De palabras en juicios y prejuicios en torno a Antroponimia aborigen. De la pluma del Dr. César Quiroga Salcedo
Numerosos apellidos repiten nombres de plantas: Álamo, Alameda, Robles,
Encina, Olmos, Bosque, Huerta, Naranjo, Manzano, Avellaneda, Carrizo, Caña,
Trigo, Prado, Céspedes, Escobar, Montes, Olivares, Olivera... También los hay
de flores: Clavel, Rosales, el mismo Flores, Ramos... O que hacen referencia a
animales: Falcón, Aguilera, Gallo, Palomo, Toro, Vaca, Becerra, Cordero,
Merino, León, Lobo.
Las obras del hombre, de que se sirve y domina, le han permitido
autoidentificarse; de construcciones como Castillo, Torres, Tapia, Calle,
Paredes, Iglesia, Mercado, Villa, Cabaña, Casas, Salas, Alcoba...; o de objetos
de la vida diaria: Correa, Vela, Maza, Flecha, Varas. Ha ofrecido ejemplos su
propio cuerpo como en Cabeza, Cabello, Cuello, Bustos..., o la mención de sus
aptitudes como en Bravo, Marcial, Alegre, Cortés, Lozano, Gallardo, Bueno,
Delgado, Gordillo, Recio; la coloración de su piel (Blanco, Moreno); de sus
oficios: Guardia, Guerrero, Herrero, Marinero, Molinero, Cabrera, Sillero,
Fraile, Montero, Rivero; o los cargos y puestos sociales: Rey, Reyes, Reina,
Caballero, Noble, Doncel, Infante, Hidalgo, Escudero... En algún extremo
también se ha identificado por su origen: Gallego, Galleguillo, Navarro,
Valenciano.
Queremos
saber si algo igual, semejante o parecido, ha ocurrido entre los nativos, o
distinto o completamente dispar, en los territorios que ahora ocupamos en Cuyo,
como para abordar - o no - lo relativo a una antroponimia aborigen de las
etnias prehispanas.
(*) Ex directora del Instituto de Investigaciones
Lingüísticas y Filológicas Manuel Alvar (INILFI) de la FFHA de la UNSJ. Miembro
de la Academia Argentina de Letras
Fuente: Publicado en La Pericana, edición 447 del 6 de julio
de 2025
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