprobó que la mujer existía y realmente tenía mucho dinero.
Un tiempo después, al comisario sanjuanino un colega le dio la noticia de que “el
hombre de las mil caras” estaba internado en la clínica psiquiátrica “El
Sauce” de la ciudad de Mendoza. Esa fue la última noticia que se tuvo del
hombre que fue capaz de engañar a policías, militares, ingenieros y sin ser
lindo, a numerosas mujeres a las que enamoró, usó para sus engaños y hasta se
casó con ellas.
Militar entre los militares
Uno de los relatos de los recortes encontrados en la valija que fue abierta en
la casa de su supuesta “esposa” sanjuanina, relataba que en una ocasión, Arias
había alquilado un departamento en el mismo edificio en el que funcionaba una
dependencia del ejército, por lo que era común verlo salir del lugar con
impecable uniforme de coronel. Esto hacía que la gente creyera que en realidad
pertenecía a la fuerza y que trabajaba en esa dependencia.
Lo
llamativo fue que pasaron varios meses sin que los mismos militares que se lo
cruzaban en el pasillo dudaran de su grado, hasta que cayó detenido por estafa.