José Espejo. El jachallero que llegó a conducir la CGT nacional

Nacido en Jáchal, José Espejo fue protagonista de uno de los períodos más trascendentes de la política y el sindicalismo argentino de la mitad del siglo XX. El hombre más cercano a Evita y quién impulsó su candidatura a la vicepresidencia en 1951. Como conductor de la CGT, defendió y promovió como ningún otro dirigente de su época los derechos de los trabajadores. Un recorrido por el ascenso al poder, la lucha sindical y el ocaso silencioso de un hombre que mantuvo inalterable su honestidad intelectual y compromiso ético, dándole un sentido real a la causa por la justicia social.


San Juan siempre contó con mujeres y hombres que lograron trascender sus fronteras geográficas y estar en sintonía con el devenir histórico del país. En este caso, la vida y legado de José Espejo merece conocerse en profundidad porque fue una figura esencial del movimiento obrero argentino.
Entre 1943 y 1955, el peronismo como movimiento de masas nació al calor de la voluntad popular y se constituyó como una fuerza que transformó radicalmente al país, marcando un antes y un después en todo el siglo XX. En ese contexto, José Espejo fue un actor sustancial en aquellos años de profunda revolución social y política.



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Desde su rol como secretario general de la CGT -entre diciembre de 1947 y octubre de 1952- y su cercanía política con Evita, el sanjuanino tuvo un papel clave en la construcción de la primera etapa del peronismo, consolidando una alianza entre los trabajadores y el liderazgo de Perón, a través de la reorganización y unificación sustancial del sindicalismo argentino que, hasta entonces, era caótico y fragmentado.
Tras la gran emancipación de las masas obreras en el histórico 17 de octubre en Plaza de Mayo, Espejo supo comprender el momento histórico y entendió, gracias al estudio y lectura autodidacta de otras experiencias pasadas (como la Revolución Mexicana de 1910) que el sindicalismo no podía limitarse solo al ámbito gremial, también debía ser parte activa de un proyecto de país.
Por tanto, en cada discurso, cada plan de acción y cada negociación, Espejo reafirmaba la convicción de que el peronismo era el camino hacia una Argentina más justa, más libre y más soberana.

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En este sentido, compartía y coincidía con la visión política y estratégica de Evita: que los humildes, los “descamisados” no solo fueran escuchados, sino que sean participes activos de sus derechos y de ejercer la justicia social. Además, Espejo encarnó una consigna que trascendía lo político: “Dar la vida por Perón”, para él no era un slogan o frase proselitista, sino una forma de ser y actuar en el mundo. Entendía que la política debía ser una herramienta de cambio real para la sociedad.
Sin embargo, como sucede con la mayoría de mujeres y hombres que hicieron grandes aportes a la sociedad, Espejo no tuvo ese lugar que la historia oficial debiera ponderar. Su entrega entera por el bienestar común de sus representados casi pasa al olvido absoluto.

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En los últimos años, viene propiciándose un proceso de reconstrucción histórica para recuperar la memoria del gremialista jachallero. En esta revalorización del legado, gracias el empuje de su nieto Damián Ferraris Espejo con la ayuda del periodista e historiador Hernán Brienza, lograron la publicación de la primera biografía autorizada.
El libro “José Espejo: el guardián de Evita”, reconstruye su vida desde los primeros pasos en el sindicalismo hasta su rol como mano derecha de Eva Perón, su prisión durante la proscripción del peronismo y su posterior exilio. Después de haberlo presentado en la provincia a fines de agosto (hubo dos encuentros, uno en la Biblioteca Popular Sur de Rawson y otro en el Teatro del Bicentenario de Jáchal) el texto despliega abundante información y también ciertas reflexiones para dar luz sobre hechos que todavía al día de hoy son objeto de debate.



Los orígenes en Jáchal y el tren que lo llevó a Buenos Aires
José Gregorio Espejo nació en el paraje de La Gran China (Jáchal) el 28 de marzo de 1912. Fue el primer hijo de la pareja formada por José Segundo Espejo y Francisca Vera. Con apenas 11 años de edad emigró a la Ciudad de San Juan para ganarse la vida. Después del crack económico de 1929, cansado de la pobreza y sin rumbo certero, decide subirse al tren con destino a Buenos Aires. Tras instalarse provisoriamente en Barracas, logra sus primeros puestos en una fundición de acero y en una carnicería, hasta que encontró lugar en la fábrica Bagley como chofer a finales de la década del ‘30. Allí se afilió al Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (SOIA), de orientación socialista.
Fue escalando todas las posiciones, desde delegado de comisión interna hasta formar parte de las mesas directivas de las centrales gremiales más poderosas de su sector.
Como tuvo una ávida curiosidad e interés por la lectura y la formación intelectual, asistía regularmente a la biblioteca de su barrio para nutrirse de todos los textos que podía aprovechar. Es por eso que quizás, su inquietud y deseo de conocimiento lo impulsó a tener una mayor consciencia de clase que fue determinante para posicionarse en la conducción gremial.



Actor decisivo en las movilizaciones del 17 de octubre
Espejo fue testigo y actor decisivo en las movilizaciones del 17 de octubre hacia Plaza de Mayo para reclamar por la libertad de Perón. Cuando el líder asumió la presidencia, tras ganar las elecciones democráticas de 1946, José fue promovido y elegido para asumir la conducción de la CGT. El aval y poder que acumuló el sanjuanino fue total y con el apoyo político de Evita, terminó siendo el artífice del decálogo del trabajador, que sintetizaba los derechos esenciales de los trabajadores y que en poco tiempo se incorporaron en la redacción de la nueva Constitución de 1949, siendo el propio Espejo, vicepresidente de aquella Asamblea Constituyente.
Estos derechos adquirieron un rango constitucional, un hecho histórico que no tuvo precedentes. En el contenido de la Carta Magna, se reconoció el derecho a trabajar; a una retribución justa; a la capacitación; a condiciones laborales dignas; al bienestar; a la seguridad social; a la protección de su familia; al mejoramiento económico; a la preservación de la salud; y la defensa de los intereses profesionales.


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Tras unificar la CGT y reordenar los gremios y confederaciones por ramas de actividad, consolidó un fuerte lazo entre el sindicalismo y el gobierno justicialista, en el que los trabajadores por primera vez contaban con representación activa en la toma de decisiones y en la resolución de políticas públicas y acciones de Estado.
Contribuyó por otro lado, a la creación de la Ley 14.250 que estableció los Convenios Colectivos de Trabajo. Una herramienta que les permitió a los trabajadores mejorar su posición para la negociación paritaria y las mejoras salariales.
Ayudó a establecer el Instituto Nacional de Remuneraciones, que reguló el salario mínimo, los salarios básicos y fiscalizar el pago del sueldo anual complementario (aguinaldo) y la distribución de los beneficios.
Fundó la Escuela Sindical Argentina, la primera biblioteca para la CGT y estuvo al frente de la creación del Teatro Obrero Argentino.
Fue presidente de EPASA, la empresa estatal que administró el ex-Diario La Prensa tras su expropiación y lo convirtió en el Diario de la CGT. Por primera vez, un medio de comunicación de gestión pública, terminó representando la voz y los intereses del sector gremial.



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Gracias a estas acciones institucionales, más otras políticas macro-económicas efectuadas por el gobierno justicialista, Espejo fue una pieza importante para equilibrar la relación Capital-Trabajo. En el primer período peronista, este hecho logró la efectiva distribución de la renta en partes iguales: la famosa paridad del 50% en la participación de los trabajadores y las empresas en las ganancias.

La candidatura a vice de Evita, algo que disgustó a Perón
Para 1951, Espejo fue uno de los impulsores de la fórmula Perón–Perón, que llevaría a Evita como candidata a vicepresidenta de la nación. A tal punto que, en el recordado y fallido Cabildo Abierto Justicialista, Espejo desafió al propio líder en medio de una intensa puja interna entre las facciones que conformaban el movimiento.
Cuando sucede el renunciamiento histórico de su compañera y conductora a la candidatura, más la oposición que presentó el propio Perón para que desistiera de la fórmula, comienza también su debilitamiento político. Tras el fallecimiento de Eva, el declive de Espejo fue rotundo, teniendo que renunciar junto a su mesa directiva que lo escudaba en el mando de la CGT.

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Sobre este aspecto, Hernán Brienza, consideró que fue un momento significativo que explica la lógica y la dinámica del peronismo como movimiento nacional y popular, como una tensión constante entre ambiciones políticas e intereses de varios sectores que buscaban su posicionamiento.
El 17 de octubre de 1952, se dio en Casa Rosada, el primer acto público sin Evita. Espejo quiso dar un discurso evocativo en conmemoración de la compañera y su pensamiento político. Pero varios cuadros instigadores de la interna peronista -el sector más burocrático y conservador del partido- provocaron interrumpirlo con abucheos. Ante el conflicto expuesto en medio de las palabras del sindicalista, Perón decidido a resolver la disputa y la presión, lo miró directamente y le dijo: “Espejito, te vas a tener que ir".




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“Estas lógicas internas -sostuvo Brienza- son lógicas del desafío a la conducción, pero tienen su precio. Lo que demuestra esos tires y aflojes, es la relación hacia el interior del entramado político. Muchas veces se cree que es una relación automática, subordinada y de obediencia política dentro del peronismo, pero no es tan así. Todo se discute en política y cada sector tiene su propia posición e interés. Incluso entre dos líderes importantes como Evita, Perón y el líder del movimiento obrero organizado que fue Espejo”.

Para el nieto Damián Ferraris, no le quedaron dudas. En el mismo libro dejó explícito su interpretación de los hechos: “la suerte de mi abuelo ya estaba echada cuando se conoció la enfermedad de Evita. No era confiable para Perón. Estaba demasiado cerca de Evita. Y eso es imperdonable. No solo porque cuestionó a Perón en el Cabildo Abierto ni por el tema de las armas. Mi abuelo era un testigo directo de la vida, de la lucha, de las convicciones de Evita. Por eso era molesto. No por su excesiva lealtad a Evita, ni por la supuesta deslealtad a Perón. Para mí no la hubo, sino que había estado allí husmeando la cocina del poder y porque sabía todo lo que había ocurrido”.

Años de resistencia y un escape de película
Después de su renuncia a la conducción de la CGT, Espejo continuó su labor como secretario general del Comité de Unidad Sindical Latinoamericano que se creó en México en 1952. Esa entidad fue el prototipo que con los años posteriores se transformaría en la Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas (ATLAS). Sin embargo, al año siguiente, presentó su renuncia y se dedicó al reparto de vinos para la Bodega Giol. Ya estaba direccionándose al retiro político, pero su condición de peronista y haber sido dirigente de la CGT, se convirtieron en estigmas y motivo directo de persecución y exilio. Todo se precipitó tras la caída de Perón y el Golpe de Estado de 1955, que realizó la autodenominada “Revolución Libertadora”. Con la dictadura de Aramburu consolidada, Espejo tuvo como destino la cárcel. Primero en Villa Devoto, incomunicado y aislado (casi era un desaparecido) de su familia sin poder recibir visitas. Luego, llegó al Penal de Las Heras. De manera similar como le ocurrió a varios militantes y políticos peronistas de alto rango.
El jachallero compartió la celda en navidad y año nuevo del ‘55 con otros cuadros importantes como John William Cooke, Héctor Cámpora, Oscar Albrieu, Alfredo Gómez Morales, Oscar Nicolini, Alejandro Leloir, José Gobello, Jorge Antonio y otros.



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En 1956 lo trasladaron al Buque Bahía del Buen Suceso. Allí padeció torturas físicas y psicológicas, hostigado y amenazado constantemente con el temor de perder a su familia. Finalmente, terminó recluido en la cárcel de Río Gallegos al poco tiempo junto al resto de sus compañeros de celda ya mencionados anteriormente y que se le sumó Guillermo Patricio Kelly y Pedro Gomis. La idea de escaparse a los pocos meses de presidio comenzaba a dar forma y en 1957 protagonizaron una fuga inimaginada y burlando los estrictos controles que funcionaban en el complejo carcelario. Como si fuera un thriller cinematográfico, el grupo de Espejo, Antonio, Cooke, Cámpora, Gomis y Kelly llegaron a cruzar la frontera y terminar en Punta Arenas, Chile. Toda una hazaña excepcional para las crónicas de aquella época. La fuga fue un éxito y todos recuperaron su libertad, como diría Brienza, “dejaron atrás un país de represión y de violencia”.
Al pisar suelo trasandino, los prófugos solicitaron asilo político y el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, les ofreció protección, frustrando así intentos de extradición por la dictadura de Aramburu-Rojas.

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Tras superar esos años duros entre el encierro y el exilio, la persecución, la represión y el espionaje policial durante el gobierno de Arturo Frondizi y la dictadura de Onganía, continuaron hostigando y atormentando al sindicalista. Además, para burlar la vigilancia policial, se tragó una carta de Perón con instrucciones precisas para sostener la resistencia en el país. Tal situación lo obligó a mantener un perfil bajo y transitar casi en el anonimato en la vía pública con temor a perder su trabajo si lo descubrían, como también evitó que su familia corriera más riesgos.

La retirada
Con el regreso de Perón en 1972 a Argentina tras un exilio de 18 años y de proscripción, la vida política de Espejo fue lentamente apagándose. Trató de rebuscarse la vida como taxista, vendedor de café y galletas o de repartidor. Sintió que ya no estaba para seguir luchando. Cuando llegó a tener un último encuentro con el líder, en la Quinta de Olivos, ya ejerciendo su tercera presidencia. Durante la charla que mantuvieron, Perón lo interpeló:
- Espejo, ¿por qué no está metido? ¿por qué no me acompaña en esta?
Luego de un silencio y una mirada profunda, le contestó:
- ¿Sabe qué pasa, general? Que usted está rodeado de traidores…
La charla culminó y se despidieron con afecto y respeto mutuo. Nunca se volverían a ver en persona. A los pocos meses, el gran conductor fallecería y el viejo sindicalista iniciaría su jubilación y siguió vendiendo café en el centro porteño para ganarse la vida.



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Espejo falleció en 1980, a consecuencia de un Accidente Cerebrovascular (ACV). Se fue de este mundo en el silencio y con el olvido de la historia oficial, lejos del reconocimiento que merecía, pero acompañado por su familia. Justamente, Damián, su nieto es quien emprendió esta cruzada por rescatar la crónica de su pasado, aunque con muchas dificultades por la escasez de registros y recolectando cientos de testimonios de quienes lo conocieron en persona.
Esa búsqueda por reivindicar su legado, se condensó en este libro biográfico que terminó de editar a fines del año pasado. Lógicamente, la obra no está cerrada, sino que se trata de un punto de partida para seguir reconstruyendo la historia poco conocida e ignorada de su abuelo.



Audios y videos de discursos de José Espejo
“José Espejo - Cabildo Abierto Justicialismo 22.08.1951”
El Cabildo Abierto del Justicialismo se realizó el 22 de agosto de 1951 en la Avenida 9 de Julio de Buenos Aires, frente al edificio del Ministerio de Obras Públicas. Fue una movilización masiva —más de dos millones de personas— convocada por la CGT para pedir públicamente a Eva Perón que aceptara acompañar a Juan Domingo Perón como candidata a vicepresidenta en las elecciones de ese año. En el acto, José Espejo, desafió políticamente a Perón para que se exprese y respalde la fórmula Perón–Evita. A pesar que ese día Evita dejó abierta la posibilidad, el 31 de agosto anunció por cadena nacional su renunciamiento histórico.

Audios y videos de discursos de José Espejo

“José Espejo - Cabildo Abierto Justicialismo 22.08.1951”
El Cabildo Abierto del Justicialismo se realizó el 22 de agosto de 1951 en la Avenida 9 de Julio de Buenos Aires, frente al edificio del Ministerio de Obras Públicas. Fue una movilización masiva —más de dos millones de personas— convocada por la CGT para pedir públicamente a Eva Perón que aceptara acompañar a Juan Domingo Perón como candidata a vicepresidenta en las elecciones de ese año. En el acto, José Espejo, desafió políticamente a Perón para que se exprese y respalde la fórmula Perón–Evita. A pesar que ese día Evita dejó abierta la posibilidad, el 31 de agosto anunció por cadena nacional su renunciamiento histórico.


Fragmento del discurso de José Espejo en el Congreso de la Nación despidiendo a Eva Perón antes de trasladar su cuerpo a la sede principal de la CGT donde descansaría hasta ser construida la cripta dentro del Monumento al Descamisado. 
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Reporte del Noticiario Panamericano donde relata la inauguración de la nueva sede de la CGT con escenas del secretario general José Espejo, entre otros temas.
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GALERIA MULTIMEDIA
José Espejo habla en un acto, mientras Perón lo escucha atentamente.
La familia de José Espejo
En septiembre de 1948, Evita acompañó el casamiento de José Espejo junto a Beatriz.
José Espejo posa contemplando la geografía de su pueblo natal, en Jáchal.
José Espejo y sus hijas.
Discurso de José Espejo con la mirada atenta de Evita en el anuncio de la nacionalizacion de los ferrocarriles, en 1948
El General Perón visita a José Espejo en el Centro de Salud Gallego con motivo de haber sido sometido a una operación quirúrgica.
Despedida final de José Espejo, en representación del movimiento obrero en el cotejo fúnebre a Evita.
Los prófugos de Río Gallegos. (De izquierda a derecha) Patricio Kelly, Pedro Gomis, José Espejo, Héctor Cámpora, Jorge Antonio y John Williams Cooke. Punta Arenas, Chile. 18 de marzo de 1957.
José Espejo en un acto en la Fundación Eva Perón.
Renunciamiento histórico. Discurso de Evita en el Cabildo Abierto del Justicialismo, el 22 de agosto de 1951. José Espejo la observa desde el costado.
José Espejo despide a Eva Perón en el Congreso de la Nación. Agosto de 1952
Inauguración de la nueva sede de la CGT con la presencia de José Espejo, Juan Domingo Perón y Eva Perón,
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