En San Juan la tasa de casamientos bajó 27% en los últimos 9 años. Mientras tanto, aumenta sin parar la cantidad de parejas que viven bajo el mismo techo, sin libreta de matrimonio ni bendición religiosa. ¿A qué se debe esta tendencia?
“De la gente que conozco, la mayoría de los que se casaron ya están divorciados. Y los que se fueron a vivir en pareja, aún siguen juntos”, es la razón de Alejandro para elegir convivir sin casarse. Todo lo contrario de Francisco, quien observa: “viven en pareja los que no están convencidos de sus sentimientos y están casados quienes se tomaron en serio la idea de empezar una vida de a dos”. Estas motivaciones para contraer matrimonio o evitar hacerlo, se escuchan cada vez con más frecuencia entre las parejas jóvenes de nuestra provincia.
Pero no son las únicas: la relativización de lo que pensará la abuela, la patria y los santos evangelios lleva a que más enamorados vivan bajo el mismo techo, sin libreta matrimonial. Amedrentan para formalizar, cientos de divorcios anuales en la Justicia local. Y convence la anorexia del bolsillo a la hora de pagar una fiesta digna de la aprobación de los vecinos.
Por otro lado, muchísimas parejas continúan confiando en la institución matrimonial, ya sea por convicción personal, la experiencia exitosa de otros, o por creencias religiosas. Miles de bodas anuales lo demuestran.
Lo cierto es que en San Juan, la idea del casamiento está en franca retirada. Todo lo contrario sucede con la vida en pareja, que gana en adeptos día a día. Según los datos del Registro Civil de la provincia, la tasa de casamientos en relación a la población bajó un 27% en los últimos 9 años. En todo el año 2008 se registraron 2.408 uniones, frente a 2.581 del año 2003 y 2.778 del 2000. Los números cobran mayor significado si se tiene en cuenta que en este lapso, la población sumó 117.136 habitantes (ver tabla).
Un buen indicador de ese crecimiento poblacional es la Maternidad del Hospital Rawson. Allí se producen alrededor de 7.000 nacimientos por año. Contrariamente a lo que sucedía hace una década, del total de las mujeres que dieron a luz en el último año, el 46% viven en concubinato. La jefa del servicio, doctora Cristina Urizar, especifica las estadísticas: “entre 2008 y abril de 2009, sólo el 18% de las madres que llegaron acá estaban casadas; el 19% eran solteras y un 0,8% divorciadas. Excepto un porcentaje menor que no dejó datos, todo el resto tiene pareja estable”.
“Es la economía, estúpido” dijo Bill Clinton a Bush padre y ganó la presidencia de Estados Unidos en 1992. “Billetera mata galán”, lanzó el más autóctono Jacobo Winograd y se convirtió en un “mediático” de culto. Salvando las diferencias, ambas frases sirven para definir el fenómeno. Lo que inclina la balanza de los sanjuaninos a la hora de formalizar una relación afectiva, es la capacidad del recibo de sueldo.
Claro que la población de San Juan continúa manteniendo una gran cuota de gusto por la tradición y la formalidad. En un informe publicado por este medio hace pocos meses, se registró la opinión de empresarios relacionados con la organización de eventos. Todos coincidieron en que el sanjuanino “es fiestero”, está más dispuesto que otros argentinos a pagar por una fiesta de casamiento y le gusta tirar la casa por la ventana a la hora de dar el sí.
Pero los desafíos económicos no terminan allí. Muchas parejas que necesitan atenerse a sus creencias religiosas confiesan que pueden posponer la vida en pareja hasta bien pasados los 30 años, si antes no pueden tener casa propia. Y otros reconocen que prefieren esperar a contar con mayores seguridades laborales.
Más allá de los motivos económicos, subyacen razones más personales. Según aclara la licenciada en filosofía y doctora en Ciencias Sociales, Roxana Kreimer, “para algunas mujeres todavía sigue siendo muy fuerte la imagen simbólica del casamiento, heredera de los símbolos de la monarquía. La novia tiene vestido de reina, desfila sobre alfombras rojas como una soberana y baila valses como en los salones europeos. Pero también puede ocurrir que las personas tengan la voluntad de legitimar la unión ante la sociedad. Y esta es la razón por la que muchos hacen la fiesta, pero no se casan ni por el Registro Civil ni por la Iglesia”.
Quienes descreen de documentos o bendiciones, apuntan a idea del compromiso diario. Para Natalia, de 31 años, en pareja con Alejandro desde hace 3: “convivir es tener la posibilidad de elegir cada día seguir adelante o no con una relación. Casarse sería como creer que esa unión está garantizada, cuando de hecho no es así”.
Para los sociólogos, el santo grial de nuestros días es la realización personal. La responsabilidad con otros, se aplaza hasta donde se puede. En este contexto, la convivencia de hecho ¿es un pase libre por si aparece un mejor postor? ¿Una puerta con mirilla para sentir que no se salió del mercado? ¿O una vía de escape por si las cosas se complican? ¿Quién puede asegurar el futuro? En tiempos modernos, nadie.
La abogada Edith Ginsberg, a cargo de la mesa receptora de los dos juzgados de Familia de la provincia, reconoce que el número de divorcios aumenta año tras año. No da números, pero lanza una opinión personal: “Hay mucha menos paciencia en la pareja y mucha más independencia en los individuos”.
Por su parte, la especialista en terapia familiar, licenciada en Psicología Aída García de Romero, explica que la Ley de divorcio aceleró los cambios en la sociedad argentina. Cambios que estaban latentes y eran necesarios, claro. Pero que cuando encontraron un marco legal, hicieron estallar en miles de posibilidades el modelo familiar tradicional: familias ensambladas, madres solteras, parejas homosexuales, parejas de hecho. Gracias a estas conquistas, hoy todo vale para buscar la felicidad y conjurar la infidelidad. Lo cierto es que junto con las libertades personales, se instaló la ilusión de un salvoconducto de los males más temidos: la rutina, la traición y el fin del amor.
Según la socióloga porteña Susana Torrado, las cifras del Registro Civil de Buenos Aires comprueban que está en crecimiento la cohabitación de prueba como una especie de seguro...contra terceros.
"Las parejas que deciden irse a vivir juntas por primera vez no se casan. Quieren probar. Hoy, la mayoría de los jóvenes que se casa lo hace después de haber tenido un hijo. Ni antes del primero ni después del segundo", apunta Torrado.
Lejos de atarnos más a tradiciones como generalmente se cree, los sanjuaninos vamos por el mismo camino: “Claro que es una tendencia la convivencia como modo de prueba. Sólo se piensa en formalizar cuando aparece la necesidad de tener hijos”, indica Laura Avila, investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNSJ.
La opinión de Natalia no hace más que confirmar la tendencia: “Yo necesito un período de prueba de convivencia. Necesito saber cómo es la otra persona, no sólo en los momentos lindos”.
En el nombre del hijo
La única garantía que los sanjuaninos consideran inobjetable a la hora de formalizar una pareja, es la estructura que el matrimonio puede proporcionar a los hijos. “Yo no tendría problemas en casarme si eso significara evitar inconvenientes en el futuro, sobre todo si tenemos hijos”, explica Alejandro.
Según explica la filósofa Kreimer, religión cristiana es la única que plantea la indisolubilidad del vínculo matrimonial. Un filósofo cristiano, Jean Guitton, juzgaba que la institución matrimonial significó un avance para los derechos de la mujer, porque implicaba que el hombre no podría abandonarla con tanta facilidad mientras los hijos fueran pequeños. Mientras tanto, distintos estudios científicos se empeñan en demostrar que el “amor químico” dura exactamente 7 años. ¿La razón? Es el tiempo mínimo que necesita una pareja para criar a un vástago con posibilidades de supervivencia.
Los estudios que respaldan “la comezón del séptimo año”, comenzaron con teorías antropológicas. Como señala Eduardo Punset en su libro El viaje al amor (Planeta), nuestros antepasados formaban una pareja porque la cría humana tarda mucho tiempo en ser independiente y necesitaba dos adultos en sus primeros años de vida. Uno que la cuidara y otro que buscara alimento.
Pero a la herencia genética se sumaron las hormonas. La profesora de Antropología de la Universidad de Rutgers, New Jersey, Helen Fisher, presentó en 1999 un estudio elaborado a lo largo de 15 años en 62 países. El mismo demostraba que en todos los lugares, con culturas muy distintas, las relaciones amorosas se regían por las siguientes fases: lujuria, atracción y unión. La primera, el deseo sexual, está inducida por la secreción de testosterona. La atracción, el enamoramiento, tiene que ver con los niveles bajos de serotonina y la liberación de dopamina (el neurotransmisor que genera la sensación de bienestar). La tercera fase, la de la unión estable, sobreviene entre el cuarto y el séptimo año. Allí se descubrió que el “amor consolidado” tiene dos responsables: la oxitocina (esencial también a la hora de establecer el vínculo entre la madre y el recién nacido) y la vasopresina.
Cambia, todo cambia
“Sostener la indisolubilidad del vínculo cuando dos personas ya no son más felices viviendo juntas, no es algo que hoy parezca aceptable. Si antes se privilegiaba a la familia como estructura, hoy se privilegia a la pareja como relación y no por ello no se forman menos parejas que antes. Lo que sucede es que ahora muchísimas menos parejas se casan”, afirma Kreimer.
La moneda de cambio es la identidad de la mujer. Ya no se basa exclusivamente en la estructura de la familia. “Estar casada hoy ya no expresa un mensaje tan rotundo como antes. El estigma hacia la solterona (expresado en figuras como la de Doña Rosita la soltera) ha desaparecido. La sociedad tampoco estigmatiza más a la madre soltera ni a los padres que no legalizan su unión”, agrega. El resultado es que cada vez más personas consideran que el Estado no tiene por qué inmiscuirse legitimando un acto tan privado como una unión amorosa.
¿Quién dijo que el matrimonio otorga alguna seguridad? ¿Quién dijo que un juez, un cura, un rabino o un pastor pueden impedir que dos personas dejen de llevarse bien?, se pregunta Antonio, de 47 años, en pareja desde hace 2 con Sebastián, de 60.
Estos sanjuaninos optaron por contar su historia sin revelar su identidad, “por respeto a al entorno laboral”. Sin embargo, los dos comentaron que luego de años, hoy gozan de la aprobación de todos sus familiares. En su caso, el compromiso de vivir bajo un mismo techo revela un componente especial: “es el fruto de haber luchado palmo a palmo por la legitimación de nuestra unión”, dice Antonio.
Ese camino se asemeja al que realizaron alguna vez las mujeres, por zafarse del rol social que le fue dando la historia. Según concluye Kreimer, “hoy queda cada vez más claro que los derechos sociales de los hijos y de los integrantes de las parejas heterosexuales y homosexuales deberían ser reconocidos, independientemente del estado civil de la persona”, concluye Kreimer.
La tendencia a la vida en pareja se da con mayor fuerza en otras provincias argentinas. En los últimos ocho años la cantidad de personas que se casaron en la provincia de Buenos Aires bajó un 20%. Según datos del Registro Civil porteño: en 2000, fueron 33.532 contra 26.910 en 2007, la última estadística disponible. Sin embargo, la cantidad de parejas que decidieron convivir sin pasar por un registro civil o una iglesia es una tendencia en crecimiento.
La explicación de este escenario, según un estudio realizado por el Centro de Opinión de la Universidad Nacional de La Matanza es que "el 86% de los argentinos no cree en las uniones legales".
"Hace 25 años, el casamiento era el punto de partida de una familia, la estación cabecera desde donde salía el tren. Ahora, el matrimonio es una estación más, una instancia eventual que puede llegar o no en la vida de una pareja", explica Susana Torrado, titular de la cátedra de Demografía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
“La precariedad laboral retrasa las decisiones importantes”
La socióloga, Laura Avila, forma parte de un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNSJ, que actualmente está realizando un estudio sobre el uso del tiempo libre en sectores medios y populares de la sociedad sanjuanina. Entre sus conclusiones, destaca que hombres y mujeres privilegian cada vez más los proyectos personales por dos motivos: una ruptura con el modelo de familia tradicional y una inseguridad laboral en aumento.
- En el estudio que están realizando sobre los hábitos de los jóvenes sanjuaninos, ¿se percibe una tendencia en las parejas a rechazar el casamiento y a optar por la convivencia?
- Sin dudas: hay una tendencia cada vez mayor a postergar decisiones formales. Las parejas jóvenes primero quieren hacer un período de prueba. Recién cuando surge la necesidad de tener un hijo, empiezan a pensar en formalizar la relación. Esto tiene que ver con un cambio cultural que ha habido en nuestro país y en el mundo entero, caracterizado por la relativización de las normas formales, de las tradiciones sociales, religiosas o familiares. Pero otro lado, por una situación económica que condiciona. La precariedad laboral retrasa las decisiones importantes de las personas.
- ¿Qué implica el cambio cultural?
- Hace 30 años la familia era la institución básica de una sociedad completamente diferente. Había dos figuras de proveedores: el Estado de bienestar a nivel social, y el hombre proveedor, a nivel familiar. Esta era la estructura tradicional, un modelo asumido por el hombre y por la mujer sin cuestionamientos. Pero a partir de los años 60, comenzaron las posibilidades de ruptura con ese modelo. Las mujeres comenzaron a cuestionarse el rol de garantizar las actividades reproductivas como única posibilidad de realización y comenzaron a ocupar espacios públicos. Claro que en esto influyó el avance de la ciencia a todo nivel, comenzando con la posibilidad de controlar la natalidad. La emancipación femenina provocó un quiebre muy grande en el modelo tradicional. Y como resultado, hoy los individuos privilegian más los proyectos personales: hombres y mujeres ya no piensan que todo pasa por la familia.
- ¿Cómo influye la situación económica?
- Hoy los jóvenes tienen muchas menos posibilidades de encontrar un trabajo estable que hace algunas décadas. Ingresan mucho más tarde al mercado, necesitan más años de especialización para encontrar un empleo estable, en blanco. Y aún así, las posibilidades de estabilidad son mucho menos claras que en la generación anterior. La década del ’90 trajo aparejada una flexibilización laboral que precarizó el empleo. Esto dio como resultado un condicionamiento hacia todos los vínculos afectivos y por lo tanto las relaciones familiares. En la pareja joven, el hombre y la mujer trabajan para sobrellevar los gastos familiares, y muchas veces es necesario que tengan 2 o 3 trabajos para afrontar la llegada de los hijos. Esto da como resultado un retraso de las decisiones importantes.
- ¿Cuánto tiempo retrasan los sanjuaninos las decisiones de tener hijos, o pasar por el registro civil?
- En las décadas del ‘70 y ‘80, los sanjuaninos se casaban y tenían hijos entre los 20 y 25 años. Hoy empiezan a formalizar y a pensar en formar una familia entre los 30 y los 40. Pero además cambiaron las necesidades de la familia tipo: ya las parejas de clase media no tienen más de dos hijos, precisamente por las posibilidades económicas.
- Al hablar de clase media, está indicando que el cambio no se da de la misma manera en todos los sectores de nuestra sociedad. ¿Hay distintos comportamientos?
- Sí, las clases populares mantienen cánones más tradicionales en cuanto a las edades en las que asumen la formación de la familia y la reproducción. En cambio, en la clase media aparecen otras expectativas, como la necesidad de viajar, trabajar, desarrollar proyectos personales. Estos proyectos personales se anteponen a los familiares, sobre todo en el caso de las mujeres, si se las compara con las de las generaciones anteriores. En los varones, el cambio se manifiesta como una preferencia por una mayor libertad, la búsqueda de extender el tiempo para disfrutar sin ataduras.
FOTO: LAURA AVILA
PAULA GUARNIDO Y WALTER VARAS
“La traba para casarnos es económica”
Paula Guarnido y Walter Varas viven juntos hace 5 meses. Ella tiene 25 años y el 30. Ambos son profesores de Educación Física, están de novios desde hace 7 años, y quieren casarse algún día... cuando tengan dinero para hacer una fiesta.
- ¿Por qué decidieron irse a vivir juntos?
Paula: Estamos juntos hace mucho tiempo y teníamos ganas de que la relación avanzara. Walter hacía tiempo se había recibido y a mí me faltaba muy poco, los dos tenemos trabajo y podemos mantener nuestros gastos. Lógicamente la idea era casarnos, pero la primera traba que surgió fue la económica. En este momento el dinero que tenemos no podemos gastarlo en una fiesta. Preferimos ahorrar o hacer un viaje y hacer un casamiento con fiesta cuando podamos afrontarlo.
- ¿Cómo reaccionaron sus familias?
Walter: Mi familia hubiera preferido un casamiento porque es la costumbre. Todos mis hermanos están casados y son mayores, tienen esa mentalidad. Pero nos dieron siempre todo el apoyo. En el caso de Paula fue más natural, porque sus padres se divorciaron y luego volvieron a formar pareja. Pero además, cuando comunicamos que íbamos a vivir juntos a las dos familias, lo expresamos como una decisión tomada.
FOTO: WALTER VARAS y PAULA GUARNIDO.
Después de estar de novios durante 8 años, Carolina y Francisco, ambos de 31 años decidieron casarse. En septiembre del 2008 pasaron por el Registro Civil y por la Iglesia. Llegó la fiesta, el departamento alquilado y las cuotas para tener la casa propia.
Para ellos, casarse fue una cuestión de compromiso interno.
- ¿Qué razones los llevaron a tomar la decisión de casarse?
- Francisco: Los dos coincidimos en que casarse es un acto de compromiso con el otro. Yo veo que hay parejas que conviven y en realidad uno de los dos o los dos están pensando que si salen las cosas mal, cualquier día pueden separarse y a otra cosa. Creo que quienes no se casan no asumen un compromiso real, no están responsabilizados profundamente con la otra persona.
- ¿Piensan que un papel o la bendición de un sacerdote puede impedir que se quiebre la relación?
Carolina: No, claro que no. Eso es sólo un símbolo. Para nosotros significa asumir un compromiso. Sin casamiento no hay compromiso. Es como que la pareja no se propone: a partir de ahora vamos a empezar un camino juntos y vamos a hacerlo bien. Claro que nosotros venimos de familias que se han mantenido unidas frente a todos los problemas y esto nos hace creer en el matrimonio. Yo creo que en muchas parejas, el hecho de no casarse delata falta de sentimientos verdaderos, temor a responsabilizarse, pero a veces simplemente, hay personas que no creen por haber visto tantos matrimonios frustrados.
“No descartamos el matrimonio, por los hijos”
Natalia Davila y Alejandro Molina viven juntos hace 3 años y están de novios hace 4. Ella tiene 31 años y el 37. Entre las razones que encontraron para vivir juntos, la económica fue la primera. La libertad y la necesidad de probar un período de convivencia fueron los argumentos para suspender la boda por tiempo indefinido.
- ¿Cómo tomaron la decisión de vivir juntos?
Natalia: El principal motivo fue económico. Cuando estábamos de novios, llegó un momento en que Alejandro venía todos los días a hacer de comer a mi casa porque yo trabajaba hasta las 3 de la tarde; el alquiler lo pagaban mis padres con todo lo que eso significa, Hasta que me propuso empezar a compartir los gastos para poder estar mejor los dos. El segundo motivo es que en mi caso, yo necesito un período de prueba de convivencia. Necesito saber cómo es la otra persona, cuando tiene sueño, cuando está cansada, cuando hay problemas, no sólo en los momentos lindos. Creo que el casamiento debería ser el broche de oro a una larga relación de construcción en común.
Alejandro: Yo no descarto el casamiento si va a significar solucionar temas como por ejemplo, los que puedan surgir con los hijos. Ninguno de los dos descartamos el matrimonio en el futuro, por los hijos. Pero por ahora, es una elección diaria. Nosotros sentimos que estamos eligiendo seguir al lado de la pareja cada día.
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Tasa de matrimonios en San Juan por cada 1.000 habitantes – Período 2000- 2008 | |||||||
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Año |
Total Población |
Matrimonios |
Tasa |
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2000 |
578.504 |
2778 |
4,8 |
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2001 |
627.913 |
2533 |
4,0 |
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2002 |
637.602 |
2208 |
3,5 |
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2003 |
647.156 |
2581 |
4,0 |
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2004 |
656.727 |
2526 |
3,8 |
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2005 |
666.446 |
2674 |
4,0 |
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2006 |
676.189 |
2590 |
3,8 |
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2007 |
685.883 |
2572 |
3,7 |
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2008 |
695.640 |
2408 |
3,5 |
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Fuente: IIEE, en base a datos proporcionados por la Div. Bioestadística y Reg. Civil. |
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Nota publicada en El Nuevo Diario el 5 de junio de 2009