Guillermo Ruiz Calado y María Teresa Vilanova. Una historia después del terremoto de 1944

Esta nota fue publicada en La Nueva Revista que integró la edición 605 El Nuevo Diario del 7 de mayo de 1993

 Todavía la tierra seguía ardiendo desde aquel 15 de enero de 1944. Todos recuerdan que a las 8:50 de la tarde de ese día, los sanjuaninos se vieron sacudidos por un terremoto sin precedentes en la historia del país. Hasta el general Juan Perón se llegó a nuestra tierra para desde su secretaría alentar con el apoyo nacional a tos sanjuaninos.

Varios días y réplicas habían pasado de ese tremendo sacudón y los Ruiz Calado, decidieron que lo más conveniente —y sano— era irse de la provincia.

"El miedo de mis padres y el nuestro —reconoce Guillermo Ruiz Calado, a casi medio siglo de los hechos— no era tanto a los temblores o a la posibilidad de un nuevo terremoto, sino a las pestes. Muchos cuerpos —afirma evocando aquellos duros días—habían quedado por doquier las condiciones higiénicas se habían degradado y el agua estaba contaminada”.

Es así que José Ruiz y Carmen, los padres de esta familia, dispusieron viajar un tiempo a Córdoba hasta que ese riesgo pasara. Para entonces, Guillermo, el mayor de los hermanos Ruiz Calado, contaba con algo más de 20 años y estaba haciendo sus armas en el negocio de la exportación "para ese tiempo, yo exportaba ajo y cebolla" —afirma con un dejo de orgullo. Aunque muy entusiasmado estaba con su trabajo, reconoce que ya había reparado en una vecinita que cuadras más allá, vivía por la Aristóbulo del Valle, calle de Santa Lucía: María Teresa Vilanova Singla. "Pero el problema era que no sabía cómo acercarme y en esa época éramos muy formales", acota el exportador.

 Pero la ocasión se presentó a partir de un negocio del cual Guillermo fue totalmente ajeno. Uno de sus hermanos, había adquirido una máquina de cine que se transformó rápidamente en la principal diversión de ese San Juan desvastado. Anduvo en algunos barrios hasta que se instaló definitivamente en la casa de los Ruiz, en la calle Hipólito Yrigoyen, también en Santa Lucía.

María Teresa, divertida recuerda ese tiempo: "muchos íbamos a ese cine. Por supuesto que yo iba acompañada por mi abuela que no me dejaba ni a sol ni a sombra, aunque a veces parecía exagerado. Y a los chicos se les acababan las sillas. Entonces, los vecinos sacaban ladrillos de las casas vecinas para sentarse a ver las películas”. En ese cine comenzaron los acercamientos que desembocaron en el noviazgo. Ella, que cursaba tercer año del Liceo Nacional de señoritas iba siempre acompañada y se sintió flechada. Él la miraba desde hacía un tiempo.

Como si fuera hoy, María Teresa nos cuenta: “era muy difícil que nuestros padres nos dejaran salir. Y en ese San Juan precario, las diversiones de los jóvenes se circunscribían a pocas cosas, como pasear los domingos por la calle o ir al cine. Y charlábamos. Charlábamos mucho".

Las cosas no fueron difíciles, primero porque las familias se conocían y segundo porque el padre de mi señora conocía mis intenciones. No hubo "averiguaciones" como se estilaba. Al poco tiempo de "conversar", comenzaron las visitas oficiales y luego llegó el compromiso.

El hombre —recuerda don Guillermo— era rígido y tenía sus cosas, pero había que respetarlas. Tenía amigos que no se llevaban muy bien con sus suegros, pero yo no tuve grandes problemas. Inclusive, no puso días de visita, como era de usanza.

Y como un día trae al otro, los acontecimientos se encadenan. Luego de cuatro años y seis meses, Guillermo se animó y le pidió a don Benito la mano de quien es ahora su esposa. "Ese día es imborrable”, recuerda él. Benito Vilanova y Josefa Singla escucharon atentos las razones del joven exportador. "A mí me conocían, enfatiza Guillermo, y la respuesta no podía ser no”.

El 14 de julio de 1949, frente al altar de la iglesia de María Auxiliadora del Colegio Don Bosco, Guillermo y María Teresa se unieron en matrimonio. Luego llegaron cinco hijos. Después once nietos. Pero esa, es otra historia.

 

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Esta foto muestra a Guillermo Ruiz Calado y María Teresa Vilanova en el agasajo por sus bodas de plata.
Guillermo Ruiz Calado y María Teresa Vilanova se tomaron esta foto después de la ceremonia religiosa realiza en la capilla de María Auxiliadora del Colegio Don Bosco.