De palabras en juicios y prejuicios en torno a Antroponimia aborigen. De la pluma del Dr. César Quiroga Salcedo
NOMBRES HISPANOS: No haremos referencia a las modalidades de nominación entre las grandes culturas de la humanidad, a los caracteres de la antroponimia hebrea, griega, latina o visigoda, por cuanto se la encuentra expuesta en los manuales. Sólo nos referiremos, para entender mejor nuestros puntos de vista, a ejemplos tomados de la antroponimia hispana, no con el fin de sistematizar o categorizar sino simplemente señalar algunas modalidades.
Los españoles usan nombres -muchos heredados del latín o del latín cristiano- con significación propia, con étimos referenciales a realidades concretas del mundo circundante o del mundo espiritual, que en el texto escrito se identifican solamente por el uso de las minúsculas o de las mayúsculas (cuando se trata de nombres propios). Así, es común la nominación a partir de nombres de flores: Jacinto, Azucena, Margarita, Rosa, Hortensia; de colores, Blanca, Violeta; o de fenómenos de la naturaleza, Nieves, Estela; o referidos a caracteres morales (Prudencia, Consuelo, Cándido, Severo), o a entidades religiosas, particularmente cristianas, como Cruz, Gloria, Santos, Adoración, Encarnación, Concepción, Rosario, Mercedes, Angel y Angélica.
En los apellidos estos aspectos se aparecen más abundantemente ejemplificados, tanto para el mundo extraterrestre (Solares, Luna, Estrella, Lucero) como descriptivos de la naturaleza física, esto es, geónimos (Río, Riofrío, Arroyo, Rivera, Salinas, de la Fuente, Barros, Vega, de la Vega, Cañada, Campos, Costa, Collado, Sierra, Montaña, Pico, Peña (y sus derivados Peñate, Peñalba, Peñaflor y Peñaloza). El listado no se agota.
(*) Ex directora del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas Manuel Alvar (INILFI) de la FFHA de la UNSJ. Miembro de la Academia Argentina de Letras
Fuente: Publicado en La Pericana, edición 446 del 29 de junio de 2025