Vivos y tontos

Vivimos en el reino de la avivada donde el que se queja es un botón y el avivado un triunfador. La impunidad es también un problema de pautas culturales

La primera lección la recibimos en nuestras casas:
—Dejá de acusar a tu hermano. Arréglense entre ustedes...
Sí, son cosas de niños. Que pueden tener tres, cuatro o cinco años. Aunque tenga razón, ni los padres soportan al que delata.


A los 6 años, con la escuela, el aprendizaje ya es mucho más metódico.
Es de "macho" soplarle al compañero vago que no estudia. Si no se lo hiciera, uno se transforma en una real porquería. Es más, el que se copia es un "pícaro", término conceptualmente laudatoria. El "traga", en cambio, es un "chupamedias" que quiere quedar bien con la señorita.
Ni hablar del delator. El grupo tiene que bancarse las gracias de los dos o tres más indisciplinados.


Ya no está el servicio militar. Ese era "el master" que reforzaba todo el aprendizaje. Si a uno le robaban las medias debía pagar por tonto. El que las robó era el vivo.

Después de tan completo aprendizaje, no es de extrañar que uno asuma pautas culturales de por vida. Por ejemplo:
•Se está dispuesto a aceptar como "rapidísimo para los negocios" a quien en la práctica orilla la delincuencia.
•Se llega a considerar "tonto" o un calificativo más grueso al que le va mal o es víctima de los "rápidos".
•Se puede criticar en la intimidad cualquier conducta reñida con principios que sostenemos... "pero de ahí a ser un delator, no... ¡Vamos...! ¿O acaso pensás que soy un botón?".


Aclaremos: no es que todos nos transformemos en delincuentes, indisciplinados u hombres sin principios. De ninguna manera. Ese campo queda reservado para unos pocos. Pero el resto, la gran mayoría, toleramos y hasta aceptamos a esos pocos.

•Así, si alguien comete un delito, "es un problema de la policía descubrirlo". Y de la justicia castigarlo. Nosotros tenemos que limitarnos a hablar de ineficiencia policial o juidicial si el delito queda impune.

•Si alguien evade impuestos es un problema de Rentas o de la AFIP, aunque el evasor sea un competidor nuestro que corre con ventajas.

•Si un mal profesional con sus torpezas o su mala intención comete daños irreparables sólo podemos mirar con cara de lástima al pobre desgraciado que solicitó los servicios de un sujeto con "tan mala fama".

Y bien, señores. Así nos va.

Y este panorama se repite entre comerciantes e industriales, entre docentes y jubilados, entre periodistas y funcionarios, entre profesionales y cuidacoches.

>>El "vivo" es el que fue cuatro años diputado y se jubiló con 10 mil pesos por mes. El "tonto" es el que trabajó toda una vida y cobra 1.500 pesos.

>>El "vivo" es el docente que presenta un certificado médico y está sentado en una oficina o "en comisión" en su casa. El "tonto" es el docente que está al frente del grado y hasta pone de su bolsillo plata para comprar las tizas.

>>El vivo es el que le sacó varios millones de pesos al viejo Banco San Juan por acomodo político y no pagó o devuelve monedas. El tonto es el que la vez que consiguió un crédito tuvo que dar todas las garantías y casi se lo come vivo el banco.

>>El vivo es el que no paga los impuestos y se acoge a todas la moratorias. El tonto es el que paga regularmente.

>>El vivo es el que se la "cancherea" para vivir sin trabajar. El tonto es el que quiere producir.


Y, sí, señores. Son pautas culturales. Pautas que han hecho que vivamos en el reino de la impunidad, de la avivada. El reino donde el que se queja es "un botón".
Y así nos va. Así nos va.

 

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Ilustración vivos y tontos