El pasado y el presente del ex N° 8, radicado en EE.UU.; la política, la salud y su generación
El Turnberry Yacht Club es una porción glamorosa en el norte de la ciudad, junto al Canal Intracostero (Intracoastal Waterway). Yates de varios millones de dólares lucen, relucientes, amarrados al muelle. Al pie de un puñado de torres de lujo, unos 20 chicos de diversas nacionalidades se entrenan diseminados en ocho canchas de tenis, cuatro de cemento y cuatro de green clay. Son las cuatro de la tarde y la academia de Guillermo Cañas está en pleno funcionamiento. El ex número 8 del ranking y una de las piezas de la fabulosa Legión Argentina hace casi ocho años que está radicado en la Florida. Lo decidió después de que tres ladrones lo asaltaran cuando llegaba a su casa de Tapiales y le llevaran el auto, dinero y documentos. Tiene su vida hecha aquí: en pareja con la modelo brasileña Fabiana Semprebom, fueron padres, hace un año y cinco meses, de Juan.
Rodete en el cabello y el nombre de su mujer en caracteres árabes tatuado en el antebrazo derecho, Cañas se acomoda en la terracita de la academia, siguiendo de reojo a los que juegan. A pocos metros se exponen fotos suyas junto con Novak Djokovic, Rafa Nadal y Roger Federer, a quien le ganó en dos torneos consecutivos de 2007: en Indian Wells y, 16 días después, en Miami. "Cuando jugaba no tenía pensado vivir afuera, pero terminé acá y estoy contento. Tengo a toda mi familia en la Argentina y se ve difícil por la inseguridad y la economía. Siempre estoy abierto a volver a casa, pero hoy está lejos. Me parece que el país necesita un cambio para volver a crecer, para tener iniciativa e inversores extranjeros. Pero, de los candidatos, no sé quién puede representar ese cambio. Nunca me metí en política, aunque si lo hiciera sería en algo vinculado al deporte, que es de lo que sé. Hoy estoy feliz acá. Después de lucharla muchos años, en la academia me va bien. Somos casi 37 personas trabajando; es como una compañía", confiesa Cañas, que oficializó su retiro en marzo de 2010 -oficialmente actuó por última vez en 2009, en Hamburgo- después de pelear y padecer diversas lesiones y cirugías en las muñecas.
Después de dejar de competir estuvo mucho tiempo sin cuidarse en las comidas y llegó a pesar 122 kilos. Hace tres meses comenzó una dieta y bajó 30kg. "El aumento de peso fue algo normal después de una vida con limitaciones por el deporte. Me dolían mucho las rodillas. Estuve así dos años. Pero no tenía el esfuerzo y la motivación de hacerlo. Y de un día para el otro dije ''Listo''. Hice dieta, empecé a entrenarme, ya tengo un peso normal y puedo hacer más cosas. Empecé a jugar al paddle hace un año con amigos. Jugamos algunos torneos y hasta fui a competir a Mallorca", cuenta Willy, que ganó siete títulos individuales de ATP, entre ellos el Masters Series de Canadá 2002.
-¿Sos de mirar hacia atrás, de repasar tu carrera?
-No, nunca miré videos míos. Nunca vi los partidos con Federer. No soy melancólico. En algún momento, sobre todo con las operaciones de la mano, sí pensé ?Podría haber hecho tal cosa''. Pero después analicé todo lo que venía alrededor de eso y no me arrepiento de nada. Nunca tuve un diagnóstico exacto en la mano. Me operé dos veces en la Argentina y dos en los Estados Unidos. Lo peor de una situación así es la recuperación, incluso más que no competir. Y lo digo, por ejemplo, pensando en Juan Martín (Del Potro). Porque son muchas horas. Después de mi última operación, mover un dedo me llevó casi cuatro meses de casi nueve horas diarias de trabajo. Imaginate lo que me llevó recuperar toda la mano.
-Las lesiones te afectaron mucho, pero también la sanción de dos años reducida a 15 meses por el doping (en Acapulco 2005 se le detectó hidroclorotiazida, un diurético).
-Sí, fue el momento más duro de mi carrera y de mi vida personal.
-¿En qué te equivocaste?
-En nada. Lo sostengo ciento por ciento. No tengo nada que esconder. La sanción fue por culpa de no haber rechequeado lo que el médico me había dado. Fui criado en el tenis sabiendo que no tenía que confiar en los médicos de afuera y sí en los de los torneos, porque eran parte del circuito, eran palabra santa hasta el día en que me pasó. Mi culpa fue confiar en el médico del torneo. ¿Por qué tendría que haber rechequeado a alguien que, en teoría, era la persona correcta? Lo habría vuelto a hacer de la misma manera.
-Y ese año no te dejaron entrar en el US Open por estar suspendido?
-Sí, me sentí como el culo. Hay una regla que dice que no podés entrar en ninguna competencia si estás sancionado. En ese momento estaba de novio con Pitu Salerni, que estaba compitiendo ahí, y me hicieron sentir como la peor basura. Es algo que habría preferido no vivir. Mi carrera de tenista no fue normal: tuve demasiados obstáculos y siempre los pude superar. En ese sentido me siento contento, porque pude haber quedado en el camino y, sin embargo, seguí.
-Además, fuiste parte de la Legión, lo que equilibra la balanza, ¿no?
-Sí y creo que será imposible que se repita la Legión, por la cantidad de personas que había involucradas. Fui parte de un cambio deportivo en un país. Fue increíble; un grupo que logró que personas que no tenían ni idea de lo que era el tenis pidieran en un bar que pusieran el partido en la tele. Fue un boom. En cuanto a lo que generaba, la Legión puso al tenis casi al mismo nivel que el fútbol.
-¿Cómo era la competencia entre ustedes?
-Fue una competencia sana al principio. Nos dimos un empuje. Muchas veces yo no podía viajar con mi preparador físico, y con Zabaleta compartíamos gastos. Eso pasó con muchos. Todos teníamos ganas de estar ahí, dábamos lo mejor, sabíamos que nadie iba a regalar nada, nos respetábamos. Para mí, en los últimos 15 años, el tenis argentino tuvo tres estrellas que podrían haber sido número 1: Nalbandian, Coria y Del Potro. Todos los demás fuimos grandes jugadores, pero esos tres fueron distintos. Parecía que estar 20 del mundo era una cagada. Si no estabas top ten, ah no... Te vas acostumbrando. Hoy tenés a Del Potro lesionado, pero tenés a Mayer 30 y pico del mundo, que es un ranking de la puta madre y muchos dicen ?Ah, pero es una posición pobre''. Es un ranking que hace 20 años todo el mundo en la Argentina quería tener y hoy casi que es uno más. Esa sensación la provocó la Legión.
-Faltó la Copa Davis. ¿Por qué?
-Sólo faltó la Davis, sí. Creo que era el broche de oro para una camada que ganó Grand Slams, Masters, Masters 1000, se hizo todo. Menos la Davis. Una pena. Y no tengo muy en claro cuáles fueron los motivos. Se cometieron errores.
-La Argentina terminó el año sin títulos de single en ATP por 1a vez desde 1997. ¿Cómo lo analizás?
-Hoy no estamos ligando. Hay dos grandes jugadores lesionados, como Mónaco y Del Potro, que podrían ganar torneos. El otro es Mayer, que tiene potencial. No sé si es una preocupación: es la realidad. Se sabía que la Argentina no iba a tener la misma cantidad de jugadores. El que no lo entendía es porque no sabía de tenis. La Argentina no va a volver a tener lo que tuvo, pero sí seguirá sacando buenos jugadores.