A Pocito

Profundo y reciente.
Hasta en el inmenso olivo.
Una bodega y un patio silencioso.
Amaneces…un lienzo asombrado
de surco y canto
riguroso. Corres, creces.
A la tierra de grietas y a la cumbre
luz severa, honda y delineada.
Sumerge el azadón las preguntas
terrestres cada mañana.
El barril lejano expande vida
y la huerta es una fiesta
de agricultores, de golpes
y memorias productoras.
¿Quién no ha de conocerte
amarrado al verde paralelo
de viñedos, acequias y donde fueron
los temblores que vuelven?
La mano en los arneces y cansados
Miguel, Ramón, Milagros y María
bronchados de jarilla, de legumbres,
caliente, dichosos, solos, nuevos,
cosechan un jazmín infinito.

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