Jesuitas, los grandes constructores

   Fueron muchos los cambios implementados por los jesuitas en el Paisaje sanjuanino. Resultado de la extensión agrícola -de cultivos de vid, olivo y trigo- y por medio de la reactivación de áreas abandonadas, hicieron uso del agua para el beneficio de su empresa. Fueron famosos también la instalación de centros de expendio al menudeo, de ámbitos de socialización y conexiones viales entre centros de producción y de consumo.

De este modo se relacionaron con su medio físico, construyeron edificaciones donde realizar sus actividades económicas, sociales y religiosas; utilizaron estratégicamente los recursos con los que contaban a su alrededor para asentarse, producir, subsistir y participar de la dinámica política.

Los nexos entablados con la gente notable de San Juan crearon un vínculo de poder que los consolidó como parte preeminente dentro de la comunidad.

Es de destacar a estas alturas, que los pueblos que habitaban el continente americano tenían una manera de convivencia con su entorno muy diferente a la que se aplicó luego de la dominación externa. La utilización de los bienes naturales se sustentaba en una cosmovisión distinta, ya que en muchas situaciones los ríos, las montañas o la lluvia representaban a sus dioses, por ello trataban a la naturaleza de modo más “amistoso”. Pero, a partir de la conquista hispana se produjo una ruptura en sus relaciones con el medio, motivando cambios en los usos del suelo y en su explotación.

La Orden de Jesús

La Orden de Jesús tardó en establecerse en terreno sanjuanino, ya que para sostener una residencia era necesario disponer de bienes suficientes para mantenerla. A su llegada, conocedores de antemano de las posibilidades productivas y los métodos en la utilización del agua por parte de los locales, emprendieron sus propios cultivos. Del mismo modo tejieron una red entre su producción y la comunidad y se insertaron en los circuitos comerciales regionales mediante la conexión con otras residencias y colegios dentro de la provincia jesuita de Chile y con la del Paraguay.

El ingreso de los jesuitas

La presencia de órdenes religiosas en Cuyo es cercana a las fundaciones de Mendoza, San Juan y San Luis; en el caso de la Orden de Jesús data de años posteriores, particularmente en territorio sanjuanino. En Cuyo, hacia 1608 se fundó la residencia de Mendoza, que fue elevada a colegio en 1616.

Los primeros años fueron difíciles para su sostenimiento y, por ende, su instalación en las otras jurisdicciones del corregimiento se hizo imposible. La respuesta para la ampliación de evangelización, aparte de la circunscripción de Mendoza -capital del corregimiento-, fueron las llamadas misiones volantes: padres jesuitas que hacían misiones hacia San Juan de la Frontera y San Luis de la Punta.

Las misiones temporales buscaron la fundación de una residencia, la cual fue posible gracias a la donación del capitán Gabriel de Mallea en 1655, de “una estancia, una viña y una casa ubicada en el centro de la ciudad, junto a la plaza”. En esos años las complicaciones para costearlas llevaron al cierre de algunas en la provincia jesuita de Chile, entre ellas la de San Juan, que se clausuró en 1666; que no logrará hasta 1700 desarrollar a pleno ciertas labores y marcar su presencia en la ciudad.  

A mediados de siglo ya habla de más de 4 mil personas en la ciudad, de los cuáles cuatrocientos llegan a ser vecinos. Si bien los datos estadísticos poblacionales son realmente estimaciones, atendiendo fundamentalmente al número de vecinos, lo que reflejan estos informes es la mejoría y estabilidad demográfica en San Juan.

Es importante tener en cuenta esto, ya que hacia 1712 los jesuitas se asientan de manera sólida en San Juan de la Frontera y será en ese contexto cuando desarrollen sus actividades al máximo, hasta su expulsión.

Los jesuitas son conocidos por su habilidad en diversos campos, como la educación o la economía y el buen manejo de finanzas. Hay que destacar que incrementaron el cultivo de la vid y el olivo, - motor principal de la economía cuyana, incluso en la actualidad- sin dejar de mencionar la inserción de ganado en sus propiedades y las incipientes explotaciones mineras de aquellos tiempos.

El análisis del hábitat, el aprovechamiento al máximo de los recursos, la compra de tierras fértiles, el manejo del agua para riego y las vías de comunicación (caminos) integraron parte del ideario de la Compañía de Jesús para su subsistencia, enriquecimiento y comercio con otras regiones. La creación de empresas económicas, lugares para habitar y estilo de vida, dependieron de su entorno natural.

La existencia y el manejo de las acequias influyeron en la instalación de sus haciendas y propiedades en las proximidades de los cursos fluviales. Donde se dedicaron de lleno a la producción de ciertos bienes, principalmente el aguardiente. Asimismo, la introducción del ganado para el pastoreo, en lugares como las Lagunas de Guanacache, -de donde obtenían además productos de la pesca- sufrieron una variación notoria. Desde el establecimiento de los colonos españoles, el paisaje ya había sufrido cambios; la Corona ordenaba la implementación de ciertos trazos para las nuevas fundaciones, los cuales en muchas ocasiones no eran respetados o se modificaban por la presencia de accidentes geográficos y desastres naturales.

Las propiedades jesuitas en San Juan

 A partir de 1712 y contando una importante cantidad de propiedades, - donadas inicialmente por parte de la elite sanjuanina- la Orden de Jesús se asentó terminantemente en la jurisdicción y comenzó a expandir su patrimonio. Los padres jesuitas venidos principalmente del colegio de Mendoza utilizaron distintos mecanismos para acumular tierras y mejorar su producción: las permutaban y vendían, arrendaban ajenas dependiendo del provecho obtenido y compraban terrenos anexos, teniendo en cuenta la ubicación predilecta, la fertilidad del suelo y su cercanía al recurso vital de la zona: el agua.

   El análisis del paisaje y el conocimiento de la geografía de la región era clave en la adquisición de tierras por parte de la Orden, “una vez que se adquiría una propiedad, debía crearse un programa concreto de trabajo para cada lugar”. En Cuyo y San Juan -en particular- se limitaron a la explotación de las parcelas cercanas a las fuentes de agua, que contaban con fácil regadío, creando así el minifundio o chacra.

Es lógico pensar que para tomar estas decisiones tuvieron que recorrer el territorio y estudiarlo; no es casual que el casco de su principal hacienda estuviera ubicado cerca del Estero de Zonda, donde se hallaba la principal toma de agua que irrigaba la ciudad.

Al marcar en un mapa las propiedades jesuitas, es notable la presencia de dos zonas: los valles de Tulum y Ullum-Zonda y las propiedades alejadas del núcleo principal. La primera, incluye a la propiedad junto a la plaza principal (hoy la Catedral de San Juan) y la chacra de Puyuta -que abarcaba lo que actualmente comprende la zona de Desamparados, la Bebida y Marquesado-. Mientras que la segunda se trata de los territorios al noreste y sur de la jurisdicción, la estancia de las Tumanas en Valle Fértil y las lagunas de Guanacache, respectivamente.

En ambas, los caminos representaron otro de los cambios implementados en el terreno, logrando conexiones con puntos estratégicos de la ciudad y con otras poblaciones como Mendoza y San Luis de la Punta. En ellos se trasladaban personas y circulaban lo producido en las chacras y estancias.

Con la expulsión jesuita en 1767, su labor educativa fue reemplazada por los franciscanos, sus tierras fueron vendidas o permutadas a la elite sanjuanina, otras quedaron sin explotar y sus recursos quedaron en disposición de la Junta de Temporalidades pero las alteraciones en el paisaje sanjuanino se mantuvieron en el tiempo y perduraron.

   El resultado de su presencia en San Juan se visualiza en la expansión de cultivo en tierras fértiles y con abundancia en pastos ideales para crianza de ganado; nucleadas en torno a estancias y chacras -de las cuales destacan Puyuta y Guanacache-y su respectiva infraestructura: molinos, hornos, graneros o trojes, en los cuales se producía para su autosuficiencia y comercio al menudeo. Parte de la nueva panorámica la constituían los nuevos edificios, entre los que sobresalen los cascos de las estancias y chacras, la pulpería, la iglesia en la propiedad junto a la plaza, la escuela y la capilla de Nuestra Señora de los Desamparados en Puyuta. Nada de esto se mantiene en la actualidad por la alta actividad sísmica de la provincia

Si bien al principio se asentaron en tierras donadas, que estaban en locaciones privilegiadas, ya consolidados tuvieron la posibilidad de elegir nuevos lugares, apropiarse de contiguos e incluso permutar y vender tierras que no les fueran útiles o que estuvieran muy alejadas. Fue relevante el acceso al agua en la toma de decisiones, ya que en la región cuyana es un recurso indispensable, obtenido a través del sistema de deshielo cordillerano.

Su influencia

La Orden de Jesús directa o indirectamente influyó en San Juan del siglo XVIII desde lo económico, laboral, social y religioso; en lo que respecta al paisaje, convirtió lo desértico en verdaderos oasis y parajes poblados por ganado, creó edificios para sus actividades educativas y espirituales e incluso de celebración y fe colectiva.

El rastreo, reconstrucción y conocimiento de todas estas acciones es posible gracias a las aportaciones de geógrafos e historiadores, aunque la tarea no está completa, porque en la actualidad ciertos lugares no se han logrado ubicar y otros están con promesas al futuro de ser más documentados, como la estancia de las Tumanas en Valle Fértil.

Fuente: LOS JESUITAS: CONSTRUCTORES DE PAISAJES EN SAN JUAN (1712- 1767, de Luis Enrique Morales. Revista Científica de Historia -C.H.E (Construcciones Históricas por Estudiantes)

 

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Ruinas jesuitas en Las Tumanas, Valle Fértil
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