
El
mes de diciembre es un mes de balances en el ámbito político y Educación no
queda fuera de este análisis. En este contexto, no son suficientes los datos
arrojados de los resultados de las Evaluaciones Nacionales o Internacionales, o
el porcentaje de alumnos que egresan, que abandonan o que no están dentro del
Sistema (no puedo dejar de hacer mención que la Educación en sus tres Niveles
es obligatoria, Inicial, Primario y Secundario y que cientos de niños y
adolescentes se encuentran fuera del Sistema). El debate que referimos debe
contemplar también cómo se implementaron las políticas educativas propuestas,
los programas específicos, los recursos de apoyo a la enseñanza y las
dinámicas, sin dejar de pensar en las garantías efectivas y los derechos
que garantizan la Educación de estas generaciones y de las futuras.
Esperamos poder dar un paso hacia una calidad superior de la Educación que permitirá formar a los estudiantes en el despliegue de sus potencialidades desarrollar habilidades fundamentales para la vida.
Es preciso mencionar que en la actualidad, la función de la escuela no es sólo pedagógica, sino de atender a cuestiones diversas como: dar de comer, prevenir problemas de salud, violencia, higiene. El rigor y la intensidad con la que estas manifestaciones se presentan y el impacto que tienen sobre los estudiantes y su vida escolar, hacen que los docentes se involucren directamente en búsqueda de respuestas y soluciones y la responsabilidad de derivar a quien corresponda para un abordaje concreto e idóneo.
Durante
el año se han planteado las problemáticas y las posibles soluciones encontradas
en otros países entre las que podemos mencionar las conclusiones de un Seminario de Educación, organizado por
Hugo Labate, cuya aplicabilidad está planificada a corto, mediano y largo
plazo: hablamos de la necesidad de articulación entre los niveles y las
políticas para poder pensar ende una educación integral; trabajar las emociones
de los chicos como algo novedoso y significativo; promover un cambio de las
miradas y de apertura por parte de los docentes corriéndose en algunos momentos
de la “práctica segura”; generar espacios para el trabajo conjunto; profundizar
la profesionalización de los docentes y la reflexión sobre la práctica;
trabajar el sentido de la escuela para los jóvenes que no tiene que ver
necesariamente con la “utilidad” de lo que se aprende, sino con la relevancia
social y cultural; trabajar sobre el monstruo de la inercia; revisar los
modelos con los que pensamos la educación en todos los niveles; construir
situaciones significativas de aprendizaje; trabajar en cómo sostener los
cambios ya que comienzan a baja escala
con entusiasmo y luego se van “tradicionalizando”; necesidad de planificar con
plasticidad; mirada integral del alumno en aspectos cognitivos, emocionales,
sociales y corporales, disfrutar el aprendizaje y aprender con otros;
acompañamiento de trayectorias; pensar escuelas en movimiento, construir el
conocimiento con otros, fortalecer al docente para que pueda darle mayor
centralidad al aprendizaje.
Y en el más corto plazo
con muchas expectativas para estas fechas próximas, los argentinos necesitamos
un respiro. Nos expresa L. Pernalete, “la escuela tiene que crear espacios de
alegría para bajar la ansiedad, elevar los ánimos… Cantar villancicos no
detiene la inflación, pero te ayuda a dibujar una sonrisa en el rostro de los
niños y en el de los educadores también”.
(*) Docente, exsecretaria de Educación
Fuente: Publicado en Nuevo Mundo,
edición 855 del 18 de diciembre de 2023